Dark Beauty © Libro 1. (TERMI...

By MiloHipster

1M 80.8K 7.4K

Dicen que los asesinos y criminales para que puedan ejercer su labor de asesinar o torturar, necesitan tener... More

Prólogo
01
02
03
04
05
06
07
08
09
10
11
12
13
14
15
16
17
#Nota
18
19
2O
21
22
23
#Nota II
24
25
26
27
28
29
30
31
32
33
34
35
36
#Nota III
37
38
39
40
41
42
43
44
45
46
47
48
49
50
51
52
53
54
55
#Nota IV
56
57
58
59
60
61
62
63
64
65
66
67
68
69
#Nota V
70
71
72
73
74
76
77
78
79
80
81
82
83
84
85
#Nota VI
#Nota VII
86
87
88
89
90
#Nota VIII
91
CAPÍTULO FINAL 92
Epílogo
Extra
Personajes
Aviso.
DEDICATORIA
RECOMENDACIÓN ;)
AGRADECIMIENTOS

75

9.2K 678 166
By MiloHipster

Egon miraba constantemente a Gabbe mientras este se lavaba la cara en el lavabo del ático, haciendo muecas de dolor. Kevin, por su parte, se había vuelto loco del susto y amenazó con que sus padres lo descubrirían, pero Austin lo tranquilizó diciéndole que, si guardaba más secretos, pronto entraría a la "pandilla" como el niño les decía. Trenton se encargó de ponerle una gasa en la nariz y boca a Egon, ya que, él también estaba bastante mal herido, pero se negó rotundamente a ayudar a Gabbe, y Austin a regañadientes se obligó a atenderlo. Egon tenía la nariz hinchada y la boca lastimada, pero no de gravedad. Tenía moretones en las costillas y le costaba respirar. Gabbe, en cambio, tenía los dos ojos cerrados a causa de la hinchazón, con una bolsa de guisantes congelada en toda la cara y su cuello estaba vendado por completo. Su estómago parecía ser del color púrpura por la pequeña gran patada de Egon y apenas respiraba por la boca.

—Parecen idiotas. Se golpearon como bastardos y horas después aquí están, como amigos—siseó Trenton.

—Calla. Tú también eras mi enemigo y mira que ahora estás de mi parte—dijo Egon riéndose, pero se estremeció por el dolor.

—Es muy diferente—protestó y se dejó caer en el sofá viejo—necesito llamarle a mi madre y decirle que me quedaré más tiempo en casa de un amigo.

—Deberías decirle la verdad—le aconsejó Egon—puedes morir y ella no sabrá por qué.

—¿Bromeas? Mi madre moriría en el momento que le contase la verdad—Trenton chasqueó la lengua y tomó el teléfono que Kevin les había dado. Ese niño rubio era demasiado útil y buena persona.

—Vaya que la paliza que te dio Egon fue letal—se burló el pequeño rubio. Sus ojos grises estaban puestos en el rostro destrozado de Gabbe.

—También yo le di una buena paliza—reiteró Gabbe con los ojos cerrados.

—Pero él te ha dejado ciego por unos días.

—Y yo lo he dejado chimuelo.

—¿En serio? —preguntó Kevin, entornando los ojos.

—Me tiró una muela, ¿ves? —estiró su mejilla lo suficiente para que el curioso de Kevin mirase el hueco rojizo que había en sus encías traseras.

—Al menos fue una muela.

—Si quieres... podría intentar quitarle un incisivo central—bromeó Gabbe e hizo una mueca. La posición en la que se encontraba era cómoda, pero realmente le dolía el cuerpo. El sofá que compartía con Egon era grande, sin embargo, ambos eran muy orgullosos como para recostarse uno encima del otro.

—Sobre mi cadáver—bramó Egon, con molestia y cerró los ojos.

Kevin rio y Austin resopló, se sentó junto a Egon y se acercó a su oreja para susurrarle algo.

—¿No ha llamado Thomas? —preguntó. Egon abrió los ojos y frunció el ceño.

—No. ¿Por qué?

—¿Podrías preguntarle a Gabbe si es tan amable de darme el número de donde Thomas va a hablar?

—¿Por qué tanta insistencia? —estrechó los ojos.

—No terminé de hablar con él ese rato—desvió su aterciopelada mirada a otra parte—en serio; necesito hablarle.

—Hey—dijo Egon, pateando levemente el pie de Gabbe. El otro hizo una mueca y jadeó—dice mi amigo que le des el número de teléfono de Thomas, le urge hablar con él.

—Que le llame de mi teléfono—gimoteó—alguien de ustedes lo tiene.

Egon volvió el rostro a su amigo y Austin le enseñó el teléfono.

—Es todo tuyo.

