Dark Beauty © Libro 1. (TERMI...

By MiloHipster

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Dicen que los asesinos y criminales para que puedan ejercer su labor de asesinar o torturar, necesitan tener... More

Prólogo
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#Nota VIII
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CAPÍTULO FINAL 92
Epílogo
Extra
Personajes
Aviso.
DEDICATORIA
RECOMENDACIÓN ;)
AGRADECIMIENTOS

90

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By MiloHipster

Una hora más tarde, el pánico en los demás se intensificó y guardaron rápidamente sus cosas con la intención de marcharse lo antes posible. Caroline tuvo que abandonar su acogedor condominio para huir junto con Kevin y los otros. Le aterraba la idea de volver a cruzarse con más criminales; aunque bien, confiaba en Egon y en Gabbe, los cuales sabían cómo asesinar a sangre fría. Pero, ¿Quién le garantizaba que ellos tampoco no corrían peligro? Azorada, se plantó en el umbral de la puerta con sus vasijas listas para escapar. Kevin, el pequeño rubio aferraba las correas de su mochila con los ojos bien abiertos. Gabbe, el más despreocupado de todos, se hallaba con ellos con la mirada tensa y brusca. En su mano descansaba un arma cargada con silenciador en espera de algún movimiento sospechoso en los alrededores. Era inútil ocultarles la verdad a Caroline, Martha y Kevin. Tenían que estar listos para cualquier cosa.

—¿Por qué yo no puedo estar armado? —preguntó Kevin con recelo y amargura en su voz. Gabbe suavizó su semblante y se encorvó un poco para quedar a la altura del pequeño, ya que el chiquillo le llegaba al pecho.

—Porque es peligroso. De hecho, yo también corro peligro al tenerla conmigo.

—No es verdad—replicó Kevin, furioso.

—Sí, es verdad. Ese cretino puede quitármela y luego matarme con mi propia arma.

—Pero es mejor morir siendo valiente que siendo cobarde.

—Te prometo que cuando estemos a salvo te enseñaré a disparar.

A Caroline casi se le salieron los ojos de la sorpresa.

—Gabbe, ni si quiera lo pienses.

Y Gabbe le guiñó el ojo, tranquilizándola. Por supuesto que le iba a enseñar a disparar, pero en un par de años más.

—¡Me parece justo! —exclamó Kevin con una gran sonrisa. Mientras tanto, la anciana se hallaba sentada en el sofá hablando con Thomas y en espera de que los demás bajaran y así poder largarse. Ella se sentía muy débil y agotada para seguir huyendo. Incluso opinó en que sería buena idea quedarse, pero Egon le declinó con furia aquella idea tan estúpida. Martha Beck era lo más cerca que había tenido de una abuela y una madre y él se negaba a perderla a manos de su primo.

—¿Ya tienen todo preparado? —preguntó Austin, poniéndose unos guantes negros en las manos. Se había puesto una ropa que le marcaba el cuerpo a la perfección y Thomas tuvo que reprimir el impulso de correr hacia él y besarlo.

—Todo—contestó Gabbe desde la puerta.

—¿Dónde está Trenton?

—Supongo que con Egon y Shelby—contestó Thomas.

—Iré a buscarlos a los tres porque no tenemos tiempo que perder—anunció y girando sobre sus talones, lo vieron echarse a correr hacia la escalera. Austin subió hasta el piso superior y se encontró con Trenton aferrado a una pistola y mirando a través de una ventana con aspecto huraño y nervioso—vamos, amigo. Es hora de irnos—susurró Austin con cautela.

—Egon y Shelby no se dan prisa y tengo vigilar el lugar—contestó sin mirarlo.

—Gabbe está abajo vigilando. Vámonos.

—Está bien—accedió con incertidumbre—pero alguien tiene que quedarse aquí cuidándolos en lo que bajan. Ya sabes, Shelby está delicada y Egon no podrá solo con cualquiera que logre entrar a la casa.

—Respira hondo, Trenton. No pasa nada; vamos—lo sujetó del hombro y lo arrastró con él hacia abajo. Entonces se cercioró que Trenton comenzó a bajar la escalera y se apresuró a llamar a la puerta de Egon— ¿chicos?

—Ya vamos en un minuto—contestó Egon desde el interior. Su voz era ronca y temblorosa. A Austin le hubiese gustado entrar y preguntar qué pasaba, pero sabía que sus amigos estaban teniendo una charla importante, por lo que asintió sabiendo que no miraban y bajó con los otros. Dentro de la recámara, la pareja estaba situada cerca de una ventana contemplando el bello manto de nieve en la calle. Egon la abrazaba por detrás y ella tenía recargada su cabeza en el pecho de él. Estaban pasando los únicos minutos de tranquilidad que les quedaba y querían disfrutarlo al máximo.

—¿A dónde quieres ir, mi bella dama?

—¿A dónde quiero ir?

