Trilogía: A Través Del Tiempo

By AliceeHearts

53K 3.4K 900

En un reino, hace muchos ayeres, había algo que todos ignoraban: una niña luchando contra sí misma a causa de... More

❅Aclaraciones antes de leer❅
Trilogía "A Través del Tiempo"
Sinopsis: La Reina de las Nieves
Dedicatoria
Playlist ATDT I: La Reina de las Nieves
Prólogo
1 Tengo que intentarlo
2 Ella era como él
3 Podemos protegerla
4 Es imposible
5 Los niños creen lo que dicen los cuentos
6 La quería a ella a su lado
7 Y sus ojos se encontraron
8 El frío no le molestaba
9 Su posible nueva amiga
10 Esconde, no sientas y no dejes que sepan
11 Cree en mí
12 Un castigo para el reino
13 La vida del rey
14 Días transformados en desesperanza
15 Mentiroso
16 La bella durmiente
17 Anna se había quedado sola
18 Hans de las Islas del Sur
19 Es peligroso soñar
20 ¡Silencio!
21 No fue el único en despertar
22 ¡Soy libre!
23 ¿Qué vas a saber tú de amor?
24 Por una vez trata de confiar
25 Monstruo
26 Su propia familia mágica
27 Cuida de mi hermana
28 Amor
29 Azules como apatitas
30 Amenazas que convertir en verdad [FIN DEL LIBRO 1]
Sinopsis: El Espíritu y el Viento
Dedicatoria
Playlist ATDT II: El Espíritu y el Viento
31 ¿Quién más?
32 Siempre lo pensé como un cuento
33 Tengo que encontrarlo
34 Suena como un estúpido
35 Deja que te ayude
36 Hacia lo desconocido
37 Ve
38 No me dejes solo
39 Debí haber estado contigo
40 Para mí no es suficiente
41 Ya no existen
42 Princesas desdichadas
43 No dejaré que te pase nada
44 Creo que lo arruiné todo
46 Creo que ya sabes quién es
47 Tu deseo más grande
48 Secretos
49 También me gustan los abrazos
50 Volviendo a conocernos
51 No era ni soy quién para interferir

45 No lo soporto

419 55 12
By AliceeHearts

—¿Elsa sigue durmiendo?

Jack dio un respingo y miró a Anna. Se le veía apurada, con el cabello mojado y los zapatos colgando en sus manos. Él debía verse como un desvergonzado, saliendo de la habitación principal con el cabello alborotado, los pies descalzos y la playera echa girones.

—La estoy buscando —dijo, esperando dar la idea de haber estado a punto de entrar. También era indecoroso, mínimo no al mismo nivel—. Creí que estaría contigo.

Anna rodó los ojos con media sonrisa. Jack notó el rechazo a su comentario, recordó la incomodidad de la noche anterior. Se dio vuelta para quedarle de frente a Anna y la miró fijamente hasta que ella pareció darse cuenta.

—Desapareció tu mechón blanco.

—¿Mi qué? ¡Ah! El cabello. Sí, después del corazón congelado y todo eso desapareció. A veces aun me parece extraño que no esté, me daba personalidad, cierto encanto.

—Te ves bien así también.

—¿Me viste alguna vez cuando lo tenía? Espera, olvido que eres invisible, estuviste aquí hace un año por lo que me dijo Elsa, y durante nuestra infancia...

Jack escondió los labios. Anna hizo cuentas en silencio. Ninguno estaba muy seguro de revelar primero el recién descubrimiento.

—¡Kristoff! —recordó Anna—. Me está esperando, es mi novio. Vamos a desayunar y... ¿Quieres venir? Si no te ve estoy segura de que puedo hacerlo creer, verás él vive con-

—¿Kristoff? ¿El de Pabbie?

—¿Conoces a Kristoff también?

—Conozco a Pabbie.

—Oh, entonces será fácil. Acompáñame, le diré a alguien que ponga otro plato.

—¿Y Elsa?