Austin, ruborizado, asintió y optó por meterse al baño, donde estaba seguro que nadie lo oiría. Kevin lo miró de soslayo y Trenton lo ignoró, ya que hablaba con su madre en una esquina del ático.

—¿De casualidad a tu amigo le gustan los chicos? —el gemelo alcanzó a escuchar como Gabbe le preguntaba a Egon antes de encerrarse en el baño. Austin se preparó mentalmente para llamar a Thomas. Últimamente le ansiaba saber de él. Saber si estaba bien o simplemente escuchar su voz. Extrañaba oír sus tonterías o consejos. Nunca pensó que extrañaría a alguien más que no fuera Aubrey, su hermana gemela que estaba... muerta o en Martha, la anciana que comenzaba a querer. Buscó con manos temblorosas la última llamada realizada y marcó. Se frotó el cuello con frustración y esperó. Pero, ¿Qué le diría? "Eh, hola, Thomas. Soy Austin, fíjate que no he dejado de pensar en ti y me preguntaba si estabas bien." No. Definitivamente no... Se mordió los labios y esperó.

—¿Gabbe?

Por alguna extraña razón le molestó escuchar ese nombre en los labios de él.

—No. Soy Austin—carraspeó.

—¡Austin! —canturreó Thomas, provocándole risa— ¡quería llamar de vuelta, pero supuse que no iban a querer pasarte el teléfono!

—Egon hizo el favor, ya sabes.

—Bendito sea Egon—rio—ese rato no pudimos hablar con calma.

—Sí. Es que Egon y Gabbe se agarraron a golpes.

—¿Qué? —se asustó— ¿están bien?

—Sí y creo que ahora son amigos. Gabriel ya está de nuestro lado.

—¿Cómo? ¿O sea que Gabbe y Egon se pelearon, pero ahora son amigos?

—Algo así. Es confuso, pero ambos quedaron totalmente golpeados.

—Me imagino. Los dos mueren por la misma chica—suspiró Thomas—es muy romántico cuando dos personas se pelean por ti, pero en el caso de Shelby no, porque ella está inconsciente y ni sabe lo que ha pasado.

—Shelby se moriría si los viera con el rostro desecho—se burló Austin—y a propósito de ella, ¿cómo está? Cuéntame bien que pasó.

—Intentó suicidarse abriéndose los brazos verticalmente como canales—respondió, azorado—y ha sido una tonta, Austin. ¡Una verdadera tonta!

—Lo sé. ¿A quién se le ocurre abrirse las venas por segunda vez?

—No es por eso, sino por... —Thomas cerró la boca de golpe.

—¿Sino qué...?

—No sé si debo decirte. Egon se volvería incluso más demente si se entera.

—¿Qué pasa? ¡Dime! ¿Algo más le pasó a Shelby?

—Emmm... sí.

—¿Qué cosa? —Thomas no respondió—joder, Thomas, habla de una maldita vez.

—Shelby está embarazada.

Austin entornó los ojos y vio su reflejo en el espejo del lavabo, atónito.

—Ay, Dios...

—Tiene dos semanas y unos días, según dijo el médico.

—¿Y eso no le afecta al haberse herido de esa manera?

—Por supuesto que sí. Perdió mucha sangre y bueno... a su bebé puede afectarle a la larga.

—Ay, Dios—se llevó una mano a la frente—a Egon le dará un ataque cuando se entere.

—¡No se lo digas! Aún no.

—¿Cómo quieres que no se lo diga? Es su novia y su hijo de los que estamos hablando, Thomas.

—Lo sé, pero Egon tiene otros asuntos que atender. Imagínate que se descuide y los hombres de su ex jefe lo sorprenden y lo matan... de solo pensarlo me da escalofríos. No sería justo para Shelby enterarse que su novio murió preocupado por ella.

—Tienes razón, pero, ¿qué haremos?

—Por el momento esperar a que ella reaccione, yo no estaré mucho tiempo aquí.

—¿Qué? ¿A qué te refieres? —se horrorizó.

—Mis padres vienen por mí y regresaré a casa.

—¿Piensas abandonarnos así sin más? ¿Piensas abandonar... me? —pronunciar las últimas palabras le costó bastante. Thomas tardó en responder.

—No los abandonaría. Estaría al contacto con ustedes, además, necesito despejar bien mi cabeza sobre todo lo que ha ocurrido.

—¿Despejar? ¿A qué te refieres?

—Siento que quizás fue un error unirme a ustedes.

—No. No fue un error. Y si así lo fuese, entonces fue el mejor que has cometido jamás.

—Te noto extraño.

Te extraño, Thomas, eso pasa—confesó con desasosiego.

—Yo... yo también te extraño Austin.

