Dark Beauty © Libro 1. (TERMI...

By MiloHipster

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Dicen que los asesinos y criminales para que puedan ejercer su labor de asesinar o torturar, necesitan tener... More

Prólogo
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#Nota VIII
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CAPÍTULO FINAL 92
Epílogo
Extra
Personajes
Aviso.
DEDICATORIA
RECOMENDACIÓN ;)
AGRADECIMIENTOS

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By MiloHipster

«Tiempo después...»

"A veces el destino se encarga de unir a personas que son cero compatibles, pero solo por el simple hecho de gustarse, el enamoramiento sucumbe a ellos, de los pies a la cabeza y continúan con su amor hasta el final de los tiempos..."

—¿Qué lees?

Shelby volvió el rostro hacia el chico que la hacía suspirar cada segundo del día.

—Pienso en voz alta—contestó, esbozando una sonrisa y sintió la mano cálida de Egon deslizarse a su vientre abultado de siete meses. Había transcurrido muchos meses desde la última vez que estuvieron en Nueva York. Ahora se hallaban en Nebraska, disfrutando de los mejores días de sus vidas al lado de Martha, Thomas, Austin, Trenton, y Gabbe. Caroline luego de ser abrazada cariñosamente por Gabbe y sintiendo una calma y paz infinita, llegó a la conclusión que estar rodeada de él y de los demás, iba a ser su perdición, así que decidió rentar un apartamento en Nebraska, pero muy lejos de ellos para hacerse cargo de Kevin. De vez en cuando el chico iba de visita a la casa de Trenton para pasar unos días con todos ellos y estar al pendiente del embarazo de su amiga Shelby. Gabbe comprendió que ser el Evan de Caroline iba a ser un reto muy difícil, pero no imposible. Cada mañana, Shelby deseaba que esos días jamás se acabaran. Faltaban solamente dos meses para que su bebé naciera y no quería saber nada de Marlon Blake ni de su padre. El bienestar de su madre ya no le importaba, pero sí el de Charlie; pero por lo que Caroline le contó hacía meses, era que él había regresado a casa en Nueva York, menos su madre. Era como si el tiempo se hubiera congelado solo por un instante y después, retomar su curso, lastimando a todos. La idea era espeluznante, pero muy realista. No tuvieron señal de vida de Norman, ni de nadie más. Estaban protegidos en una enorme casa en un estado y ciudad silenciosos en el que nadie podría reparar, pero, aun así, seguían en peligro. Y ese día, ella y Egon se encontraban tendidos en la terraza tomando un poco de sol matutino ya que al bebé y a Shelby les caía muy bien. En esos meses, Egon se transformó en un chico diferente y más amoroso. Casi no se enfadaba por nada, excepto con Gabbe. Gabriel McCall siempre iba a ser su dolor de cabeza hasta la muerte. La casa tenía muchas habitaciones donde alojarse y pasar desapercibido, pero a Martha le encantaba abrir todas las puertas sin importar que estuvieran durmiendo o en el baño; ella abría y se reía. A Thomas y a Austin no les hacía gracia sus bromas. Ellos compartían una recámara y tenían que asegurarla con una silla o cualquier otro mueble para evitar problemas con su privacidad. Trenton, por su parte, se la pasaba mirando fijamente a la lejanía, pensando. Casi no comía con ellos ni tampoco interactuaba, más que lo necesario. La mayor parte del tiempo se dedicaba a estar solo. Y en cuanto a Gabbe... solo por el simple hecho de hacer enfadar a Egon, se situó en la habitación siguiente a ellos para ponerse a cantar ópera en las noches.

—¡Cállate, McCall! —le gritaba Egon con furia.

—¡Oblígame! —canturreaba Gabbe en respuesta y luego se partía de la risa. Pero aquello era mejor que estar huyendo en coche. Shelby adoraba a su nueva familia y ellos a ella.

—¿No te duele? —preguntó Egon a Shelby sin dejar de acariciarle el estómago.

—¿El qué?

—El estómago. Tu piel se ha estirado considerablemente y siento que te duele—apretó los labios, verificando el gigantesco vientre de su novia.

