Dark Beauty © Libro 1. (TERMI...

By MiloHipster

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Dicen que los asesinos y criminales para que puedan ejercer su labor de asesinar o torturar, necesitan tener... More

Prólogo
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#Nota VIII
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CAPÍTULO FINAL 92
Epílogo
Extra
Personajes
Aviso.
DEDICATORIA
RECOMENDACIÓN ;)
AGRADECIMIENTOS

81

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By MiloHipster

Caroline frunció el entrecejo cuando Gabbe se negó rotundamente a contarle el secreto.

—Por favor—insistió ella—quiero saber.

—Si te lo digo, vas a odiarlo.

—¿A quién?

—A Egon.

—¿Por qué lo haría?

—No soy el indicado para contártelo, si quieres averiguarlo, será mejor que se lo preguntes a él.

Con cierta amargura, Caroline rebuscó en los medicamentos y llenó la jeringa de antibiótico.

—Dame el brazo—dijo con voz firme. Él obedeció y colocó su brazo a lo largo de la cama. Caroline sostuvo con fuerza su extremidad y con sumo cuidado enterró la filosa aguja en la piel de Gabbe y entonces él ahogó un grito de dolor y se contorsionó, tratando de liberarse.

—¡Me duele! —gimoteó. Ella se horrorizó y le sacó de inmediato la aguja. Leyó rápidamente las indicaciones del antibiótico y se puso lívida— ¡quieres matarme o qué! —se quejó Gabbe, con furia.

—Lo siento—se disculpó—tu jefe dijo que tenía que suministrártelo por vía intravenosa y esto dice que es intramuscular.

—¿Y qué significa?

—Significa que debo ponértelo en un glúteo.

Gabbe dejó escapar un sonido parecido a una risa. Y después meneó la cabeza en negación.

—Cariño, si tanto querías verme desnudo, solamente me lo hubieras pedido—canturreó y haciendo una mueca, se despojó de sus pantalones, quedando en bóxer. Caroline se llevó una mano a la frente y bufó. Estaba tan golpeado, pero aun así tenía fuerzas para hacer chistes y quitarse la ropa. Menudo bobo.

—Date la vuelta y no vayas a moverte porque si la aguja se rompe, te desangrarás y no tengo los medios para evitar una hemorragia.

—Solo hazlo y ya. No soporto el dolor—se quejó y se tumbó lentamente boca abajo con su trasero a la vista de Caroline. El bóxer rojo que portaba tenía un estampado de una "S" de Superman y ella casi se partió de la risa. Se sentó a los pies de la cama y observó la espalda ancha y la cadera estrecha de ese chico. Tenía un cuerpo musculoso, pero débil al mismo tiempo. Unos fuertes moretones le adornaban la espalda baja y las costillas— ¿es para hoy? —él preguntó.

—Calla, te pondré un cóctel de medicamentos para tu pronta sanación—alargó una mano y la posicionó en el inicio del bóxer y sintió que comenzaba a temblar.

—Te ayudo si no puedes—vaciló el chico y colocó sus dedos en el resorte de la ropa interior, tirando de ella hacia abajo—es un trasero, como el de los demás. No te asustes.

Caroline rodó los ojos y le sujetó un glúteo con un poco de vergüenza. Le frotó alcohol y le suministró el antibiótico revuelto con analgésico y antiinflamatorio lo más rápido posible. Sintió el cuerpo de Gabbe relajarse. Le acomodó el bóxer y se deslizó fuera de la cama para tirar las cosas usadas a la basura. Cuando concluyó, buscó agua y milagrosamente encontró un pequeño baño ahí y se apresuró a lavarse las manos. De vuelta a la habitación, encontró al chico con el pantalón puesto, pero sin camisa. Dormía profundamente con el rostro enterrado en la almohada. Su respiración era tranquila. Por lo que ella optó por sentarse en el suelo a unos centímetros de él y recargó la cabeza en la cama. Miró el techo de aquel jet y cerró los ojos. ¿Qué demonios hacía ella metida con esas personas alrededor? Había perdido su teléfono y no había modo alguno de comunicarse con su hermana. Y, por si fuera poco, el sujeto que tenía a su costado, sabía cosas de Evan, más de lo que ella tenía conocimiento y le enfurecía, ya que, se dio cuenta de que él no tenía intención de decirle nada. Idiota. ¿Cómo es que Shelby decía que era tierno y adorable? Era todo lo contrario y muy parecido a Egon Peitz, pero con rostro amable. De tanto coraje y cansancio, se dispuso a dormir un poco. Se acurrucó a los pies de la cama y se durmió. Pero cuando despertó tiempo después, notó que estaba en otro lugar. Abrió los ojos de golpe y se encontró recostada a lo largo de esa cama, sin el extraño chico. Horrorizada, se levantó con precipitación y todo le dio vueltas.

