Dark Beauty © Libro 1. (TERMI...

By MiloHipster

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Dicen que los asesinos y criminales para que puedan ejercer su labor de asesinar o torturar, necesitan tener... More

Prólogo
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#Nota VIII
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Epílogo
Extra
Personajes
Aviso.
DEDICATORIA
RECOMENDACIÓN ;)
AGRADECIMIENTOS

CAPÍTULO FINAL 92

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By MiloHipster

«Meses después»

Habían pasado seis meses ya desde que Adam y Keren llegaron al mundo, alegrando la vida de muchas personas, en especial la de sus padres. Keren tenía los ojos de su padre: Oscuros como la noche y la piel casi caramelo. Y Adam tenía los ojos de su madre: Como la miel vista a través del sol y la piel tan blanca como la porcelana. Eran perfectos. Pero, así como eran perfectos, daban mucha lata. Lloraban a altas horas de la madrugada, gritaban y hacían todo tipo de berrinches. Egon incluso iba a la iglesia para pedirle a Dios y así poder controlarse ante los arrebatos de sus hijos sin perder la cordura y sí le estaba funcionando. De los dos bebés, el que más lloraba era Adam y Keren lo imitaba. La anciana Beck moría de desesperación cada que eso sucedía, que incluso planeaba irse lejos para seguir disfrutando de su vejez sin escuchar los gritos de esos niños. Caroline ayudaba gustosa a Shelby a cuidarlos. Kevin también se divertía jugando con ellos. Thomas y Austin eran los tíos consentidos, los que les permitían de todo y eso a Egon le estresaba. Gabbe había enmendado un apego con Keren, y era tanto el cariño que incluso la niña lo prefería más a él que a Egon.

—Ay, tu hija no te quiere. Me quiere a mí. ¿Verdad, Keren preciosa? —bromeaba Gabbe, besándole las mejillas a la bebé y ella moría de risa.

—Cállate, McCall—siseaba Egon de mal humor y le quitaba a Keren de sus brazos.

—No te sulfures. Claro, si Keren desea algún día cambiar de apellido y otro padre, puedo adoptarla.

—En tus sueños te llevas a mi hija contigo—gruñía Egon, furioso—mejor consíguete a la tuya.

Y los días eran divertidos, aunque estresantes. Cada fin de semana, Gabbe se encargaba, en compañía de Caroline, de cuidar a los gemelos para que Egon y Shelby salieran a despejarse. La manera de cuidar a los bebés, según Gabbe, era llevarlos al parque. Caroline y él. Juntos. Los dos. Solos. Como si ellos fuesen los verdaderos padres. Un día, estando paseando a los lactantes, Gabbe se quedó mirando a la hermanastra de Shelby mientras esta le cantaba al pequeño Adam y él gustoso gorjeaba lleno de alegría. Sabía que era ridículo pensarlo, pero le agradaba imaginar a Caroline embarazada, alegre y llena de vida. Tal vez ella aún no olvidaba a su antiguo amor, Evan, pero Gabbe hacía lo posible para llenar aquel vacío. Él había convertido el amor que sentía por Shelby en cariño y estaba comenzando a querer a la hermana de esta con locura.

—Te ves muy bonita cantándole a Adam—le dijo él, luego de sopesar la idea de decírselo o no. Caroline dejó de cantar y se ruborizó—no pares. Continúa.

—Viéndome así, creo que no podré hacerlo—se ruborizó más y Adam dejó de sonreír y miró a su tía con expresión confusa. Gabbe esbozó una sonrisa radiante.

—¿Lo ves? Adam desea que sigas cantando.

—¡Pero no te atrevas a mirarme! —añadió con nerviosismo y se concentró en el bebé de ojos mieles que esperaba con ansiedad. Gabriel McCall asintió sin borrar la sonrisa genuina de sus labios y se quedó atónito y anonadado por semejante belleza que tenía a su lado. Caroline se limitó a cantar con voz dulce y aterciopelada, causando furor en el pequeño Adam y locura en Gabbe. Cantó At Last de Etta James con entusiasmo. La canción en sus labios parecía ser hipnótica y fascinante. Y al término de su cantar, Gabbe aplaudió, asustando a Keren quién yacía dormida en sus brazos y Adam gorjeó complacido, mostrando sus encías detrás de su gran sonrisa.

—Caroline—objetó él, poniéndose serio. Ella volteó a verlo con el entrecejo fruncido.

—¿Sí?

—Acércate.

—¿Por qué? —cuestionó con perplejidad.

—Tienes algo en la cara—le informó. Caroline se tensó y entornó los ojos.

—¿Qué tengo?

—Acércate y te lo quitaré de encima.

Y ella, presa del pánico, pensando que se trataba de algún insecto, colocó a Adam en la carriola y Gabbe a Keren en la otra. Entonces ambos quedaron sentados en la banca del parque muy cerca.