—Falta que crezca más—puso su mano sobre la de él—pero no duele, excepto cuando se mueve muy rápido.

—A veces te quedas sin aire, mi bella dama.

—Es un dolor necesario—sonrió con ternura y Egon no pudo evitar besarla. Tantas veces hubo que él se contuvo de no agarrarla a besos y pasar una noche desenfrenada, pero tenía miedo de lastimarla o peor aún, molestar al bebé, lo cual era imposible. Aunque Shelby le había contado que las parejas aun podían seguir teniendo relaciones hasta el último mes de embarazo, a él no le pareció buena idea.

—He pasado casi toda mi vida buscando herir a las personas, pero cuando te conocí, juré protegerte de todo lo que yo había hecho. Es tonto; ¿verdad?

—¿Tonto? Más bien creo que es ser valiente.

—Soy un cobarde—acunó sus féminas manos entre las suyas y se las besó—no he podido darte lo que te mereces.

—Me das todo con solo besarme. No necesito más. Solo a ti.

—No sé lo que voy a hacer cuando nuestro hijo nazca. Todas las noches me despierto hecho un loco pensando en las posibles maneras de escape cuando Marlon nos encuentre.

—No pienses en ello ahora.

—No puedo evitarlo. Hasta que no lo mate con mis propias manos, no voy a estar tranquilo.

Shelby sujetó su varonil rostro bronceado con una mano y lo obligó amablemente a verla a los ojos. La negrura de los ojos de Egon le transmitieron calor y la seguridad que necesitaba en su cuerpo. Y trató de hacerle entender que ella confiaba los suficientemente en él como para sentirse desprotegida. Se acercó al chico y pegó sus delicados labios en los suyos. Egon la envolvió en sus brazos, teniendo cuidado de no aplastarla por completo y se besaron apasionadamente. La ropa de maternidad que Shelby traía puesto, la hacía lucir adorable y hermosa. Él solamente andaba puesto un short de mezclilla y sus lentes de sol. Ella acarició la piel de sus brazos con delicadeza mientras él devoraba su boca con regocijo. Egon tiró de su labio inferior y ella gimió.

—No hagas eso—dijo él con voz ronca sin dejar de besarla—o no respondo de mis actos.

—No respondas de tus actos—jadeó Shelby y con toda la seguridad del mundo, se deslizó a su regazo, abrazándole la cintura con sus piernas. Su vientre acariciaba la piel desnuda de Egon, haciéndole perder la cabeza.

—Por Dios, Shelby. Mi hijo va a odiarme si te hago lo que tanto me gusta...

—Él o ella no tienen por qué enterarse—le rodeó el cuello con ambos brazos, intensificado el roce de sus cuerpos.

—Es de mañana... —susurró Egon en el último intento de detenerse, puesto que la había tendido suavemente en la sábana del suelo y desde el balcón de la terraza, el sol matutino los bañaba por completo. La risilla que Shelby soltó fue la gota que derramó el vaso. Él la despojó rápidamente de su ancha blusa de algodón, dejándola solamente con sostén, que, a decir verdad, había aumentado de talla a causa de la maternidad—vaya, es mi imaginación o... ¿han crecido? —preguntó Egon señalando sus pechos que estaban bastante grandes cubiertos por la suave prenda.

—Han crecido—arqueó una ceja—voy a ser madre pronto y mi hijo debe estar bien alimentado cuando nazca.

—¿Qué hay de mí? —se hizo el ofendido y sonrió pícaramente.

—¡Egon! —chilló ella cuando sintió los húmedos labios de Egon besarle el cuello lentamente con la intención de descender hasta su pecho. Pero aquel momento candente se fue al carajo cuando alguien llamó a la puerta. Egon gruñó y le pasó la blusa a Shelby rápidamente.

—¿Quién? —espetó. Ese alguien se tomó un tiempo para responder y alcanzaron a escuchar una risita. Egon aspiró profundo y Shelby rio.

—Soy Gabbe.

—Lárgate o te mataré—ladró Egon, al borde de la locura.

—¿Qué hacen ahí dentro? Quiero entrar.