Anna dejó de caminar. Se le veía contenta y despreocupada, sin embargo, algo en su evitar la mirada e intensidad le reveló una similitud con él mismo.

—Olaf está con ella. Deben de estar en el jardín o con Kai o Gerda. Sabe dónde encontrarnos. Encontrarte. O a quien busque.

El muchacho asintió y siguió a Anna por el pasillo, escuchando en silencio como ella y Kristoff se habían conocido durante la tormenta de Elsa, riéndose ocasionalmente por sus ocurrencias hasta que llegaron al comedor en donde el novio y su reno esperaban ansiosos por Anna. Al verla, a Kristoff se le iluminó el rostro y se puso de pie, parando en seco al notar a...

—¿Puedes verlo también? —Preguntó Anna. Jack estaba pasmado.

—¿Qué? —Preguntó Kristoff.

—Quiero decir, Gerda no te vio ayer, pero estaba muy oscuro. ¿Seguro eres invisible?

Una criada entró al comedor empujando el carrito de servicio con sus desayunos humeando y la bajilla para el té brillando. Saludó con una inclinación y puso la mesa para dos y el plato de Sven con zanahoria rallada en el suelo. El reno se restregó contra su hombro, sacándole una risita. Hizo otra reverencia y se situó a escasos centímetro de la pared, donde esperaría por su siguiente instrucción o a que terminaran sus alimentos. Pasado unos segundos la mujer se mostró nerviosa, insegura ante el silencio y quietud de los comensales.

—Disculpe, princesa, ¿se le ofrece algo más?

Anna salió de su estupor y miró a Jack, impresionada. Volvió a mirar a la criada completamente ciega ante la magia.

—Sí. Otro lugar en la mesa, por favor.

—Disculpe, no sabía que vendría alguien más. ¿Gusta que mande llamarlo con los guardias? Si no ha llegado debe haberse perdido.

Kristoff fue el siguiente en volver a la realidad.

—¿Cómo que no ha llegado? Está-

—Por llegar —interrumpió Anna caminando hasta su silla, le dio un beso en la mejilla a su novio y le permitió abrirle el asiento de la cabecera—. Seguro que no tarda, más. No te preocupes.

La criada hizo una inclinación y salió del comedor.

—¿A qué te refería con verlo? ¿Ella no lo ve? ¿Quién es?

Anna le dio un codazo en las costillas por su falta de modales.

—Lo siento —se corrigió Kristoff mirando a Jack a los ojos—. ¿Quién eres?

—Jack —contestó el muchacho sentándose en el lugar sin comida junto al de Anna—. Soy amigo de Elsa.

—¿El mago? —Preguntó a Anna—. Creí que serías más viejo.

—Le pongo mucho empeño al cuidado de la piel.

—Eres un adolescente.

—De corazón.

—No debes tener más de quince. —Kristoff por fin se sentó, intrigado por el desconocido.

—Ey, es la cara, pero así me veía a los dieciocho.

—No sabía que a Elsa le gustaban menores.

A Anna le salió disparado el trago de la boca a medio tomar. Casi todo volvió al vaso, algunas gotas se escaparon de su lugar. Toda su cara estaba pintada de rojo.

—¡Kristoff! —lo regañó antes de mirar de reojo al invitado con nuevo interés.

Jack estaba boquiabierto, literalmente. No sabía si reír o defenderse o defender a Elsa o decirle a Kristoff que él se veía como un señor. Antes de poder decidirse, la criada volvió y puso el plato frente a él atravesándole el hombro con el codo. Anna y Kristoff abrieron los ojos como platos, reprimiendo imitar la expresión del muchacho para no delatar su sorpresa.

—¿Jane?

—¿Sí, princesa? —preguntó la mujer de nuevo en su posición de espera.

—Puedes retirarte.

Jane parpadeó confundida.

—Sí, princesa.