—Cierra los ojos—pidió él, sin cambiar de expresión. Ella obedeció dócilmente y cerró los ojos con lentitud. Gabriel no estaba seguro cómo actuar, puesto que, era nuevo en eso de cortejar de forma debida. Tampoco podía robarle un beso porque ansiaba que ella lo besara por cuenta propia, pero, ¿por qué no asustarla y así besarla y sorprenderla? Acercó poco a poco su rostro al suyo y ella arqueó las cejas aun sin abrir los ojos.

—¿Y bien? ¿No vas a quitarme lo que tengo en la cara? —preguntó.

—Quédate quieta o te va a picar.

—Dios, ¿qué tengo? —comenzó a temblar y se quedó inmóvil. Pero él no le contestó— ¡Gabriel!

—Tranquila—susurró y ella al instante sintió su cálido aliento acariciarle las mejillas. Y para cuando la chica se percató de lo que estaba pasando, fue demasiado tarde. Gabbe McCall ya tenía sus labios poseyendo los suyos con entusiasmo, y luego pasando a lo pasional y cariñoso. Había de por medio mucha pasión y urgencia en aquellos besos. Caroline por instinto intentó apartarse, pero él se lo impidió, poniéndose a cargo de la situación. La agarró de ambas manos para evitar así una barrera entre ambos y continuó besándola. A medida que sus besos iban volviéndose salvajes, sintió una textura líquida y salada colándose entre sus labios. Lágrimas. Ella estaba llorando. — ¿Qué sucede? ¿Por qué lloras, Caroline? —le preguntó, rompiendo el mágico momento. Los ojos azules de Gabbe mostraron agonía al ver los de ella: inundados en lágrimas. Alargó una de sus manos y le limpió las mejillas con dulzura—perdóname. No quise incomodarte. Te prometo que no volverá a ocurrir...

—No—ella sacudió la cabeza de un lado a otro y sorbió por la nariz—no lo prometas.

—Yo...

—Perdóname tú a mí por haberme puesto así. Mandé al carajo este momento, soy una tonta... soy... —pero él no la dejó seguir quejándose, porque acto seguido, la estrechó en sus brazos y comenzó a acariciarle la espalda para reconfortarla.

—¿Lloras porque recordaste a Evan, no es así? —murmuró Gabbe sin soltarla. Ella asintió—lamento tanto que él no esté aquí para cuidarte y amarte cómo te mereces.

—Tú no tienes la culpa de lo que pasó.

—Tampoco tú.

—Y ni si quiera culpo a Egon al haberlo asesinado. En ese entonces él no conocía a Evan y estoy segura de que, si lo hubiese conocido, no le hubiera hecho ningún daño.

—¿Sabes? A mí me hubiera dado mucho gusto conocerlo—Caroline se apartó un poco para mirarlo y notó sinceridad en aquellos ojos azules.

—¿Hablas en serio? —las lágrimas que comenzaban a secarse en sus mejillas parecían pequeños fragmentos de hielo adheridos a su rostro y Gabbe le pasó el pulgar para quitárselos.

—Muy en serio.

—¿Por qué?

Él dudó en responder, sin embargo, al momento de hacerlo, sonrió levemente.

—Porque él fue un gran chico que logró conquistar tu corazón y te cuidó hasta su último día de su vida. Y sé que aun sigues amándolo—Caroline se llevó las manos a la cara y sollozó.

—No puedo olvidarlo. No puedo resignarme y me estoy volviendo loca.

—Puedo ayudarte a salir del abismo, claro, si me lo permites.

—¿Cómo lo harás? Ha pasado más de un año y yo no puedo superarlo.

—¿Yo te gusto, Caroline? —preguntó Gabbe de repente, dejándola desconcertada.

—No entiendo a qué viene esa pregunta fuera de lugar.

—Es importante—insistió.

—Sabes que sí, me gustas, es más que obvio—contestó, ruborizada y sin apartar las manos de su cara—pero, ¿qué tiene que ver?

Tú también me gustas. Demasiado, a decir verdad.

—Pensé que te gustaba mi hermana.

—De hecho, estuve enamorado de ella, pero eso fue antes de darme cuenta que a la que quiero es a ti—sus azulados ojos centellaron cuando cruzó miradas con ella.

—¿Y eso qué quiere decir?

—¿No es obvio, belleza? Te estoy proponiendo que salgamos, es decir, que seas mi novia o mi pareja. Como quieras llamarlo—se rascó el cuello y sus mejillas llenas de pecas enrojecieron. Caroline se quedó pasmada, mirándolo—bien, no tienes que responderme ahora. Además, ya es hora de regresar, los pequeños deben estar muertos de cansancio y los tortolos no tardan en volver a casa—agregó él, rápidamente para aligerar la tensión entre ambos. Se levantó de un salto con el pretexto de supervisar si los bebés estaban bien. Caroline se mordió los labios sin apartarle la mirada de encima. Desde el ángulo en que ella se hallaba, Gabbe se miraba realmente guapo. Sus largas pestañas barrían sus mejillas llenas de pecas al parpadear y sus labios rosados apretados entre sí, la estremecieron, puesto que besaba tan tiernamente, que deseó volver a besarlo.