—Sí. A pasar las últimas semanas de embarazo.

—A un lugar cálido. Hace mucho frío.

—¿Vamos a Arizona?

—Me parece buena idea—Shelby sonrió. Egon la besó en el cuello y ella cerró los ojos, sintiendo su húmeda y deliciosa boca recorrerle la piel tan delicadamente.

—Vamos a estar bien—le aseguró él, al tiempo que la sujetaba suavemente de los hombros para darle la vuelta y besarla en los labios. Shelby suspiró con tranquilidad y dejó que Egon la abrazara con sus fuertes brazos, haciéndola sentir segura.

—Vaya, vaya. Es una ternura total ver cómo has cambiado, querido primo, y todo por una zorra norteamericana.

La voz rasposa y profunda que surgió a continuación heló la sangre de Shelby y de Egon en un segundo. Había hecho acto de presencia de la nada, había aparecido como un maldito fantasma. Norman White se hallaba en la misma habitación que ellos. Egon; apretando la mandíbula, apartó a Shelby, colocándola detrás de él y se volvió para encarar al rubio de ojos grises que le sonreía con demencia en el umbral de la puerta. En sus manos portaba una M16 que obviamente estaba cargada. El hecho de que portara una magnífica arma no era el problema, sino que Egon estaba desarmado y tenía a Shelby agazapada a su espalda en un estado de salud delicado y no podía arriesgarse a que ella saliera herida por su culpa. Guardó la compostura tras oír un chillido por parte de su prometida cerca de su oreja.

—Tranquila—dijo en un susurro— ¿por qué no sales de la habitación, mi bella dama?

—Ella saldrá de aquí solamente con un tiro en la cabeza—siseó Norman con su amplia sonrisa. Egon tensó más la mandíbula y fulminó al rubio con los ojos, cuyas miradas de acero se cruzaron y Shelby temió lo peor.

—¿Qué estás haciendo aquí? —espetó Egon, lo más tranquilo posible. Empujó a Shelby a la pared y él se plantó frente a ella, cubriendo su cuerpo lo más que pudo.

—Por supuesto que no estoy aquí para charlar.

—De eso me he dado cuenta—replicó Egon—entonces dime la verdadera razón de tu desagradable visita.

—Ya sabes a qué he venido—musitó el rubio, acomodándose la M16 sobre el hombro—vine a matar a cada uno de ustedes. Es una lástima que Shelby esté embarazada porque ni ella, ni tú y tampoco tu hijo va a sobrevivir este día.

—¿Por qué no nos dejas en paz? Vive tu maldita vida, Norman—masculló Shelby, asomando la cabeza por encima del hombro de Egon.

—Son órdenes, guapa. Además, si te dejo ir, ¿a dónde irás? Egon estará muerto, y tú no tienes a tu madre a quién recurrir.

—¿Por qué mencionas a mi madre? —algo dentro de ella dio un vuelco.

—Tus padres están prisioneros en Austria bajo las órdenes de mi jefe, Marlon Blake. Y teniendo en cuenta que van a ser ejecutados dentro de poco, tengo que matar a la familia completa.

—¿Qué? Debes estar tomándome el pelo... —a Shelby le fue difícil respirar por un momento y Egon tuvo que darse la vuelta para abrazarla.

—No le creas. No creas ni una palabra de lo que dice—siseó entre dientes—está mintiendo.

—No. No estoy mintiendo, es la verdad—canturreó Norman. Y Egon se puso a la defensiva.

—Mira, deja a Shelby fuera de esto. Deja que se vaya de aquí.

—¿Por qué lo haría? —contraatacó, alzando sus cejas rubias casi hasta el inicio de su cabello.

—Porque es a mí a quién odias.

—Odio a todo el mundo, no te creas importante.

—Entonces haz la excepción. Ella no forma parte de tu mundo.

—¿Del tuyo sí forma parte? —se burló.

Ella es mi mundo ahora.

—No seas ridículo, Peitz—se burló el rubio—antes éramos los peores criminales del mundo y no puedo creer que por un par de tetas y buen sexo, te hayas doblegado. Naciste para matar, no para amar. El maldito amor no existe y si existiera, ¿crees que tú ibas a ser la persona perfecta para sentirlo? No seas idiota.

—Quizás el pasado no cambia, pero las personas sí. Y yo decidí cambiar.

—Dejémonos de sermones—resopló su primo y se quitó la M16 del hombro y la acomodó, listo para disparar. Shelby agarró la mano de Egon y él se la apretó. Si iban a morir, iban a morir juntos. De pronto, la puerta de la habitación se abrió brevemente y la cabeza de Gabbe se asomó y entornó los ojos al ver la espalda de Norman. Egon le hizo una mueca para que el rubio no se diera cuenta de su presencia y Gabbe asintió. El chico pecoso volvió a cerrar la puerta y luego de un segundo, la abrió de una patada y Norman cayó de bruces al suelo, soltando la M16 y Egon se apresuró a recogerla. Shelby abrió ahogó un grito, aterrorizada.

