Dark Beauty © Libro 1. (TERMI...

By MiloHipster

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Dicen que los asesinos y criminales para que puedan ejercer su labor de asesinar o torturar, necesitan tener... More

Prólogo
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#Nota VIII
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CAPÍTULO FINAL 92
Epílogo
Extra
Personajes
Aviso.
DEDICATORIA
RECOMENDACIÓN ;)
AGRADECIMIENTOS

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By MiloHipster

«Egon Peitz» [EN EL PRESENTE]

Se despidió de Shelby después de ir a dejarla a su casa y también de haberla acompañado a traer su escarabajo al estacionamiento de la escuela. Se sentía realmente bien estando de vuelta en Nueva York y más realizado se sentía al haber tenido un fantástico día con ella, e ignorando por completo el incidente con el padre de aquel niño, todo había estado de maravilla. Era la primera vez que perdía los estribos frente a muchas personas y se prometió no volver a descontrolarse. Y para olvidarse de ese mal momento, emprendió el viaje rumbo a la casa de Martha Beck. Ya que de seguro ahí se encontraban los gemelos porque en el departamento no estaban, ya lo tenía claro. Condujo con la radio encendida por primera vez en meses y se relajó en el asiento para seguir pensando con claridad sobre el paradero de Norman. Había muchas posibilidades de que el atacante de Shelby de semanas atrás en su casa fuese Norman y lo averiguaría. Ya no iba a dejar que la policía idiota se encargara de él. Norman White tenía que morir y ser pulverizado con sus propias manos. Sonrió ante la idea. Le incomodaba saber que el rubio se la hubiera pasado esos días en completa calma sin hacer el menor daño y pensó que quizás se debía a que se encontraba en Austria, pero declinó esa idea de inmediato ya que, si eso fuera posible, Marlon hubiera enviado a todos sus hombres por su cabeza y eso no estaba pasando, pero era más preocupante que no estuviera pasando nada. Cuando había calma, era señal de problemas. Llegó al barrio pobre de la ciudad y los inquilinos de las calles le hicieron un gesto afirmativo en la cabeza, dándole a entender que no había ningún problema, a lo que él les correspondió el gesto. Se estacionó detrás del Tsuru de Martha y bajó con ligereza del auto. Subió al porche y llamó a la puerta con calma. Nadie abrió. Llamó a la puerta repetidas veces hasta que por fin se abrió y la cara rebosante de alegría de Aubrey apareció en la puerta.

— ¡Señor Peitz! —canturreó, dando saltos—pase.

—Hola, Aubrey—le revolvió el cabello con diversión y entró al interior viendo a todos lados— ¿Y Martha?

Se quitó la chaqueta y la colocó en el perchero con mucha confianza. Aubrey lo condujo a la sala donde Austin se encontraba comiendo palomitas y mirando la vieja tv. Y en cuanto vio a Egon; tiró el plato de palomitas y se levantó de un salto como un resorte.

—Ahorita no están trabajando para mí—lo tranquilizó—relájense.

Austin dejó escapar el aire de sus pulmones y se acercó a saludarlo con timidez.

—Hola; Egon. Ya era hora de volver, ¿no?

Egon asintió, sonriendo levemente y se volvió a Aubrey.

— ¿Y bien? ¿Dónde está Martha? —repitió con seriedad.

—Está en su habitación—contestó Austin con amargura—hace dos semanas vinieron unos sujetos muy repugnantes a visitarla mientras nosotros no estábamos...

Egon apretó la mandíbula.

— ¿Y qué pasó? —exclamó el recién llegado con rabia — ¿Qué le pasó a Martha? ¿Le hicieron algo esos sujetos?

—Realmente no—replicó Aubrey, mirando al suelo—solo que la amenazaron y le exigieron que les brindara armas y efectivo, obviamente sin nada a cambio.

— ¿Quiénes eran esos sujetos? —siseó Egon, incapaz de contener la ira que iba aumentando en su interior.