La mirada gélida de Egon hizo reír a Shelby aún más.

—Solo está provocándote.

—¿Necesitas algo en particular, querido Gabriel? —siseó.

—Necesito compañía. Últimamente he estado muy solo—ahogó una risa nasal, pero trató de mantenerse serio del otro lado de la puerta. Egon se levantó de un salto y quebró por accidente sus lentes a su paso, pero no le importó. Se dirigió a la puerta y la abrió de un portazo.

—¡Felicidades! —gritaron Martha, Kevin, Thomas, Austin, Trenton y Gabbe al unísono, dejándolo perplejo. En las manos de Gabbe y de Trenton descansaban un par de pasteles. El que Gabbe sostenía era de chocolate completamente y decía: Felicidades Egon, eres un idiota. Y el que Trenton tenía era de chocolate blanco que decía: Felicidades Shelby. Te queremos. Y había una vela en cada uno.

—¿Qué es esto? —la perplejidad de Egon fue tan notoria que se rieron. Shelby se acercó a ellos y sonrió.

—Mi cumpleaños es dentro de una semana—dijo ella.

—Ya lo sabemos—canturreó Martha, sonriendo.

—¿Quién les dijo cuándo era el mío? —Egon miró furtivamente a Martha—a nadie más a que ti se lo he dicho. Ni si quiera Shelby lo sabe.

Ella estrechó los ojos y se cruzó de brazos.

—Y no entiendo por qué no me lo habías dicho—Shelby se sintió ofendida.

—Hoy es tu cumpleaños y pensé que sería hermoso festejarlo—añadió la anciana—y además Shelby cumple dentro de pocos días. Hay que festejarlos a los dos.

—¿Hoy es tu cumpleaños? —Shelby abrió los ojos de par en par. Y él asintió.

—Cumplo veintiséis años.

—¡Soplen las malditas velas! —espetó la anciana—quiero pastel.

Azorado, Egon abrió paso a la terraza y situaron los pasteles en una pequeña mesa de cedro. Tanto él y Shelby soplaron bobamente las velas y aplaudieron. Austin y Thomas llevaron platos, vasos y refrescos para celebrar. Kevin se las arregló para abrazar a Egon y a Shelby al mismo tiempo. El chico había recuperado peso y llevaba el cabello rubio largo y atado en una pequeña cola de caballo a la base del cuello.

—Vi esto en una tienda y supuse que les gustaría—sacó de su chaqueta una bolsita de plástico plateada de la que extrajo cuidadosamente un par de collares—el dije de los collares hace uno solo si se juntan.

Egon juntó las cejas al ver el dije completo. Un corazón de plata, Kevin se los tendió a cada uno en la mano y esbozó una sonrisa nerviosa.

—Espero les guste. No sabía que comprar.

—Es muy bello—argumentó Shelby, besándole la frente—gracias.

—Lindo detalle de tu parte, chico—Egon le revolvió el cabello y Kevin asintió. Gabbe le tendió la mano a Egon y se la estrechó.

—Tu trasero es un año más viejo y estás más anciano que ayer.

—Ojalá llegues a mi edad.

—Son seis años. Una meta.

—Vete al infierno.

—Nos veremos allá—rio Gabbe y sus ojos azules destilaban mucha diversión al igual que los oscuros de Egon. Todos abrazaron a los festejados hasta que por fin llegó el turno de Gabbe para felicitar personalmente a Shelby. Lo hizo discretamente y la llevó a un rincón de la terraza para hablar en privado a pesar de sentir la mirada de Egon. Tenía meses en los que no habían podido conversar a solas y aquella era una buena oportunidad. Shelby se pasó una mano por el cabello y decidió no mirar directamente a sus preciosos ojos azules que aun la ponían roja y nerviosa. Él sabía el efecto que provocaba en ella y se sentía orgulloso— ¿sigues sintiéndote cohibida por mí?

—No.

—Entonces mírame.

—No.

—¿Por qué no?

—Detesto ver tus ojos azules.

—Ah. Entonces no es por mí, sino por mis ojos, eh. Amas mis ojos—afirmó con voz seductora.