—Ahora la enferma serás tú, si no te tranquilizas—le oyó decir al chico de ojos azul eléctrico. Él se hallaba en la puerta, agarrándose el brazo con la mano y mirando el pasillo con atención. Ya se miraba mejor, aunque tenía un ojo levemente cerrado y sus moretones estaban más vivos que nunca.

—¿Qué haces?

—No pensarás quedarte aquí hasta que nos maten, ¿o sí?

A Caroline se le secó la boca por la angustia.

—¿Qué planeas hacer, lanzarte desde el cielo hasta caer y estamparte en el suelo con las vísceras saliendo de tu cuerpo? —Caroline ahogó una risa nasal, imaginando la escena.

—Es la mejor muerte que puedo tener, créeme—repuso, aun sin mirarla. Caroline resopló y lo escaneó en un instante. Tenía la piel llena de pecas y los ojos más azules jamás vistos.

—¿No sería mejor que te calmes? Ahora el paranoico eres tú.

—¿Calmarme? Cariño, esto es serio. No conoces a Dorian—añadió y cerró la puerta lentamente y se sentó junto a ella—es un buen tipo, pero ha perdido la cabeza. Y debemos largarnos de aquí si queremos vivir.

—Dime tu plan.

—Buscar el área de paracaídas y lanzarnos a tierra. Es nuestra única salida.

Entornando los ojos, Caroline lo miró.

—Debes estar bromeando.

—Bueno, si gustas quedarte, estás en tu derecho. Yo necesito encontrar a tu hermana y a Egon para hablar con ellos antes de que Dorian los atrape.

—Escucha—espetó ella, con impaciencia—jamás en mi vida había estado involucrada en algo como esto, así que sé un poco más amable y considerado conmigo.

—¿Sabes qué haría Shelby en tu lugar? —la miró de hito en hito con una sonrisa traviesa. Ella negó con la cabeza—me diría "No sé lo que estás esperando. Vámonos ya".

—Ya te dije que en realidad no somos parientes consanguíneos.

—Entonces haz que así sea—la tomó de la mano y le acarició la palma—eres joven, vive la vida al extremo porque nunca sabes cuándo será el último de tu existencia.

—¿Y si muero al vivir al extremo?

—En ese caso, morirás feliz—Gabbe se incorporó y comenzó a ponerse la camisa con dificultad.

—¿Qué hora es? —preguntó ella.

—Hemos dormido como unas seis horas más o menos. Deben ser las cinco o seis de la tarde.

—Vaya—se frotó los ojos con pereza y miró a Gabbe.

—¿Vendrás conmigo?

—¿A saltar desde el cielo al suelo?

—Sí.

—Amm... está bien. Pero si muero, te mataré.

Gabbe esbozó una sonrisa lobuna.

—De acuerdo. Me matarás estando muerta.

Caroline se levantó de la cama y se acomodó los pantalones con aire despistado, se acercó a lo que parecía ser una ventana del tamaño de su puño y se asomó. Vio que comenzaba a oscurecer y no miró ninguna luz de alguna ciudad abajo, por lo que debían estar sobre el océano y se estremeció.

—No hay tierra firme a cuál aterrizar—le informó a Gabbe.

—Déjame ver—se aproximó a ella y la hizo a un lado suavemente para poder observar. Y haciendo una mueca, masculló: —tienes razón, estamos sobrevolando sobre el mar.

—¿A dónde vamos?

—No tengo idea, pero estamos rumbo a otro continente, solo espero que no vayamos rumbo a... —se quedó callado y sacudió la cabeza.

—¿A dónde? —insistió ella.

—A Austria.