—¡Maldito infeliz! —vociferó Norman, tratando de incorporarse. Pero Gabbe se limitó a darle una patada en las costillas, derribándolo otra vez al suelo.

—¿Están bien? —preguntó Gabriel, hiperventilando. Egon asintió sin dejar de apuntarle a Norman con su propia arma.

—Llévate a Shelby de aquí—le ordenó a Gabbe.

—No quiero irme—se negó ella.

—Ahora—espetó Egon; claramente furioso. Y Gabbe agarró de la mano a Shelby y la arrastró fuera de la habitación.

—¡No quiero dejarlo ahí! —chilló ella.

—Él está bien. Está armado—la tranquilizó—además, volveré a ayudarlo. Tú quedarás allá abajo, ¿okey? Subiré con Austin y Trenton.

Y Shelby no se dio cuenta que había comenzado a llorar y a temblar como una niña. Gabbe se mordió los labios y se debatió en abrazarla o decirle que no llorara. Al final de cuentas hizo lo segundo. Típico de él.

—Preciosa, Egon no morirá. Nadie lo hará, a excepción del rubio, así que quiero que te tranquilices o tus bebés se van a poner mal.

—No puedo creer que Norman estuviera aquí.

—Ni yo. Pero tienes que ser valiente y obedecer las indicaciones, ¿vale? —ella asintió—ahora voy a cargarte hasta la sala.

—Puedo caminar.

—Sí, pero no tan rápido como antes—bromeó. Shelby sonrió levemente ante aquel comentario y le echó los brazos encima cuando él se inclinó a cargarla. Gabbe hizo demasiado esfuerzo en levantarla, pero lo disimuló con una gran sonrisa—sostén la pistola por mí, ¿sí? —con dificultad se sacó el arma del pantalón y se la dio. Descendieron por la escalera paso a paso hasta que llegaron al sofá. La depositó con cuidado y se limpió el sudor de la frente. Ella le devolvió el arma—Norman está aquí—informó Gabbe a todos, con la mandíbula tensa. La anciana abrió los ojos de repente tras haberse dormido y Caroline, Kevin y Thomas se horrorizaron. Pero Trenton y Austin mantuvieron la cordura porque sabían que tarde o temprano sucedería—necesito que Trenton y Austin vengan conmigo. Egon y yo logramos derribarlo, pero necesitamos más ayuda para detenerlo.

No lo terminaron de escuchar, cuando ya se habían echado a correr rumbo a la habitación. Shelby se quedó con la anciana, Thomas, Kevin y su hermana.

—¿Qué pasó? ¿Te hizo daño? —balbuceó Caroline.

—No.

—¿Estás bien? —preguntó Kevin.

—Sí.

—A ver, querida—interpuso Martha y Shelby volteó a verla sin expresión en su rostro— ¿qué demonios crees que estás haciendo? Todos estamos muy preocupados por ti y a ti se te ocurre responder vagamente.

—¿Cómo quieres que responda? —se sintió ofendida—estaba con Egon y de la nada ese imbécil apareció con una M16 cargada, apuntándonos a la cabeza. ¿Algo más? Ah, esperen, casi nos matan—ironizó demencialmente. Martha hizo una mueca y rodó los ojos.

—Cuando entres en razón, hablamos.

Shelby la ignoró y comenzó a morderse las uñas. Caroline se sentó a su lado y Kevin se plantó en la puerta con los ojos estrechados en busca de alguien que pudiera ser cómplice de Norman. Mientras que Thomas, él se quedó mirando al vacío y después se sentó en el brazo del sofá para abrazar a Shelby. En la planta alta, Egon, Gabbe, Trenton y Austin estaban alrededor de Norman, mirándolo con desprecio y asco, en espera de que reaccionara tras el golpe que Trenton le propició al llegar. El rubio estaba tendido sobre el suelo con los ojos cerrados.

—¿Qué hacemos con él? —preguntó Gabbe, mirando a Egon.

—Lo llevaremos al sótano—respondió distraídamente.

—Propongo que lo torturemos antes de asesinarlo—opinó Trenton y todos sonrieron.

—Tengo la mejor tortura para él—siseó Egon con los ojos brillantes—ahora quiero que Trenton y Austin; se encarguen de llevarlo al sótano. Gabriel me va a acompañar por unas cosas y llévense la M16 si en caso despierta.

Asintieron y se pusieron a trabajar. Trenton sujetó a Norman de los pies y Austin de los brazos; y comenzaron el descenso por una puerta que conectaba directamente con el sótano sin tener que bajar a la sala. Y Egon se llevó a Gabbe consigo. Bajaron a la sala con el rostro rojo de sudor y de rabia contenida. Shelby se precipitó al verlos.

