Dark Beauty © Libro 1. (TERMI...

Bởi MiloHipster

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Dicen que los asesinos y criminales para que puedan ejercer su labor de asesinar o torturar, necesitan tener... Xem Thêm

Prólogo
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#Nota VI
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#Nota VIII
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CAPÍTULO FINAL 92
Epílogo
Extra
Personajes
Aviso.
DEDICATORIA
RECOMENDACIÓN ;)
AGRADECIMIENTOS

80

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Bởi MiloHipster

—No podemos arriesgarnos a ir justamente ahora con tu padre, Shelby, además, no sabemos a dónde se dirige—repitió Egon por centésima vez a Shelby, quién se rehusaba a quedarse de brazos cruzados tras haber escuchado la voz débil de Gabbe en el teléfono. Habían llegado a la ciudad más cercana y se encontraban parados justamente a unos metros del corazón de la ciudad. Nadie decía nada, solamente escuchaban con pesar la conversación de la pareja fuera del auto. Shelby miraba a Egon con suspicacia, mientras él le devolvía la mirada con desesperación.

—Mira, entiendo que no te agrade Gabbe, pero no solo se trata de él, sino de mi familia. Mi padre es quizás el demente peor visto en la historia y quiero salvarlos de él—replicó la chica.

—Gabbe me agrada, ¿por qué te cuesta tanto creerlo? —dio un paso a ella y deslizó ambas manos a la cintura de Shelby. La fémina se estremeció ante sus caricias, ya que, él había comenzado a acariciarle la piel con los dedos tras haberle levantado un poco la blusa. Shelby le había dado gracias a Dios al haberse puesto ropa normal una noche antes porque estaba harta de la fastidiosa bata del hospital y en aquellas circunstancias definitivamente se habría visto ridículamente horrible. Egon aspiró por la boca y ella sintió su aliento rozarle la frente.

—Gabriel es una persona inocente en todo esto y lo único que quiero es que esta pesadilla termine cuanto antes. Muchas personas han muerto por mi culpa y ya no quiero más dolor—se le quebró la voz e intentó mantenerse tranquila. Egon; por su parte, la agarró una de sus manos con delicadeza y cuidado de no lastimarle la herida y comenzó a caminar sin detenerse y sin soltarla. Shelby lo siguió, ahogando sollozos y mirando de vez en cuando atrás por encima del hombro. Al parecer, él quería un poco de privacidad con ella. Se situaron a unos seis metros de distancia y rodearon una columna de cemento para que nadie los mirara y hablaran tranquilamente.

—No es culpa tuya lo que ha sucedido, sino mía. Yo no debí haberte metido en esto—dijo él y alargó una mano para acomodarle un mechón de cabello a Shelby detrás de la oreja—no debí poner mis ojos en ti. Pensé que serías una más en mi lista de chicas, pero simplemente fuiste la única que encabezó mi nueva lista de personas que amo y amaré para toda la vida y si hay vida después de la muerte, también entonces. Créeme que, si hubiese un botón de reinicio, desde hace mucho ya estuviera más que presionado. Y tú estarías en casa, hablando posiblemente con Lola y viendo vídeos de crímenes y pensando en encontrar a alguien demente como yo a quién amar y bueno... yo estaría asesinando personas como siempre lo he hecho. Llevando mis problemas conmigo y dejándote aparte. Protegida y feliz.

A Shelby se le formó un nudo en la garganta porque por más que no quisiera aceptarlo, él tenía razón. Sin embargo, ella también había tenido culpa.

—La culpa no es solo tuya. Yo no debí ir en primer lugar a Austria y enamorarme perdidamente de ti.

—Tampoco debí haberte seguido hasta Norteamérica—repuso él.

—No debí robarte un beso—replicó ella.

