Dark Beauty © Libro 1. (TERMI...

By MiloHipster

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Dicen que los asesinos y criminales para que puedan ejercer su labor de asesinar o torturar, necesitan tener... More

Prólogo
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#Nota VIII
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CAPÍTULO FINAL 92
Epílogo
Extra
Personajes
Aviso.
DEDICATORIA
RECOMENDACIÓN ;)
AGRADECIMIENTOS

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By MiloHipster

Egon los llevó exactamente al mismo sitio donde le dio su primera clase de disparo, solo que un poco más apartado. En un sitio más complejo e uniforme, incapaz de ser detectado por otros coches que pasaran por la carretera. Entre los dos chicos, Egon y Austin, se dedicaron a trasladar las cosas de entrenamiento del Tsuru hasta donde Shelby y Aubrey se encontraban, ambas mirando el cielo estrellado con fascinación. La gemela no había llevado sudadera por lo que había comenzado a tiritar y Shelby, al verla, se quitó la suya y se la ofreció.

—Vas a resfriarte—se negó la gemela al ver su diminuto top que solamente le cubría el área del busto y lo demás estaba destapado.

—Estaré bien—le entregó la sudadera y esperó a que se la pusiera, y cuando Aubrey obedeció, sonrió. Observaron a los chicos ir acomodando las diversas cosas extrañas en toda el área y Shelby se quedó perpleja al ver como Egon cargaba en el hombro uno de los típicos sacos de boxeo sin ningún esfuerzo. Él había comenzado a transpirar y las gotas de sudor que resbalan de su cuello y rostro, aterrizaban en su playera, luciendo el doble de atractivo. Y Shelby no pudo evitar morderse el labio e imaginarlo como Dios lo trajo al mundo justo en ese momento.

—Qué asco. Están sudados—dijo Aubrey, con asco—y ni si quiera hemos comenzado.

—Se ven adorables...

Al menos Egon se miraba malditamente sexy y Austin parecía un chico gracioso tratando de superar la fuerza de Egon y fracasando al primer intento. Estaba igual de sudado, pero lejos de provocar deseo, daba ternura. Colocaron unos pequeños faroles para tener un poco de luz y no dispararse entre sí.

—Austin—dijo Egon, respirando angustiosamente luego de concluir los viajes al Tsuru—tú te encargarás de tu hermana y le enseñarás a disparar mejor, ¿okey?

El chico asintió y se inclinó a recoger dos armas de la caja negra de Egon y se aproximó a su gemela con orgullo.

—Y yo me haré cargo de Shelby—continuó diciendo el joven austriaco, tratando de regular su respiración y cuando por fin lo logró, la llamó con la mano y los gemelos se encaminaron hacia el otro lado del perímetro, dándoles privacidad y para comenzar aparte su entrenamiento—recuerdo haberte visto con una sudadera—observó él, cuando Shelby se plantó a su lado. Su femenino abdomen plano y sus delgados brazos del color de la porcelana la hacían lucir más frágil de lo que en realidad era. Y Egon tuvo que autocontrolarse de no mirarle el generoso, pero disimulado escote que el top le regalaba. Y que a ella le gustaba enseñar.

—Aubrey tenía frío y se lo he prestado.

Él simplemente se limitó a asentir. Recogió una de las armas de su caja negra y se la entregó a Shelby.

—Quiero ver si aún recuerdas como sostenerla—la desafío con los ojos brillantes. Shelby le quitó el arma de las manos con cierto orgullo y mirándolo fijamente, acomodó la pistola perfectamente y enseguida apuntó a uno de los faros de luz con toda la intención. Curvó las comisuras de sus labios hacia arriba y cerró un ojo para apuntar mejor. Presionó el gatillo y un segundo después, la bombilla de luz estalló.

—Excelente—la felicitó con una sonrisa que mostraba cierta malicia—sigue practicando.

— ¿A dónde vas? —lo miró con desdén.

