Dark Beauty © Libro 1. (TERMI...

By MiloHipster

1M 80.8K 7.4K

Dicen que los asesinos y criminales para que puedan ejercer su labor de asesinar o torturar, necesitan tener... More

Prólogo
01
02
03
04
05
06
07
08
09
10
11
12
13
14
15
16
17
#Nota
18
19
2O
21
22
23
#Nota II
24
25
26
27
28
29
30
31
32
33
34
35
36
#Nota III
37
38
39
40
41
42
43
44
45
46
47
48
49
50
51
52
53
54
55
#Nota IV
56
57
58
59
60
61
63
64
65
66
67
68
69
#Nota V
70
71
72
73
74
75
76
77
78
79
80
81
82
83
84
85
#Nota VI
#Nota VII
86
87
88
89
90
#Nota VIII
91
CAPÍTULO FINAL 92
Epílogo
Extra
Personajes
Aviso.
DEDICATORIA
RECOMENDACIÓN ;)
AGRADECIMIENTOS

62

10K 707 37
By MiloHipster

—Norman ha escapado del hospital.

Aquella noticia tomó desprevenido a Egon que incluso se atragantó con un burrito que comía tranquilamente en la habitación del hotel con Shelby. Escupió lo que tenía en la boca y tosió deliberadamente. Presionó el teléfono con fuerza en su oreja.

—¿Qué has dicho? —volvió a toser y Shelby le pasó una soda para que la bebiera. Le dio un sorbo y escuchó con atención lo que Austin le estaba diciendo.

—Thomas investigó, como todos los días, el estado de salud de White y dadas las circunstancias, llegó en el momento exacto en el que unos diez o quince hombres aproximadamente, entraron a la habitación del rubio, obviamente con pistolas amenazando a todas las personas y sacaron a Norman de ahí. Afuera del hospital los esperaba una camioneta parecida a una ambulancia y nadie pudo hacer nada. Creo que sus cómplices lo han localizado y lo rescataron; los policías que hacían guardia en su habitación fueron asesinados.

Las palabras de Austin las sintió como agua helada en la cabeza. Cuando todo comenzaba a fluir con normalidad, venía alguien a arruinarlo.

—¿Thomas está bien?

—Sí. Más que bien—resopló Austin y Egon alcanzó a escuchar una risa masculina, la cual estaba seguro no era del gemelo.

—Dile al chico que ha sido de gran ayuda.

—Dice que gracias.

Egon suspiró y se frotó el puente de la nariz con aire distraído.

—Egon—dijo Austin con voz seria.

—Dime.

—¿Cuándo volverán?

—Lo más seguro es que mañana o pasado.

—¿Sabes? Creo que lo mejor será es que vayamos hacia donde están ustedes. Aquí no es seguro y necesitamos estar juntos.

—Supongo que quieres que te diga dónde estamos, ¿no es así, chico?

—Sí. O sea, han estado felizmente alejados de nosotros y ya es hora de que compartan su alegría. Principalmente conmigo, desde que Aubrey no está, yo...

—Austin, tranquilo, chico—dijo Egon, tranquilizándolo—tienes razón. Vengan aquí, es un buen lugar para relajarse antes de patearle y pulverizarle el trasero a Norman.

—¡Ya era hora!

—Estamos en Boston. Cuándo estén en la ciudad, les envío la dirección, pero creo que nos trasladaremos a un motel para ser más cautelosos.

—Estaremos ahí mañana—colgó. Shelby miró vacilante al semblante de Egon, que se debatía en sonreír o en lanzar al carajo su teléfono.

—¿Qué pasó? —preguntó ella por fin.

—Norman escapó del hospital—repitió las palabras de Austin y le añadió un poco más de dramatismo al ver el rostro de Shelby tornarse asustado—no literalmente, el bastardo no está lo suficientemente saludable para salir por su propio pie, sino que unos hombres fueron por él; asesinaron a los policías que escoltaban su habitación y se lo llevaron.

