Cuidaré de ti

By NuriaOrtiz

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Hace algún tiempo, mientras escribia otra de mis novelas, Te amo, Bradley, me llego la Inspiración De Una nue... More

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Fin
¡Picnic!
¿Hacia la felicidad?
El peligro de la locura
Sin arrepentimientos
Antes de...
¡No mueras!
Un poco de esperanza
Olvidar es lo mejor
¡Ya llegan!
Familia
Epílogo
¡NUEVA NOVELA!

Carácter

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By NuriaOrtiz


Por algún motivo, desde el primer momento que puso un pie en su casa, supo que estaba en problemas. Serios problemas.

Caminando al lado de un contento Turco que movía el rabo con energía, mientras lo guiaba sin necesidad, por el hall, hacia el salón donde pensaba descansar durante unos minutos antes de hacer unas cuantas llamadas, sintió la presión de un aura molesta justo frente a él. No sabía quién era, pero la persona en cuestión estaba cabreada. Turco se sentó a su costado, esperando una nueva orden por su parte, para seguir haciendo su trabajo con el mismo ánimo que el de un cachorro en un parque lleno de charcos. Su perro parecía realmente feliz, y el creía que era por haber regresado a casa.

El también había echado de menos su casa. Pero a decir verdad, disfruto mucho esos días en New York en los que solo eran Emma y el. Y aunque tuvo que trabajar, también se escapo de algunas de las pocas reuniones que le quedaban por asistir. No hablaron de lo que realmente debían, y termino saliendo con un sentimiento bastante negativo respecto a ello, pero no podía hacer nada cuando la mayoría de los presentes no querían trabajar en lo que realmente les concernía. Saltar de un tema a otro no iba a ayudar a la empresa principal, ni a ninguna de las filiares.

Pero dejando a un lado lo del trabajo, aquella presión seguía allí.

--¿Hola?

Saludo, inclinándose hacia un lado para acariciar la cabeza del perro, y comprobar así si el animal estaba tenso o relajado. Eso podía darle alguna pista si trataba con un conocido o un desconocido. Turco estaba tranquilo, completa y absolutamente relajado. Así que era alguien que conocía.

--¿Estás de acuerdo con el hecho de que tu Novia, esa a la que tenía que proteger, me haya dado esquinazo con ayuda de tu hermano?

No debía reírse, de verdad que no. Sean tenía razón y Emma cometió un fallo al escaquearse, pero comprendía el deseo de su chica de pasar tiempo a solas como una simple pareja normal y corriente, que quería tener citas y dar paseos. Si Sean iba con ellos, no podrían haber tenido una sola cita. No hicieron nada extremadamente romántico, pero tuvieron su tiempo a solas para charlar.

--Hola, Sean.

--No me has contestado.

La confianza entre un jefe y su empleado, daba asco, pensó al oír el tono de Sean. Fue él quien prohibió ser tratado de una manera formal, pero tampoco era necesario que le echara la bronca como a un crio de instituto.

Soltando un suspiro, se inclino para soltar a Turco, quien una vez libre de sus obligaciones, fue a saludar a Sean. El hombre palmeo al perro, saludándolo con un poco menos de intensidad que la que el animal estaba usando.

--¡Hola, chico!

--Estoy de acuerdo con que no estuvo bien lo que hizo.

--¡Hizo a Kyle su compinche, para frenarme!

Rascandose la nuca, en un vano intento por no reírse, termino por carcajearse ante el tono indignado del hombre.

--¡No es para reírse, Noah! Se supone que soy su guardaespaldas, para eso me contrataste.

--Lo sé, lo sé. Perdona. Mira... entiendo que estés enfadado, pero comprende a Emma. Y a mí. Solo quería pasar un tiempo en pareja. Nada más.

--Pero...

--Han sido tres días, en los que simplemente hemos sido una pareja normal. Sin carabinas. Sin ex-novios cabrones. Y sin preocuparnos por nada que no fuese nosotros. No lo hizo con mala intención. Ella sabía que estaría a salvo en New York y por eso te dio esquinazo. Nada más.

--Aun así, no me parece bien que haga eso. ¡Y tu hermano es igual de culpable!

Riéndose suavemente, avanzo los pasos que lo separaban del guardaespaldas, y alzo su mano para palmear el hombro de Sean. Dado que ya estaba acostumbrado a la altura del hombre, dio justo donde quería dar, cuando dejo caer su mano.

--Le echare una gran bronca, en cuanto lo vea.

--No te preocupes por eso.

Murmuro, tensándose ligeramente bajo su toque. Arqueando una ceja, abrió la boca para preguntar, cuando la voz de Emma lleno la casa con su risa. Su chica se había quedado fuera, alegando que el tiempo en Boston era mucho mejor que el de New York, y a decir verdad, la mujer tenía razón. A pesar de que hacia frio, este no te daba la sensación de que fuese a helarte hasta el tuétano de los huesos, con solo salir a la intemperie.