—No solo vas a entrenar con un arma, sino también vas a aprender a luchar cuerpo a cuerpo y a practicar un poco de boxeo—alzó una ceja en su dirección y la dejó parada con la boca abierta. Shelby observó sus movimientos alrededor suyo y se obligó a seguir disparando a regañadientes. Continuó sosteniendo el arma a la perfección, pero su puntería no fue la misma, ya que estaba pensando en Egon, que ni si quiera se dio cuenta que le había querido disparar por accidente a Austin, de no ser por Aubrey, que gritó justo a tiempo. Y como las armas tenían silenciador, apenas y se daba cuenta de que disparaba.

—Ten más cuidado—le oyó gruñir a Aubrey y se sonrojó. Egon la miraba fijamente con la mandíbula apretada y los brazos cruzados y sintiéndose como basura, tiró el arma al suelo y se sentó con aire arisco en la hiedra seca.

—Levántate.

—No quiero.

—Estás aquí para tus clases, ahora mueve tu delicioso trasero hasta aquí—le señaló la parte vacía que estaba entre él y un costal de boxeo que había atado a un árbol.

—No quiero boxear. Eso es para hombres—replicó ella, pero al final de cuentas se acercó a él y miró furtivamente a ese mugroso costal.

—Las mujeres también practican este deporte, no seas tozuda por una vez en tu vida, Puppy—se arrodilló frente a una mochila y de ella sacó dos pares de guantes, unos pequeños y otros grandes y robustos—estos pesan un kilogramo, dame tus manos.

—No soy buena.

Extendió sus manos y dejó que él le pusiera esos guantes rojos con delicadeza. Miró las pestañas largas de Egon que acariciaban con suavidad sus mejillas al parpadear y se sonrojó cuando él alzó la mirada y la miró de vuelta.

—Y yo me pondré estos que pesan alrededor de tres kilogramos—le informó él, sonriente y golpeó los guantes entre sí y después los golpeó con los de ella. Shelby parpadeó aturdida y levantó los guantes con dificultad—ahora haz lo que yo—le indicó y se movió ligeramente hacia el costal y comenzó a darle de golpes con brutalidad. Ella en vez de fijarse como él golpeaba el costal, miraba como los músculos de sus brazos se tensaban con tal sensualidad que incluso llegó a secársele la boca. Sacudió la cabeza y miró atenta a los golpes para no perder la cabeza en su glorioso cuerpo sudoroso—hazlo tú—le dijo él con la respiración precipitada—estaré observándote desde aquí—y se sentó en el suelo con los ojos bien abiertos. Shelby quiso esconderse bajo la tierra. Tragó saliva y alzó los puños en dirección al bulto de arena, y sopesando si lo haría bien, dio el primer golpe y sintió que su muñeca se partiría.

—Auch—se quejó.

— ¿Qué te pasó? —preguntó Egon a su espalda, en tono serio.

—Nada. Continuaré.

Dio el segundo golpe, el tercero, el cuarto y sintió como sus brazos y puños se iban acoplando a sus movimientos, aunque bien, quizás lo estaba haciendo mal, pero Egon parecía no notarlo. El sudor comenzó su recorrido desde su rostro hasta almacenarse en su top y atravesarlo hasta alojarse en su cintura y ombligo. Y aquello era señal de un buen entrenamiento. Miraba de reojo a los gemelos luchando entre sí y escuchaba la respiración de Egon muy agitada muy cerca de su... oído. Y hasta en ese momento se dio cuenta que él estaba parado detrás de ella, oliéndole el cuello y gruñendo en susurros.

— ¿Lo estoy haciendo... bien? —jadeó ella, con la piel erizada.

—Más que bien—siseó él, con aspereza y le detuvo los brazos desde atrás. Y después postró ambas manos en su cintura— ¿Podrías dejar de hacer lo que estás haciendo?

—Pensé que querías que entrenara...

—No me refiero a eso—pasó saliva con dificultad y ella quedó paralizada, escuchándolo—deja de ser tan... . En serio o no responderé a mis acciones.