—Mi bella dama, no puedes quedarte aquí esta noche—le dijo Egon con suavidad—tienes que irte al departamento de Caroline por unos días.

—¿Qué? ¿por qué? —ella se sobresaltó.

—Porque no quiero que oigas lo que va a suceder en un rato más—la besó en la frente.

—¿Lo van a torturar? —Kevin saltó sobre su propio eje, emocionado.

—Sí y nadie más que Trenton, Austin, Gabbe y yo, se quedará—sentenció Egon con voz dura. Y el pequeño rubio se sintió decepcionado.

—No creo que sea buena idea. Mejor mátalo de una vez—repuso Caroline.

—Tortúrenlo hasta que desee estar muerto—agregó la anciana, riéndose. Shelby suspiró y se centró en Egon.

—Ten mucho cuidado, ¿sí?

—Lo haré. Ahora váyanse—miró a Thomas—llévatelos en el Peugeot—le lanzó las llaves y él las cogió en el aire asintiendo. Lo más lindo de todo fue cuando Austin bajó a despedirse de Thomas. Los dos chicos se dieron un beso apasionado frente a todos y un gran abrazo. Pero luego Austin tuvo que volver al sótano porque Trenton no iba a poder solo con Norman. A Egon le costó muchísimo separarse de Shelby, pero se repitió numerosas veces que era por su bien y la dejó partir por unos días. Gabbe se encargó de tranquilizar a Caroline y a Kevin, quiénes casi no les agradaba la idea de dejarlo ahí, pero al final de cuentas se fueron sin protestar. Metieron las maletas dentro y se aseguraron de que no faltara nada. Martha no tuvo que ser tranquilizada por nadie, porque ya sabía que era necesario y se sentó en el asiento de atrás con Caroline y Kevin. Mientras que Shelby en el copiloto con Thomas al volante. Egon y Gabbe miraron como el Peugeot iba haciéndose cada vez más pequeño a medida que se alejaba de la casa y suspiraron.

—¿Y cuál es la mejor tortura para tu primo?

—No es mi primo—carraspeó Egon y Gabbe frunció el ceño—bueno, es mi primo de sangre, pero no quiere decir que lo sienta como tal.

—Debe ser duro para ti saber que tu propia familia quiera matarte.

—Créeme que esto no es nada comparado a lo que he vivido, McCall.

Gabbe le palmeó el hombro.

—La vida da muchos giros. Recuerda cuando éramos enemigos y ahora trabajamos en el mismo equipo.

—Aún tengo mis dudas—Egon estrechó los ojos y luego río.

—Eres un jodido loco.

—Por supuesto—se acomodó el cabello y miró hacia la casa—entremos. Es hora de torturar a mi querido primo.

Sin embargo, Gabbe pensó que Egon le mostraría un sinfín de instrumentos de tortura, pero en vez de eso, le enseñó diez diferentes tipos de tenedores.

—¿Tenedores? —hizo una mueca y lo miró intrigado— ¿en serio, tenedores?

—Aún no has visto nada—le aseguró—quizás solo sean tenedores, pero para Norman serán pinzas del demonio.

—¿Qué planeas hacerle con estos cubiertos?

—Lo verás por ti mismo.

La sonrisa que Egon esbozó, dejó helado a Gabbe. Nunca lo había visto sonreír de esa manera.

—Hablas como si Norman tuviera algo en el cuerpo y esos tenedores serán su peor pesadilla...

—Eres muy listo—le guiñó el ojo y se dirigieron al sótano con los tenedores en las manos—cierra bien las puertas, McCall. No quiero que nadie nos interrumpa.

Gabbe aseguró cada ventana y cada puerta de la casa cuidadosamente y luego se reunió con los demás chicos en el sótano. Egon había dado la orden de atar a Norman a un poste de madera estando sentado en una silla con los pies también atados entre sí con una soga demasiado gruesa. El rubio seguía inconsistente y eso les daba ventaja.

—¿Cuáles son los instrumentos de tortura? —quiso saber Trenton con impaciencia.

—Tenedores—respondió Gabbe con una risa burlona.

Austin arqueó las cejas y Trenton frunció el ceño.

—Egon dice que estos cubiertos van a hacer sufrir a Norman como no tienen idea.

—Así será—interrumpió Egon—ahora quiero que hagan despertar al bastardo.

—Lo hemos intentado, pero...

—¿Lo golpearon?

—No, pero...

—Entonces levántenlo a golpes. No sientan piedad por ese bastardo porque él no tendría piedad con nosotros—ordenó mientras acomodaba los tenedores en una mesita. La única bombilla con luz del sótano estaba sobre la cabeza de Norman, haciéndolo lucir más dramático. Egon se perdía en la oscuridad y sus amigos se debatían en quién dar el primer golpe. Y como nadie se decidía, Egon gruñó y le propició un puñetazo con todas sus fuerzas a la mandíbula de su primo, haciendo que el rubio abriera los ojos, gimiera y escupiera sangre. Norman miró de hito en hito todo a su alrededor y gruñó. Cuando sus ojos grises se encontraron con los oscuros de Egon; se puso lívido. Intentó moverse, pero las sogas lo mantuvieron en su sitio.