—Eran dos—interpuso Austin—Martha los describió corpulentos, uno de ellos era más grande y robusto, eh, y no tenía un ojo.

— ¿Ella los conocía?

—Al parecer no. Y no sabe cómo fue que supieron de ella—dijo Aubrey.

— ¿Y ustedes donde carajo estaban? —los fulminó con la mirada.

—Fuimos al departamento por unas cosas... —titubeó Austin mirando a su hermana con miedo. Pero Egon solamente les envió una gélida y fría mirada y subió corriendo la escalera para hablar directamente con Martha. Quería todos los detalles para buscar a esos malditos y hacerlos pagar. Ya era el colmo que dañaran a personas que realmente le importaban, aunque no quisiera admitirlo. Shelby Cash era la primera persona que encabezaba su lista de personas importantes, después de ella seguía Martha Beck y al final los gemelos. Llegó a la habitación de la anciana y alcanzó a escuchar su respirar cansado y adolorido detrás de la puerta. Abrió con sigilo y entró a hurtadillas. Martha estaba recostada en su cama con la espalda vuelta a él.

—Martha—susurró, rodeando la cama para saludarla. Los ojos negros de Egon se entornaron al verle la cara: Tenía un sinfín de marcas rojizas alrededor del rostro que al parecer habían sido moretones enormes y que ya habían comenzado a borrarse. Ella tenía los ojos cerrados y respiraba con dificultad—soy yo, Egon.

Entonces Martha abrió sus ojos somnolientos y esbozó una sonrisa encantadora que solo ella podía tener a esa edad.

—Hasta que te dignas a visitar a esta anciana decrépita.

—Martha, no hables así—gruñó—necesitaba salir de la ciudad porque me deshice de un cuerpo y no podía estar aquí—confesó. A decir verdad, desde que conoció a esa anciana, no temía hablarle con la verdad y era porque ella no se asustaba. Ni si quiera se inmutaba, como en ese momento.

—Debiste llamarme para no tener que huir—le riñó e hizo una mueca de dolor al tratar de acomodarse. Él se apresuró a ayudarla.

—Sí. Bueno, eso no importa ahora, lo que quiero saber es el nombre de quiénes te hicieron esto—exigió él, con los dientes apretados.

—Ellos solo hicieron su trabajo—los disculpó, riéndose—de haber tenido más fuerza, me los cargo a esos hijos de perra con mi rifle, pero hasta eso me robaron los imbéciles.

Egon soltó una carcajada ante el sentido del humor de esa anciana. Pero retomó la seriedad muy pronto.

—Descríbemelos—le ordenó.

—No tiene caso.

—Aubrey y Austin ya me dijeron que eran dos y que uno carecía de un ojo.

—Entonces no era necesario que me preguntaras si ya sabías.

—Porque necesito tener más información.

—Egon, tienes suficientes problemas con ese tal Norman White y no me gusta que quieras hacerte cargo de mí también.

—Los gemelos ya te pusieron al tanto, ¿no?

—Efectivamente. Así que olvida este asunto, por favor. Estoy bien.

Egon se levantó de la cama y caminó para mirar por la ventana. Un gesto evasivo.

—De acuerdo—asintió—pero cabe la posibilidad que esos hombres hayan recibido órdenes de Norman para lastimarte y buscarme.

— ¿Por qué lo crees?

—Porque Norman se ha tomado muchos días para pensar y crear un plan, además tiene muchos contactos en todas partes a quién recurrir y ya debe saber que eres mi colega. Y si no tiene contactos, es muy bueno haciendo amistad con gente más retorcida que él. Incluso tiene la destreza de hacer criminal a alguien que no es.

—Es un tipo peligroso y loco—espetó Martha con asco.

—Y yo lo mataré.

—Te daré lo necesario para que lo hagas, hijo.

—Gracias, Martha.

Se dio la vuelta para verla y suspiró.

—La verdad es confuso y quiero confesarte algo, de criminal a criminal—dijo Egon, se acercó a ella y se arrodilló para estar a la altura de su rostro.