El gemelo estaba cien por ciento seguro de ser heterosexual, pero a la llegada de Thomas, comenzó a dudar. Le asustaba la idea de comenzar a sentir algo por él.

—Envíame una foto.

—¿Qué?

—Tómate una foto y envíamela.

—Pero ese es el teléfono de Gabbe.

—¿Eso importa? La borraré después, solo quiero verte.

—Lo haré si lo haces tú también.

—Hecho.

Colgaron al mismo tiempo y se tomaron una foto. Austin recibió la de Thomas quince segundos después y sonrió al verlo. Lucía demacrado por el sueño y despeinado. Pero sonreía enormemente y sus ojos verdes como aceitunas, brillaban. No andaba sus lentes, por lo que el color de sus ojos se intensificó más. Se miraba muy... guapo. Y deseó poder abrazarlo. Ahora era su turno. Miró a todos lados, eligiendo un buen sitio donde colocarse y tomarse la foto. Intentó sonreír, pero solo logró hacer una mueca. Se la envió y esperó. A los dos minutos, Thomas llamó.

—Te ves muy... —enmudeció instantáneamente.

—Termina lo que ibas a decir—le instó Austin.

—Te ves muy bien en la foto.

—Sé qué no quisiste decir eso.

—Claro que sí—le contradijo.

—Bobo.

—Tonto.

Me gustas.

—También me gustas...

Los dos chicos se quedaron en silencio, tras haberse confesado algo muy íntimo y delicado que solamente ellos sentían.

—¿Qué has dicho? —preguntó Austin, sin poder creer en la respuesta de Thomas. Y tampoco podía creer que se atreviera a decirle que le gustaba cuando aún dudaba de su sexualidad.

—También me gustas—repitió Thomas, avergonzado—y realmente pensé que te gustaban las chicas.

—Me gustan las chicas—afirmó Austin—pero también me gustas tú.

—Entonces...

—Entonces creo que soy bisexual—la idea no le agradó. O era homosexual o heterosexual. No ambas cosas.

—Decídete por el sexo que más te llame la atención. Ser bisexual es un poco más complicado.

—¿Eres homosexual?

—Sí. Cien por ciento—replicó Thomas, con orgullo.

—Quiero verte en persona, Thomas. Por teléfono siento que no es lo mismo que vernos a la cara.

—Soy más valiente hablando a través de un aparato que en persona.

—¿Desde cuándo te he gustado? —interrogó Austin, aunque ya sabía la repuesta.

—Desde que te vi por primera vez en el show de mi universidad, cuando bailé con Shelby.

—¿Por eso fue que decidiste acercarte a nosotros? ¿por mí?

—Por ti—repuso—cuando te vi, supe que eras la persona que estaba buscando y pensé que te gustaban las chicas, pero, aun así, me arriesgué.

—Madre mía. ¿por qué no me lo dijiste antes? Te traté muy mal los primeros días. Lo siento.

—No lo sientas. Estabas devastado por lo de tu hermana y no pretendía darte molestias, solo apoyo.

"DATOS INSUFICIENTES"

—¿Qué es esa voz? —preguntó Austin.

—Vaya, ya no tiene datos esa porquería.

—Maldita sea—se quejó Austin.

—Mejor hablaremos después, ¿te parece?

—Sí. Me alegró mucho hablar contigo, Thomas.

—También a mí. Aunque no sé qué pasará cuando nos veamos las caras otra vez. Me siento extraño.

—Ya sé lo que haré cuando te vea.

—¿Qué harás?

—No sé... abrazarte quizás. Y...

—¿Y qué... más?

—Besarte—colgó. Austin salió del baño con el rostro completamente sonrojado y fue presa de las miradas de Egon, Kevin y de Trenton. Menos de Gabbe, porque él no podía abrir los ojos en su totalidad. Recordó sobre el embarazo de Shelby y se mordió la lengua para evitar una indiscreción. Pasó junto a Egon y le entregó el teléfono. Y él le pasó el aparato al dueño, quién simplemente lo dejó sobre su regazo y suspiró.

—¿De qué tanto hablaron? —quiso saber Egon como quién no quiere la cosa. Sus ojos negros estaban puestos en la tv y Kevin se acomodó en el suelo.

—Cosas varias—respondió con incomodidad.

—¿Y cómo está Shelby? —Egon despegó la vista de la tv para verlo. Todos lo hicieron, lo miraron con atención, incluso Gabbe, o al menos, trató de abrir los ojos.

—Sigue igual. Estable, pero sin reaccionar.

—Maldita sea. Quiero ir a verla.

—Si vas a verla, es tu muerte segura, Egon—le explicó Gabbe, como si fuera un retrasado.

—Mejor cierra la boca y sigue reposando, Gabbe—era la primera vez que le decía así y se enfadó.

