Dark Beauty © Libro 1. (TERMI...

By MiloHipster

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Dicen que los asesinos y criminales para que puedan ejercer su labor de asesinar o torturar, necesitan tener... More

Prólogo
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#Nota VIII
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CAPÍTULO FINAL 92
Epílogo
Extra
Personajes
Aviso.
DEDICATORIA
RECOMENDACIÓN ;)
AGRADECIMIENTOS

77

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By MiloHipster

Al gemelo le hubiese gustado pasar a ver a Thomas a su casa, pero dadas las circunstancias... decidió olvidarlo. Lo que importaba era llegar cuanto antes a Atlanta y salvar a Shelby, le envió un mensaje de texto a Thomas para mantenerlo al tanto.

"Me hubiera gustado ir a verte, pero ocurrió una emergencia. A la mamá de Shelby le entró el demonio y amenaza con interrumpir el embarazo de ella. Más pronto que tarde te iré a ver. Vamos a Atlanta. Austin."

Guardó el teléfono y se dedicó a seguir escuchando la conversación de Egon y Gabbe.

«Shelby Cash»

La camilla en la que se hallaba postrada comenzaba a incomodarle. Le dolían los brazos vendados y la cabeza. Le habían dicho que llevaba muchos días ahí, sin reaccionar y ya estaba impaciente por largarse. Sus brazos estaban curándose poco a poco, pero aún necesitaba estar en observación. Tuvo náuseas y mareo, empero supuso que quizás se debía a las medicinas. Notó que la relación entre Caroline y su madre se había tornado sombría y fría, incluso con Charlie y no entendía por qué. También pensaba a menudo en Egon, Gabbe, Thomas y Austin. Por lo que Caroline le contó, Thomas regresó a su casa por órdenes de sus padres, y que se enviaban mensaje de texto de vez en cuando.

—Me hubiera gustado que conocieras a Gabbe—susurró Shelby—es un buen chico y quizás... si llegas a conocerlo, te enamores de él.

—Nadie podrá ocupar el lugar de Evan, querida hermana. Nadie—replicó su hermanastra con tristeza—Evan era único.

—Gabbe también es único.

—Hablas como si te urgiera deshacerte de ese chico.

Shelby parpadeó.

—No, claro que no. Solamente decía...

—¿Acaso ocurrió algo entre ustedes dos? —preguntó Caroline, alzando las cejas y se apresuró a darle una cucharada de gelatina a Shelby.

—No—hizo una mueca al tragar la gelatina y se rascó distraídamente los brazos y Caroline gruñó.

—¿No se supone que Egon es tu novio?

—Sí.

—Entonces, ¿pasó algo con ese chico Gabbe?

—Solamente nos dimos un beso, pero solo uno y fue un error.

—¿Solo uno? ¿Qué querías? ¿Dos, tres?

—Mira, él me besó y yo no tuve ninguna culpa.

—Si se entera tu novio...

—Egon no tiene por qué enterarse.

De pronto, el teléfono de Caroline comenzó a sonar. Ella echó un vistazo a la pantalla y se disculpó para contestar. Salió de la habitación y atendió la llamada.

—¿Thomas?

—Hola, Caroline.

—¿Qué pasa?

—Te comunico que Egon va rumbo a Atlanta.

—¿Qué?

Caroline palideció. Había sido una tonta al enviarle el mensaje y tragó saliva.

—Austin me envió un mensaje hace unas horas.

—Mi madre no quiere al bebé y se lo dije a Egon, pero no pensé que vendría.

—Hiciste mal—bufó el chico—pero de todas maneras necesita ver a Shelby, por cierto, ¿está despierta?

—Sí. Pero le administran sedantes cada determinado tiempo.

—Quisiera hablar con ella.

—Amm... no sé si sea buena idea, Thomas. Ella no sabe aún de su embarazo.

—Por favor. Necesito escuchar su voz y saber que está bien. No mencionaré nada.

—De acuerdo. Pero que sea rápido—eludió y entró de vuelta a la habitación de Shelby donde ella se devoraba lo que quedaba de gelatina. Sus brazos seguían vendados, pero en mejor estado.

—Alguien quiere hablar contigo—le avisó Caroline. Los ojos de Shelby brillaron y el corazón se le aceleró. Le pasó el teléfono y ella se aclaró la garganta para contestar.