—No debí protegerte ni amarte, pero lo hice—esbozó una sonrisa—y aquí me tienes a tus pies, Shelby. Recibiría una bala por ti. Ahora no sólo mataría por ti, sino que moriría por ti, ¿no lo entiendes? Y si yo tuviera la posibilidad de traer a Gabbe justo ahora, lo haría. Pero estoy atado de manos porque si se da el caso, no podré matar a tu padre.

—Jamás permitiría que murieras por mí—le contradijo ella, colocando ambas manos en el pecho de Egon. Sentía los latidos de su corazón martillándole las costillas—aprendí a defenderme gracias a ti. Y tienes mi bendición para meterle una bala en la cabeza a mi padre.

Egon esbozó una sonrisa y le levantó la barbilla a Shelby con ternura y acunó su rostro entre sus manos, admirando sus hermosos ojos ambarinos que lo miraban fijamente.

—¿Sabes? Si yo no te hubiera conocido y si tú no hubieses ido a hacerme esas preguntas a prisión, no vendría mi primer hijo creciendo dentro de ti.

Y entonces él la besó. Era el primer beso real y apasionado, lleno de desesperación y de delicadeza fusionada con salvajismo que se daban en mucho tiempo y fue como si probaran por primera vez el oxígeno en toda su vida. Shelby se pegó a él lo más que pudo y sintió la calidez de su firme cuerpo con el suyo. Soltó una risilla cuando él atrapó su labio inferior y le propició una mordida deliciosa.

—Este bebé nacerá y sabrá que tiene un padre muy guapo.

—Un miembro más que se une a la familia—tiró de ella y la envolvió suavemente en sus brazos—se formó sin querer, pero ya lo amo.

—¿Sin querer?

Se apartaron levemente sin soltarse del abrazo.

— Sí; porque ya sabes, tomaste las pastillas y ahora estás embarazada.

—Creo que ya sé cuándo quedé embarazada—dijo, pensativa.

—¿Eh? —la perplejidad en su atractivo rostro lo hacía lucir adorable.

—La última noche que estuvimos juntos y nos escapamos hasta el amanecer—le recordó—esa noche no tomé la pastilla y tampoco el día siguiente. Hasta ahora mismo sigo sin haberla ingerido.

Y a Egon se le iluminó el rostro.

—¡Esto es emocionante!

—Pensé que posiblemente me rechazarías al enterarte—murmuró ella, con los ojos cristalizados.

—Tú me enseñaste a disfrutar mi vida mucho más, Shelby—le acarició el contorno de su rostro con el dedo índice y ella cerró los ojos—hubo algo que una vez mi madre me dijo y siempre lo he tenido presente.

—¿Qué cosa?

—Un hijo, por más difícil que sea la situación, siempre será una bendición. La llegada de un bebé puede solucionar cualquier problema porque es un ser puro, llega a darle alegría y sentido a la vida de sus padres—dijo él. Sus ojos estaban fijos en los suyos. Habló con tal dulzura que a Shelby se le ablandaron las piernas. ¿Cuánto amor guardaba ese chico en su interior?

—Me cuesta trabajo creer que alguna vez fuiste un chico malo y temperamental.

—Él o ella quizás me haga cambiar del todo—colocó una mano en el abdomen plano de Shelby que dentro de poco se volvería enorme.

—¿En serio estás feliz porque tendremos un bebé?

—Sí.

—¿Seguro?

—¿Dudas de mí? —estrechó los ojos, los cuales parecían dos rendijas oscuras.

—No; pero tengo miedo. Ahora soy más vulnerable.

—Bueno, de antemano sabes que jamás permitiré que alguien te toque un cabello.

—Y eso me preocupa. No quiero que mueras por protegerme.

—Si tú mueres, muere también mi hijo. Y si ambos mueren, me doy un tiro en la cabeza—respiró hondo, mirándola con fijeza a los ojos—mi vida no tendría ningún sentido sin ti y el bebé.

Shelby le echó los brazos encima y se mantuvieron entrelazados durante un largo rato.

—Con un demonio.

Se sobresaltaron al escuchar la voz de Martha detrás de ellos. Egon gruñó y soltó a Shelby para ver a la anciana.