«Austria»

Lola se sentó por un momento en la cama sucia que había en el cubículo para recuperar el aliento. Se sentía como una chica asquerosa y sucia al dejar que Norman hiciera con ella lo que quisiera, como una de esas mujeres que hacían vídeos pornográficos y no se asustaría si algún día encontrase un vídeo suyo en esas condiciones en Internet, porque había fetiches de todo tipo, en especial las violaciones.

—Ven acá—le dijo Norman, completamente sudoroso. Estaban desnudos y no había ningún tipo de pudor entre ellos.

—No me siento bien—susurró la fémina—me duele la cabeza y tengo náuseas.

—A nadie le importa—miró a la cámara del techo y guiñó un ojo con malicia—vamos, nena.

—Hemos estado teniendo sexo a todas horas desde que estoy aquí y ya no puedo más, Norman. Me duele el cuerpo y...

De pronto, la puerta del cubículo mugriento se abrió y apareció Marlon Blake con cara de asco. A Lola le importaba un pepino que la viera desnuda, así que se limitó a sentarse en el suelo y a mirar sus pies. En cuanto a Norman, él cogió sus pantalones y se volvió hacia su jefe.

—Vaya. La herida de tu espalda no evitó que violaras a la pobre chica—dijo Blake, esbozando una sonrisa—muy bien.

—¿Dónde habías estado estos días? —Norman chasqueó la lengua y miró a Lola caer desmayada en el suelo, pero no hizo el ademán de levantarla, solo hizo una mueca y volvió a fijar sus ojos grises en Marlon.

—Realmente, no hice nada importante—alzó la mano por encima de su rostro y la agitó.

—Pensé que buscabas a Egon.

—Ya lo encontré, a mí nadie se me escapa—esbozó una sonrisa maquiavélica—así que vienes conmigo. Vas a ir a tu habitación a darte una maldita ducha que tanta falta te hace y te pondrás ropa limpia.

—Guau, ¿no vas a matarme? — preguntó el rubio, irónico. Aunque, a decir verdad, tampoco tenía un plan para matarlo, y no le quedará de otra que seguir obedeciéndolo.

—No todavía. Ahora, vámonos—Norman torció los labios en una sonrisa y miró a Lola. La rubia estaba en un estado más deprimente que él y sintió una extraña sensación de desasosiego por ella.

—¿Qué hay de la chica?

—Uhm, puede permanecer aquí en lo que vuelves. No tengo cabeza para ella en este momento—Marlon arrugó la nariz con asco—vámonos.

—Al menos déjame darle ropa limpia...

—¿Ahora sientes compasión por ella? —Marlon rio secamente.

—No—Norman tensó la mandíbula—es solo que no puede estar desnuda. Van a entrar a violarla y...

—¿Y eso a ti qué te importa?

—Es mía—gruñó el rubio.

—No. No es tuya—reiteró Marlon con las cejas juntas—en el momento que ella pisó este suelo, se volvió de mi propiedad. Además, tú la has violado tantas veces que no deberías preocuparte.

Norman carraspeó y con indignación, asintió. Porque en todo caso, Marlon tenía razón. Lola ya tenía su destino decidido por ese hombre. Blake le indicó con la mano que lo siguiera y Norman lo obedeció. Salieron de aquel asqueroso cubículo y Vincent, el guardaespaldas personal de su jefe, cerró la puerta de una patada y le picó la espalda con la culata del arma para que caminara. Norman gruñó y siguió a Blake hasta su habitación, que tanto echaba de menos.

—Báñate y ponte algo limpio—hizo una mueca de repugnancia—estaré esperándote en mi despacho. Date prisa, White.

Dicho eso, Marlon lo dejó a solas y Norman entró a su antigua pieza en donde descansaba cuando no tenía que ejecutar ningún trabajo y sentía el ambiente rancio y vacío. No lo sentía como antes. Cerró la puerta y se recostó un momento en la cama. Miró sus pocas pertenencias y suspiró.

—De nuevo a las andadas—se dijo a sí mismo con voz amarga y una chispa de satisfacción atravesó sus ojos grises y esbozó una sonrisa—y a darle verdadera caza a Egon y esta vez sin tonterías de por medio.