—¿Hola?

—¡Shelby! —gritó Thomas y ella suspiró, pensando que se trataba de Egon, pero de todas maneras se sintió feliz de hablar con su amigo.

—Hola, Thomas.

—¿Cómo estás? Me diste un susto de muerte.

—Estoy bien. Aunque me duelen las muñecas, pero fuera de ello, estoy mejor que nunca.

—Me alegra mucho escucharlo. He estado muy preocupado por ti.

—¿Por qué te fuiste?

—Mis padres me obligaron a volver a casa y no tuve más remedio que retirarme con ellos.

—¡Vuelve!

—No puedo, al menos de momento. Pronto encontraré la manera de ir a verte.

—¿Y qué hay de Gabbe? —se ruborizó al pensar en él— ¿dónde está?

—Intenta que no te dé un ataque, ¿okey?

—¿Por qué?

—Gabbe fue a buscar a Egon.

A Shelby se le cayó el alma a los pies.

—No te preocupes. Extrañamente han logrado hacer las paces y se han hecho aliados.

—¿Aliados? —repitió, incrédula.

—Sí. Aliados para matar a Marlon Blake y salvarte.

—Pero eso no tiene sentido.

—Sí que lo tiene. Además, también buscarán a tu padre para aclarar las cosas y así no asesine a Egon.

—¿Egon tiene teléfono?

—Sí. Y también Caroline lo tiene, puedes pedírselo.

—Creo que lo haré, pero más tarde.

Shelby sintió ganas de vomitar y le entregó el teléfono a su hermana antes de devolver la gelatina en un recipiente que encontró más cerca. Tuvo más arcadas y después su estómago quedó vacío y sintió que todo le daba vueltas.

—Sí. Está vomitando, te hablo luego—colgó Caroline al tiempo que ayudaba a Shelby a incorporarse. La fémina negó con la cabeza y se recostó con los ojos cerrados en la camilla. Caroline presionó el botón rojo y entró corriendo una enfermera—mi hermana vomitó—explicó, señalando el recipiente. La enfermera asintió, no muy contenta y se lo llevó con cara de asco.

—Estos medicamentos me van a sacar los intestinos por la boca—se quejó Shelby, sintiendo un ardor abrasador en la garganta, gracias al ácido estomacal.

—Debes tranquilizarte.

Ella asintió y suspiró.

—¿Qué te dijo Thomas?

—Que quiere estar aquí, pero por el momento no puede.

—¿Te dijo algo de Egon?

—Sí. Mi amigo Gabbe fue a buscarlo y que extrañamente se hicieron amigos solo para protegerme.

Shelby no sabía hasta qué punto su hermanastra sabía del asunto, y optó por quedarse callada.

«En otro lugar»

Dorian Tyler estaba furioso. No, furioso se quedaba corto. Estaba encolerizado. No había tenido noticias de Gabbe en más de dos semanas y comenzaba a desesperarse. Trixie le había enviado un último mensaje hacía dos días sobre el estado de salud de su hija, nada más.

—¡¿No pueden encontrarlo?! —gritó por centésima vez.

—No, señor. McCall no aparece en el mapa. Dejamos de saber su ubicación hace días.

—Igual que Egon Peitz—susurró Dorian, entre dientes. De pronto, el maldito aparato comenzó a sonar desesperadamente. Era su ex esposa— ¡Qué!

—No quería decírtelo, Tyler, pero creo que es debido que lo sepas.

—¿De qué diablos hablas?

—Nuestra hija está esperando un hijo de Egon Peitz y no voy a dejar que ese niño nazca—a Dorian le dio un tipo de espasmo que lo dejó mudo durante unos segundos—voy a interrumpir ese embarazo.

—Si tocas a mi nieto, juro que te mato, Trixie—le advirtió a la mujer en un siseo—sea hijo de quién sea, es mi nieto.

—¿Qué demonios le pasa a todo el mundo? Hablamos del hijo de un asesino.

—Hablamos del hijo de nuestra hija.

—¿Te has vuelto loco?

—No. Estoy siendo razonable. Una cosa es el bastardo de Peitz y otra cosa es el bebé de mi hija. Ese niño no tiene culpa de nada.