—¿Qué? —espetó.

—Fantástico, ¿ustedes creen que el sol no quema o qué? Nos estamos carbonizando vivos ahí dentro—señaló el auto—y ustedes bien gracias, echando faje en la sombrita.

Shelby sintió que sus mejillas ardían.

—Estás loca—le dijo Egon, intentando no sonreír—pero tienes razón, hace calor. Vamos, mi bella dama.

Cogió a Shelby de la mano y siguieron a la anciana hasta el coche.

—¿Crees que, esta noche, para aliviar la tensión y festejar que estamos juntos otra vez... podríamos... no sé, pasar una buena velada? —le susurró Egon en la oreja—sé que no es momento de pensar en ello, pero te he echado tanto de menos...

—Lo pensé también—rio ella por lo bajo—pero no era prudente quitarte la ropa en el coche, frente a los chicos.

—¿Entonces eso es un ?

—¿Tú qué crees?

—Los estoy oyendo—les avisó Martha con voz cantarina.

«En otra parte»

¿Cómo era posible que hubiese llegado a ese punto, de ser maltratado por tu propio jefe? Dorian Tyler había perdido definitivamente la cabeza. Gabbe se encontraba tirado en el suelo con la boca llena de sangre y el cuerpo golpeado. El ojo derecho le palpitaba y sentía como poco a poco se le iba cerrando como cuando peleó con Egon y soltó una risa cómica. En ese momento deseó poder verle incluso la cara ese sujeto. Apretó la mandíbula cuando escuchó pasos acercarse al cubículo. Se había quedado solo gracias a que Caroline se le ocurrió contestar el teléfono y tanto ella como su padre los sacaron de ahí. Y Gabbe, queriendo recuperar el teléfono, apenas y logró pronunciar el nombre de Shelby antes de que uno de sus antiguos colegas quebrara el aparato y le patease la cara con fuerza hasta dejarlo inconsciente. Despertó horas después y en ese momento cerró los ojos cuando alguien entró a verlo.

—Levántate, el jefe quiere verte—gruñó Francis. Un hombre que supuestamente había sido amigo de su padre y que en ese instante lo estaba tratando como mierda. Gabbe fingió seguir desmayado—mira, hijo, tengo que seguir las órdenes del señor Tyler, así que coopera.

—¡No! —espetó Gabbe; tratando de incorporarse, pero su cuerpo flaqueó y volvió a caer.

—Detesto tener que hacer esto, pero si no lo hago, me matarán—dijo el sujeto, al tiempo que se inclinaba y cogía a Gabbe de la espalda para levantarlo como si se tratase de un saco de basura. Lo peor fue que él ni si quiera pudo defenderse, puesto que no podía mover sus extremidades gracias al dolor que lo albergaba. Se sentía moribundo. Dorian Tyler jamás en toda su vida que llevaba trabajando para él, le había levantado la mano y para ser la primera vez... lo hizo estupendo porque no podía hablar tampoco gracias a la paliza.

—Francis—balbuceó Gabbe, mientras el hombre lo colocaba sobre su hombro boca abajo. La sangre del chico escurrió por su frente hasta el suelo y pequeñas gotas rojas fueron adornando el pasillo a medida que su verdugo avanzaba—por favor, eras amigo de mi padre y... —escupió la sangre que se le acumuló en la boca y continuó hablando con una mueca—déjame escapar. Dorian ha perdido la cabeza.

—De eso me di cuenta, pero son órdenes, chico.

—Al menos déjame caminar por mi cuenta. Estás lastimándome—titubeó. Francis suspiró y se detuvo para bajarlo. El jet era inmenso; por lo que solo faltaban unos cuantos pasillos para llegar a donde Dorian se hallaba y Gabbe se deslizó al suelo para sostenerse con sus propios pies y vio estrellas. A regañadientes se mantuvo erecto y se agarró de la pared.