—¿Quiénes fueron? ¿Tienes alguna idea?

—No quiero pensarlo, pero creo que fue mi jefe quién los envió.

—¿Con qué propósito?

—Yo—se señaló el pecho—me quiere muerto, Shelby. Ha enloquecido porque sospecha o quizás ya sabe, que me rehúso a seguir trabajando para él.

—¡Hasta cuando nos van a dejar en paz! —jadeó ella con desesperación y él la abrazó.

—Puedo liberarte de esto, Puppy.

—Si piensas que te dejaré solo con todo esto, estás muy equivocando, Peitz—lo miró hostilmente a los ojos—tú y yo somos un equipo.

No obstante, una hora después, Egon y Shelby decidieron abandonar ese hotel y moverse a uno más sencillo y de menor costo para que los demás contaran con sus habitaciones. Eligieron hospedarse en el Motel 6 Danvers, MA - Boston North para mantener un perfil más bajo en aquella ciudad. Más tarde, cuando ambos se encontraban mirando la ciudad desde uno de los balcones de la habitación, el cual tenía mejor vista que el hotel anterior, Shelby observó como Egon miraba el cielo con la boca entreabierta, gesto que le recordó a Thomas y se sintió muy feliz. Era la primera vez que lo miraba relajado y tranquilo sin necesidad de estar dormido. Sin ningún ceño fruncido o alguna mueca de enfado en su rostro. Su expresión estaba relajada sin ninguna línea dura en él. Le resultó placentero verlo hipnotizado por el simple cielo. Incluso la cosa más simple del mundo llegaba a ser totalmente deslumbrante.

—Tus ojos no han dejado de verme—le informó él, sin mirarla.

—Estoy viéndote ver el cielo.

— ¿Sabes? Antes pensaba que las nubes eran de algodón de azúcar y que algún día tendría la dicha de comérmelas, y hasta la fecha, sigo creyéndolo—admitió, ruborizado.

—¿Sigues creyendo que son comestibles o que vas a comerlas algún día?

—Ambas hipótesis—contestó—es absurdo, pero de pequeño mi cabeza era infinitamente increíble. Imaginaba cosas que obviamente no eran reales y al parecer, yo vivía de mis propios sueños.

—¿Qué hay de esos sueños ahora?

—Desaparecieron o simplemente los eliminé de mi vida. Ya es costumbre desechar mis recuerdos.

—¿Y por qué el de las nubes permanece?

—Surgió justo ahora, estando contigo. Ya lo había olvidado por completo, es raro.

—Cuando llegue el día que comas las nubes, ¿podré acompañarte?

—Serás la primera en saborearlas—prometió, sonriendo.

Al siguiente día, Martha y Austin ya se encontraban en Boston, buscando la dirección exacta del motel donde Egon y Shelby estaban. La pareja se apresuró a limpiar el desorden y dejar todo como Dios manda. Shelby rompió a reír cuando Egon, en un intento de sacudir la cama, tiró su teléfono al suelo con tal fuerza que la pantalla se hizo añicos.

—¡Maldición! —se quejó, recogiendo el aparato quebrado. Aun funcionaba, pero estaba pésimo como para utilizarlo.

—Todavía sirve—observó Shelby, desde el otro lado de la cama.

—No voy a usar esta basura, lo voy a terminar de destrozar y echaré los pedazos en alguna parte—gruñó y fulminó al aparato—pero será luego. Ahora tenemos que ordenar porque no tardan en venir.

Recogieron ropa, calzado e incluso resto de chucherías por debajo de la cama.

—Sigo diciendo que no era necesario limpiar nosotros la habitación—refunfuñó Egon, molesto—para eso están las mucamas...

—Sí, pero esto es un desorden terrible—replicó ella con recelo—somos unas personas sucias.

Muy sucias —repuso él, mirándola con picardía.

—Me refiero a sucios de la manera de no ordenar las cosas, no de lo otro...

Sus palabras quedaron suspendidas en el aire al sentir las manos de Egon puestas en su cintura.