Al quedar de nuevo solos los cuatro las miradas asombradas volvieron al extraño, incluida la de Sven. Jack tenía la cabeza gacha, escondida entre las manos. Anna intercambió miradas con Kristoff, quien se encogió de hombros y negó con la cabeza. Por fin el extraño muchacho levantó la vista. Al verle el rostro de nuevo se le vio diferente. Maduro. Mayor. Aun podía pasar por alguien más joven, pero había crecido, de alguna forma. La sonrisa socarrona le confirmaba a la pareja de Arendelle que algo había pasado.

Sin dejar tiempo para la sorpresa, Jack tomó un tenedor y comenzó a comer despreocupado, disfrutando la duda en el aire, la atención.

—No sé cuál fue el cambio, pero me da miedo —dijo Kristoff.

—Estoy muy confundida —contestó Anna.

—No sé qué estoy comiendo, pero está buenísimo. Si no llega su invitado les van a creer que se lo comieron ustedes sin ningún problema. —Jack tragó, procuró mantenerse la boca llena para evitar que le hicieran más preguntas.

La pareja de Arendelle siguió con el desayuno en silencio, hablando entre miradas, tratando de descifrar al amigo de Elsa y sus poderes. Cuando terminaron, Anna llamó de vuelta a Jane, que empezó a limpiar la mesa. En ese momento Gerda se apareció en la entrada del comedor. Estaba por anunciar algo importante cuando Anna se puso de pie de un salto, arrastrando la silla. El chirrido provocó el silencio de todos los presentes.

—¿Por qué la despediste?

Gerda la miró por un largo momento, se le veía en la mirada que la pregunta no era ninguna sorpresa. Jack miró a Kristoff, él encogió los hombros.

—La reina y Olaf —anunció Gerda y con una reverencia dio la entrada a ambos.

Llegaron de la mano con pasos pequeños. Elsa saludó con la que tenía libre. Kristoff fue a recibirla con un abrazo, Sven detrás. Jack se quedó sentado mirando a Anna y a Gerda tener una intensa pelea de miradas.

—¿Por qué la despediste? —repitió la princesa con tono severo, interrumpiendo el reencuentro.

Elsa miró a su hermana y a su ama de llaves. Trató de buscar respuestas en los ojos de Jack, demasiado distraído viendo como el brazo de la criada se había inmovilizado atravesándole la cabeza.

—Anna —la llamó la reina—. Tengo que hablar contigo.

—Estoy hablando con Gerda —respondió Anna sin siquiera mirarla.

—Las dejaré solas —dijo Gerda.

—¡No te muevas!

—¡Anna! —exclamaron Kristoff y Elsa.

—Contéstame.

—Anna, no le hables así —la regañó su hermana mayor—. Lo que sea que haya pasado seguro tiene una buena explicación, ¿verdad, Gerda? Ven conmigo para que te relajes y podremos hablar sobre lo que...

—¡Oh! Estoy relajada. Y claro que hablaremos, si por fin estás lista.

Elsa cerró la boca, ofendida.

Kristoff trató de escapar de en medio mirando a Jack.

—Yo soy invisible—exclamó el muchacho separándose de Jane, inmovilizada ante la repentina pelea mañanera.

—Ahora —siguió Anna—, con quien quiero hablar primero es con Gerda.

—Si quiere saber la verdad, amenazó con arrancarme el cabello.

—¿Qué? —exclamaron al mismo tiempo las hermanas.

Jane y Jack soltaron una risita.

—Le ofrecí mantener el trabajo si se disculpaba y se negó rotundamente. Me parece razón suficiente para despedirla, incluso sin consultarle. ¿Me equivoco?

—P-pero... ¿Qué le hiciste para que dijera eso? —Anna no lograba encontrar cómo defender a su amiga, ante su pregunta, Gerda se mostró herida. —No me refiero a algo malo, es sólo que, tú sabes que es sensible-

—¿Sensible? —preguntó Gerda sin poder creerlo.

—Quiero decir que no se llevaban precisamente bien. Ambas tenían sus errores con la otra. No digo que esté bien pero no te lo habría dicho sólo porque sí, debe haber una explicación, podría haber un malentendido.