—¿Hasta cuándo pondremos fin a todo esto? Es necesario matar a tu antiguo jefe, Egon. Ese malnacido no debe tardar en enviar a sus hombres por ti y nosotros—agregó Trenton. Ese chico había dejado atrás el miedo y la cobardía. Ahora le encantaba formar parte del grupo de Egon y de asesinar personas que se lo merecían.

—Cuando mi cara vuelva a la normalidad—respondió Gabbe, estremecido—no veo un carajo.

—Cuando estemos un poco mejor. No tengo fuerzas para coger un vaso con agua—se quejó Egon.

—¿Quieres agua? —preguntó Trenton. Egon asintió—eh, Kevin, ¿podrías traer una jarra con agua, por favor?

El chico no lo terminó de oír y se levantó como un rayo hacía la puertecilla que estaba en el suelo, la abrió y de un salto bajó del ático.

—Pensé que todos eran sádicos—murmuró Gabbe.

—Somos humanos y tenemos nuestros momentos normales.

—Esto es... ¿Cómo decirlo? Extraño...

—¿Te sorprende tanto darte cuenta que Egon Peitz no es, después de todo, un maldito asesino serial demente? —preguntó Austin.

—Eh, sí. Es que...

—Ahora entiendes por qué Shelby se enamoró de él—añadió Trenton, riéndose con diversión—lo sé, a mí me tomó un tiempo comprenderlo.

—¿Te gustaba Shelby? —Gabbe logró abrir un poco más los ojos de lo sorprendido que estaba. Egon simplemente resopló.

—Es muy guapa, pero me detestaba. Incluso salí con su mejor amiga, pero eso estropeó todo.

—¿Y dónde está su mejor amiga?

La expresión de Trenton se ensombreció.

—El maldito ex jefe de Egon la tiene en Austria secuestrada.

Gabbe juntó las cejas y después, como pudo, miró en dirección a Egon.

—¿Cómo? —preguntó.

—Te lo voy a resumir—eludió con aburrimiento—la situación es que tengo un primo hermano que también trabajaba o bueno, trabaja para mi ex jefe y él vino siguiéndome cuando escapé de prisión y tomó de rehén a la mejor amiga de Shelby y novia de Trenton, Lola Calvin—explicó—el caso es que mi primo, Norman, está de verdad loco. Quiere matarme y se ha llevado a esa chica a Austria para ser enviada a Rusia y ser prostituida.

—¿Tienes un primo que forma parte también de tu secta? —Gabbe bufó.

—Sí, pero nos detestamos.

—¿Y si lo detestas, por qué no lo has matado?

—Porque es demasiado listo. Austin le disparó al bastardo por la espalda y se salvó.

—Austin, chico, debes apuntar a la cabeza—le aconsejó Gabbe.

—No podía pensar bien porque ese rubio infeliz le metió un tiro en la frente a mi hermana gemela—replicó Austin con una mueca, aunque bien, Gabbe no podía verlo.

—¿Tenías una hermana gemela? —Gabbe se mostró incluso más sorprendido. Aquellos chicos eran demasiado misteriosos.

—Sí. Aubrey.

—Lo lamento.

—No lo lamentes. Pasó lo que tenía que pasar—Egon le palmeó el brazo y Austin se estremeció.

—¡Agua para Egon! —gritó Kevin entrando al ático con una jarra con agua fría y hielos, y en los pantalones llevaba varios vasos de plástico. Egon le recibió un vaso y bebió todo a pecho, relajándose minutos después— ¿de qué me perdí? —preguntó el adolescente.

—La verdad es que de nada que tú no sepas—respondió Egon—poníamos al tanto a este sujeto—señaló a Gabbe.

—Me encantaría saber más del nuevo integrante del grupo—añadió Trenton, frunciendo el ceño—él ya sabe de nuestras cosas, pero no sabemos de las suyas.

—Hablan de mí como si no estuviera presente—se quejó Gabbe y recargó la cabeza en el respaldo con aire cansado, estrujando la bolsa congelada en su rostro. Le dolía el pecho.

—Entonces cuéntanos algo de tu vida—espetó Trenton.

—¿Qué puedo decir? Mi padre trabajó toda su vida para Dorian Tyler, el padre de Shelby, hasta que murió en un tiroteo con policías cuando yo tenía diez años—comenzó a decir—Dorian me adoptó y no tuve opción más que conformarme en servirle también. Y me enorgullece trabajar para él.

Egon lo miraba con escepticismo.

—¿Orgulloso de trabajar con él en vez de tu trabajo?

—Sí—se rascó la nariz e hizo una mueca de dolor—asesinar personas, robar y así, no me gusta, pero tengo la capacidad de hacerlo.