--¡Boston! Mi querido, querido Boston.

Exclamo ella con alegría, entrando al salón. Pareció darse cuenta que estaba en problemas, porque paró en seco, su camino.

--Oh-oh.

Susurro. El se mordió el labio, intentando no reír. Había sonado tan sumamente infantil, y culpable, que tenía unas ganas locas por girarse y plantarle un beso en los labios, para hacerle ver que todo estaba bien. Pero no lo hizo. Ella tenía que enfrentarse solita a Sean.

--Hi, Sean.

--Nada de "Hi" ¿Te parece bonito lo que me hiciste?

--Solo fue...

--¿Fue?

--Solo quería pasar tiempo a solas con Noah. Te estaba viendo a ti, más que a él. Y aunque te aprecio mucho, ¡No eres mi novio! Lo echaba de menos ¿Qué hay de malo en que quisiera viajar para poder pasar con él unos días?

Si, definitivamente, ella ya no era una asustadiza ovejita, pensó con placer, al oírla defenderse por sí misma.

--El hecho de que soy tu guardaespaldas. ¿Lo entiendes? Guardaespaldas. Mi trabajo es protegerte y si no me dejas hacerlo, de nada sirve que él me mantenga en nomina.

--Solo han sido tres días. ¡Tres, por amor a Dios! No me he ido a la otra punta del mundo. Viaje a New York, donde sabía perfectamente que Bobby no estaría. No hacía falta que te llevara conmigo.

--¡Podías habérmelo dicho! No era necesario que usaras a Kyle para pararme.

--Bueno... dado que es un grandullón como tú, pensé que sería capaz de frenarte.

Había elegido bien a sus aliados, pensó el. Ella había dado en el clavo al elegir a Kyle, si quería un muro de contención para Sean.

--¡Oh, y lo hizo! No fui capaz de llegar a tiempo al aeropuerto. Cuando llegue, tu vuelo ya había salido. Y después, el muy capullo, me siguió y me trajo a casa. No dejo que comprara un billete.

--¡Así se hace, Kyle! Gracias.

Dijo ella, completamente encantada con aquel pedacito de información. Siendo sincero consigo mismo, se lo estaba pasando bien. No podía ver sus expresiones, pero el tono de sus voces, era suficiente para entretenerlo. Emma sacaba las uñas, y ya no se echaba a tras pese a estar discutiendo con un hombre dos veces más grande que ella. Su chica tenía el valor de defenderse solita, y eso le encantaba.

El escucho el balbuceo incoherente que Sean soltó. Frustrado por el comportamiento de su protegida, no sabía qué hacer para hacerle entender a la mujer que lo que había echo estaba mal. Pero a decir verdad, ni el mismo creía que hubiese hecho algo malo. Si Emma hubiese viajado a Kentucky sin Sean, el se habría enfadado, pero no fue al rancho, si no a una ciudad enorme, donde las posibilidades de encontrarse con el enemigo potencial que era el Mierdi-Bobby, eran sumamente escasas. Ella estaba a salvo, aunque él no estuviese presente.

--No estás arrepentida ¿Verdad?

Pregunto Sean, con tono molesto.

--No.

--Bien, pues hasta que recapacites y comprendas lo que hiciste, no pienso ocuparme de tu seguridad.

Declaro con voz firme. El se sorprendió ante esa declaración, pero no dijo nada. No iba a meterse entre ellos, porque lo que Sean y Emma tenían, era una relación de confianza, si uno lo quebraba, debía dar marcha atrás y ver que había echo mal. Y ese era un camino que debía recorrer ella solita. Guardando silencio, espero por la contestación de Emma.

--¡Bien! Como quieras. No hice nada malo. Solo fui a visitar a Noah.

No era la bienvenida que él esperaba para su regreso a casa, pero no podía esperar otra cosa, cuando Emma había dejado a Sean en tierra. No estaba arrepentido de no haber llamado al chico para que fuese con ellos, por que el también necesitaba un tiempo siendo únicamente una pareja normal y corriente, pero también comprendía el punto de vista de Sean.

Uno u otro tendría que dar su brazo a torcer. ¿Cuál de los dos lo haría? Eso tendría que esperar a que alguno de los dos recapacitara. Ambos eran tercos, así que no esperaba que ocurriera de un día para otro. Lo que quería decir que sus planes para viajar a Kentucky estaban aplazados por el momento.

Aunque seguía habiendo algo que picaba su curiosidad, era ese tonillo que Sean uso, cuando menciono a Kyle.