—Voy a evitar que nazca. No habrá más delincuentes en mi familia—sentenció.

—Estás jugando con fuego, mujer. No hagas que envíe a mis hombres a matarte y a traer a mi hija conmigo para cuidarla en todo su embarazo.

—No seas ridículo.

—¿Cuánto tiempo tiene?

—Tres semanas, más o menos.

—Entonces, iré a verla.

—¿Qué? No hablas en serio...

—Hablo muy en serio, Trixie.

—Llamaré a la policía si pones un pie en el hospital.

—Tus amenazas me tienen sin cuidado. Mi prioridad es Shelby.

—No debí decirte nada.

—Tarde o temprano me enteraría.

Dorian suspiró y le colgó con furia. ¿Matar a su primer nieto? Ja. Estaba demente si acaso creía que lo iba a permitir. Al que sí estaba en sus planes matar era a Egon Peitz. A nadie más.

—Señor, hemos localizado a Egon Peitz y también a Gabbe—le informó un sujeto con emoción.

—¿Qué has dicho? —echó a correr hacia el hombre y lo cogió del hombro con mucha fuerza, mirando la pantalla de la computadora.

—¡Mire! —señaló la pantalla y leyó los nombres de ambos chicos; los cuales se dirigían a Atlanta.

—Maldita sea—masculló, claramente azorado—¡Marshall, Hank, Eustace! —vociferó y tres hombretones se abrieron paso por una puerta, listos para obedecer—preparen el jet más grande. Nos vamos a Atlanta, ahora mismo.

«Muchas horas más tarde»

Gabbe conducía ahora el Cadillac convertible. Quitó el capote y el aire los despeinaba violentamente. Egon se hallaba en el copiloto, observando la noche. Y tanto Austin y Trenton dormían plácidamente en el asiento trasero con el cabello revuelto por el viento. Estaban a pocas horas de llegar a Atlanta. Mientras conducía, Gabbe le echó una mirada rápida a su acompañante y este le devolvió la mirada a su vez. Los ojos negros de Egon se encontraron con los azules de Gabbe y ambos desviaron la vista.

—Sigo sin creer que Shelby está esperando un hijo tuyo—dijo Gabbe, en voz un poco alta, ya que por el aire no se escuchaba casi nada y más porque iban a toda velocidad.

—También yo. Voy a ser padre y la verdad me parece imposible.

—¿Por qué imposible? Estuvieron juntos, ¿no?

—Más de una vez—Egon esbozó una sonrisa torcida y algo pervertida. Gabbe rodó los ojos y fijó la vista al frente.

—¿Entonces por qué te sorprende?

—Ella tomó pastillas todas las veces que estuvimos juntos y, por ende, es imposible.

—¿Pastillas anticonceptivas? —preguntó Gabbe y Egon asintió—oh, por favor, esas porquerías nunca han sido un buen método anticonceptivo. A veces funcionan, a veces no.

—¿Qué sabes tú de eso?

—Una vez estaba aburrido en un vuelo de treinta y seis horas y como no había nada que hacer, excepto leer un folleto de métodos anticonceptivos y ahí decía que no siempre funciona. El único método anticonceptivo más seguro es el preservativo y la abstinencia.

—Me alegro mucho saberlo—reconoció Egon, suspirando—porque llegué a pensar que...

Gabbe juntó las cejas, apartando un momento los ojos del camino y al ver la expresión de Egon, gruñó y presionó el botón para activar el capote para así poder hablar sin gritar. Cuando el coche dejó de ser convertible, abrieron los cristales y se acomodaron mejor.

—Ahora sí—gruñó Gabbe—dime lo que no quisiste decir.

—Olvídalo.

—No. Dime.

Egon hizo una mueca y se frotó el puente de la nariz con irritabilidad.

—Pensé que ese bebé quizás era tuyo. Pero supongo que no te atreviste a tocarla y qué tampoco ella se dejó, ¿verdad? —los ojos de Egon ardían en llamas, apretando los puños, tratando de disimular su enfado y mirando a otra parte—porque de ser así, juro que...

—¡No puedo creer que hayas pensado semejante tontería! —saltó Gabbe a la defensiva— ¿todavía piensas que Shelby te sería infiel conmigo?

—La besaste y ella te correspondió.

