Dark Beauty © Libro 1. (TERMI...

By MiloHipster

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Dicen que los asesinos y criminales para que puedan ejercer su labor de asesinar o torturar, necesitan tener... More

Prólogo
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#Nota VIII
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CAPÍTULO FINAL 92
Epílogo
Extra
Personajes
Aviso.
DEDICATORIA
RECOMENDACIÓN ;)
AGRADECIMIENTOS

70

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By MiloHipster

Viajar casi diecisiete horas en una camioneta con un chico tierno, pero sumamente desconocido con más vehículos escoltándolos, era lo peor que podría haber deseado alguna vez. Le dolía la espalda, caderas y las piernas, sin decir que también el trasero más que nada y el cuello. Llevaban alrededor de doce horas viajando sin detenerse, solamente a las gasolineras a ir al baño, llenar combustible y a comprar chucherías para el resto del camino. Y Shelby se sentía cada vez más impaciente. Thomas iba a sus anchas en el asiento trasero: a veces durmiendo o mirando por la ventana. Y mayormente charlando animadamente con Gabbe, como si fueran viejos amigos. Fue extraño. Gabbe y Thomas se habían cambiado de ropa en una gasolinera y ambos lucían atuendos similares, ya que Gabbe le ofreció su ropa y casualmente Thomas se lo aceptó sin poner peros. Shelby pensó que quizás Gabbe era también gay y se alegró que por fin Thomas había encontrado al indicado, pero volvía a ponerse en duda cuando Gabriel McCall la miraba. Sus ojos azules le sonreían con tanta dulzura que le provocaba escalofrío. ¿Por qué ese chico no dejaba de verla de esa manera, sabiendo que ella amaba a otro? Se vio obligada a pensar en Egon. ¡Egon, sí! Él si valía la pena tenerlo en la cabeza todo el tiempo. Se preguntó si él se encontraba bien y que si tal vez dentro de poco se verían...

—¿Quieren estirar las piernas? —preguntó Gabbe y Shelby parpadeó, saliendo abruptamente de sus pensamientos.

—Sí. Por favor—suplicó Thomas en la parte de atrás.

—¿Y tú, Shelby? —la miró Gabbe. Y ella asintió. Miró al chico sacar el brazo por la ventana y hacer señas a las demás camionetas. Ya era de madrugada, faltaba tres horas para el amanecer y había una gasolinera a solo unos metros de distancia. Shelby no tenía ni una pizca de sueño. ¿Cómo iba a poder dormir mientras tenía a un chico extraño junto a ella? Thomas fue el primero en bajar y ella solamente abrió la puerta y dejó que el aire de la madrugada le refrescara la cara. Escuchó a las demás camionetas detenerse atrás, pero decidió ignorarlos— ¿no piensas bajar a estirarte? —de pronto, Gabbe apareció en su puerta, recargando un brazo en el techo de la camioneta y el otro en el asiento de Shelby, muy cerca de su cabeza. Revolviéndose incómoda, se alejó un poco de él, ya que se había inclinado hacia adelante para verla con mucha atención. Él notó su incomodidad y se apartó rápidamente hacia atrás mostrando su maldita sonrisa tierna.

—Estoy bien así. Me duele un poco la cabeza—se excusó.

—¿Quieres un analgésico?

—No...

Gabbe se palpó los bolsillos y sacó una tableta con pastillas y se inclinó a buscar una botella de agua de la guantera.

—Tómatela. Te hará sentir mejor.

—No es necesario...

—Este tipo de viajes altera a cualquiera, en serio, debes tomarla—insistió, depositándole una pastilla en la palma de su mano. Y al ver que ella miraba aquel diminuto círculo blanco con desconfianza, le acercó la boquilla de la botella a los labios. Al final de cuentas, Shelby obedeció y se tragó la pastilla, aunque no dejó que él le diera agua, le quitó la botella y tomó varios sorbos.

—¿Mejor? —preguntó.

—Pretendo dormir hasta que lleguemos a quién sabe dónde, gracias.