—¿Qué te parece si desordenamos más la habitación? —le instó él, gruñendo levemente en su oreja. Sin embargo, el teléfono quebrado de Egon comenzó a sonar, haciendo que siseara, fastidiado. Soltó a Shelby y contestó— ¡¿Qué?!

—¡Ay! —se quejó Martha del otro lado de la línea y Egon parpadeó, ruborizado.

—Martha, lo lamento.

—Claro, eso díselo a mi tímpano que acaba de estallar—masculló.

—¿Qué pasó? ¿Dónde están?

—Estamos afuera del motel que indicaste, ¿Qué esperas para bajar y recibir a esta pobre anciana, pequeño bicho? Corre, mueve ese firme trasero.

—Mi trasero no es firme—se pasó una mano por encima del pantalón y juntó las cejas.

—Bueno; mueve tu lánguido y escuálido trasero y ven a recibirnos.

La llamada finalizó y Egon miró a Shelby, quién contenía la risa. Al parecer el altavoz había estado encendido toda la llamada.

—No te atrevas a reír. Mi trasero no es escuálido ni lánguido—pasó junto a ella dando zancadas hasta la puerta—iré a recibirlos, ¿quieres venir?

—No. Me quedaré terminando de ordenar algunas cosas.

Egon desapareció por la puerta y Shelby se apresuró a meter algunas prendas fuera de las mochilas y alisó las sábanas de la cama para que se mirara impecable. Después de días sin ver a la anciana y a Austin, se sentía nerviosa. Ella era pésima para dar consuelo y temía que dijera algo inoportuno y empeorar las cosas. Luego de unos minutos, Egon volvió con Martha entre sus brazos y detrás de él se hallaba Austin con una leve sonrisa en el rostro y a su lado estaba... ¿Thomas? ¿Qué demonios hacía Thomas ahí? Boquiabierta, miró estupefacta a su amigo de la Universidad y sacudió la cabeza para sonreírle a Martha y a Austin.

—Vaya que se la han pasado de bomba—añadió la anciana con una sonrisa de oreja a oreja—y no quiero detalles.

Abrazó a Shelby y le dio un codazo a Egon en complicidad. Shelby solamente sonrió, ruborizada. Él resopló contrariado y se aproximó al balcón para abrirlo y dejar que el aire entrara.

—¡Austin! —exclamó Shelby y sin dudarlo, lo abrazó. Jamás había tenido ese tipo de contacto con él, pero necesitaba abrazarlo y darle su apoyo. Él le correspondió al abrazo y suspiró sobre su hombro— ¿estás bien? —murmuró en su oído para que nadie más escuchara la conversación, ya que, Thomas esperaba su turno de ser saludado justo detrás de ellos.

—He estado peor otros días—replicó el chico, palmeándole la espalda—estoy bien; no te preocupes.

—Sabes que yo apreciaba mucho a Aubrey y si quieres hablar de algo, solo dímelo.

Él asintió y se separaron del abrazo. Shelby estrechó los ojos acusadoramente hacia Thomas, quién se acomodó los lentes con nerviosismo.

—Thomas Wilson—lo nombró Shelby, con voz fría— ¿se puede saber qué haces aquí?

—Permíteme explicarte la razón de que este chico se encuentre aquí con nosotros—interrumpió Martha con aire divertido. Shelby la miró interrogante, esperando la explicación. Egon miraba ceñudo la escena y Austin miraba a través del balcón; ajeno de la conversación—Thomas está aquí porque es el único que ha logrado que Austin se olvide por un rato de Aubrey—bajó la voz—el chico estuvo muy deprimido y tu amigo ha logrado hacerlo sonreír, cosa que Austin nunca había hecho, ni cuando su gemela estaba viva—continuó diciendo—es más, no lo ha abandonado desde que salió del hospital luego de la riña con el rubio. Thomas ha sido un gran apoyo...

Egon arqueó ambas cejas y Shelby entornó los ojos hacia Thomas. El chico solamente miraba al suelo con los labios entre sus dientes. Sus mejillas enrojecieron visiblemente.