—¿Por qué? —quiso saber Austin.

—Porque no tuve ni tengo alternativa. Y esa es mi historia. Llevo diez años trabajando para Dorian.

—¿Tienes veinte años? —silbó Egon, incrédulo.

—Sí. ¿Tú también?

—No. Tengo veinticinco, en unos meses cumplo veintiséis.

—¿Qué? Podría jurar que tenías mi edad.

—Es una ventaja tener cara de puberto—se burló Egon.

—No soy ningún puberto, la adolescencia termina a los dieciocho años—protestó Gabbe y de haber podido abrir los ojos, los hubiera puesto en blanco, pero no pudo.

—Me refiero a qué me es más fácil ejecutar mi trabajo teniendo la apariencia de un chico entrado en los veinte y no mayor. Eso me ha servido de mucho.

—¿A qué te dedicabas realmente? Según mi jefe, Marlon Blake se dedica especialmente al tráfico de muchachas para la prostitución.

—Tanto mi primo como yo, desde que éramos menores de quince años comenzamos a engatusar chicas y así llevárselas a él. Solo en eso consistía nuestro trabajo y con forme crecimos, fuimos ascendidos. Matar, secuestrar y... —Egon se pasó una mano por el cabello con cierto nerviosismo—... violar...

El ambiente se tornó sombrío y Egon se arrepintió de inmediato. Hablar con Shelby era reconfortante y suave, pero hablar con esos chicos era otra cosa. Todos se quedaron callados y estupefactos. En especial Kevin Black. El chico abrió la boca y entornó los ojos, incapaz de creerlo.

—¿Violaste? ¿Eras violador? —Gabbe fue el primero en reaccionar.

—Sí. Era mi trabajo.

—Qué asco—hizo una mueca.

—Créeme que no es asqueroso—contraatacó Egon.

—¿Y Shelby lo sabe?

—Desde luego que sí. Se lo confesé desde que nos conocimos.

—Vaya. El amor que te tiene Shelby es del bueno—interpuso Austin—te quiso a pesar de tu pasado.

A Gabbe no le hizo gracia y Egon sonrió.

—¿Ahora entiendes, Gabriel, porque yo no puedo dejarla ir? Ella es mi todo.

—Shelby también ha tenido problemas cuando pequeña y creo que ya la entiendo.

—No te atrevas a decirle enferma a Shelby porque el que terminará enfermo y sin poder caminar serás tú—le advirtió Egon y Gabbe sonrió levemente.

—Podrías estar más que convencido que Shelby necesita a alguien que sepa controlarse.

—Yo había pasado tanto tiempo corriendo y al fin alguien me atrapó; y esa persona fue Shelby.

—Si tú lo dices...

—Vete al infierno—Egon alzó la voz.

—¡Hey! No más peleas—argumentó Kevin—mis padres están en casa y no quiero que los escuche pelear.

Egon apretó la mandíbula y se vio obligado a obedecer, después de todo, lo que necesitaba era tranquilidad y reposo, ya que, estaba molido y no tenía ánimos de discutir.

«Viena, Austria»

—¡Eres un cerdo! —gimoteó Lola, tratando sin éxito cubrir su desnudez ante Norman. El rubio sangraba brevemente de la espalda, señal que Lola le había hecho daño en su herida al tratar de defenderse. Pero él abusó de ella sin importarle nada. Norman era parecido a un animal con una capa de piel muy gruesa que solo necesitaba unas semanas para sanar y después quedar como nuevo. El impacto de la bala quedó a escasos dos centímetros de perforarle el pulmón y, aun así, violó a la chica. Vaya atrocidad.

—A ver, preciosa—se lamió el labio inferior que también le sangraba tras la mordida que ella le propició al besarla—te ha gustado. No te hagas la digna, estabas muy mojada.

—¡Cállate!

—Te excita ser tomada a la fuerza.

—¡Apártate! —espetó y se cubrió los pechos con vergüenza, pero él le apartó los brazos de un manotazo y la escrutó sin pudor. Esa chica tenía unos perfectos y lascivos pechos enormes que lo enloquecían.

—Conozco tu cuerpo, nena. No cubras nada que yo no haya visto—le besó la clavícula—ponte esto.

Lola, sollozando, lo vio quitarse la playera que tenía algunas gotas de sangre en la zona de la espalda y se la tendió, dejando a la vista su torso desnudo.

La fémina se odió por verlo atractivo a pesar de que fuera un hijo de puta. Los ojos grises de Norman se clavaron en los azules de ella.

—Póntela—ordenó—al menos mereces tener algo puesto cuando vengan por ti.