—No estoy haciendo nada que pueda incomodarte—susurró, inmovilizada por los fuertes brazos de Egon que la apresaron enseguida.

—Vestida así, por supuesto que haces que mi cabeza gire y mi otra cabeza tome las riendas de la situación y los dos sabemos que no es buena idea.

— ¿Otra cabeza...? —se tardó unos segundos más para comprender a lo que se refería y cerró la boca, sintiendo que su piel ardía bajo el tacto de Egon.

—Sigue practicando—murmuró en su oreja y se apartó de ella fugazmente—Austin se hará cargo de ti porque no tendré más control.

No podía salir del shock, por lo que se recargó en el árbol y observó a Egon hablarle a Austin para cambio de parejas y se sintió ofendida. ¿Por qué demonios quería evitarla? ¿Acaso no quería aceptar que la quería? Vaya idiota. Sonrió forzadamente cuando el gemelo—con cara de póquer—se acercó a ella, frotándose el cuello con perplejidad.

—Egon dijo que...

—Ya. Mejor entrenemos—le instó—pero primero quítame estas cosas.

Le extendió las muñecas y él comenzó a desatar las agujetas, mientras que ella se encargó de ver como Aubrey hacia lo mismo con Egon y extrañamente sintió celos.

— ¿Qué quieres practicar? —quiso saber Austin.

— ¿Qué era lo que estabas haciendo con Aubrey? —le prestó atención cuando se dio cuenta que se había quedado mirando a Egon.

—Era pelea cuerpo a cuerpo—respondió.

—Entonces quiero pelear contigo cuerpo a cuerpo—se frotó las manos cuando se liberó de los guantes.

—No estás preparada aún para eso, además puedo lastimarte y Egon me mataría.

—Tonterías. Enséñame.

—Bien... —replicó, no muy seguro.

Shelby siguió a Austin al otro lado del claro y se le ocurrió molestar a Egon a propósito. Empezó a hacerlo cuando él los miró mientras se posicionaban para pelear. Ella se inclinó exageradamente hasta elevar los glúteos al aire y arquear la espalda de una manera sexy y miró sonriente a Austin y este le devolvió la sonrisa. Y mirando fugazmente a Egon, se dio cuenta que había funcionado. Ya que se hallaba de brazos cruzados, con los ojos en llamas y fulminándolos a los dos.

—Atácame—murmuró Austin—y te enseñaré a defenderte.

Y Shelby corrió al gemelo con la intención de tirarlo de un empujón, pero no se percató que él en un segundo la detuvo con una mano con facilidad y después la cargó en sus brazos y suavemente la tiró al suelo, riéndose. Ella miraba el oscuro cielo estrellado con perplejidad, recostada en la hiedra.

—Ni si quiera duré un segundo—se lamentó y Austin la levantó—soy un desastre y una vergüenza.

—Lo hiciste bien para ser tu primera vez. Ahora de nuevo.

Volvieron a repetir la misma dinámica una y otra vez. Y fue el mismo resultado. Pero lo que Shelby estaba haciendo era poner celoso a Egon y así intercambiar lugares con Austin, pero su plan fracasó y se sintió devastada. Aunque, al fin y al cabo, había aprendido algunas técnicas para evadir golpes gracias a Austin. De nuevo los gemelos retomaron su entrenamiento entre los dos y Egon vaciló en acercarse a ella y no quedarse de pie como idiota, mirándola. Y la que tomó la iniciativa de ir hacia él, fue Shelby.

— ¿Te cuento un pequeño secreto? —aguijoneó ella, en tono confidencial, y él juntó las cejas con perplejidad—besé a Norman la noche que me encontraste en esa discoteca.

Y si Shelby había pronunciado esa confesión con el fin de hacerlo enfurecer, lo logró, más no pensó que realmente eso le ocasionaría problemas. En los ojos negros de Egon, se cruzó un brillo chispeante de demencia y tan pronto Shelby percibió sus movimientos, él ya estaba sobre de ella, sujetándola con brusquedad en la hiedra.