—Claro que no—se atrevió a mirarlo a los ojos y se ruborizó. La piel de Gabbe era tan blanca y a la vez un poco bronceada que sus pecas parecían pequeñas gotas de chocolate.

—Felicidades—susurró y se aventuró a abrazarla con demasiada cercanía. Si Shelby no hubiese estado embarazada, Gabbe la habría pegado a su cuerpo más de lo debido.

—Comienzo a creer que anhelas que Egon te parta el cuello—murmuró Shelby en su pecho.

—Anhelo muchas cosas, pero lo que más quiero ahora es besarte.

—No te atrevas o esto terminaría en una tragedia—se tensó bajo sus brazos.

—Era broma, Shelby—le acarició la espalda y recargó su barbilla en la cabeza de ella—lo que quiero es tratar de conquistar a Caroline.

—¿Qué? —apartándose bruscamente de él, Shelby lo miró con los ojos entornados. Gabbe asintió— ¿hablas en serio? Después de que la abrazaste tan íntimamente hace meses, no pensé que de verdad quisieras algo serio con ella.

—Admito que aún estoy enamorado de ti; pero Caroline me interesa.

—¿Cómo estás tan seguro? —sintió una pizca de celos.

—En todo este tiempo, aunque ella no ha puesto un pie aquí, he ido a visitarla y somos prácticamente amigos, pero nada más.

—Vaya—alzó las cejas con indignación.

—Espero no te incomode.

—¿Por qué habría de incomodarme? Ella merece ser feliz y tú también—esbozó una sonrisa.

—¿Segura? Porque si me dices que sientes celos, en este momento te doy un beso y te cargo en mis brazos para llevarte lejos a vivir conmigo. Viviríamos en un bosque a base de raíces, gusanos y agua de lluvia. Sería muy genial y romántico, ¿no crees?

Shelby soltó una reverenda carcajada junto con Gabbe, captando la atención de los presentes, en especial de Egon, quién gruñó.

—No estoy celosa.

—Lástima. Nuestra historia de amor sería mejor que Crepúsculo—eso ocasionó una carcajada más.

—Bueno. ¿Por qué tanta risa? Si no quieren pastel, más para mí—agregó Martha lamiéndose el dedo lleno de betún. Shelby negó con la cabeza y se apartó de Gabbe para agarrar la mano de Egon. Habiéndose repartido los platos con rebanadas de pastel, se sentaron en el suelo a disfrutarlo. Egon todavía seguía resentido con la anciana.

—No me mires así, Peitz. Este es tu primer cumpleaños en la que pasarás con una familia de verdad—canturreó la anciana—sé que no te gusta hablar del pasado, pero tienes a la futura madre de tu primer hijo contigo y quiero que te sientas querido. Este es el primer cumpleaños de muchos en el cual te festejaremos incluso si yo ya no estoy, ¿okey? —lo señaló con la cuchara—eres mi nieto, no de sangre, pero lo eres.

El chico de ojos negros titubeó y parpadeó más de lo debido para apaciguar el regocijo que sentía en ese momento en el pecho. Sintió la mano de Shelby sobre la suya y entendió lo que Martha había querido decirle desde hace mucho.

—Te amamos, aunque tú no nos ames—concluyó la anciana.

—Te equivocas—Egon negó con la cabeza y se mordió el interior de las mejillas—creo que porque los amo demasiado, actúo de esta manera. Tengo miedo a perderlos. Amo a todos los que se encuentran en esta terraza, incluido a ti, bastardo de mierda—miró a Gabbe con desprecio y este a su vez, le envió un beso, riéndose y Egon achicó los ojos, sulfurado—trato de ser serio y siempre lo jodes todo, McCall.

—¡Eres un tonto! Mi humor es lo que te encanta de mí—agregó el mencionado con una gran sonrisa—eres amado por personas que aman el amor; pero tu detestas al mismo amor, eso es estúpido.

—Deberías comenzar a amar al amor, Egon—puntualizó Trenton, quién había estado muy callado—cuando nazca tu hijo, va a necesitar el amor de un padre y ese serás tú.