—¿Gabbe?

—¿Sí? —se volvió para verla.

—¿Quieres ser mi novio?

—Bendito seas, siglo veintiuno—clamó Gabbe mirando al cielo y sin responderle verbalmente, se acercó a ella y la tomó de los hombros dramáticamente y sonriendo con picardía, la besó. Más tarde, al llegar al departamento, Shelby y Egon ya se encontraban ahí, esperándolos ansiosos. Gabbe se encargó de entregarles a cada uno sus bebés y luego se llevó a Caroline consigo, agarrando su mano con mucha confianza.

—¿Crees que ellos dos ya tengan una verdadera relación? —susurró Shelby mientras abrazaba a Keren.

—¿Gabriel y tu hermana? —preguntó Egon, cargando a Adam con sumo cuidado de no despertarlo. Shelby asintió y él se encogió de hombros—supongo que sí, agarrar a una chica de esa manera significa algo más que amistad.

Al cabo de un rato, ambos recostaron a los bebés y se dispusieron a preparar la cena, o más bien a llamar la cena; puesto que Kevin había sugerido pedir pizza en vez de estresarse en la cocina, por lo que solo se dieron a la tarea de poner la mesa. Cuando la pizza llegó, ya estaban listos para devorarla; no obstante, Gabbe dejó de comer su ración y se quedó en silencio, mirando fijamente a la sala.

—¿Qué ocurre? —le preguntó Caroline, preocupada.

—¿Dónde está Trenton? —preguntó él a su vez.

—Salió a eso de las cinco de la tarde—contestó Martha Beck, encogiéndose de hombros.

—¿Avisó a dónde iba? —Gabbe se sobresaltó.

—Solo dijo que tenía que hacer algo importante—replicó Kevin, perplejo.

—¡Maldita sea! —vociferó Gabbe y se levantó de la mesa con precipitación.

—¿Qué pasa? —preguntó Egon con voz dura. Frunció el ceño y las ganas de cenar se le esfumaron. Gabriel se pasó la mano por el cabello con inquietud. Sus ojos azules no querían mirarlo— ¿y bien? Responde, carajo—exigió el joven austríaco muy molesto.

—No estoy seguro, Egon, pero creo que Trenton se dirige a Austria.

—¿Qué? —los ojos negros del recién mencionado se ensombrecieron—¿Austria? ¿Para qué mierda iría a ese lugar?

—Quiere recuperar a Lola...

Egon apretó la mandíbula y se levantó furiosamente de la silla. Tenía los ojos envueltos en llamas.

—¿Tienes idea si tenía algún boleto de avión guardado? —le preguntó a Gabriel.

—No. Pero si tenemos suerte, podemos darle alcance en el aeropuerto porque un vuelo como ese no es fácil de conseguir de la noche a la mañana.

—Traeré mi chaqueta—anunció Egon con rabia. Shelby entornó los ojos y lo siguió hasta la habitación. Los demás se quedaron charlando con Gabbe, acerca del asunto.

—¿Qué vas a hacer?

—Matarlo—siseó Egon, buscando su chaqueta en el ropero.

—Él solo quiere recuperar a mi amiga...

—Esa zorra ya debe estar muerta, Shelby. Y si él va a Austria, van a matarlo.

—Entonces habla con él, pero no lo golpees o lo amenaces.

—Haré lo que me venga en gana con ese idiota—gruñó y la dejó en la habitación con la palabra en la boca. Se reunió con Gabbe en la sala y este ya lo estaba esperando en la puerta—todos quédense aquí, ¿de acuerdo? —indicó Egon mirando a cada uno, en especial a Shelby—regresaremos lo antes posible con Trenton.

—Ten mucho cuidado, Egon—le suplicó Shelby en un hilo de voz.

—Siempre tengo cuidado—se acercó a ella y la besó fugazmente en los labios antes de abrir la puerta. Gabbe alzó las cejas un par de veces y se acercó a Caroline, quién tenía las mejillas sonrojadas.

—Mi turno de despedirme de mi novia—dijo, haciendo énfasis en la última palabra y besó a Caroline, dejando un tanto sorprendidos a los presentes.

—Quiero ir—interpuso Austin, pero Thomas lo sujetó del brazo.

—Será mejor que te quedes—sentenció Egon—tú eres el único que puede protegerlos si algo pasa.

—Pero, también puedo ayudarte a ti y a Gabriel—insistió.