— ¿Quieres que tome ahora mismo tu oferta de esclava? —siseó él, entre dientes y ella parpadeó—puedo ordenarles a los gemelos que se larguen para que yo gustosamente tome lo que es mío—le rozó el cuello con la nariz, haciéndola ruborizar más.

—Tranquilo—titubeó, acojonada por su delirante mirada—solo estaba contándote un secreto, del cual estoy arrepentida, puesto que, estaba ebria y no sabía lo que hacía.

—No entiendo por qué pensaste que sería bueno decírmelo, sabiendo que yo repudio a ese sujeto—masculló y Shelby percibió el desasosiego de los gemelos a unos cuantos pasos de distancia. Los estaban observando boquiabiertos.

— ¡Quería provocarte! —le espetó, furiosa—no sé qué hice para que te molestaras mientras le daba de golpes a ese saco de arena. Y te atreviste a dejarme con Austin, si se suponía que el que iba a entrenarme serías tú.

—No quiero discutir de eso—la liberó y se incorporó con agilidad del suelo, ofreciéndole una mano que ella rechazó, irascible.

—Entonces peleamos, ¿no? Tú contra mí y yo contra a ti—lo desafió, excitada. Él soltó una carcajada—no le veo la gracia.

— ¿Está loca? Si tenemos un enfrentamiento, saldrás herida y eso no quiero que ocurra.

—Modera tu fuerza.

—Shelby, yo puedo moderar mi fuerza, pero si entramos en un combate cuerpo a cuerpo, aunque sea entrenamiento, estaré en mi territorio y nunca me he contenido. Así que olvídate de eso, mejor sigue practicando tu puntería.

— ¡Eres un maldito machista! —le gritoneó con agresividad.

—Estoy cuidando tu maldito trasero.

—Mi trasero puedo cuidarlo yo, así que ocúpate de cuidar el tuyo—graznó, provocándole más rabia a Egon.

—Shelby... no tientes a la suerte y deja de estar presionando al señor Peitz—le aconsejó Aubrey—nadie lo ha visto realmente encolerizado y vivido para contarlo, es mejor no ser los primeros.

—Tonterías. Es un machista y miedoso—canturreó Shelby, en tono burlón. Sin embargo, miraron que Austin le untaba crema a Egon en la cara, brazos y parte del cuello— ¿Qué está haciendo Austin? —preguntó rápidamente, juntando las cejas con escepticismo.

—Si te voy a dar una paliza, me encargaré de no hacerte mucho daño— contestó Egon, esbozando su típica sonrisa maliciosa.

—A ver, te pondré un poco de crema a ti también—repuso Austin, titubeando, luego de untarle a Egon. Untados de crema, se posicionaron frente a frente en el centro del claro. Aubrey detrás de Shelby y Austin detrás de Egon. Era patético, pero ella moría de ganas de patearle el fabuloso trasero a ese chico homicida. Por su parte, él le guiñó el ojo y se relamió los labios sin dejar de verla.

—Esto es algo suicida—comentó Aubrey, con preocupación.

—Comiencen ya. Quiero ver sangre—dijo Austin, emocionado y Egon gruñó. Cuando los gemelos movieron sus brazos en señal de ser hora de "pelear"; Shelby resopló con los puños en alto y Egon extendió la palma de su mano hacia arriba y flexionó un par de veces los dedos, animándola a acercarse. Y la fémina no lo pensó dos veces y corrió a embestirlo con todas sus fuerzas. En ese momento comprendió la razón de la crema: sus brazos resbalaron de los hombros de Egon y pasó de largo hasta caer de bruces detrás de él.

—Estás a tiempo de arrepentirte—se burló el joven asesino.