—Me encantaría volver a ver tu sonrisa.

—¿Mi sonrisa? —rio sin humor y él asintió—voy a sonreír cuando me sienta feliz.

—¿No estás feliz ahora?

—No.

—¿A dónde fue tu felicidad? —interrogó con interés.

—Se fue con el chico que amo.

Gabbe arqueó las cejas y su sonrisa se borró unos segundos, meditando la respuesta.

—Es probable que no lo veas hasta después de un tiempo y te sugiero que lo olvides—sonrió y Shelby lo miró con frialdad—no te pido que lo olvides para siempre, solo por un tiempo. No es justo que él se haya llevado tu felicidad cuando apenas eres una chica que le falta demasiado para aprender y descifrar el significado de "felicidad".

—Puedo cambiar el significado a esa palabra—gruñó a la defensiva. Y recordó a Egon y a su manía de crear nuevos significados.

—¿Sí? ¿Y qué significado le darías?

Shelby no pudo evitar mirar los ojos azules de Gabbe que la observaban.

—En este momento no puedo pensar con claridad—balbuceó y sintió un estremecimiento en el cuerpo—me siento rara y...

—Es el efecto de la pastilla—afirmó él, colocándole una mano en la frente y ella cerró los ojos. Echó la cabeza hacia atrás y suspiró.

—¿Dormiré por mucho...? —preguntó, somnolienta.

—Mucho. Cuando despiertes, estarás recostada en una cama suave y segura.

Shelby meneó la cabeza de arriba abajo y suspiró profundamente antes de quedarse dormida. Gabbe aprovechó ese lapso para observarla con detenimiento. Rostro ovalado y muy femenino. Labios rosas, un poco agrietados, pero muy hermosos. Su cabello castaño estaba desordenado, pero de todas maneras olía delicioso y estaba suave. Y de no haber tenido a su amigo a unos pasos de distancia, la hubiese besado.

—Thomas—lo llamó y el chico dejó de mirar las estrellas para correr en su dirección.

—¿Qué pasó?

—Quédate un momento con ella. Tengo que hacer una llamada.

—¿Se durmió? —frunció el ceño.

—Le di una pastilla para descansar. Cuídala mientras regreso.

Thomas asintió con perplejidad y se quedó junto a Shelby. Gabbe se alejó lo suficiente y comenzó a marcarle a su jefe, quién extrañamente no le había marcado en todo el día. Respondió a la décima vez y Gabbe suspiró.

—¿Pasa algo? —Dorian Tyler fue al grano.

—Supongo que sí. No llamaste en todo el día.

—Ah—gruñó Tyler—estaba arreglando unos asuntos y tratando de rastrear a Peitz; hace unas horas había logrado encontrar su ubicación, más no donde estaba exactamente. Sólo sé que está en Nueva York, pero no hay nada más. Ninguna dirección y hasta hace rato perdí su rastro, como si hubiera muerto.

—No lo está.

—Obviamente que no. Pero al parecer sabe cómo ocultarse o conoce a alguien que es un genio en informática y lo está ayudando.

—Eso es grave—se mordió el interior de sus mejillas.

—Voy a encontrarlo—rechinó los dientes con furia—pero mientras tanto, tú seguirás al lado de mi hija hasta que te mande llamar. Recuerda que ella no debe saber de mí.

—¿Cuánto tiempo...?

—El necesario.

Gabbe apretó los labios y miró en dirección a la camioneta donde se encontraba la hija de su jefe.

—¿Por qué no me contó que Shelby tiende a instintos suicidas? Pudo haberse quitado la vida en un intento de no venir conmigo y abandonar a ese chico.

Dorian Tyler se quedó en silencio durante un momento.

—La vida privada de mi hija no es de tu incumbencia, hijo. Y te ordeno que no trates de averiguar más sobre el asunto porque no te concierne, además, es un trabajo que te di, y no tienes derecho a saber la vida de ella ni la mía.

—Lo entiendo—replicó, avergonzado—lo siento.

—Nada de "lo siento". Quiero ver a mi hija a salvo en Atlanta.