Norman se dio la vuelta y se sentó en la cama. Se acomodó el cierre de los pantalones, se recostó y cerró los ojos. Con dedos temblorosos, Lola se pasó la playera por encima de la cabeza y sintió la calidez del cuerpo de Norman junto a ella y cerró los ojos, procurando no llorar. ¿En qué maldito lío se había metido cuando se cruzó con ese estúpido rubio insolente?

—Deberías relajarte. Si aún no vienen por ti, eso quiere decir que están más ocupados en otra cosa como para pensar en una norteamericana insignificante. Así que disfruta lo que te queda de dignidad, guapa—le aconsejó Norman, aun con los ojos cerrados. La rubia se sentó a los pies de la cama y se limpió el rostro con la nueva playera que olía a jabón y a sudor de chico. A Norman. Qué desgracia. Echaba de menos a Trenton. Y no sabía si seguía vivo. Ya no tenía a nadie. Habían matado a su madre al llegar a ese estúpido país. Ni bien habían llegado a Austria cuando le metieron un tiro en la frente a su madre y ella quedó en shock.

—¿Por qué a mí, Norman? ¿Por qué habiendo muchas chicas en Nueva York, me elegiste a mí?

—Porque eres perfecta—respondió él—no pude encontrar a nadie mejor que tú.

—¡Ayúdame a salir de aquí, por favor! Juro que no los delataré—suplicó ella, en un intento de persuadirlo. Norman resopló.

—Ya estás hasta el cuello, Lola. También yo lo estoy y solo queda resignación y esperar nuestro destino.

—¿Nunca has pensando en olvidar todo esto y buscar una chica con quién formar una familia?

—Jamás.

—¿Por qué?

Norman abrió los ojos y el color gris se ensombreció.

—Porque me repugnan las personas. Me gustan más muertas que vivas.

—¿Cómo puedes pensar eso? —se horrorizó.

—Digamos que desde que nací, mi madre supo que mi delirio era hacer sufrir a los demás—dijo—y bueno, quiero contarte un secreto.

Lola palideció cuando él se levantó y se acercó a su oreja para susurrarle:

—Cuando yo tenía diez años aproximadamente, asesiné a mi madre solo por el simple hecho de negarme una salida con mis amigos de aquel entonces.

La rubia se incorporó de un salto de la cama y retrocedió, alarmada.

—¿Qué? ¡Eres un jodido loco!

—Entiende que nací para matar, no para amar—volvió a tumbarse en la cama putrefacta.

—¿Cómo es posible que desde pequeño hayas sido un maldito asesino? —preguntó ella en un hilo de voz. Él echó a reír.

—Mi padre era un asesino, pero mi madre y yo desconocíamos su trabajo, y cuando maté a mi progenitora—ahogó una risa como si aquello fuese divertido—él me llevó consigo a entrenarme oficialmente porque llevaba la locura en la sangre. Después me encontré con Egon, mi primo y...

—¿Egon es tu primo? —se sorprendió.

—Sí, pero es un idiota...

"DEJEN DE ESTAR DIALOGANDO COMO SI ESTUVIERAN EN UN PARQUE. EL SEÑOR BLAKE DIO ÓRDENES EXACTAS DE DISPARARLES SI COMETEN ALGUNA ESTUPIDEZ. AHORA NORMAN, SÉ TAN AMABLE DE VIOLARLA UNA VEZ MÁS. HENRY Y LOS CHICOS QUIEREN VER."

A Lola se le cayó el alma a los pies y Norman sonrió con perversidad.

—Norman... por favor... no...

—Son órdenes, muñeca y tenemos que acatarlas. Ya sabes, si cooperas es mejor—volvió a bajarse la cremallera y Lola cerrando los ojos comenzó a desnudarse. Después de todo él tenía razón. Si se resistía le iría peor.

«Atlanta, Georgia»

Thomas se mordía las uñas de las manos con nerviosismo. Jamás en su vida había visto a una persona tan alterada como lo estaba la madre de Shelby Cash, luego de enterarse del embarazo de su hija. Había enloquecido. Su esposo y la hija de este, habían tomado la noticia con tranquilidad, pero ella no. Trixie Cash solo repetía la misma frase una y otra vez:

—Mi hija no puede tener un hijo de un delincuente. No puede.

Incluso las enfermeras del hospital, bajo el permiso del esposo, le administraron un sedante que la mantuvo drogada y serena la mayor parte del tiempo. Los padres de Thomas llegaron a la mañana siguiente con el rostro lívido y sombrío. No llevaron a su hermana menor, lo cual fue un alivio. Y en cuanto divisaron a su hijo, corrieron a abrazarlo.

—¡Nos vamos a casa! —sentenció su madre con los ojos en llamas—esto no te incumbe. Vámonos, Thomas.

—Espera, déjame despedirme de la familia...