— ¡Eso jamás! —masculló irritada y estando aun sobre el suelo, giró en redondo y le trabó las piernas con el pie, haciéndolo trastabillar y caer de espaldas. Un gruñido parecido al de un león surgió de la garganta de Egon y se incorporó con una sonrisa lobuna en los labios.

—Bueno. Ya basta de juegos—le dijo en tono amenazador—yo no me tiento el corazón, Puppy.

Y dicho así; arremetió contra ella, tomándola de sorpresa. Shelby sintió como las manos de Egon se cernían sobre sus hombros y todo su cuerpo caía hacia atrás con él encima. Su columna crujió y lo empujó lejos. Se levantó con dureza y corrió en su dirección para recoger su dignidad. Si de volver a tener su dignidad intacta se trataba, ella estaba muy lejos de recuperarla. Egon era un amasijo de duras rocas fuertes incapaces de quebrarse o derrumbarse y él lo sabía. Miraba sonriente las patéticas maneras en las que Shelby arremetía contra él y Egon claramente la hacía caer al suelo con tal agilidad, que incluso ya estaba comenzando a aburrirse.

—No sonrías. No es gracioso—le espetó Shelby, en un jadeo, incorporándose con cansancio de una de sus caídas. Le dolía todo el cuerpo; y más su columna. Estaba consciente de los numerosos moretones que estaban por salirle horas más tarde. Entonces Egon se inclinó a ella y le acarició suavemente el mentón con los dedos.

—Te advertí que no me tocaría el corazón.

Shelby gruñó, apartando su rostro de los dedos de aquel chico arrogante y le enseñó los dientes.

—Soy primeriza, entiéndelo.

—Para que seas buena, debes tener en mente que tienes que comenzar de cero para lograr tu objetivo. Si yo te dejo ganar en una pelea, jamás aprenderás a esforzarte.

— ¿También a ti te dijeron eso?

—No—se frotó el puente de la nariz, recordando quizás las palabras de alguien en su cabeza—nadie me explicó lo que yo te estoy diciendo ahora mismo. Por mí mismo tuve que aprender y fue más difícil. Dame las gracias.

—Gracias—murmuró, un poco menos enfadada con él y se sentó con el rostro entre sus manos—ya no puedo más. Estoy molida.

Egon asintió y corrió hacia una de las mochilas, de donde sacó dos botellas de agua y dos toallas.

—Bebe y sécate.

Alargó un brazo, dándole la botella y la toalla. Shelby lo recibió gustosa y saboreó la deliciosa agua deslizarse por su garganta seca y rasposa. Egon llamó a los gemelos; minutos después los cuatro se encontraban tumbados boca arriba en círculo y mirando al cielo con detenimiento.

—No soy romántico, amoroso ni nada que se le parezca—dijo de pronto Egon, en tono vacilante—pero debo admitir que todos ustedes, incluida Martha, sin excepción, han sido lo más cercano que he tenido a una familia y se los agradezco. Así que hagan el maldito favor de no arruinarlo, ¿okey? —volteó a ver a Shelby—en especial tú, Puppy.

— ¿Por qué yo? —quiso saber la fémina con el ceño fruncido.

—Porque eres la primera a la que consideré amiga y familia—le picó la sien con aire divertido y suspiró. El desasosiego que Shelby sintió fue sustituida por un suspiro de alivio. Le desconcertaba la manera en la que la mente de Egon funcionaba. No sabía en qué momento su alegría se esfumaría y la ira devoraría su buen humor. Por lo que procuró no objetar algo que pudiera enfadarlo. En la oscuridad con un poco de luz de los faroles, los ojos de Egon parecían unas brillantes esferas negras luminosas que reflejaban su rostro con un brillo extraño. —Me ayudarás a matar a Norman—le oyó decir en voz baja y sintió una caricia en su rostro por parte suya.

— ¿Crees que pueda ayudarte? —murmuró ella, muy emocionada de poder complacerlo y así poder lastimar al rubio cretino con sus propias manos.

Nos une la muerte, cariño. Y si yo soy capaz de matar, también— le aseguró.


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