—¿Thomas, amigo, eres gay? —preguntó Egon de repente, pero en un susurro. Los ojos de Thomas se agrandaron y miró a Shelby con desasosiego y después a la anciana, en busca de ayuda.

—¿Por qué lo preguntas? —lo desafió con otra pregunta.

—No soy imbécil—contraatacó Egon haciendo una mueca—así que no quieras ocultar tu orientación. Ahora, dímelo de frente, ¿Eres gay y te gusta Austin?

Shelby no podía asimilar a qué punto se había torcido la plática.

—¿Es tan notorio? —Thomas se encogió en su sitio y desvió la mirada a sus pies una vez más. Shelby abrió la boca y la cerró un par de veces. ¿Thomas era gay?

—Cuando te conocí y te vi bailando con Shelby lo sospeché, pero lograbas aparentar tan bien que incluso dudé...

—... y te pusiste celoso—terminó de decir Thomas, sonriendo—sí, lo recuerdo. Acechaste mi casa durante días, pero bueno, tu novia estuvo bailando con un chico gay.

—No pensé que lo fueras—agregó Shelby, estremecida por la confesión.

—Entonces gustas de Austin—afirmó Egon.

—Eh, sí—balbuceó— ¡pero no se lo digan, por favor!

—No lo haremos—lo tranquilizó Martha—aunque parece que ya lo sospecha.

Shelby se sintió un tanto compasiva con su amigo y le apretó la mano con gesto protector. Cuando por fin todos se instalaron en habitaciones diferentes, decidieron ir a dar una vuelta por la ciudad en el auto de Egon, dejando el Tsuru de Martha en el estacionamiento. Shelby dejó que la anciana fuera en el asiento del copiloto mientras que ella fue en los asientos de atrás en medio de Austin y Thomas, bajo la mirada de Egon a través del retrovisor. Aunque Egon sabía que su amigo era gay, no le encontraba gracioso que ella fuese en medio de dos hombres, pero, aun así, no añadió nada al respecto y entabló una charla animada con la anciana.

—¿Estás consciente de que hay muchas probabilidades de correr peligro con nosotros, Thomas? —Shelby le preguntó en voz baja solo para que él escuchara. Los ojos verdes de Thomas parecían amarillos por el reflejo del sol que se estrellaba contra los cristales de sus lentes, haciéndolo lucir exótico y muy guapo.

—Mi vida ha sido muy aburrida desde que nací—admitió—y bueno, con mi orientación lo era aún más, sobre todo porque no quería darme cuenta de ello hasta que nos hicimos amigos tú y yo, y después que vi a tu amigo Austin—bajó todavía más la voz y Shelby se inclinó a él para escucharlo—supe que mi vida no tenía por qué seguir así, por lo que decidí acercarme a él y a Martha. Ella al principio no quiso contarme nada, pero logré tener su confianza cuando los ayudé a escabullirse de la policía el día del show—habló demasiado rápido que se le había olvidado respirar, e hizo una pausa para recuperar el aliento—el hecho que sean criminales, me gustan más.

—Podrías morir...

—La muerte es bienvenida a mi vida, siempre y cuando muera siendo yo mismo. En casa siempre me trataron con indiferencia y pues... con estas personas siento que encajo en un lugar.

—Ya somos dos, nos sentimos como en casa—lo codeó con una sonrisa—entonces Thomas, eres uno más de nosotros. Se puede decir que somos como una familia, y eres el nuevo integrante.

Los ojos de Thomas se dilataron al notar que Austin se había inclinado hacia adelante y quizás hasta incluso había escuchado parte de la conversación y palideció. Shelby alzó una ceja en dirección del gemelo.

—¿De qué tanto están cuchicheando ustedes dos? —inquirió el susodicho con recelo y entonces Shelby sintió como los ojos de Egon taladraban los suyos desde el reflejo del espejo mientras conducía.