Se incorporó de inmediato y se desnudó para entrar a ducharse. Mientras tanto, Lola apenas y podía con su conciencia. A duras penas divisó como Norman se marchó de ahí, dejándola sola y cerró los ojos. Ahora era más que desdichada. No había nadie que la estuviera buscando desesperadamente y se tragó las ganas de llorar. Se arrastró a la cama y trató de ponerse su ropa que estaba hecha trizas. Al menos el pantalón le cubriría parte de su desnudez. Cuando se los enfundó, buscó algún objeto o tela para cubrirse el torso, pero no encontró nada, y se tendió boca abajo en la cama. Tenía irritada su parte íntima y no dejaba de darle náuseas. Le dolía la cabeza. Se hizo un ovillo cuando escuchó que la puerta se abrió con lentitud y alguien entró a verla. Sabía que no era Norman, así que se obligó a cerrar los ojos y fingir estar dormida.

—¿Hola? —era una voz femenina. Lola abrió los ojos de un sobresalto y se dio la vuelta para encarar a la persona que parecía ser una fémina. Y sí, era una mujer. Quizás unos cinco años mayor que ella, pero era joven y sonreía levemente.

—¿Quién eres tú? —la rubia se cruzó de brazos para taparse.

—Me envió el señor Blake. Vamos, te acompañaré a darte una ducha y a ponerte ropa limpia.

—¿Por qué?

La chica dejó de sonreír.

—No lo sé, tengo que obedecer, vamos, acompáñame.

—¿Qué haces tú aquí?

—Trabajo aquí—la miró con desdén.

—¿Trabajas aquí? —entornando los ojos, Lola sacudió la cabeza—debes estar tomándome el pelo.

—Trabajo aquí—repitió la chica e hizo una mueca de desaprobación.

—Nadie en su sano juicio trabajaría aquí por su propia cuenta.

—Bueno, eso no es de tu interés—la chica parecía fastidiada. Lola se dio cuenta que era más pequeña que ella en estatura y que quizás era afroamericana por el tono de su piel, pero no era tan morena.

—Tienes razón. No me interesa—masculló la rubia con frialdad, pero no hizo el intento de moverse de la cama.

—Llamaré al señor Blake diciéndole que no quieres obedecer—la chica desconocida la amenazó.

—Hazlo—Lola volvió a recostarse en la cama, ignorándola por completo. Hubo un lapso de silencio en el que Lola no supo si la chica se había marchado o aún estaba ahí. Echó un vistazo por el rabillo del ojo y se dio cuenta que ella seguía en la puerta, mirándola con hostilidad—vete—graznó la rubia.

—Vi lo que Norman te hizo todos estos días—añadió la chica. El rostro de Lola se tiñó de rojo—yo soy la encargada de las cámaras de seguridad—puntualizó—y era mi deber supervisar.

—¿Solo viniste a burlarte de mí?

—No. Vengo a ayudare—bajó la voz y Lola entornó los ojos.

—¿Qué?

—Oí lo que le decías Norman sobre náuseas y así.

—¿Y?

—Es probable que estés embarazada porque me imagino que desde antes mantenías relaciones sexuales con él, ¿no?

Ella no respondió a esa pregunta.

—No quiero hablar. La cámara sigue activada.

—La dejé congelada, no te preocupes. Vamos.

—¿A dónde?

—A hacerte una prueba de embarazo. Ya mandé a Harper por una prueba a la farmacia más cercana.

—No estoy embarazada—se horrorizó.

—Tenemos que salir de dudas.

—En todo caso, ¿y a ti qué te importa? Es decir, no me conoces y debe valerte una mierda mi vida.

—Si estás embarazada, el señor Blake no te obligará a prostituirte a Rusia. Te quedarás acá a trabajar de otra cosa. Estarás a salvo.

Y Lola comprendió. Esa chica iba a tener su misma suerte, pero milagrosamente quedó embarazada y no se hizo prostituta.

—¿A ti te pasó algo parecido? —se atrevió a preguntarle. La chica no respondió—perdona. Mi mayor defecto es ser indiscreta.

—No hay problema, entonces, ¿vienes? —Lola asintió y la siguió fuera del cubículo. Al salir, la chica se quitó su suéter y se lo obsequió—póntelo.

La rubia se lo puso y le agradeció con la mirada. Caminaron por un largo tramo que parecía no tener fin hasta que la chica se detuvo frente a una puerta de plástico.