—Al coche. Ahora mismo—ordenó su padre y Thomas agachó la cabeza, avergonzado. Miró a Caroline y esta le dijo adiós con la mano al verlo salir. Al menos se había memorizado el número de Egon y conservaba el teléfono que Gabbe le había dado. En eso, se le ocurrió que era mejor dejarle el teléfono a Caroline para que ella lo mantuviera informado. Se despegó de sus padres y corrió a ella, sin miramientos.

—Me voy, Caroline. Y te dejaré este teléfono con el número de mi casa—dijo y anotó su número—llámame si algo sucede con Shelby e ignora las llamadas que entren a este teléfono, ¿okey? ¿puedo confiar en ti?

—Está bien—asintió—vete tranquilo y gracias.

Thomas se inclinó a ella y la envolvió en un abrazo.

—Thomas, vámonos—le instó su padre de mal humor.

Charlie, padre de Caroline le palmeó la espalda como gesto de despedida.

—Hasta luego, señor—dijo Thomas al tiempo que seguía a sus padres. Charlie suspiró y miró a su hija y después a su esposa que yacía adormilada en el asiento de la sala de espera.

—Esto va a acabar mal.

Caroline guardó el teléfono en su bolsillo y ahogó un suspiro.

—Papá—dijo. El hombre volteó a verla rápidamente—quiero ver a Shelby.

—No es hora de visitas, cariño.

—No me importa. Quiero verla—insistió, llenándosele de lágrimas los ojos. Su padre no pudo negarse. Le dolía en el alma ver a su pequeña sufrir.

—Échale un ojo a tu madre, veré que puedo hacer para que entres a verla—dijo y se apartó de Trixie Cash con cautela. Caroline se sentó junto a ella y miró a su padre hablar con una enfermera. Aguardó unos minutos más.

—Acompáñame—le oyó decir a una enfermera. Y ella la miró de soslayo—vamos, te llevaré a la habitación de tu hermana.

La amabilidad de la enfermera la dejó perpleja y no tuvo más que levantarse y seguirla. Miró a su padre que se había sentado junto a su madre y siguió a la enfermera por el pasillo. Anteriormente se rehusó a entrar a ver a Shelby, pero repentinamente le urgió verla. Frente a la puerta que la enfermera le indicó, había un par de policías armados escoltándola afuera.

—¿Qué hacen ellos aquí? —preguntó a la enfermera.

—Está siendo protegida por si alguien quiere llevársela.

—Ah—fue todo lo que dijo. Le enfadó saber que todo el hospital estuviera al tanto de la vida de su hermana y entró mezquinamente a la habitación donde otras enfermeras la sujetaron del brazo suavemente y comenzaron a rociarle spray en el cuerpo y cara. Ellas estaban con cubre bocas y una vestimenta tipo traje de astronauta, pero menos gigante.

—¿Qué hacen? —quiso saber Caroline. Y echó un vistazo en busca de Shelby, pero había una cortina que le impedía ver.

—No puedes entrar simplemente así. Necesitas ser desinfectada para poder verla y ponerte un traje especial.

—Mi hermana no tiene una enfermedad mortal—siseó.

—No. Pero su estado de salud es delicado y los gérmenes pueden ser mortales, más en su estado—le contestó la otra enfermera al tiempo que le estampaba el traje por encima de la cabeza. Se sintió ridícula, pero al final de cuentas le permitieron verla. Apartó de un manotazo la cortina y se quedó sin aliento al ver a Shelby recostada en una camilla especial con tubos conectados a su boca y nariz. Lo que le horrorizó más y que provocó que se echara a llorar fueron sus brazos. Los dos estaban hechos trizas. Las suturas no mostraban más que salvajismo y dolor. Tenía la piel realmente abierta y apenas se lograba cerrar con los puntajes. La mascarilla que cubría gran parte de su cara se empañaba a cada respiración suya. Lenta, pausada y pesada. A Caroline se le rompió el corazón en mil pedazos al recordar que también estaba embarazada. Shelby tenía los ojos cerrados y sus pestañas descansaban tranquilamente sobre sus mejillas húmedas. Sí, húmedas. Como si en la inconsciencia, su corazón llorara. La chica se dejó caer en la silla que había junto a la camilla y cuidadosamente tomó una de sus manos entre las suyas.