—Hablábamos sobre el nuevo integrante de la "familia"—hizo comillas con las manos y miró a Egon por el rabillo del ojo—Thomas es el nuevo integrante y es grandioso.

—¿Familia? —preguntó Austin, perplejo.

—Sí. Familia—corroboró Egon desde adelante.

—Somos una pequeña familia ahora, chico—afirmó Martha recargado su cabeza en el asiento—es más de lo que alguna vez soñé que tendría. Despertaron mi instinto maternal, cuarteto de bichos, siento que son mis nietos—de pronto los cinco rompieron a reír y Egon casi estuvo a punto de estrellarse contra un árbol. Maniobró el volante y continuaron riéndose. Shelby no podía salir de su asombro. Meses atrás jamás hubiese imaginado estar sentada dentro de un coche con criminales y aun así sentirse más feliz que nunca. No eran familia de sangre, pero en ese momento, los unía la muerte y una pizca de amor.

«Dorian Tyler»

—Investiga a posibles sujetos que, con esta descripción, trabajen para Marlon Blake—le dijo Dorian Tyler a un sujeto, dándole una hoja con la descripción que su ex esposa le había proporcionado. Se llevó una mano a la barbilla y comenzó a frotarse los dedos en torno a ella con aire pensativo. Sus ojos estaban fijos en la pantalla del ordenador que servía para rastrear personas según sus características faciales. El monitoreo seguía buscando sin éxito. Sus ojos seguían meticulosamente la trayectoria de la luz roja enviando ondas en busca de su hija. Dorian Tyler era un sujeto bien parecido. Rondaba los cuarenta y tantos, casi cincuenta y se hallaba en forma. Su pelo negro bien ordenado, su barba de candado bien perfilada y sus grandes ojos avellanas dejaban sin aliento a muchas mujeres de su edad; pero intimidaba a más de uno cuando estaba furioso, tal era el caso de ese momento. Recargó la mejilla sobre su mano empuñada y resopló. ¿Cómo era posible que su hija estuviese involucrada con sujetos como él? Si por eso mismo es que se había alejado de ella para evitar problemas. Lamentaba admitirlo; pero Shelby había heredado su locura por los crímenes, aunque no del todo como él, pero sí su demencia. Miró una vez más la pantalla y notó que la luz roja se tornaba verde. Acercó su rostro lo suficiente para leer la ubicación exacta: Boston, Massachusetts. Estrechó los ojos y cogió el teléfono que tenía a la mano. —Esta es tu oportunidad para ver si has mejorado, Gabbe. Tengo una encomienda para ti—espetó con severidad—eres de la edad de mi hija y sé que podrás traérmela. No mates a nadie a menos que sea necesario.

—¿Cómo sabré encontrarla? —respondió una voz tenue y careciente de humor, del otro lado de la línea telefónica—necesito fotos de su hija y la ubicación exacta de donde está habitando.

—Te enviaré una fotografía suya a tu teléfono—replicó Tyler con frialdad—su ubicación es en Boston, Massachusetts. Se encuentra en un motel llamado Motel 6 Danvers, MA - Boston North.

—Entendido, señor Tyler. No quiere que haya muertos a menos de ser necesario, ¿verdad? —repitió el chico.

—Exactamente.

—¿Hay alguien más con ella?

Dorian Tyler cubrió el auricular cuando se acercó otra persona a hablarle.

—Dame un momento, Gabbe—dijo al teléfono.

—Señor Tyler, aquí está la información sobre el sujeto que dijo que investigara. Su nombre real es Egon Allen Peitz, es originario de Austria. Trabaja actualmente para Marlon Blake y su especialidad es la trata de personas, en especial las jóvenes de quince a veintitrés años.