—Supongo que van a torturarme, ¿no? —preguntó con desdén.

—Supones bien—contestó Austin cerca de su oreja y Norman dio un respingo.

—Vas a torturarme con ayuda de tus perros falderos. Hermoso.

Austin ahogó una risa nasal y lo sometió a dos puñetazos en el estómago, dejando al rubio sin aire.

—A decir verdad, a cada uno de nosotros nos quitaste algo que jamás nos podrás regresar—le recordó Austin.

—Fue fácil matar a tu asquerosa gemela. Pero deberías darme las gracias, porque ahora eres único y no hay nadie con el mismo rostro que tú.

—¡Qué hijo de puta! —masculló Gabbe y entre él y Austin golpearon a Norman en el estómago y en la cara, produciendo un jadeo de su parte y borbotones de sangre saliéndole de la boca.

—Se molestan porque es verdad—replicó el rubio en un gemido y esbozó una sonrisa estúpida en sus labios.

—Y falto yo: Por haberte llevado a Lola y asesinar a mi padre—farfulló Trenton y lo golpeó en la nariz. Esta vez Norman aulló de dolor y una corriente de sangre se deslizó de sus fosas nasales hasta su pecho.

—Eres un...

Pero Egon se adelantó y lo sujetó del cuello con brusquedad y comenzó a apretárselo.

—Cierra la maldita boca o te decapito ahora mismo.

Norman emitió un graznido y Egon se apartó de él.

—Bájenle los pantalones con el bóxer incluido—ordenó Egon segundos después. Sin embargo, los chicos lo quedaron mirando con perplejidad.

—¿Ahora te volviste maricón? —Norman rompió a reír y escupió sangre.

—Solo háganlo—espetó de mal humor y obedecieron. Le bajaron el pantalón y el bóxer a Norman y se quedaron horrorizados al ver lo que había debajo.

—¡Dios mío! —exclamó Gabbe, asqueado.

—¡Esto solo un demente lo hace! —proclamó Austin con asco.

—¿Esto es legal? —preguntó Trenton, incapaz de mirarlo.

—Es un maldito piercing, supérenlo—gruñó Norman—y cuando tengo sexo es muy placentero. Lola lo disfruta mucho.

Trenton enloqueció y de no ser por Egon; se le hubiera ido encima a Norman.

—Tranquilízate—musitó Egon—para eso he traído los tenedores.

Entonces Norman entornó los ojos.

—Debes estar bromeando. No puedes quitármelo con esas cosas...

—Sí que puedo—dijo Egon sonriendo.

—¡Si me tocas, te juro que voy a arrancarte el tatuaje que tienes también ahí, imbécil! —lo amenazó. Y todos los chicos se quedaron boquiabiertos.

—No te ofendas Egon, pero... ¿Qué rayos les pasó por la cabeza a ustedes dos al hacerse cosas ahí? —Gabbe no podía imaginarse el hecho de que se hicieran daño a propósito.

—Estábamos más jóvenes—explicó Egon—y fue divertido. Pero el más loco es Norman porque duele más un maldito piercing que un tatuaje. Además, yo no lastimaba a nadie como él lo hacía.

—Esto es perturbador—agregó Austin—terminemos con esto de una vez para que pueda ir a vomitar.

Egon echó a reír y le pasó un tenedor a cada uno de ellos, pero Norman comenzó a patalear y a contorsionarse, tratando de defenderse.

—¡Sujétenlo! —gritó Egon. Inmovilizaron al rubio a base de golpes y cuando Egon vio que podía echar manos a la obra, miró a Norman a los ojos y notó que él había comenzado a llorar—tus lágrimas no me conmueven en lo absoluto.

—Te vas a arrepentir, estúpido.

—Pásenme la cinta adhesiva—pidió Egon y Trenton se la entregó—si no te oigo gritar, no tendré remordimientos.

Y le selló los labios.

—Pase lo que pase, si no son capaces de ver lo que voy a hacerle, no dejen de someterlo porque se va a tratar de mover—indicó él con seriedad—así que...

Egon hizo una pausa y se dio la vuelta para ponerse unos guantes de látex. Se arrodilló frente al rubio y con sumo asco, agarró el miembro viril de su primo en sus manos y frente a la luz de la bombilla, la pieza de metal brilló. Sacudió la cabeza ante el escalofrío y colocó el tenedor justo en la base del piercing y miró una vez más a su primo, quién le devolvió la mirada llena de horror.