—Vamos—le instó con amabilidad el sujeto, extendiéndole su brazo como modo de apoyo. Gabbe se lo agradeció. Juntos caminaron unos cuantos pasos cuando se encontraron a Dorian, interceptando el camino. El chico retuvo el aire en sus pulmones y alzó la barbilla sin miramientos.

—Francis, lárgate—le ordenó Tyler con una sonrisa. El susodicho asintió y dándose la vuelta, se marchó. Gabbe cerró los ojos y recargó su espalda en la pared.

—¿Cómo has podido golpearme y a ordenarle a mis antiguos colegas a hacerlo también? —musitó Gabbe, con voz débil. Sus párpados se cerraban constantemente.

—Necesitabas entender que no formas parte de la vida de mi hija y mucho menos eres amigo del bastardo de Peitz y que tú me perteneces. Estás de mi lado, ¿lo olvidas?

—No se trata del lado en el que yo esté, sino del bienestar de tu propia hija—respiró hondo, tratando de no perder el conocimiento—y tienes razón, no soy parte de la vida de Shelby, pero su novio me incluyó a su familia tras haber hecho las paces...

Gabbe calló abruptamente cuando Dorian lo abofeteó con el dorso de la mano en donde su anillo cortó profundamente la mejilla del chico y este ahogó un alarido silencioso, pero mantuvo el equilibrio.

—O sea, que ya son amigos—siseó Dorian con los ojos en llamas.

—¡Joder, sí! —jadeó Gabriel, tragándose el dolor.

—Vaya, entonces fue un error encargarte que hicieras un trabajo difícil. Eres incompetente. Pero claro, eres solo un niño que no sabe nada—lo reprendió y se llevó una mano a la frente—de todas maneras, fue bueno que te hicieras amigo de ese fulano.

—¿Qué? —el rostro de Gabbe se puso rígido.

—Vas a ir a buscarlo y decirle que has escapado de mí. Y lo llevarás a Nueva Jersey a base de mentiras y una vez que lo hayas traído a mi territorio, tú quedarás absuelto de mí y de todo lo que conlleva esto, ¿okey? Serás libre.

—¿Dorian?

Tyler le envió una mirada severa a Gabbe cuando Trixie apareció en el pasillo de brazos cruzados. El chico apenas y pudo verla porque le costaba mucho respirar y abrir por completo los ojos. Notó que la mujer hizo una mueca de desagrado al verlo y se acercó rápidamente.

—¿Este es el sujeto que me dijiste?

—Sí, se llama Gabriel McCall.

—Uhm, es más guapo que Peitz.

Le escrutó el rostro de arriba abajo y lo tomó del mentón, el cual sangraba, y después le tocó parte de la mandíbula. Él gimió de dolor.

—Abre los ojos—le ordenó con voz autoritaria. Gabbe obedeció y sus ojos azules se postraron en la madre de Shelby—incluso tiene unos ojos hermosos—canturreó la mujer y Dorian la miró con extrañeza— ¿te enamoraste de mi hija?

Gabbe no respondió. Tragó saliva y apartó la cara de sus manos.

—¿Por qué le preguntas semejante estupidez, Trixie? —rugió Dorian—el chico no te dirá nada porque no te conoce.

—A ver—ella se volvió a Gabbe y lo sujetó del pecho—chico insolente, vas a responder a lo que pregunté, quieras o no.

Gabbe soltó una risa nasal y meneó la cabeza en negación.

—Usted es una serpiente mezquina que solamente quiere ver el mundo arder bajo sus pies—espetó Gabbe con veneno—y sí, me enamoré de su hija y le doy gracias al cielo que ella no sea como usted, toda amargada e imbécil.

Y de nuevo recibió una bofetada, pero ahora por parte de la madre de Shelby. Empero esa vez, él perdió el equilibrio y cayó al suelo, jadeando.

—Oye, alto—interpuso Dorian con molestia—no te atrevas a tocarlo otra vez, ¿entiendes? Este chico ya tuvo suficiente.