—Habla.

—Yo jamás he sentido ningún tipo de apego por nadie desde que me hice criminal y bueno... —le costaba expresarse y se sentía desnudo e inseguro y eso era algo que no le gustaba sentir—cuando me apresaron en Austria y conocí a Shelby, me sentí relativamente atraído por ella en todos los aspectos y pensé que solo era deseo carnal. Y hasta hace poco lo seguía pensando, pero cuando la vi hace unas horas después de un mes, lo único que pensaba era abrazarla y no soltarla más. Pero mi cerebro me jugó mal y no la abracé como yo quería hacerlo. Es como una barrera o una descarga eléctrica que me prohíbe acercarme a ella más de lo debido... —miró a Martha y juntó las cejas ante la mirada de la anciana—no me mires así, no la amo. No sé lo que es eso y estoy seguro de no sentir eso por ella. Y tampoco estoy enamorado. Solo me gusta, sí. Eso. Solo me gusta, es muy guapa, bella y hermosa—tartamudeó con pánico.

—Tranquilízate. Nadie está diciéndote que estás enamorado o que la amas—rio ella.

—No. Pero tu mirada de "Egon, no te hagas idiota, la amas" lo dice todo.

— ¿Qué? ¿Ahora ya no tengo derecho de mirarte? —carraspeó la anciana, riéndose—vaya loco que eres. Yo te miro como se me dé la gana.

—No lo hagas. Es estresante.

—Bien—cerró los ojos ocultando una sonrisa entre sus dientes.

—Esto es serio—le espetó, molesto.

—Sí que lo es—reiteró ella, sin abrir los ojos—sigue hablando.

—Cuando te dije que no me miraras, no lo decía literal. Abre los ojos porque me molesta cuando me ignoran.

Martha abrió los ojos y los estrechó como pequeñas rendijas.

—Mi punto de vista a lo que sientes es lo que me pasó con Raymond. Yo sentía un cariño por él muy fuerte, pero estaba segura de que no lo amaba y que tampoco estaba enamorada de él. A veces tendemos a encariñarnos con las personas más de lo debido y al hacerlo, cometemos el error de estar vulnerables al rechazo y al dolor que nos autodestruyen.

—No me estás ayudando—dijo él, entre dientes.

— ¿Qué quieres que te diga? Shelby Cash es perfecta para ti y comparten tanto en común. Podrías adiestrarla para que sea tu pareja de actos ilícitos.

— ¿Crees que quiera? —la miró, esperanzado.

—Ella está enamorada de ti y va a aceptar de inmediato.

—No digas tonterías. No está enamorada de mí.

— ¿Crees que, si no lo estuviera, te hubiera perdonado la bofetada que le diste cuando perdiste el control? Una mujer enamorada, por lo que sé, perdona cualquier cosa con tal de que su enamorado le corresponda. Así que ve y adiestra a esa chica para que sepa defenderse cuando tú no estés para hacerlo.

—Tienes razón. Más ahora que Norman anda suelto por la ciudad—se estremeció y gruñó—solo hemos tenido una clase de disparo y déjame decirte que...

—Ella asesinó a sangre fría a un policía cuando robaron el banco—Egon la miró ceñudo—los gemelos me lo dijeron.

—Par de idiotas. Yo quería contártelo.

—Ellos son mis informantes personales.

—Ya. La cuestión es que voy a prepararla—resopló—Shelby aprenderá a ser una excelente criminal como yo y así ningún imbécil le pondrá las manos encima cuando yo no esté con ella para protegerla.

—Por cierto, ¿A quién mataste para haberte ido de la ciudad?

—Asesiné al cuñado de Shelby.

Los ojos de Martha ardieron de emoción.

— ¿Y Shelby lo sabe?

—Sí.

— ¡Entonces definitivamente está enamorada de ti! —canturreó.

— ¡No! —negó con la cabeza.

—Pues nadie perdonaría al asesino de su cuñado, a menos que esté cegada por ti.