—De acuerdo, vamos—Egon puso los ojos en blanco y salió a la calle con las llaves del auto en la mano. Gabbe lo siguió junto con Austin y los tres se despidieron de los demás con la mano. Thomas le mandó un beso y Austin se lo devolvió amistosamente. Y Shelby tuvo un mal presentimiento. Quizás estaba siendo paranoica porque el miedo le corroía el interior, pero una sensación en su pecho le decía que algo estaba por ocurrir. Algo malo. Trató de tranquilizarse sentándose en la sala con Martha, Caroline, Kevin y Thomas.

—No entiendo por qué Trenton es tan tonto—se quejó el pequeño rubio.

—No es tonto, es solo que quiere recuperar a una persona que echa mucho de menos—contestó Shelby, mirando al vacío.

—Es tonto—acotó Martha—porque sabe que corre peligro al entrar en territorio prohibido. Debió hablar con Egon al respecto y así llegar a una solución.

—Lo que pasa es que no hay solución—suspiró Thomas—esta mierda de criminales nunca va a dejar de atormentarnos.

—Mis padres siguen cautivos en manos de Marlon Blake o si no es que ya no siguen con... —Shelby dejó la frase al aire y se negó a pensar en lo peor. Caroline la abrazó para darle ánimos porque sabía que lo necesitaba, aunque no lo demostrara.

—Ellos están bien—la alentó Kevin, sonriendo—y Egon va a matar a ese idiota que tanto nos ha hecho daño.

Shelby sonrió levemente y cerró un rato los ojos. El cerrarlos un momento, se convirtió en una siesta repentina de tres horas. Cuando despertó, se halló a oscuras y rodeada de brazos y piernas por doquier. Estiró a tiendas la mano y encendió la lámpara y todo se iluminó a su alrededor. Bostezó perezosamente y miró el reloj de la sala: 12:00am. Media noche. Por un segundo pensó que había sido un sueño la partida de Egon, pero luego cayó en cuenta que no. Todo era real. Se levantó trabajosamente del sofá y su hermana continuó durmiendo sin darse cuenta de nada al igual que la anciana y Kevin. Thomas no estaba. Se las arregló para encender completamente la luz y recorrer la casa con atención. Escuchó una voz en el interior de la habitación de Thomas y abrió la puerta unos centímetros. Su amigo se encontraba con el rostro blanco como el papel, sosteniendo el teléfono.

—¿Thomas? —se atrevió a preguntarle. Y él guardó el teléfono en sus pantalones con nerviosismo.

—Shelby, ¿qué haces despierta? Pensé que estabas durmiendo.

—Desperté hace unos minutos. ¿llamó Egon? —ladeó la cabeza, interrogante.

—¿Por qué piensas que llamó él? —sonrió forzadamente.

—No se me ocurre quién más pudo haber llamado a estas horas—bostezó nuevamente.

—No ha llamado.

—¿Entonces con quién hablabas?

—Con mis... mis padres.

—¿Tan tarde?

—Están de fiesta—hizo una mueca y se sentó en la cama—ve a dormir. Yo me quedaré a esperarlos.

Pero Shelby logró percibir la mentira en su voz. Thomas estaba mintiendo. Con sigilo, se deslizó dentro de la habitación y se sentó a su lado. Esperó a que él se relajara para golpearlo en la cabeza con la mano y con mucha fuerza. Thomas no se desmayó, pero quedó aturdido y ella aprovechó para quitarle el teléfono del pantalón. Corrió a esconderse en su propia habitación sin importarle que Thomas gritara enfadado y asustado a la vez. Cerró la puerta con seguro y comenzó a verificar la lista de llamadas.

Llamadas salientes:

» Egon Peitz 11:58pm

» Trenton Rex 11:49pm

» Gabbe McCall 11:40pm

Y todos habían llamado hacía un rato y con minutos de diferencia. Retuvo el aliento cuando presionó la opción de devolver llamada a Egon y esperó con el labio inferior entre sus dientes.

—¡Maldita sea, Thomas! —gritó Egon del otro lado de la línea— ¡Estamos tratando de ocultarnos y se te ocurre llamarnos! Yo te voy a llamar para darte la señal para que saques a todos de la casa y los lleves lejos de aquí. Y tenías razón, Trenton llamó a Marlon y ese estúpido está aquí, en Arizona—hubo un lapso de silencio y de nuevo surgió su masculina voz. —No le digas nada a Shelby, pero sus padres también están aquí y tal parece que su madre está casi muerta. ¡Te dejo! Tengo que buscar a Gabriel y a Austin para lárganos de aquí definitivamente...

Se cortó la comunicación y Shelby sintió que iba a desmayarse. "TOC, TOC, TOC" Dio un respingo tras escuchar a Thomas aporreando la puerta con severidad. No obstante, ella reprimió las ganas de llorar y se acercó a sus gemelos que dormían plácidamente en sus cunas. Besó a Keren y a Adam con mucha ternura.