—¿Por qué, Shelby? ¿Por qué lo hiciste? —le preguntó en un mar de lágrimas amargas. Pero Shelby no respondió y quizás no respondería en mucho tiempo. La delgada mano de su hermana estaba fría y sudorosa. Comenzó a acariciarla, suave y con ternura. Pasó los dedos en su cicatriz de la muñeca y sintió que iba a vomitar de la locura. ¿En qué momento la vida había perdido los estribos? Primero la muerte de su amado Evan. Su amor verdadero. Y después la agonía de tener que ver a su hermana postrada en una cama con los brazos abiertos y con un bebé creciendo dentro de ella. Todo era tan despreciable, tan deprimente que incluso quería salir corriendo y lanzarse de un precipicio o arrojarse a un tráiler para así sufrir menos que en ese momento. De pronto, el teléfono que Thomas le había dado comenzó a sonar. Y se precipitó. Se apresuró a poner en vibrador el aparato y dudó en contestar, ya que el chico le había advertido que no lo hiciera. Pero luego de pensarlo mucho, contestó cuidadosamente.

—¿Sí?

Hubo un instante de silencio.

—¿Quién habla?

Era una voz de chico.

—¿A quién desea hablar? —preguntó ella a su vez.

—Thomas.

—Thomas se ha ido a casa. ¿Quién lo busca?

—Caroline—dijo la voz. Y ella perdió el color del rostro de la sorpresa—soy Egon Peitz y necesito hablar con él.

—Él se ha ido a casa—repitió, estupefacta.

—Entonces dile que me llame al número que le di—dijo y escuchó unas voces de fondo.

—¿No quieres saber cómo está Shelby?

—Por supuesto que deseo poder saber su estado de salud—dijo él.

"BATERÍA BAJA"

—Esta cosa no tiene batería y se apagará en cualquier momento—objetó ella—así que anota mi número para continuar hablando.

—De acuerdo. Díctame.

Caroline recitó los números y Egon los anotó en un papel.

—Llámame en veinte minutos—dijo y el teléfono cortó la llamada a causa de la falta de batería. Aprovechó rápidamente a anotar el número de Thomas y el de Egon en el suyo antes de que el teléfono se apagara por completo y después prosiguió hablándole a su hermana.

—Ha llamado Egon Peitz... quiero decir, el imbécil de tu novio—se corrigió— ¿no es absurdo? Al menos está preocupado por ti y no como mamá—suspiró—se ha vuelto loca completamente. No tomó bien la noticia de tu embarazo. A decir verdad, tenía la ilusión de tener un bebé con Evan antes que tú; pero mis planes se destruyeron. Evan murió y tú te adelantaste—sonrió entre lágrimas—lo bello de todo esto es el ser que llevas contigo, hermanita. Ese nene que yace creciendo dentro de ti. Tienes que salir de esta, Shelby. Te necesitamos aquí. El mundo te necesita. Yo te necesito, incluso tu tonto novio que es un criminal bastardo.

Aspiró hondo y besándole la muñeca a su hermana, se dispuso a salir de ahí. Le quitaron aquel traje y salió al pasillo donde no había más que personas y más personas. Los policías que escoltaban la habitación ni si quiera la miraron. Se acercó un poco a la sala de espera donde su padre seguía abrazando a su madre y sacó su teléfono. Egon la llamaría en cualquier momento; por lo que se deslizó fuera. Fue al estacionamiento y esperó. Al cabo de cinco minutos, entró una llamada.

—¿Caroline? —preguntó él.

—Egon—dijo ella a su vez.

—¿Cómo está ella?

—Estable. Pero no despierta.

—Quiero ir a verla, pero sé que hay policías ahí.

—Mejor no lo intentes.

—Vaya, pensé que me odiabas.

—Te odio.

—Gracias.

—¿Y no preguntas por el estado de Shelby?

—Me acabas de decir que está estable, ¿no?

—No. Me refiero a... —se quedó en silencio—espera, ¿acaso no estás enterado?

—¿De qué? —su voz sonó muy seria.

—Oh Dios...

—¡De qué debo enterarme! —gruñó.

—Serás papá, idiota. Mi hermana está embarazada y obviamente ese hijo es tuyo.


SIGANME EN MIS REDES SOCIALES PARA ESTAR EN CONTACTO:

Continue Reading

You'll Also Like

525K 63.8K 7
Han pasado tres años desde que Leigh sufrió a manos de un monstruo. Y ella se ha dedicado a sanar, finalmente, decide dejar atrás Wilson, y empezar u...
8M 570K 100
«-¿Qué... quieres, Theo? Solo tres palabras. Solo tres palabras y mi nombre bastan para que mi mundo cambie por completo. -Intentemos ser amigos, Tra...
4.8K 382 52
PRIMER LIBRO DE LA TRILOGÍA. La inigualable Anairam debe enfrentarse a cosas que dió por hecho que solo existían en los cuentos, sin darse cuenta que...
13.8K 2.9K 60
Libro 1 de la serie "Destino" La chica de la Dulce voz cuenta la historia de Luke Foster; un joven que a sus 18 años se vio obligado a pasar un año d...