«Egon Peitz» [HORAS ATRÁS]

Trenton consiguió victoriosamente la dirección de Kevin Black y se despidió de Caroline. A regañadientes, se apresuró a llegar al mismo sitio donde Egon y Austin lo esperaban impacientes. A pesar de que Egon conocía la dirección, no podía arriesgarse a que el niño decidiera llamarle a Caroline para rectificar que era cierto de que les había dado su dirección y sospechara.

—¿Cómo sé que no me van a matar después de rastrear a Shelby junto con el chico? —preguntó Trenton en el trayecto a la casa de Kevin Black.

—Si te quisiéramos muerto—musitó Egon—no estarías respirando en este momento. Ahora cállate y conduce.

Trenton, haciendo una mueca de fastidio y de dolor a causa de su herida, puso en marcha el Volvo bajo órdenes de Egon, quién le apuntaba minuciosamente con un arma en el asiento del copiloto y en asiento trasero, Austin le apuntaba también, directo en la base del cráneo. Llegaron justo a la dirección correcta y Trenton bajó lentamente del coche, siendo custodiado por el par de criminales dementes, pero sumamente atractivos. La casa de Kevin Black era muy elegante y lujosa. Incluso había personas podando el césped.

—Ve y llama a la puerta.

Trenton, con los puños cerrados, obedeció. Caminó mecánicamente hacia la reja que dividía el jardín con la calle. Tocó el timbre y varios jardineros alzaron la mirada a él, pero ninguno se molestó en atenderlo. Trenton gruñó cuando la puerta de cedro se abrió a varios metros de distancia y vio al niño asomar la cabeza con desdén. Sus ojos grises mostraron sorpresa y a la vez incertidumbre. Metió la cabeza y luego salió completamente. Se dirigió a Trenton con pasos firmes y la barbilla ligeramente elevada.

—¿Se te ofrece algo? —preguntó. El tono en su voz denotaba protección a su entorno y curiosidad. Trenton no respondió al instante. Volteó disimuladamente hacia atrás y miró por encima del hombro a Austin y a Egon que lo esperaban dentro del auto.

—Sé que es raro que haya venido a tu casa—comenzó a decir Rex con nerviosismo, ya que Egon no le explicó muy bien que era lo que debía hacer.

—Demasiado raro—arrugó la nariz y se cruzó de brazos—nos conocimos hace unas horas en casa de Caroline. ¿Quién te dio mi dirección?

—Ella.

—¿Por qué?

Vaya que era listo. Además, Kevin no abrió la reja de metal, sino que se quedó adentro de la protección de su casa para hablar con él.

—Alguien quiere hablar contigo.

—¿Shelby? —se le iluminó el rostro.

—No. Pero es alguien cercano a ella.

—¿Quién? —hizo una mueca y ladeó la cabeza. Su rubio cabello se alborotó y se lo acomodó con la mano.

—¿Por qué no vienes conmigo y hablamos mejor? —miró a los jardineros que observaban interesados la situación.

—No puedo salir. Mis padres no están en casa.

—Entonces, ¿podemos pasar?

—¿Quién viene contigo? —estiró el cuello por encima del hombro de Trenton, pero no logró ver a nadie, ya que era muy bajito de estatura.

—Escucha—dijo Trenton careciendo de paciencia. Se llevó los dedos a la frente y comenzó a frotarse la piel con ansiedad—necesito hablar contigo a solas. Estamos expuestos aquí y sé que eres muy listo como para darte cuenta que estoy en lo correcto.

Kevin se mordió los labios y miró a todas direcciones con nerviosismo.

—Bueno, sígueme—alargó una mano hacia un aparato que estaba en la reja y marcó una combinación de números. La reja se abrió y Trenton dio un paso dentro de la casa, se volvió a su auto e hizo señas para que bajaran. Kevin, a medida que Egon iba apareciendo en su campo visual, su rostro se contrajo de molestia y gruñó.