—No sé lo que vaya a pasar a partir de unas horas, pero quiero que sepan que los amo con mi vida misma. Son la luz de todo lo que soy y seré siempre—se enjuagó una lágrima y se volvió hacia a la puerta y la abrió.

—Me golpeaste—la acusó Thomas—y me quitaste el teléfono.

—¿Por qué no me dijiste que Egon estaba en problemas y que había llamado a causa de una emergencia? —lo reprendió y le lanzó el teléfono a la cara. Thomas palideció—llamé a Egon y me contó todo—le espetó, muy enojada.

—No me culpes a mí. Él decidió que no te dijera nada porque sabe que eres capaz de ir al aeropuerto a buscarlo.

—Y tiene mucha razón—lo empujó y corrió fuera del dormitorio. Thomas la siguió con nerviosismo, pero ella se dirigió a la sala por su abrigo y volvió a su habitación por su bolsa y su amigo se debatió en detenerla, pero al ver como Shelby se ponía el abrigo, la interceptó en la puerta.

—No voy a dejarte salir.

—Nadie me da órdenes. Apártate.

—No, Shelby.

—Te lo advertí—y dicho eso, Shelby lo sorprendió dándole un puñetazo en el estómago que provocó que Thomas aullara de dolor y ella abriera la puerta, dispuesta a salir a la calle. Corrió unas cuadras lejos del departamento en busca de un taxi, pero todo estaba muy oscuro. Miró a todas partes y maldijo entre dientes.

—Hola, hermosa. ¿Qué haces aquí tan sola? —escuchó a alguien hablar. Shelby rodó los ojos y se volvió para encarar al tipo. El sujeto era un vago sucio y maloliente, le faltaba un diente y su mirada era perversa.

—No estoy para juegos ahora, y no quiero problemas. Déjeme en paz.

—¿Problemas? No quiero problemas, solo quiero conversar contigo—dio un paso a ella y Shelby perdió la cabeza.

—¡Ya fue suficiente! —exclamó y de su bolsa sacó el arma que Egon le había obsequiado y le apuntó directamente a la frente al sujeto y este la miró horrorizado.

—Oye, tranquila. No quería molestarte...

—¡Shelby, baja esa arma! —gritó Thomas detrás del vago y ella flaqueó, pero continuó empuñando la pistola.

—Tal vez deberías irte—le dijo Shelby al vago. Y este, sin pensarlo dos veces, se fue corriendo en medio de la oscuridad y ella cambió de dirección y le apuntó a Thomas—si intentas detenerme, te pego un tiro en la cabeza—lo amenazó.

—Debes tranquilizarte. No puedo dejar que vayas sola a buscar a Egon.

—Entonces ven conmigo.

—No sé si sea buena idea ir.

—Lárgate, Thomas—comenzó a estresarse.

—Guarda el arma y buscaremos un taxi.

La estabilidad mental de Shelby estaba propensa a descarrilarse por completo, su amigo se acercó poco a poco y le quitó el arma de sus manos. A lo que ella rompió a llorar desconsoladamente en su pecho.

—No quiero perderlo. No quiero perder a Egon y tampoco a mis padres.

—Nadie va a morir esta noche. Ellos no van a morir—le aseguró. Y Thomas, sin saber que sus palabras eran ciertas, predijo parte de la verdad y ella se tranquilizó.

«Egon Peitz»

—¡Dios mío! ¿Qué hacemos? Por Dios, ¿qué hacemos? —susurró Austin, desconcertado. Egon lo hizo callar de un golpe en la cabeza y miró a Gabbe. Los tres se hallaban ocultos detrás de unos anaqueles del aeropuerto. En sí, el lugar estaba completamente vacío gracias a que Marlon había utilizado a sus hombres para disparar incontrolablemente a todas partes y, por ende, las personas corrieron despavoridas del aeropuerto. Y en menos de diez minutos, muchísimos policías rodearon el sitio. Lo cual les era incapaz de salir sin ser vistos.

—No vinimos preparados—argumentó Gabbe con amargura.

—Es lo de menos.

—¿Se te ocurrió un plan? —Austin sintió un dejo de esperanza.

—Nuestra prioridad ahora es localizar al bastardo de Marlon y así recuperar a Trenton y a los padres de Shelby.

—La madre de Shelby casi está muerta o tal vez ya lo está, ¿acaso no la viste? La dejaron tirada en la puerta continúa y ni si quiera se mueve, ¿por qué perder tiempo valioso? —siseó Austin.

—Es mi suegra. Shelby estará devastada si se entera que la dejamos morir.

—Opino que la llevemos a un lugar seguro y después buscar a Blake—terció Gabbe, ansioso.