Decidido a investigar sobre ello en otro momento, tendió la mano hacia su chica y sonrió.

--¿Me acompañas a deshacer las maletas?

Debía poner un poco de tierra de por medio entre los dos, y dado que ambos Vivian bajo el mismo techo, la llevaría a la habitación, para poder calmarla.

La pequeña mano de Emma se apoyo con cuidado sobre ella, y juntos caminaron hacia el interior de su cuarto, arrastrando las maletas consigo, pasaron de largo la habitación de ella, para internarse en la de él. Si New York había servido para algo, fue para unirlos aun más. A partir de ese mismo día, ella dejaría a un lado la habitación de invitados, y pasaría a dormir en su cama.

Una vez dentro, cerró la puerta con cuidado y suspiro.

--No he hecho nada malo ¿Verdad?

Pregunto ella suavemente. Girándose hacia ella, con la espalda apoyada en la puerta, se encogió de hombros.

--Eso es algo que debes pensar por ti misma, cariño. Yo no puedo ayudarte.

--Pero...

Acercándose a ella con ambas manos extendidas, aferro los dedos de Emma que ella le ofreció, y se los llevo a los labios.

--No pienses solo en tu propio deseo de querer verme, si no en el de él. Eso es todo lo que voy a decirte.

Dijo antes de inclinarse y besar los labios de su chica. Rodeando los hombros de Emma, rozo lentamente la boca de la mujer, con el único propósito de calmarla. Solía funcionar bastante bien, y enseguida noto como la tensión que albergaba el cuerpo femenino, se iba yendo poco a poco. Restirando su boca de la de ella, sonrió.

No quería darle muchas pistas, porque quería que fuese ella misma quien se diera cuenta de su error. Sabía que Sean se había convertido en un amigo importante para su chica, y esperaba que esos dos pudieran arreglar el asunto. Aun así, el se mantendría al margen pese a su deseo de querer ayudarla en todo lo que pudiera.

Besando la cima de su cabeza, la abrazo fuertemente por un momento para darle un poco de apoyo y confort y la soltó. Emma daría con la solución, aunque si mantenía una mentalidad terca, no iba a ser algo que pudieran solucionar rápidamente. Eso era bueno, ella tenía su carácter, y le gustaba. Aunque preferiría que no pusiese en juego la posibilidad de tener que contratar a otro guardaespaldas, ya que el mismo confiaba plenamente en Sean.

***

¿De verdad había echo algo tan malo para que Sean le hubiese echado ese sermón?

Solo quiso visitar a su chico y pasar un poco de tiempo con él, después de haber estado sola durante tantos días, con solo unas pocas llamadas telefónicas, cuando el hombre tenía tiempo entre reunión y reunión. ¿Qué tenia de malo querer parecer una pareja normal y corriente de vez en cuando? Ella había visto a parejas, y ninguna de ellas llevaba carabina o un gigantesco guardaespaldas, como ellos. Era justo que ahora que tenía un hombre en el cual podía confiar plenamente, quisiera vivir una vida de pareja, totalmente normal.

¡Pero no! Parecía que eso no estaba hecho para ellos dos.

Soltando un suspiro cansado, miro alrededor, buscando algo que hacer para entretenerse un poco y alejar su mente de Sean, su charla y esa advertencia, sobre su seguridad. Ella quería que el siguiera cuidándola, pero si él no comprendía que ella solo hizo un viaje para ver a su novio, y nada más, entonces... No podía estar tan equivocada ¿Verdad?

Solo fue un viaje. Y bueno... también pidió ayuda a Kyle. Y surtió efecto, ya que Sean no pudo pillarla en el aeropuerto, aun así, tendría que disculparse con el hermano pequeño de Noah, por haberle metido en un lio con el malhumorado guardaespaldas.

Viendo las maletas a un lado de la puerta, decidió que ese sería un buen modo de alejar su mente. Acercándose a ellas, mientras Noah se desplomaba sobre la cama como un peso muerto, ella abrió la más cercana, se arrodillo en el suelo y comenzó a sacar ropa. Haciendo pequeños montones a su lado, separo pantalones de camisetas. Dándose nada más ver las prendas, que aquella ropa era del enorme hombre que descansaba.

--¿Está bien que coloque yo la ropa? ¿Prefieres que lo haga, Carmen?

Le pregunto, mirándolo por encima del hombro. No sabía si ellos dos habían establecido un modo para que el pudiera encontrar la ropa sin necesidad de ayuda, así que lo mejor era preguntar.

--Si, déjala ahí. Carmen le pondrá las etiquetas después.

Murmuro con tono cansado. Sonriendo, regreso la ropa al interior de la maleta, la cerro y se levanto. No tenían ropa sucia, porque ambos habían usado el servicio de lavandería del hotel. Así que acercándose al gran hombre, movió su muslo para espabilarlo un poco.