—Tú lo golpeaste como bestia y un golpe más no hizo ninguna diferencia—se arregló la blusa y fulminó al chico por encima de su hombro. Trixie alzó una vez más su delgada y larga mano para levantar al chico del suelo y zarandearlo, pero Dorian la cogió de la muñeca.

—Vete de aquí, o no querrás que te lance del jet a muchos metros por encima del suelo—gruñó. Trixie Cash alzó la barbilla y retrocedió unos pasos.

—Estaba buscando el baño—dijo con escepticismo. Dorian rodó los ojos y señaló con el dedo una puerta metálica hasta el fondo.

—Es por allá.

Trixie se encaminó hacia aquella puerta con pasos firmes, pero una sacudida la hizo tambalearse, Dorian rio y se inclinó para recoger a Gabbe delicadamente.

—Créeme que me dolió con el alma verte sufrir, chico, es solo que confié en ti y me traicionaste—le explicó, al tiempo que lo cargaba con tal facilidad. Parecía como si de un bebé de un año se tratase. Gabbe se contorsionó y quiso protestar—eres como mi hijo, Gabriel.

—No. Antes yo te miraba como un padre, pero después de lo que me has hecho, solo siento odio por ti. Y si me ves cómo tu hijo, mátame. Yo sería incapaz de llevar a su muerte a Egon solo porque lo odias.

Dorian hizo caso omiso y comenzó a caminar con Gabbe en brazos hacia alguna parte. Recorrió varios pasillos hasta que de una patada abrió una pequeña puerta y entró. Charlie y Caroline se abrazaron instintivamente.

—¿Cómo te llamas, preciosa? —preguntó Dorian a Caroline y Charlie gruñó—oye, relájate. Sé que es tu hija, pero necesito su ayuda.

—Me llamo Caroline—contestó la chica con timidez, pero sus ojos estaban puestos en Gabbe, que apenas y se movía en los brazos de ese demente.

—Bien, Caroline. Sígueme.

—¿A dónde? —espetó Charlie, a la defensiva.

—A cuidar un momento de Gabbe—movió un poco al chico y este gruñó—ella solamente se tiene que quedar a vigilarlo.

Caroline miró a su padre y este le devolvió la mirada a su vez.

—¿Cuándo nos dejarán regresar a casa? —quiso saber Charlie. Él tenía un ligero moretón en el ojo gracias a la disputa de tiempo atrás por haber protegido a su hija y lo hacía lucir rudo.

—Cuando encuentre a mi hija y mate a su novio—respondió Dorian con amabilidad y miró a Caroline—vamos, hija. Quiero que vigiles a Gabbe.

Caroline asintió con los labios apretados y miró una vez más a su padre.

—No le pasará nada a mi papá, ¿verdad?

—No. Ahora vamos.

Dorian salió por la puerta con Caroline pisándole los talones. La chica temblaba de pies a cabeza, mirando a todas partes. Luego de escudriñar a su alrededor, se dispuso a observar al chico que llevaba ese hombre en sus brazos. Con que él era Gabbe. El chico por el cual su hermana también suspiraba a parte de Egon y sacudió la cabeza. Desde el ángulo que él estaba, lograba verle el rostro lleno de sangre que goteaba al suelo. Tenía los ojos cerrados y sus labios estaban entre abiertos. Dorian paró en seco y ella estuvo a punto de impactarse en su espalda.

—Abre esa puerta—ordenó y ella obedeció. Él entró y la chica lo siguió. ¿Cómo era posible que ese jet fuera inmenso? Es decir, parecía un hotel muy pequeño con habitaciones por doquier y no se sorprendería si encontrase una sala lujosa con tv y una cocina. Miró al hombre dejar al chico en una... ¿cama? Caroline entornó los ojos. Era una jodida habitación muy acogedora y se dio cuenta de ello cuando se encendieron las luces. Había una cama matrimonial, dos sillas y un sillón inflable muy curioso. También una pequeña tv plasma que estaba estampada a la pared. Sin lugar a dudas, aquel medio de transporte parecía sacado de los libros y películas de ciencia ficción como Star Wars y Star Trek—quiero que le limpies la cara y le proporciones antibióticos por vía intravenosa, ¿okey? Aquí hay jeringas y medicamentos necesarios—le enseñó un botiquín que había debajo de la cama. Caroline no podía salir de la sorpresa—sabes inyectar, ¿no? Porque Trixie me comentó que haces servicios en hospitales.