—Trenton tiene razón—corroboró Thomas—el amor es lo que une a las personas. Es lo que hace fuerte a las familias y si dices que somos una familia, entonces comienza a creer en el amor.

—Creo en el amor—comentó Egon—es solo que...

—Temes a perder a los que amas—dijo sabiamente Martha y él asintió—sin embargo, debes tener en cuenta que algún día vamos a morir todos. Por ejemplo, yo.

—Cuándo te creí muerta, me sentí tan culpable... —Egon se cubrió el rostro con ambas manos y negó con la cabeza.

—No puedes culparte por el trabajo de la muerte, querido bicho—susurró la anciana.

—Soy capaz de prevenirla.

—Algunas veces no.

Egon se quedó meditando las palabras de la anciana, las cuales tenían razón y postró su oscura mirada en la chica que tenía a su lado. Ella era en sí, su vida misma. Tomó una de sus manos y la unió con la suya, luego se llevó el dorso a sus labios y le regaló un tierno beso. Y en ese preciso instante, Egon Peitz se sentía la persona más feliz del mundo porque sabía que esa gente que estaba a su alrededor lo quería, así como él a ellos.

«Dorian Tyler»

—¿Pretendes aún seguir con tu demencia de enfrentarse a ese idiota de tu infancia?

Trixie Cash ya estaba hartando demasiado a Tyler. En esos meses transcurridos a su lado fue como revivir el mismo infierno de años atrás con ella, solo que con mayor potencia. Se encontraban en Los Cabos, reuniendo coordenadas de su hija, ya que, aunque parecía imposible; pero había desaparecido del mapa con todos los demás.

—Shelby ya debe tener seis o siete meses de embarazo—dijo Dorian, haciendo caso omiso a su comentario.

—¿No me has escuchado? —Trixie profundizó el ceño y se cruzó de brazos.

—Sí, te he escuchado.

—Entonces, ¿por qué no me respondes?

—Porque estoy ignorándote. Antes de recuperar a mi hija, quiero hacerle frente a Marlon.

—Ese imbécil no debería preocuparte.

—Me preocupa porque también está detrás de nuestra hija.

La gélida y calculadora mirada que Trixie le envió a Dorian fue muy severa. La mezquindad de su ex mujer iba en aumento y estaba a punto de volverse más loco.

—Llevamos cerca de siete meses sin respuesta, sin ningún indicio de nada y ya quiero regresar a Nueva York.

Dorian se frotó la barbilla, mirando el monitor que tenía al frente.

—Hay una manera de acabar con esta espera—comentó con pesar y postró una mano en el hombro de un sujeto que dejó de manipular el monitor para mirarlo.

—¿Cuál? —cuestionó Trixie, avanzando a él.

—Zac, ¿Qué pasaría si dejamos al descubierto nuestra ubicación? Mi ex esposa tiene dudas—preguntó amablemente. El sujeto se pasó una mano por el cabello y se aclaró la garganta antes de comenzar a contestar de una manera mecánica y con los ojos fijos a la nada.

—Prácticamente si estamos a la intemperie, la rapidez con la que el señor Blake nos rastrearía es del noventa y nueve por ciento positivo, por lo tanto, si eso llegase a suceder, solo tendríamos alrededor de una hora para desalojar este lugar antes de que envíen bombas nucleares a nosotros. En resumen, la guerra entre el grupo del señor Tyler y el del señor Blake daría comienzo y eso sinceramente sería el apocalipsis para muchos. En especial de usted—miró a Trixie con cara de pocos amigos y después volvió a dirigir la mirada a la pantalla, dejándola helada.

—¿Lo ves, querida? —canturreó Dorian, pasándole un dedo por debajo de su labio inferior, pero ella le apartó la mano.

—¿Entonces qué? ¿Te quedarás aquí en la oscuridad, sin pelear?

—Pelear es una palabra que no cabe aquí. La palabra correcta es "Matar". Aquí no peleamos, aquí matamos. Amo el dicho que dice: Mata antes de que te maten.

—Bueno, ¿y qué haremos?

Dorian hizo una mueca de exasperación y se frotó los ojos con cansancio.

—Zac, ¿si liberas nuestra ubicación, podrás localizar la de Blake?