--Si vas a dormirte, al menos cámbiate.

--Ahora... dame cinco minutos.

Pidió el, bostezando ampliamente, sin siquiera moverse de su posición. Arqueando una ceja, negó con la cabeza y se agacho para agarrar un pie y descalzarlo.

--Ni cinco, ni diez. Cámbiate y acuéstate. Vas a quedarte ahí dormido, y cogerás frio, Noah.

El hombre sonrió lentamente, con cierta diversión.

--¿Me estas regañando?

--Si. Ahora muévete.

Riéndose, elevo su torso de la cama y se sentó. Lanzando los brazos hacia ella, la agarro de las caderas y la acerco a su cuerpo, metiéndola entre sus piernas abiertas. El enorme hombre oculto su rostro en su vientre, y ahí se quedo, respirando lentamente contra la tela de su jersey, mientas sus brazos la mantenían presa en su sitio.

--Emma.

--¿Qué?

--Te amo.

Dijo él. Sonriendo, beso la cima de su rubia cabeza, y froto su mejilla contra su pelo.

--Y yo a ti.

Moviéndose ligeramente hacia atrás, Noah elevo su rostro hacia ella.

--¿Te gustaría mudarte conmigo?

Frunciendo el ceño, paso cuidadosamente la yema de un dedo sobre los llenos labios del hombre.

--Ya vivo contigo.

Contesto ella, deslizando fuera de su rostro, las oscuras gafas que ocultaban aquel par de hermosos ojos.

--Trasládate a mi habitación.

Sonriendo, enternecida por la necesidad que vio brillar en aquel par de ojos ciegos, se inclino y lo beso. Rozando suavemente su boca con los labios, sonrió cuando se aparto.

--Me encantaría. Pero tendrás que hacerme hueco en tu armario.

Noah le regalo una luminosa y enorme sonrisa, que ella respondió con una propia, mientras lo abrazaba fuertemente.

Esos días en New York habían sido perfectos para que su relación siguiera prosperando. Y he ahí la prueba. No se arrepentía de haberse marchado, aunque quizás debió decirle algo al hombre, para que no se preocupara. O llamarlo al menos. No lo hizo porque no quería que la regañase y aguara su estado de ánimo. Fueron unos días en los que Noah y ella pasaron la mayor parte del tiempo que pudieron, juntos y llegaron a conectar mucho más de lo que hubiese creído posible.

Las palabras eran las que te hacían conectar con una persona, pero a veces eso no era suficiente y tenías que recurrir a lo más básico. En su caso, hacer el amor durante esas setenta y dos horas en las que estuvieron juntos, fue una forma maravillosa de comunicarse. Porque en esos momentos, las palabras sobraban pese a que alguna se deslizaba de entre sus labios, para acariciar los oídos de la persona amada.

Ella estaba feliz por haber afianzado su relación y por sentirse tan segura con Noah. Y no iba a permitir que nada se lo chafase. Aunque tenía el presentimiento de que tendría que disculparse con su guardaespaldas, esperaría un par de días, para hacerlo.

Noah afianzo su agarre sobre ella, rodeándole los muslos con sus gruesos brazos, tiro de ella sobre su cuerpo y se echo hacia atrás, cayendo en la cama con una amortiguada carcajada, parecía realmente feliz. El mañana, cuando estaban empacando todo para regresar a Boston, ella lo vio un poco pensativo. Metido en su propio mundo, Noah parecía estar dándole vueltas a algo, y siendo sincera consigo misma, no creía que fuese el eco de que pedirle que se trasladara a su habitación. Había algo mas, solo que él no encontraba el momento para abrirse y decírselo. Así que esperaría a que el diera el paso. No preguntaría, permitiría que pensara bien en ello, y cuando estuviese listo para hablarlo con ella, lo haría. Noah no era ese tipo de hombre que ocultaba cosas porque si. Debía tener una buena razón, y supuso que esa razón, era que aun no había pensado suficiente en ello.

Incorporándose ligeramente del cuerpo del hombre, miro hacia abajo, a esos ojos azules como hielo viejo y deseo con todas sus fuerzas, que le dieran la oportunidad de poder ver. A ella no le importaba que fuese ciego, pero quería que Noah tuviese la oportunidad de hacer todo aquello que mas deseaba. Cumpliera sus sueños e hiciera todo aquello que hasta ahora no había podido hacer por su ceguera. El era un hombre que se merecía ese pedacito de cielo. No sabía si había solución médica para su problema, pero rezaría todo lo que pudiera, para que le brindaran esa pequeña esperanza de poder abrir sus ojos un día, y ver los brillantes colores que la vida tenia para ofrecerle.

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