—No digas ridiculeces y ayúdame a preparar lo necesario para entrenarla.

«Shelby Cash»

Sentada a los pies de la cama, Shelby se encontraba acariciando el libro que Egon le había dado. Estaba muy alegre de haberlo visto otra vez después de un mes. A pesar de que Egon había matado a Evan, no podía odiarlo porque había tenido razones poderosas para darle su merecido. Por otra parte, le angustiaba ver que su hermana se desintegraba en su propia depresión. Esa tarde habían llamado del centro de rehabilitación solicitando urgentemente la presencia de sus padres porque Caroline había intentado cortarse las venas con un cepillo de dientes que logró afilar de alguna manera. A Shelby le habían dejado una nota y un mensaje de voz diciéndole que todo estaba bien y que regresarían al anochecer. Y para despejar su mente, se dispuso a leer el libro, pero el timbre de la puerta la hizo saltar del susto. Se asomó por el balcón y alcanzó a divisar una cabellera rubia en la puerta. Al principio sintió una punzada de miedo, pero cuando escuchó una voz peculiar llamarla por su nombre, se tranquilizó. Era Kevin Black. Y le pareció raro que él hubiese llegado sin saber cómo había conseguido su dirección. Se arregló el cabello y bajó en su búsqueda. Abrió la puerta y sintió los brazos del chico en su cintura.

— ¿Kevin?

— ¡Hola! —la miró risueño. Su cabello estaba un poco más largo y su semblante más triste.

— ¿Qué haces aquí? ¿Quién te trajo y como sabes dónde vivo? —estiró el cuello fuera de la calle y no vio ningún coche, cerró la puerta con el chico en sus brazos. Ambos se sentaron en el sofá y ninguno de los dos dijo nada. Hasta que Kevin decidió romper el silencio.

—Zeta y Frida tenían la dirección de Caroline escrito en unos papeles y cuando lo encontré, pensé que sería bueno venir a visitarte—susurró—lamento lo de Evan.

—Gracias—sintió un nudo en la garganta.

— ¿Cómo está Caroline? ¿Puedo verla?

—Ella está en un centro de rehabilitación, cariño.

Los ojos del chico se mostraron horrorizados.

— ¿Por qué?

—No lo está pasando bien, ¿sabes? Está muy deprimida.

— ¡Quiero verla! —se levantó de un salto.

—No puedes ir, es un lugar poco visitado por niños.

—Caroline es mi amiga—refunfuñó—y no soy un niño.

—Y es mi hermanastra. Pero tampoco me han dejado ir a verla porque ella no desea tener visitas.

—Desearía verla—suspiró—la extraño. Ella me hacía olvidar que tenía hermanas a punto de morir.

—Yo puedo hacerte olvidar que mi hermana está enferma—replicó Shelby—y empezaremos con esto: Dime qué has hecho. ¿Cómo vas con tus programas computacionales?

Aquella simple pregunta le iluminó el rostro a Kevin Black.

«Norman White»

— ¡LOLA!, ¡NO TE ESTOY PREGUNTADO SI QUIERES IR O NO A LA CASA DE SHELBY, TE ESTOY ORDENANDO QUE VAYAS! —gritó Norman amenazándola con el rifle. La casa de Lola Calvin se había convertido en un sitio sangriento y lleno de repulsión. Norman y sus dos amigos se habían apoderado de ella sin miramientos. Y en lo que respectaba a la madre de Lola, la señora Calvin era el juguete de los tres hombres y Lola solamente lo era de Norman. Nadie más que él tenía derecho a ella. Y Trenton, el que era su novio, fue amenazado por los tres y prometió cerrar la boca, pero Norman necesitaba más personas, así que le dio a Anthony la tarea de entrenarlo con dureza para convertirlo en un homicida como él. Y también habían comenzado las clases de Lola para pelear, aunque ella no estuviera de acuerdo. Tenía la fantástica idea de utilizar a Lola como arma contra Shelby, para que Egon no supiera de su paradero hasta mucho después.


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