—Es complicado, señor Tyler. Es como si jugáramos al gato y al ratón. Nosotros nos asomamos y ellos nos darán un arañazo. Pero hay una manera... —se mordió el labio y comenzó a teclear con rapidez—solo que nos costará algunas vidas.

—Mis hombres saben que primero es mi seguridad y luego la de ellos.

—Lo sé, señor—dijo el sujeto y presionó un botón con demasiado dramatismo—listo.

Dorian entornó los ojos cuando vio una luz parpadeando sobre Austria.

—Maldito. Sigue en Austria—masculló.

Y Zac volvió a presionar el mismo botón con rudeza. Estaba sudando.

—Le comunico que ya se dieron cuenta y enviaron un mensaje, señor.

—Déjame ver que dice, Zac. Ponlo en la pantalla completa.

El mensaje era claro y mezquino.

"CUIDADO. MÁS PRONTO QUE TARDE ESTARÁS VIENDO ESTRELLAS, QUERIDO AMIGO."

Y así sin más, la pantalla quedó en negro.

—¡Nos han hackeado, señor! —gritó Zac con desesperación— ¡Han tomado nuestra base de datos!

La ira con la que Dorian miró a su mujer fue palpable y Trixie supo que su ex esposo estaba verdaderamente furioso.

—¡Todos, al jet, ahora! —gritó con fuerza— ¡Nos vamos a Austria en este momento!

Sin embargo, mientras todos corrían al jet y guardaban su equipo, un sonido agudo rasgó el aire, haciendo que tuvieran la necesidad de cubrirse los oídos por tanto ruido inestable. Eran aviones con misiles. Dieron dos vueltas alrededor del pequeño lugar donde estaban situados y como se quedaron atontados, no se percataron que uno de los seis aviones había lanzado ya un misil hacia ellos. Dorian cogió a Trixie de la cintura y la metió a rastras al jet.

—¡Vámonos! —ordenó con desesperación. El jet intentó levantarse, pero se necesitaba calentar y maniobrar bien para no caer, puesto que era sumamente enorme, como una casa. Trixie ahogó una exclamación de horror cuando el misil se impactó suavemente en donde había dormido durante meses y los que quedaban por salir, quedaron atrapados dentro. El misil estalló lentamente, primero hubo un silencio sepulcral y luego una nube de humo negro los bañó. Y al final estalló estruendosamente dejándolos sordos. No quedó nada de aquel lugar ni mucho menos de esas personas— ¡Alza esta maldita cosa! —le gritó Dorian al piloto que con nerviosismo tiró del volante hacia arriba para emprender el vuelo. Lograron esquivar milagrosamente el segundo misil que planeaba incrustarse en la cola del jet y se impactó en el suelo. Los seis aviones dieron varias vueltas; y Dorian no paraba de gritarle al piloto que se diera prisa.

—¡Señor, es imposible evadir los misiles estando en el aire! —gritó en respuesta el piloto. De pronto, el jet se sacudió de una manera violenta. Dorian y Trixie cayeron al suelo precipitadamente. Una alarma roja comenzó a sonar, señal de que algo andaba muy mal— ¡Nos han dado! —informó a través de las bocinas— ¡Todos colóquense sus paracaídas y chalecos salvavidas! — Dorian no lo escuchó dos veces, agarró a su ex esposa de la mano y corrió por un estrecho pasillo. Empujó a muchos de sus hombres y logró sacar un par de cada cosa. Se abrocharon bien los paracaídas y los chalecos, y regresaron a la base del piloto. Otra sacudida revuelta con un estallido hizo que el jet girara en círculos y después de cabeza. Las turbinas estaban envueltas en llamas y parte del jet ya no estaba. El aire que entraba los estaba succionando hacia afuera y Trixie se aferró al pecho de Dorian y este se agarró a la puerta de la cabina. Gritos y más gritos se cortaban en el aire al salir disparados. Algunos envueltos en llamas caían de espaldas en caída libre a su fin.

—¿Puedes maniobrar, hijo?

—Me temo que no, señor. Esto es el fin—dijo el piloto cerrando los ojos y apretujando el volante.