—Admito que hubo veces que le insté a olvidarte, pero ella se mantuvo recta y con la mente despejada. Jamás la toqué. Nunca le falté el respeto y tampoco te fue infiel—le espetó—Shelby no es una cualquiera, y creí que ya lo sabías.

—¡No desconfío de ella, sino de ti! ¿Qué pensarías si la chica que amas se va conmigo dos semanas, después resulta embarazada; y luego recuerdas que habían usado protección al estar juntos?

—En cierto punto tienes razón, aunque ahora espero que confíes en mí, así como yo estoy confiando en ti y le estoy dando la espalda a mi propio bando al ayudarte.

—Yo le di la espalda a mi bando desde que conocí a Shelby y créeme, ha sido lo mejor que he hecho en la vida.

—Al menos lo hiciste por una chica. Yo lo estoy haciendo por ti y eres un bastardo—arrugó la nariz—pero mejor pensaré que lo he hecho por una amiga.

—Nuestros temperamentos son diferentes, pero a la vez tan parecidos.

—Nos detestamos, pero nos une la muerte, ¿no?

—Exacto. A decir verdad, me desesperas. ¿Por qué siempre tienes que ir a por ahí sonriendo amigablemente a todo el mundo? Es patético.

—Por lo mismo que tú vas por ahí asustando a las personas con tu mal genio. Son nuestros toques personales—se burló Gabbe—nuestro toque único. El tuyo es ser intolerante, impaciente, y estar con rabia y cólera casi las 24 horas del día; en cambio yo, soy paciente, pero tengo un límite, tolero mucho, sonrió amablemente a todos para conseguir más rápido lo que quiero en vez de amenazarlos.

—Entonces serás de ayuda cuando lleguemos al hospital. La madre de Shelby no te conoce y así podrás despistarla para que yo entre a verla.

—Claro. Sacaré mis encantos.

—Te oíste muy homosexual.

—Ese es el punto—habló afeminado—así podré ser más rápido—Egon rio, mirándolo.

—Estás loco.

—No más que tú.

Mientras charlaban, Trenton los escuchaba en silencio con los ojos entornados. Dos homicidas, que días anteriores se odiaban, hablaban amistosamente y bromeando entre ellos y lo que era peor, ambos querían a la misma chica.

—Solo espero que no se maten cuando llegue la hora de luchar entre ellos por el amor de Shelby—pensó Trenton y volvió a cerrar los ojos—o habrá una tercera guerra mundial.

Llegaron al amanecer. El cielo de Atlanta estaba teñido de celeste claro y las aves volaban a sus anchas, cantando o simplemente estirando las alas. Egon ahora conducía bajo las indicaciones de Gabbe, pero ambos se sentían tan cansados, que decidieron estacionarse cerca del hospital y dormir un poco para recuperar fuerzas. Y sin previo aviso, el suelo comenzó a vibrar deliberadamente, sobresaltándolos.

«En el hospital»

Trixie se hallaba dormida en el regazo de su esposo cuando escuchó un ruido estruendoso en todo el hospital. El edificio comenzó a temblar y absolutamente todos comenzaron a correr hacia el estacionamiento. De pronto, las instalaciones dejaron de crujir y quedó en total silencio. Caroline, Charlie y Trixie se asomaron al estacionamiento junto con las demás personas y la mujer palideció. Dorian Tyler se desplazaba con tal elegancia de un jet del tamaño de una casa mediana que estaba situado en el estacionamiento sobre varios autos y se dirigía a ella con tres hombres gigantescos con armas en las manos. Al parecer, ya había muchísimo talento en la tecnología y dinero para crear aquel medio de transporte tan gigante. Charlie frunció el ceño y echó hacia atrás a su hija como gesto protector. Dorian vestía un atuendo poco visto en él: Pantalones negros, una sudadera gris debajo de una gabardina. Su cabello bien recortado estaba despeinado y sus ojos avellana estaban puestos en su ex mujer, quién parecía más un zombi que una persona normal. Las personas del hospital miraban perplejas la escena.

—Trixie, llévame con mi hija—ordenó. Su voz era autoritaria, tan dura y áspera, que ninguno dijo nada. Trixie asintió y mirando con cara de pocos amigos a su esposo y a su hijastra, entró con Dorian Tyler pisándole los talones.


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