—Oh, la entendí bastante bien, me parece.

—Gerda, por favor, sé que no te agradaba, pero-

—¿Cree que abusé de mi posición?

—¡No! No es lo que quiero decir. Aunque debes admitir que tampoco fuiste justa con ella, la mandaste a limpiar sola el salón abandonado, eso no estuvo bien tampoco.

—¡Anna! —volvió a regañar Elsa—. Basta de esto, no sé ni siquiera de quién están hablando, lo veremos más tarde.

—No. Si a ti no te importa es porque no estabas para conocerla.

—¿Podemos hablar a solas?

—No. Sólo quiero la historia completa, Gerda. Es mi amiga.

—Espera, ¿hablas de tu madrina? —preguntó Kristoff. Por su voz se dieron cuenta de que tomaba el bando de Anna.

—Jane, regresa a la cocina —mandó Gerda reparando en una de las presencias silenciosas.

—¡Nadie se mueve hasta que sepa qué pasó!

—Anna, no es tu lugar dar órdenes aquí —dijo Elsa.

—Las estuve dando por un buen rato en tu ausencia.

—Ya estoy de vuelta, por si no lo has notado.

—Y este problema no es sobre ti, por si no lo has notado.

—Suficiente, vamos a la biblioteca.

—Deja de tratarme como la mala cuando lo que he pedido no es nada irracional. No tengo miedo de que me escuchen. No estoy haciendo nada malo. Explícate, Gerda.

En un segundo se armó un mar de voces. Anna iba y venía entre Gerda y Elsa. La vieja mujer era interrumpida por la reina defendiéndola, Kristoff trataba de explicar con Anna por qué era importante la persona despedida, Olaf suplicaba que se calmaran y Sven brincoteaba para llamar la atención. Jane y Jack contemplaban la escena desde el otro lado del salón sin saber qué hacer.

Cuando la mirada exaltada de Elsa se encontró con la de Jack, él actuó en instinto. Tomó su báculo y lo pegó contra el suelo, congelándolo en un segundo. Jane cayó sobre su trasero, Anna se sostuvo de las sillas con las piernas separadas, Sven se patinó para sostener a Gerda, Olaf giró sobre su propio eje, Kristoff se balanceó tratando de mantener el equilibrio y Elsa se mantuvo erguida e intacta, notando que, bajo sus pies, siguiendo la forma exacta de sus zapatos, el hielo la rodeaba.

—Siempre haces esto —reclamó Anna a Elsa logrando enderezarse—. Muy bien. Vamos a hablar.

Logró deslizarse hasta la entrada manteniendo el equilibrio con torpeza y su mirada molesta. Antes de salir miró a Gerda. La vieja tomó aire, preparándose para un último golpe.

—Me hubiera gustado que esperaras por mí —dijo Anna—. Siento lo que te dijo. Y... perdón por esto.

Después se dirigió a Kristoff.

—Ve a buscarla, por favor. Sólo quiero saber que está bien.

Su novio le dio un beso en la frente y la vio partir hacia la biblioteca.

Elsa estaba por seguirla cuando Kristoff la tomó del hombro. Lo miró tantear sus palabras un momento antes de hablar.

—Es algo... Importante para ella. Es quien la acompañó cuando... Es importante.

Elsa asintió por compromiso y lo vio partir también con Sven y Olaf, quien le deseó buena suerte con otro apretón de mano.

—Gerda, tómate el día, después hablamos.

—Sí, su majestad.

—Y Jane.

—¿Sí, alteza?

—Ni una palabra de esto a nadie.

—No me atrevería.

Elsa volvió a asentir y extendió su brazo hacia la puerta de la cocina. Las mujeres hicieron una inclinación y salieron por ahí sin saber que el gesto era para llamar a Jack. El guardián tardó unos segundos en ir hasta ella y tomarle la mano.

—¿Quieres que espere arriba?