—Me llamo Roxanne, por cierto—declaró la chica, abriendo la puerta.

—Lola—repuso la rubia, titubeante. Se deslizaron dentro y escrutó a su alrededor. Era una habitación con un librero, un escritorio, una tv y un sinfín de papeles pegados a las paredes.

—Esta es nuestra recámara. La comparto con Harper—informó Roxanne, cerrando la puerta con discreción.

—No entiendo por qué no se van de aquí.

—Porque estamos atadas de por vida a Marlon—suspiró Roxanne—es divertido cuando te acostumbras.

—¿Cuánto tiempo llevas aquí?

—Desde los quince años. Así que tengo unos diez años viviendo aquí—respondió. Y a Lola se le paró el corazón un momento.

—¿Qué? ¿y no extrañas a tu familia?

—No. Ya no—rio—además, le sirvo a Marlon demasiado y ejerzo lo que me gusta: Componer aparatos electrónicos.

—¿Y la otra chica que vive aquí?

—Harper llegó hace dos años—humedeció sus labios—ella tiene veinte años y como le gusta mucho cocinar, es la que prepara la comida aquí.

Lola sintió ganas de vomitar y lo hizo sobre sus pies, quedándose sin aire. Roxanne negó con la cabeza, contrariada y desapareció por otra puerta. Regresó con un trapeador y le indicó a Lola que se saliera de ahí. La rubia se sentó en una silla y se frotó el estómago. Tenía mal sabor de boca a causa del jugo gástrico y la bilis. De pronto, la puerta de la estancia se abrió y por instinto, Lola se cubrió el rostro con las manos.

—Es Harper—anunció Roxanne y Lola vio a la chica entrar. Era albina. Su piel era casi tan blanca como la leche y su pelo y pestañas eran tan rubios que parecía nieve. Sus ojos eran oscuros con tonalidades rojizas. Sonrió al ver a Lola.

—Ya no hay moros en la costa. Ve al baño para saber—ordenó Harper, tendiéndole a Lola la prueba. Ella lo tomó y con pasos inseguros, entró al baño pequeño que había ahí.

Por otro lado, Norman terminó de asearse y se peinó el cabello frente al espejo. La tonalidad de su piel era más blanca que la habitual, debido a que se había mantenido lejos del sol durante semanas. Y sus ojos grises parecían transparentes y más salvajes. La herida de su espalda había mejorado considerablemente y apenas le dolía. Cuando terminó de vestirse, abrió la puerta de la habitación y salió a dar una vuelta a las instalaciones antes de verse con Marlon Blake. Y a unos pasos de distancia, Lola hizo la prueba, pero tenía que esperar unos minutos para saber la respuesta, y esperó con ese par de chicas raras en la cama.

—Necesitas una ducha urgente—alardeó Harper con las manos en su nariz y rio—me llamo Harper.

—Lola—se pasó las manos por el cabello en espera de la respuesta.

—¿Fue Norman White quién te sedujo? —preguntó Roxanne.

—Se puede decir que sí—respondió con vaguedad.

—A mí me sedujo Egon Peitz—suspiró Harper—pensé que era mi maldito príncipe azul y mírame, que bello castillo tengo—extendió los brazos y Roxanne rio—no quedé embarazada, pero la verdad es que, por mi sangre albina, el señor Blake decidió dejarme aquí a cocinar—Lola frunció el ceño.

—A mí me sedujo Rubén, un ex trabajador latino de Marlon. Quedé embarazada por él y bueno—hizo una mueca—el señor Blake lo mandó a matar por ser tan descuidado.

—¿Y si estoy embarazada de Norman, a él lo van a matar? —se le iluminó el rostro a Lola. Ellas asintieron. Lola vio la prueba de embarazo y sonrió maliciosamente, pero en eso, la puerta se abrió, puesto que Norman se dirigía al despacho de Marlon cuando escuchó la voz de Lola en la habitación de Harper y Roxanne. Parpadeó perplejo, deteniéndose y abrió sin miramientos. Encontró a Lola con las dos chicas. Las tres sonriendo de oreja a oreja.

—Felicidades, campeón. Serás padre—canturreó Harper.

—Pero no por mucho—corroboró Roxanne. Y Norman sintió un ligero escalofrío cuando miró fijamente a los ojos azules de Lola, que detonaban malicia.


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