—Esto se puede hacer solo una vez en la vida—bromeó antes de tirar del tenedor hacia arriba. El artefacto se movió de la piel con fuerza y Norman pataleó y su grito quedó ahogado bajo la cinta de su boca. Egon repitió la misma táctica una y otra vez sin atreverse a quitárselo por completo—Austin—susurró Egon y el chico volteó con los ojos cerrados— ¿quieres quitárselo de un jalón? Recuerda que él mató a Aubrey.

Entonces Austin abrió los ojos y apretó la mandíbula. Norman negó con la cabeza y trató de mover los brazos, pero fue inútil. El gemelo intercambió lugares con Egon.

—¡Ojalá te duela hasta el orto! —gritó Austin segundos antes de sujetar el tenedor con fuerza y tirar hacia arriba con rudeza. El piercing se desprendió de la piel del pene con brusquedad y una cascada de sangre surgió, haciendo que Norman se convulsionara de dolor en la silla. Todos se apartaron para verlo sufrir en la silla mientras se desangraba.

—¡Vomitaré! —anunció Gabbe y corrió a un rincón donde se escuchó sus arcadas.

—Qué repugnancia. Le arrancaste un trozo de carne al bastardo—gruñó Trenton. Egon sintió náuseas. Austin se desvaneció en el suelo y tuvieron que socorrerlo. Aquel episodio de sus vidas ninguno de ellos lo olvidaría... Lo peor de todo es que Norman no se murió a causa del desgarre, sino que quedó inconsciente por el inmenso dolor. Gabbe tenía el rostro verdoso y pálido. Austin tuvo que subir a respirar aire luego de su desmayo. Trenton vomitó tres veces seguidas tras analizar lo que había visto. Y Egon se quedó mirando a Norman fijamente durante un rato.

—Esto es poco de lo que se merece—susurró Egon.

—Peitz, este chico está demente. No puedes compararte con él—repuso Gabbe.

—Yo soy como él.

Eras como él—lo corrigió.

—En mis venas llevo la locura que padece y solo porque encontré personas normales, he cambiado. Pero, ¿quién me garantiza que en un futuro no volveré a ser el mismo de antes? —inquirió y Gabbe notó que algo andaba mal en Egon. Sus palabras no tenían sentido.

—Vamos arriba—sugirió y lo ayudó a levantarse del suelo.

—En serio, ¿y si debo morir también para que todos estén libres y tranquilos?

—Nadie más necesita morir. Solo Norman y Marlon Blake—lo tranquilizó y lo condujo hacia la escalera. Le echó una mirada a Trenton y él asintió. Se iba a quedar montando guardia en lo que Gabbe dejaba a Egon en su cama para que durmiera. En el camino se cruzaron con Austin, pero Gabriel le hizo señas de que se quedara callado y llevó por fin a Egon a su cama.

—Duérmete un rato, amigo. Necesitas descansar—le dijo, quitándole los zapatos que estaban manchados de sangre. Egon se hizo un ovillo en la cama y comenzó a temblar.

—Necesito a Shelby—murmuró, casi delirando. Estaba hirviendo de fiebre. Gabbe temió por su salud. ¿Y si se volvía loco? Sacudió aquella idea aterradora y se dio a la tarea de arroparlo como si de un niño se tratase. Le quitó la ropa sucia y le puso una playera suave y un pants que siempre le veía usar. Egon se abandonó a un sueño profundo y cuando se dio cuenta que estaba completamente dormido, Gabriel abandonó la habitación. Bajó al sótano donde Austin lo interceptó en la escalera.

—¿Qué pasa? ¿Qué le pasa a Egon?

—Sufrió una crisis existencial. Lo he dejado dormido en su habitación.

—¿No crees que deberíamos largarnos?

—Tenemos que esperar las indicaciones de Egon antes de irnos.

—Pero, no podemos quedarnos con ese tipo desangrándose.

—No hay opción—pasó a su lado y continuó bajando. Trenton se hallaba limpiando con un trapeador la sangre que comenzaba a oler horrible y mirando con cautela a Norman que yacía todavía moribundo en la silla.

—Alguien haga favor de ponerle el pantalón—urgió Trenton—es asqueroso.

Gabbe rodó los ojos y se encargó de hacerlo, pero cuando se dio la vuelta, sintió un golpe rudo en su espalda y dio traspiés hacia adelante antes de recuperar el equilibrio.

—¡Oye! —gritó Gabbe dándose la vuelta. Norman había despertado y había reunido las fuerzas suficientes para desatarse de los pies y darle una patada en la espalda a Gabbe.

—¡Tranquilo, campeón! —saltó Austin con la M16 apuntando a su cabeza. Entonces el rubio dejó de moverse y lo miró fijamente—quítenle la cinta adhesiva.

—Pero...

—Solo por un momento.

Trenton a regañadientes le quitó la cinta y el rubio profirió un grito de cólera y comenzó a blasfemar.

—¡Les voy a partir la puñetera cabeza si no me dejan ir!