—Me gustaría que esperaras afuera —pidió Elsa con vergüenza. Jack asintió y fue con ella hasta la biblioteca—. Nunca la había visto tan enojada. Anna no es así.

—Todos nos enojamos alguna vez. En especial entre hermanos. Pero si quieres que te escuche vas a tener que escucharla.

—La escucho.

—¿En serio? No me lo tomes a mal, Elsa, pero la pregunta era clara y Gerda la estaba evitando.

—Gerda no tiene que responder si le habla de ese modo.

—Elsa —le dijo el muchacho tomándola por los brazos con cariño, mirándola a los ojos—. Es su amiga. Es importante. ¿Te enojarías si despidieran a Gerda sin consultarte?

—Pero Gerda lleva años aquí.

—El tiempo no es una medida para medir el cariño, sirve para saber el tiempo que uno siente, no para querer más o menos. Tú me conoces desde hace años, para mí han sido meses, y no te quiero menos.

Jack se sintió extraño al ver la sonrisita de Elsa. Era una sonrisa antes vista en otras bocas, aunque jamás le habían importado ni apenado como ahora.

—Lo que quiero decir —dijo soltándola—. Es que primero la escuches, déjala sacarlo. Estaré aquí afuera.




Elsa estaba segura de que Jack podía oírlas del otro lado de la puerta, en especial a Anna que no dejaba de alzar la voz mientras caminaba de un lado al otro explicándole quién era su madrina, cómo lo conoció y lo importante que le fue en ese tiempo de ausencia.

No se contuvo en ningún aspecto. Explicó a lujo y detalle lo herida y traicionada que se sintió al ser dejada con nada más que una nota después de haber hablado. Lo mal que lo pasó los primeros días, el esfuerzo monumental que tuvo que hacer para salir de la cama y cómo por fin pudo sostenerse gracias a su nueva amiga. La alabó de lado a lado, lo divertida y hermosa que era, además de trabajadora y excelente consejera.

—Me dijo que tenía que decirte todo lo que has hecho mal y lo mucho que me lastimas. No puedes dejarme así, Elsa. No puedes estarme haciendo esto otra vez, no lo soporto.

Elsa la miraba fijamente, haciendo esfuerzos gigantes para no echarse a llorar. Cada palabra era como una pedrada, porque en todo tenía razón su hermanita. Seguía equivocándose a pesar del trabajo hecho en el último año, después de errores gigantes que había jurado no repetir. Se limitó a asentir apretando los labios y mirando al suelo.

—Odio que te hayas ido así. Aunque estuvo bien, quiero decir, creo que no me habría dado cuenta de todo si no lo hubieras hecho. Necesitabas espacio.

Elsa tragó y respiró profundo. Evitando su mirada se puso de pie.

—Muy bien, hablaré con Gerda y-

—Aun no termino.

Volvió a sentarse.

—Quiero disculparme porque... yo tampoco te lo cuento todo, Elsa. No debería esperarme a explotar para hablar sobre esto, no es justo de mi parte. Y es algo hipócrita también. Insisto mucho en hablar y no lo hago tampoco. Siento lo que te dije antes en el desayuno.

—No te preocupes, no debí entrometerme.

—Está bien, no debí gritar ni hablarle así a Gerda.

La mayor volvió a asentir. Anna se le acercó con cautela y le tomó las manos.

—También puedes decirme si he hecho algo que te moleste. ¿Por qué no me dejaste entrar ayer?

Elsa miró al techo para suprimir el llanto. Sentía los ojos fijos de su hermana sobre ella, algo tenía que decir. Sabía el qué, no sabía si podría decirlo sin llorar.

—Yo... Me sirve mucho que me digas esto, en verdad mucho, y agradeceré que me lo digas siempre. Que me dejes ayudarte y acompañarte porque no puede ser unilateral. No puedo dejar que te preocupes por mí si no me dejas hacer lo mismo. No puedo hablar contigo por mucho que me lo pidas si no lo haces tú.

—Está bien.