—Eh, sí. Mientras haya todo lo necesario, el chico podrá recuperarse.

—Bueno, entonces es todo tuyo—argumentó y le guiñó un ojo antes de dejarla a solas con ese muchacho. Caroline dio vueltas en círculos sobre su propio eje sin saber qué hacer. Le daba terror tocar al chico y lastimarlo más de lo que ya estaba. Se detuvo un momento para aclarar sus ideas y lo miró fijamente. Gabbe tenía las pestañas largas, negras y rizadas que descansaban en sus mejillas, y aunque tenía la cara inflamada, su atractivo salía a relucir y a Caroline se le encogió el corazón. Él era un poco parecido a Evan, solo que más tierno en sus facciones. Se apresuró a abrir el botiquín y sacó algodón, alcohol y vendas. Jeringas y medicamentos. Rodeó la cama y comenzó a desvestirlo cuidadosamente, pero él gruñó y se abrazó a sí mismo, negándose a cooperar.

—Amigo, mira, ayúdame por favor, si no dejas que te limpie la cara, me van a matar—le susurró estresada. Él se tensó—soy Caroline, la hermana de Shelby Cash. No voy a hacerte daño.

Entonces él abrió los ojos precipitadamente y ella sufrió un ligero espasmo al percibir su mirada azul como el cielo, pero eléctrico como un relámpago sobre su persona. Él esbozó una suave sonrisa y suspiró, extendiendo los brazos para que ella lo siguiera desvistiendo.

—Eres igual de graciosa que tu hermana—observó él, con voz apagada. Caroline no dijo nada y siguió quitándole la ropa, dejándolo solamente con el pantalón y el botón desabrochado. El pecho de Gabbe era firme y sus brazos delirantes. Caroline desvió la mirada muchas veces para no mirarlo fijamente y se dio a la tarea de comenzar a limpiarle el rostro suavemente. Él cerró los ojos sin dejar de sonreír—al fin hay algo bueno después de todo esto—le oyó decir. Y ella frunció el ceño.

—¿Qué?

—Shelby es una chica perfecta y obviamente su hermana también debía serlo.

—Ella no es mi verdadera hermana—puntualizó, ruborizada.

—Eso lo sé. Tienes también tu encanto.

A Caroline se le erizaron los vellos del cuello cuando él volvió a abrir los ojos y la miró.

—Gracias por ayudarme.

—No es nada.

—Percibo dolor en tus ojos—susurró él— ¿sigues triste por la muerte de tu novio?

Caroline dejó de limpiarle la cara y se quedó mirándolo, sorprendida.

—¿Qué sabes tú de eso?

—Mucho. Egon me lo contó—y Gabbe cerró la boca enseguida.

—¿Egon? ¿Qué sabe él de Evan? —se mostró a la defensiva.

—Olvídalo. No es importante—eludió un tanto distante. Y volvió a cerrar los ojos.

—Dímelo— insistió, molesta.

—No.

—¿Por qué no? —espetó.

—Porque si te lo digo, estaría contándote un secreto y yo no estoy autorizado a hacerlo.

—Eres un estúpido—masculló irritada y le pellizcó la cara a propósito. Y Gabbe apartó su mano, cogiéndola de la muñeca con fuerza. Ella gritó.

—No me hagas daño—susurró él, al abrir los ojos—porque puedo matarte de un solo golpe si quiero.

—Entonces cuéntame lo que quiero saber—lo desafió con desprecio.


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