Los ojos del color de la avellana de Dorian Tyler se encendieron en llamas y apretujó el teléfono contra su pecho con furia. Le arrebató los papeles al sujeto y con una mirada severa, lo hizo retirarse. Miró detenidamente el rostro del idiota que se había llevado a su hija y gruñó. Lo conocía. Lo había visto en uno de los prostíbulos de Rusia cuando Marlon Blake entregaba mercancía fresca a los rusos mientras que él lo observaba a una distancia apropiada y maldecía entre dientes al haber sido rechazado por los rusos por culpa de Blake. Egon Peitz. Repitió el nombre innumerables veces hasta aprendérselo de memoria.

—¿Sigues ahí, Gabbe? —preguntó en un siseo.

—No he ido a ninguna parte.

—Mi hija está con Egon Peitz, uno de los sujetos que vimos hace meses en Rusia, ¿lo recuerdas?

—Desde luego que lo recuerdo. El bastardo intentó golpearme al descubrir mis intenciones.

—Bueno; resulta que ese mismo cretino tiene a mi hija idiotizada. ¿Podrás contra él y traer a salvo a mi hija?

—¿Me va a pagar lo de siempre?

—Te pagaré el triple. Ahora no es una de esas misiones de tráfico de droga, esta vez es personal y confío en ti, Gabbe. Pon en alto el nombre de tu padre.

La llamada finalizó y Dorian Tyler se dejó caer en su silla con los ojos cerrados. Se apresuró a enviarle una foto de Shelby y otra de Egon al teléfono de Gabbe. Confiaba fielmente a ese muchacho cualquier cosa.

«Gabriel McCall»

La idea de ir a una verdadera misión le enloquecía, más si era por órdenes dadas por su mismo jefe, Dorian Tyler. No era un aficionado a matar o a traficar drogas ilegales a otros países, pero su padre había trabajado con Tyler desde hacía mucho tiempo y cuando falleció en un tiroteo con policías, Gabbe quedó solo. Indefenso. Y por milagro, Dorian lo encontró en su casa a los pocos días; moribundo y deshidratado. Lo acogió como un hijo y se lo llevó consigo para entrenarlo. En ese entonces tenía diez años y ahora que iba a cumplir veinte, ya no le asustaba saber que su padre era un criminal, sino todo lo contrario. Le enorgullecía. "BIP, BIP" El típico sonido de alerta de mensaje lo sacó de sus pensamientos. Eran dos imágenes adjuntas. La primera era del idiota con quien tenía que arreglar las cuentas. Su rostro estaba sucio y herido, pero a pesar de ello, sonreía.

—Te voy a borrar esa sonrisa de tu estúpido rostro—le espetó con rabia a la pantalla.

Pero la rabia se disipó de su cuerpo en cuanto vio la otra imagen adjunta, donde, abajo de la foto, decía el nombre de ella: Shelby Cash. La hija de su jefe. Miró con detenimiento la fotografía: Su rostro ovalado y muy femenino sonreía directo a él. Parecía feliz. Tenía una muy bella sonrisa. Su cabello color café estaba recogido en una cola de caballo, pero lo que más le gustaron fueron sus ojos: mieles. Mieles, muy parecidos al ámbar y al sol visto a través de la miel.

—Eres una belleza incomparable—le dijo a la foto y la acarició levemente—te voy a encontrar. Necesito ver tus ojos personalmente.




SIGANME EN MIS REDES SOCIALES PARA ESTAR EN CONTACTO:

Continue Reading

You'll Also Like

4.8K 382 52
PRIMER LIBRO DE LA TRILOGÍA. La inigualable Anairam debe enfrentarse a cosas que dió por hecho que solo existían en los cuentos, sin darse cuenta que...
91.3M 8.5M 65
El pueblo de Wilson es tranquilo, regido por sus costumbres y creencias religiosas muy estrictas, donde Leigh ha crecido, siguiendo cada regla y paut...
17.1K 1.7K 28
Evil † Su mirada me da escalofríos, miedo, como si leyera mis pensamientos. Algo oscuro esconde en su mirada algo que no quiero saber. Ese hermoso h...
1.4K 144 10
Una noche de juegos, un corazón roto, una llamada de broma y una persona inesperada contesta: la receta perfecta para el desastre. Calixte Velia, que...