—Y... —sorbió por la nariz, se moría por apartar las manos y sobarse los dedos—. Y... Estoy muy cansada. Exhausta. Me fui porque todos los días estoy arreglando algo que hice mal, algo que no hice, algo que dije, algo que causé en el pasado. Lidió con millones de preguntas, con las tareas del castillo, con las alianzas rotas y los reinos vecinos y no tengo tiempo de preocuparme por mí o por mis poderes. Soy muy feliz contigo, Anna, eres a quien quiero tener siempre, pero quiero poder verte y no ver una escultura de hielo, unos ojos sin vida, una equivocación irrevocable. Quiero estar contigo y quiero ser libre, no he logrado conseguir las dos cosas al mismo tiempo.

Anna la rodeó por el cuello y Elsa lloró en silencio sobre su hombro, apretándola contra sí.

—Ya, ya, estoy bien —le dijo pasado un minuto, separándose y sacando un pañuelo del bolsillo en su vestido—. Después de decirlo me siento más tranquila, en realidad no es algo que piense todo el tiempo, sólo últimamente se ha vuelto un pensamiento obsesivo, los accidentes.

—¿Sabes por qué?

—Creo que es porque quería hacer algo más grande. Ser reina es grandioso y todo, pero también es un poco aburrido.

Ambas soltaron una risita como si estuvieran rebelando secretos prohibidos.

—Necesitabas unas vacaciones. De mí incluida—dijo Anna entre risas.

—Aun así, te extrañé mucho.

—Yo también. Y no te preocupes, encontraremos la forma de que uses lo que tienes sin accidentes. Quizá puedas unirte a los recolectores de hielo, o tomemos unos días para ir a la Montaña del Norte o... ¿Elsa?

La reina suspiró profundo. Olaf la había escuchado y comprendido, le dijo que Anna haría lo mismo. No tenía que temer por su opinión, sólo por su aspecto. Quizá la memoria no fuera a ser tan dura para ella.

—Hay algo más. Lo que pasó anoche, la razón por la que no te dejé entrar es porque... Perdí... Perdí mis poderes.

—¿Qué? ¿Dónde los dejaste o qué?

Elsa no apreció la broma. Se armó de valor y con las manos temblorosas deshizo el nudo de su pañoleta y se la quitó.

Anna la miró un largo momento. Parecía querer apartar la vista, incapaz de hacerlo. Se tapó la boca con una mano, no amortiguó el grito de horror que se le escapó desde el pecho.

Elsa maldijo en la mente. Era obvio que le iba a afectar.

Se veía idéntica a su mamá.



N/A

Discúlpenme la tardanza, en verdad tengo planeados los capítulos pero siempre se atraviesa una nueva escena que no sé a donde quiere llevarme, como en este caso, y todo se atrasa.

Además la universidad me está matando. Auxilio. 

Pero bueno, aquí una pequeña pelea, un momento Jelsa muy sutil  y un adelanto para el siguiente capítulo:

Norte. 

Es todo lo que diré. Jiji. 

Como sea, espero ese llegue más rápido y encontrar tiempo para reescribirlo (Sí! Ya no es desde cero! WUUU) entre mis tantas entregas. 

Gracias por leerme, lo hacemos de nuevo muy pronto y yo los leo a ustedes en comentarios<3

Continue Reading

You'll Also Like

40.5K 2.4K 8
El maldito NTR pocas veces hace justifica por los protagonistas que tienen ver a sus seres queridos siendo poseidos por otras personas, pero ¿Qué suc...
761K 91.4K 117
Después de que esa persona se fuera de su vida estaba sola. Pasó toda su adolescencia con ese hecho, y es que su condición la obligaba a no entablar...
47.4K 8.6K 38
nacido en una familia llena de talentos aparece un miembro sin mucho que destacar siendo olvidado sin saber que ese niño puede elegir entre salvar o...
197K 13.8K 86
Todas las personas se cansan. Junior lo sabía y aun así continuó lastimando a quien estaba seguro que era el amor de su vida.