Egon asintió y empuñó con fuerza su pistola con silenciador que siempre llevaba consigo. Gabbe apenas y llevaba una navaja de doble filo y Austin un trozo de metal que había recogido de una ventana. Patético. Se distribuyeron en el ala sur donde las luces estaban apagadas y cada uno se internó a las salas de espera. Egon se deslizó casi a gatas por el recinto y divisó tres siluetas mirando a través de los grandes ventanales que daban a la calle. Y afuera las luces de las patrullas iluminaban hasta el fondo. Localizó un pequeño taburete de plástico que medía quizás un metro de altura y cerró un ojo, colocándose para una muy buena puntería. Tiró del gatillo y le dio a uno en la espalda. Los otros dos se pusieron en guardia y él aprovechó para dispararles en la cabeza y en el pecho sin hacer el menor ruido. Los cuerpos cayeron inertes al suelo y Egon prosiguió su camino. Oía voces por todos lados, pero no sabía con exactitud si eran hombres de Marlon o la policía. Abrió de una patada una puerta metálica y dos francotiradores le apuntaron de sorpresa en la cabeza, pero por alguna extraña razón, Egon se atrevió a disparar al techo, tomándolos desprevenidos y en cuanto ellos retomaron la puntería, él les disparó sin miramientos en la cara, pero al momento que retrocedió, su espalda chocó con algo firme y duro a la vez.

—Egon, cuanto gusto me da verte.

El chico apretó la mandíbula y se dio la vuelta mecánicamente. Y ahí estaba su antiguo jefe, Marlon Blake, de pie, frente a él, mirándolo con odio y satisfacción en el rostro.

—Marlon Blake.

—Hoy es tu último día de vida, asqueroso réptil—lo sujetó del cuello, pero Egon lo empujó lejos sin dejar de apuntarlo con el arma.

—Quizás seas el que de las órdenes aquí, pero el que sabe cómo matar soy yo—siseó Egon, esbozando una sonrisa demente en los labios. Marlon titubeó por un momento, pero luego retomó la seriedad en su rostro.

—Le vas a hacer compañía a Norman—le advirtió Marlon.

—También le harás compañía a mi primo—espetó Egon sin dejar de sonreír—y los tres nos encontraremos en el infierno.

—Él es no es tu primo porque era mi hijo y murió por tu culpa, por lo tanto, creo que si te mato rápidamente no tendrá caso. Así que voy a torturarte—chasqueó los dedos y seis hombres armados entraron por Egon y los arrastraron fuera.

—¿Hijo? ¿De qué demonios hablas? —forcejeó con los hombres porque odiaba que lo agarrasen de esa manera. Lo llevaban a rastras por el suelo.

—Norman era mi hijo, imbécil.

—Claro que no. Él era mi primo y ambos no tenemos que ver contigo.

—Tú no, pero él sí. Ahora cierra la maldita boca.

Egon fue suficiente paciente en todo el trayecto hacia su muerte. No dejaba de pensar en la emotiva y patética noticia: Norman era hijo de Marlon. ¿Pero cómo? No lo sabía y le importaba un carajo. Se concentró en escrutar todo a su alrededor y por el rabillo del ojo alcanzó a percibir a Gabbe en una esquina, agazapado entre un bote de basura. Le hizo una seña de que no se moviera y su amigo asintió. Los seis hombres empujaron a Egon al suelo y le quitaron el arma rudamente. Miró en su entorno y el alma se le escapó del cuerpo. Sus ojos no podían creer lo que estaban mirando: Shelby. Su Shelby golpeada y atada a una silla con Thomas a su lado de la misma manera. Antes, cuando aún era un homicida, no le importaba ver morir a las personas, pero luego de un año de haberse alejado de aquellos hábitos, su corazón se comprimió al ver a la chica que amaba a la merced de su antiguo jefe. Y lo peor es que él no podía hacer nada en ese momento.

—Shelby... mi bella dama... ¿Qué haces aquí? —se le quebró la voz e intentó acercarse a ella, pero Marlon se adelantó y lo pateó con fuerza en las costillas, haciéndolo aullar de dolor. Shelby comenzó a patalear y a gritar con todas sus fuerzas, pero gracias a que tenía cinta adhesiva en los labios, su grito sonó apagado. Lágrimas y más lágrimas rodaban por sus mejillas una y otra vez al ver a su novio siendo masacrado.

—Ella y su amigo decidieron unirse a la fiesta—canturreó Marlon, caminando alrededor de Egon. De pronto, una oleada de más de diez hombres entró en escena con Austin y Trenton como prisioneros. Sin embargo, con ellos también estaban Dorian Tyler y Trixie Cash sumamente heridos. No había rastro de Gabriel, parecía haber huido a otra parte. Egon se levantó titubeante del suelo, pero Marlon volvió a patearlo con más fuerza. Cayó una vez más y escupió sangre.

—Mátame a mí, pero deja ir a los demás—masculló Egon, limpiándose la boca.