—¿Dejarte ir? —preguntó Gabbe con sarcasmo—pero mírate, no podrás caminar.

—Es poco de lo que realmente te mereces—Trenton le dirigió una gélida mirada.

—¿Todo esto es por la hermana muerta de este payaso? —Norman señaló a Austin con la barbilla y se echó a reír.

—Bien dicen que mala hierba nunca muere—siseó Gabbe—el bastardo se está desangrando y aún tiene fuerzas para bromear.

—La hierba mala siempre va a estar viva, por los siglos de los siglos... amén—canturreó Norman. La risa histérica y demente que salió de sus labios destrozó los nervios de los presentes. Austin apretó los dientes y de pronto, alguien le arrebató la M16 de las manos. Y se quedaron atónitos al ver lo que ocurrió a continuación. Egon le quitó el arma de las manos con ojos somnolientos y se dirigió directamente a Norman.

—Suerte que yo soy un poderoso pesticida experto en acabar el maldito monte que crece en el infierno—dijo con voz ronca. Respiraba agitadamente y retrocedió su dedo hacia el gatillo.

—No lo hagas, estúpido—clamó Norman, alterado—voy a ser padre, como tú.

—Lástima. Le haré un favor a tu hijo para que no sepa qué clase de padre tuvo alguna vez.

Y sonó la fuerte detonación. Disparó directamente a la cabeza de Norman White, la cual estalló en mil pedazos y su cuerpo sufrió convulsiones, dejando a todos estupefactos. Y entonces Egon tiró la M16 al suelo y arrastró sus pies descalzos hacia la escalera. Estaba sonámbulo o perdido en una laguna mental, pero eso no impidió reventarle los sesos a su propio primo sin miramientos.

[NARRADO DESDE LA PERSPECTIVA DE GABRIEL MCCALL]

Desde el punto de vista de un psicólogo, luego de ver lo que yo vi, diría que era parte de un sonámbulo no controlar sus propias acciones. Sabía que el sonámbulo podía matar estando en su transición de sueño, pero claramente nunca pensé presenciarlo y de una manera tan brutal. Casi caí de espaldas cuando vi a Egon apuntarle a la cabeza al rubio y dispararle sin reparos. Tanto Austin y Trenton quedaron mirándolo, estupefactos y con la boca abierta.

—¡Egon! —grité a todo pulmón al verlo subir los escalones con los pies arrastrando. Intenté correr tras él, pero Trenton y Austin me lo impidieron.

—¡No! ¡Ni te atrevas! —gritó Trenton—tiene ausencia de conducta. No es consciente de lo que ha hecho y si lo tocas, puede lastimarte a ti también.

Hice una mueca de desagrado y asentí sin tener otra opción.

—Bueno, entonces hay que deshacerse del cadáver cuanto antes—indiqué. Ambos me miraron con incertidumbre y carraspeé—lárguense de aquí. Me haré cargo yo, después de todo, aquí los únicos criminales somos Egon y yo, y por supuesto, el bastardo que está sentado en la silla con la cabeza en pedazos—siseé, enfadado y cogí el trapeador con el que Trenton estaba limpiando minutos antes y comencé a asear los restos del cerebro de Norman, contiendo las arcadas. Los ignoré por completo y percibí a través del rabillo del ojo como Austin negaba con la cabeza y subía estruendosamente la escalera, provocando que mi instinto homicida saliera a relucir por no ayudarme. En cambio, Trenton se quedó un momento más viéndome y se aclaró la garganta antes de hablar.

—¿Crees que es buena idea cortarlo en pedacitos, meterlo en una bolsa plástica negra y tirarlo en alguna parte? ¿O buscar ácido y desintegrarlo?

—Las dos cosas suenan genial; pero no podemos hacer nada hasta que Egon despierte de su trance—objeté sin dejar de fregar el suelo con rudeza. El olor que despedía la sangre era nauseabundo—Trenton—gruñí luego de minutos de agonía—sigue limpiando. Iré a ver a Egon.

—Austin fue a verlo—me informó.

—De todas maneras, ponte a limpiar—siseé y le regalé una gélida mirada que lo hizo callar. Agarró el trapeador sin decir una palabra y me encargué de subir para ver a Egon. Yo no podía controlar a los demás sin su ayuda. Al subir, no esperaba encontrar a Egon en el sofá y abrazado de Austin. Los hombros de mi colega asesino subían y bajaban incontrolablemente. Estaba sollozando y temblando como si fuera un niño pequeño.

—Sigue sonámbulo—me informó Austin sin emitir sonido y yo asentí. Vaya. Nunca pensé que Egon tenía algún tipo de trauma, por lo que me senté en el brazo del sofá a consolarlo con leves palmadas. Y sin previo aviso, Egon dejó de abrazar a Austin y se giró hacia a mí. Me quedé estático mirándolo a los ojos, los cuales estaban entre abiertos y vacíos, Austin me hizo señas de «No la cagues y abrázalo». Pero ni si quiera tuve que abrazarlo porque él ya me había abrazado. Fruncí el ceño. Lo único bueno de todo era que Egon no estaba consciente de lo que estaba haciendo porque si no, lo hubiera lanzado lejos de mí de una patada.