—Ahora sé a quién te referías con "cercano a ella"—masculló el adolescente con repugnancia. Entonces Egon se plantó frente al chico con alguien más a su espalda. Kevin se cruzó nuevamente de brazos y lo desafió con la mirada. El chico debía medir 1. 60 mts y Egon... Egon medía aproximadamente 1. 90 de estatura, y era notoria la desventaja del pequeño rubio, pero, aun así, lo desafió.

—Vamos—dijo Kevin en un siseo y se abrió paso al jardín con los tres chicos detrás. Los jardineros fruncieron el ceño, pero no dijeron nada al respecto. Cuando estuvieron una vez en el interior de la enorme casa, Trenton se sentó en el sillón y Kevin miró furtivamente a Egon y a Austin.

—¿Qué quieren de mí? —inquirió el adolescente.

—Sé qué eres muy bueno en las computadoras—puntualizó Egon con seriedad. El rostro del chico de cabello rubio se llenó de egocentrismo y asintió—por lo que requerimos tu ayuda. Yo puedo brindarte lo necesario para que tu computadora tenga la magnitud de las computadoras especializadas en rastreos, siempre y cuando aceptes ayudarnos.

Las pupilas de Kevin se dilataron.

—¿Puedes hacer eso?

—Desde luego que sí—chasqueó los dedos y Austin se apresuró a sacar un aparato pequeño de la mochila que tenía en los hombros—esto puede hacer que tus computadoras rastreen incluso a tu perro, pero como yo no tengo una computadora y tampoco sé cómo usar esto—le mostró el aparato y Kevin se sorprendió—no puedo hacer nada con él—evaluó la reacción emocionada del niño y arqueó una ceja— ¿lo quieres?

—Sí.

—Entonces ayúdame y será tuyo.

—¿Qué debo hacer? —preguntó con atención—haré cualquier cosa que me pidan.

—Rastrea a Shelby y ayúdame a desaparecer del mapa.

—Por supuesto—dijo el chico, excitado—vamos a encontrar a Shelby y tú serás invisible. Nadie podrá rastrearte. Déjamelo a mí.

—¿Puedo irme ya? —preguntó Trenton.

—No—replicó Egon—me vas a llevar a la casa de tu noviecita.

—Lola está muerta—graznó.

—No quiero ir a verificar si está viva—gruñó—me vale un tocino su vida. Lo que quiero es ir a su casa.

—¿Para qué?

—Cuando Egon dice una orden, la acatas o si no, te mueres—espetó Austin, con los ojos en llamas y Trenton cerró la boca. Kevin miraba emocionado el aparato mientras que ellos discutían.

—¿Cuándo comenzamos? —preguntó el chiquillo, sonriendo. Egon se volvió a él.

—Ahora mismo—objetó y miró a Austin—te vas a quedar con él y vas a darle las indicaciones que te dije, ¿okey?

Austin asintió.

—Y tú—miró a Trenton—llévame a la casa de esa rubia.

Salieron disparados a la calle siendo presa de los jardineros que los miraron al salir. Adolorido, Trenton puso en marcha el auto y Egon suspiró.

—Lamento hacerte todo esto, Rex, pero no tengo opción—dijo, apuntándole con el arma.

—Te agradecería mucho que bajaras esa cosa.

—De acuerdo.

Egon bajó el arma y miró al frente.

—Ya no eres muy sádico, ¿no?

—No me subestimes.

—Bien, bien—continuó conduciendo—no voy a decir más, pero quiero que ya no me apuntes con ninguna arma, ya tengo muy malas experiencias.

—Si aceptas ayudarme a partir de ahora, probablemente confiaré en ti.

—No hablo de confiar...

—Pero yo quiero confiar en ti. Después de todo, ya sabes a lo que me dedico y no cambiará nada. Aunque quiero que sepas que si traicionas la confianza que depositaré en ti, no voy a dudar ni un segundo en meterte una bala en la cabeza. No me has conocido realmente.

—Prefiero no conocerte.

—Entonces quédate tranquilo. No te haré daño. Solo quiero contar con más ayuda para recuperar a mi novia.


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