—No lo creo—chasqueó los dedos y uno de sus hombres le acercó un rifle a sus manos—mírame.

Egon obedeció. Marlon le rozó la mandíbula con la boquilla del rifle y él cerró los ojos. Shelby, horrorizada, ahogó una exclamación y Thomas mantuvo los suyos cerrados para no presenciar aquella masacre. En eso, el eco de un disparo desconcertó a Marlon y este se apartó justo al tiempo que Gabbe saltaba de un conducto del techo como si se tratara de una película de acción y comenzó a disparar a los diez hombres en la oscuridad. Marlon agarró a Egon del cuello y lo arrastró a una esquina de ahí para poder matar a Gabbe, pero lo que no contaba era que el chico no había llegado solo, sino con la policía. Varias puertas, cristales y conductos de aire se quebraron y un sinfín de policías entraron con armas en las manos. Egon aprovechó para gatear hasta Shelby y la besó fugazmente en la cabeza antes de deshacerse de las sogas que la tenían atada. Hizo lo mismo con Thomas, excepto el beso y se refugiaron en un rincón.

— ¡Disparen a todo lo que se mueva! —ordenó Blake al tiempo que se largaba corriendo con tres hombres escoltándolo. Shelby fue protegida por Egon, y Thomas se arrastró por el suelo en medio de los disparos para ir a rescatar a Austin, quién estaba inconsciente. Mientras que Shelby, Egon y Gabbe se encargaron de sacar a Trixie Cash, Trenton y a Dorian Tyler de ahí. Era como si una película de acción se estuviera grabando en el aeropuerto. Y parecía que todo había terminado. Y por una descabellada razón, a Shelby se le vino a la mente la canción Pieces de Red, que era otra de las canciones melancólicas y favoritas de Egon y por el miedo, quiso recordarlo por si algo les ocurría a los dos. El joven austríaco logró percibir que algo andaba mal cuando dejaron a los padres de Shelby a salvo en un apartado del aeropuerto donde Gabbe se encargó de llamar a la policía para que unos paramédicos se hicieran cargo de ellos. Tomó a Shelby de la mano y recogió un arma del suelo.

—Marlon está cerca—dijo en un susurro—vamos. Tenemos que salir de aquí.

—¿A dónde iremos? La policía se hizo cargo ya de todo.

—No. Marlon está libre ahora y puede aparecen en cualquier momento. Vamos—tiró de ella y la condujo hacia la puerta de emergencia, donde se cruzó de frente con su antiguo jefe, en el cual portaba uno de los rifles de sus hombres en las manos, que le temblaban, y sonreía. Su rostro estaba lleno de moretones y su ropa casi hecha jirones.

—Hasta aquí se terminó, Peitz. Este es el fin.

Egon colocó a Shelby atrás y empuñó la pequeña pistola hacia Blake.

—No, por favor—balbuceó Shelby llorando y temblando—todos podemos salir ilesos de esta. Le diremos a la policía que escapaste, pero no nos hagas daño...

—Lástima que seas muy hermosa, pero nadie te obligó a enredarte con esta basura que tengo frente a mí y como tal, voy a matarte también—siseó. Y acto seguido, Egon disparó, pero falló al momento que Marlon lo embistió con su cuerpo y lo tiró al suelo con fuerza. Shelby gritó e intentó golpear a Marlon por detrás, pero él la empujó lejos y ella cayó de espaldas al suelo, golpeándose la cabeza. Egon reunió fuerzas y comenzó a darle de puñetazos a Marlon en diferentes partes de la cara. En eso le llevaba ventaja; puesto que Blake no estaba familiarizado con las peleas a puño limpio. Luego lo pateó con fuerza hasta que el hombre quedó inmóvil. Se había desmayado.

—Pásame el rifle, mi bella dama, le daré fin a esto... —le pidió a Shelby y en cuanto ella se disponía a dárselo, Marlon se levantó sorpresivamente del suelo. Con una sádica sonrisa, tiró del gatillo del arma que Egon había soltado en la riña y disparó directo a él, en el corazón.

—¡No! ¡Por Dios, no! —Egon soltó un grito gutural, quedándose sin aliento. Shelby tenía el pecho manchado de sangre porque había recibido el impacto al intentar protegerlo y Marlon estaba boquiabierto mirando lo que acababa de pasar. Y antes de que se echara a correr, Egon apuntó el rifle hacia él y le reventó la cabeza sin pensarlo dos veces. Tiró la maldita arma y se arrodilló frente a su novia. La sangre que comenzaba a emanar del pecho de Shelby de forma rápida lo hizo temblar. Ella lo miraba con ternura y a la vez con tristeza— ¡No! ¡Shelby! ¡Tú no! —a él le temblaban los labios y las manos al acariciarle el rostro. La tomó en sus brazos y la estrujó con fuerza. Ella gimió.