—No pude salvarlas—le oí balbucear—yo quería cuidar de ellas, pero no pude, mamá. ¿Por qué no morí en su lugar?

Parpadeé aturdido y traté de tranquilizarlo correspondiendo a su abrazo.

—No pasa nada, Egon—prometí, nervioso. Austin intercambió miradas perplejas conmigo y se levantó del sofá— ¿a dónde vas? —le pregunté sin levantar la voz, pero solo se encogió de hombros y me dejó a solas con Egon. Maldije entre dientes y me concentré en el chico temblando que tenía casi en mi regazo.

Mamá, perdóname.

Abrí mucho los ojos, mordiéndome los labios para no reír. ¿Acaso me miraba parecido a su madre? Dios, entonces su mamá debió ser una belleza...

—Te perdono, hijo mío—le respondí, imitando falsamente una voz de mujer, que pareció más el alarido de un animal sufriendo. Egon se las ingenió para colocarse en posición fetal sobre mis piernas y ocultó su rostro en mi brazo.

—Llévame con mis hermanas.

—No puedo cargarte, Egon. Levántate.

—Por favor, mamá.

Aquello comenzó a inquietarme. Egon había perdido la cabeza, definitivamente. Lo cual hacía más complicado el asunto. ¿Y si al despertar ya no volvía a la normalidad? ¿Y si se quedaba traumado de por vida? Shelby tenía que estar al tanto de esto. Egon se puso en pie y lo ayudé a caminar hacia la escalera como un niño de dos años que apenas podía sostenerse y subimos paso a paso.

—¿Me vas a contar un cuento, mamá? A mis hermanas y a mí nos encantaría mucho escucharte antes de dormir.

Bien. Sabía que no era bueno reírse de alguien delirando, pero era imposible no hacerlo. Me mordí la lengua, controlándome muchísimo para no soltar una carcajada.

—Sí, hijo. No te preocupes—le aseguré. Cuando llegamos a su habitación, lo acosté en la cama y lo cubrí hasta la barbilla. Le cerré los ojos trabajosamente porque los volvía a entre abrir a causa de sus delirios—Egon, reacciona ya, por favor.

Sin embargo, él continuó sonámbulo o quizás en un trance. Me acerqué al teléfono de la casa y busqué el número del departamento de Caroline. Esperé a que alguien atendiera la llamada sin dejar de ver a Egon. En cuanto contestaron, me olvidé completamente de él y me centré en la llamada.

—¿Diga? —era Shelby, gracias a Dios.

—Preciosa, soy Gabbe.

—¡Gabbe! Estaba a punto de llamar, ¿Qué pasó? ¿Cómo están las cosas? —se precipitó.

—Eh, más o menos. Norman White ya no vive, por si tenías el pendiente.

Hubo un lapso de silencio del otro lado de la línea y pensé que tal vez Shelby había colgado, pero no. Alcancé a escuchar su tenue respiración en el auricular.

—¿Shelby? —susurré.

—¿Estás hablando en serio? ¿Norman ha muerto?

—Sí. Egon lo asesinó.

—¡Qué felicidad! —canturreó, emocionada.

—No tanto, Shelby. Ha pasado algo más.

—¿A qué te refieres? —la felicidad se esfumó de su voz y cambió a preocupación.

—¿Cómo decirlo? Eh, Egon entró en una especie de trance. Mató a Norman estando sonámbulo.

—¿Qué? Egon no es sonámbulo—lo defendió.

—Mira, torturamos a Norman y eso lo dejó algo abrumado y lo acompañé a dormir un rato. Pero después de unos minutos, le quitó el arma a Austin y sin miramientos le disparó al rubio en la cabeza. Y desde entonces ha estado diciendo incoherencias. No está consciente. Habla sobre su familia, como si estuviera a su lado. Y bueno... a mí me confundió con su mamá, pero está comenzando a asustarme. No reacciona.

—¡Ja! Ya lo maté, asqueroso desgraciado. Puedes venir si quieres, aquí te estaré esperando.

Aparté el auricular para voltear a ver a Egon, quien sostenía un teléfono móvil en el oído y reía histéricamente.

—Aguarda, Shelby—dije y me acerqué a Egon— ¿qué estás haciendo con ese teléfono, amigo?

—¡Pon un pie aquí y te aguardará el mismo destino que Norman! —gritó Egon al aparato y lo lanzó lejos. Sus ojos se abrieron por completo y esbozando una sonrisa, pronunció unas palabras que me dejaron sobresaltado—estaba hablando con Marlon, por supuesto. Y me avisó que viene para acá.


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