—¡Ponte un paracaídas! —gritó Dorian al tiempo que otro misil se estampaba directamente al frente, haciendo añicos la cabina. Dorian se soltó bruscamente de la puerta y abrazó a Trixie con fuerza mientras salían despedidos hacia atrás y en picada al suelo desde las alturas.

—¡No te atrevas a soltarme! —chilló la mujer. Cuando él se disponía a hablar, peleando contra el aire, algo los jaló por la espalda y los detuvo sobre el cielo antes de tocar el mar. Miraron hacia arriba y se dieron cuenta que uno de los aviones había amortiguado su caída. Dorian entornó los ojos y miró a Trixie.

—Agárrate a mí y no te sueles—le ordenó.

—¿Qué harás? —lo agarró de la cintura con fuerza.

—Si vamos a morir, que sea en el mar y no a manos de estos imbéciles—dijo al tiempo que sacaba un arma de su camisa y apuntaba directamente al avión. La tenacidad con la que disparó fue impresionante, puesto que las balas perforaron gran parte de la aeronave, tambaleándola levemente.

—TENEMOS ÓRDENES DE LLEVARLO A AUSTRIA—vociferó el que piloteaba, por medio de un megáfono que dejó estático a Dorian con el brazo levantado—HAGA LO QUE HAGA, LO LLEVAREMOS CON NOSOTROS. VIVOS O MUERTOS.

«Lola Calvin»

Gracias a Roxanne y a Harper fue que Lola sobrellevó a la perfección su casi séptimo mes de embarazo sin que nadie se diera cuenta. Aunque su estómago ya era muy notorio, lo disimulaba con vendas y ropa dos tallas más grandes que la suya. Por consiguiente, Marlon ni si quiera reparaba en ella cuando se paseaba con Harper para preparar la comida en la gran cocina. El único que verdaderamente lo pasó terriblemente mal fue Norman. La noticia de que iba a ser padre y las veces que Lola le suplicó hacerle el amor como si la amara, lo tenía con los nervios de punta.

—¡Estás en la luna! —lo reprendía a menudo Marlon, pero el rubio apenas y lo notaba. Había abandonado las ganas de encontrar a su primo y matarlo. A decir verdad, había abandonado ciertas ganas de todo. Su mente solo pensaba en su hijo y en la locura de Lola. Tenían suerte de que Marlon se la pasó ocupado rastreando a Dorian Tyler porque ni si quiera se percató del embarazo de la rubia.

—¿Cómo vas? —le preguntaba Norman a Lola todos los días cada que se encontraban en algún lugar del recinto.

—No ha dado problemas—le contestaba mecánicamente. Y aquellas eran las únicas palabras que cruzaban y continuaban su camino. Era tedioso e incómodo. Una tarde, cuando Norman se encontraba recostado en su cama con los ojos grises puestos en un punto fijo en el techo, escuchó la risa histérica de Marlon afuera y mucho movimiento, acompañado de forcejeos y gritos de furia.

—¡Nada más espera a que mis demás hombres sepan que me has secuestrado a la mala, imbécil!

—¡Átenlos, pero a la mujer llévenla al cubículo! —ordenó Blake con voz trémula. Norman se levantó de la cama con el ceño fruncido y abrió la puerta con curiosidad. Lo que sus ojos vieron a continuación fue sorprendente. Varios de los hombres de Marlon sometían a un hombre en el suelo con dificultad y dos más sujetaban a la madre de Shelby Cash contra la pared. Ella gritaba y forcejaba con los ojos llenos de lágrimas. De pronto, la mujer reparó en el rubio y entornó los ojos.

—¡Ayúdame, Norman! —le gritó y todos se quedaron en silencio. Norman sintió que los colores se le subían al rostro cuando Blake volteó a verlo amenazadoramente. La cara del rubio se endureció y negó con la cabeza. Retrocedió unos pasos y volvió a encerrarse dentro de su pieza. Los gritos no cesaron, sino todo lo contrario. ¿Qué demonios hacia ahí la madre de Shelby? Aquella pregunta estuvo flotando en su cabeza todo el día.


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