—Te amo—susurró Shelby.

—¡No hables así! ¡Tú no vas a dejarme! —gritó— ¡Ayúdenme! ¡Por favor!

—Quizás así debía ser—susurró, escapándole una lágrima por el rabillo del ojo—te has convertido en un chico lleno de amor.

—No hables así, por favor. Tú no vas a morir, mi bella dama—y de repente se dio cuenta que había comenzado a llorar—tenemos dos hijos preciosos. Ya todo acabó, somos libres al fin. Aguanta por favor—sorbió por la nariz y le acarició el rostro. —Du bist die Liebe meines Lebens, das wirst du immer...

—Al parecer yo probaré las nubes primero—murmuró ella, sonriendo, y tosió, escupiendo sangre de la boca—estaré esperándote para comerlas juntos...

Egon miró fijamente donde la bala había entrado y se le cortó la respiración. Le había dado justo en el pecho, cerca del corazón, muy probable en el pulmón y él supo que no había manera humana de salvarla, y lloró, lloró como nunca antes había llorado, aferrado a ella, quién poco a poco iba dejando de respirar y abandonando ese mundo.

—Hiciste que creyera en el amor. Me hiciste amarte con locura, me diste unos hijos perfectos, ¿por qué me dejas? ¿por qué tiene que ser así? —rugió con todas sus fuerzas y la besó en los labios, sintiendo su último respiro escapársele de su cuerpo.

Gabbe llegó corriendo y se detuvo abruptamente al ver el escenario sangriento y se tapó la boca, horrorizado. Cayó de rodillas y se maldijo entre dientes por no haber llegado a tiempo. Miró a Egon llorar dolorosamente, aferrado al cuerpo de Shelby sin atreverse a creer que ella tenía minutos que se había marchado. La sangre a su alrededor había formado una alfombra gigantesca debajo de ella.

—Ahí están los demás—dijo una voz desconocida, pero Egon ni si quiera la escuchó con atención—tenemos a lo que parece ser, una chica asesinada. Traigan ambulancias, de inmediato.

Sin embargo, al cabo de unos minutos, Egon se desmayó. Y despertó al siguiente día en una cama de hospital, rodeado de sus amigos: Gabbe, Austin, Trenton, Thomas, Caroline, la anciana y Kevin. Y todos ellos con el rostro lleno de golpes (excepto los tres últimos) y los ojos llorosos. Enseguida Egon recordó el por qué y sintió un dolor punzante y horrible en el pecho.

—Díganme que Shelby está bien, por favor—susurró en un hilo de voz. Pero Caroline ahogó un sollozo y negó con la cabeza. Gabbe la abrazó y sorbió por la nariz.

—No, hijo. Shelby no sobrevivió al disparo—contestó Martha Beck con un nudo en la garganta. Y todo lo que Egon había construido en poco tiempo, su mundo, se derrumbó por completo, sumiéndolo en una inmensa tristeza. Los días posteriores a la muerte de Shelby, fue su funeral, pero él se negó a ir. También evitó abrazar a sus bebés e incluso volvió a tener sus peculiares lagunas mentales en las que no sabía que estaba pasando ni quién era. No tardó mucho en que la policía lo reconociera y lo llevara a juicio por todos sus delitos. Todos fueron a acompañarlo para que le dieran su sentencia, pero a él no le importaba si se iba a pudrir en la cárcel, porque después de todo, su razón de existir ya no estaba. En el juicio logró ver a la madre de Shelby sentada con las demás personas. Había sobrevivido, pero su hija no. Asquerosa ironía de la vida. Y su rostro estaba serio y sombrío. Y por lo que vagamente escuchó decir a Gabbe, Dorian Tyler murió cuando fue transportado al hospital luego de haber recibido un disparo en la espalda por accidente. Ese día de la sentencia, estaba más lúcido que todos los presentes juntos. Y se posicionó en el estrado.

—Egon Allen Peitz, el criminal más buscado de todos los tiempos—agregó el juez mirándolo, con recelo—has tenido tanta mala suerte al haber sido capturado, muchacho. Tus crímenes son bastantes, así que vas a entrar al concurso de delitos. Cada delito hecho por ti, será sumado hasta llegar al total de años que pasarás en prisión.

Egon asintió y miró a sus pies. ¿Por qué no le decían claramente que se iba a quedar en cadena perpetua? El juez comenzó a mencionar cada uno de sus delitos. Uno a uno. Conmocionando a los presentes. Tardó alrededor de veinte minutos recitando sus crímenes, pero en ese tiempo lo único en lo que él pensaba era en Shelby.

—... siendo así, la pena dirigida hacia Egon Allen Peitz es de 980 años de prisión. Dando por hecho, cadena perpetua.


En alemán significa: "Eres el amor de mi vida, siempre lo serás."


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