Dark Beauty © Libro 1. (TERMI...

Galing kay MiloHipster

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Dicen que los asesinos y criminales para que puedan ejercer su labor de asesinar o torturar, necesitan tener... Higit pa

Prólogo
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#Nota VI
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#Nota VIII
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CAPÍTULO FINAL 92
Epílogo
Extra
Personajes
Aviso.
DEDICATORIA
RECOMENDACIÓN ;)
AGRADECIMIENTOS

41

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Galing kay MiloHipster

Correr detrás de su hermanastra luego de haberle confesado que era posible que su novio estaba muerto, no era lo suyo y más aún en su estado delicado de salud, pero lo hizo. Corrió tras Caroline lo más rápido que sus débiles y delgadas piernas la dejaron. Ninguna de las dos se detuvo hasta que se dieron cuenta que habían llegado a Central Park en cuestión de poco tiempo. Shelby aprovechó que Caroline aminoraba el pasó devastada y la alcanzó hiperventilando. El sudor pegajoso de la carrera la tenía exhausta.

—Detente un momento—jadeó y la sujetó con fuerza del hombro, impidiendo que retomara otra carrera estúpida y sin sentido.

—Necesito encontrarlo. A lo mejor está en problemas y yo... —farfulló con desesperación y en sus ojos había de todo, menos cordura.

—La policía hará su trabajo—la tranquilizó.

—No entiendo por qué sus padres no me dijeron nada—se lamentó y se dejó caer en la acera de la calle y Shelby le hizo compañía estando de pie y de espaldas al sol.

—Mamá lo decidió. Y bueno, me eligió a mí para decírtelo; algo cruel, pero no queríamos que te pusieras como ahora.

— ¿Cómo quieres que no me ponga como una desquiciada? ¡Algo le sucedió al amor de mi vida!

—Correr como una idiota hasta aquí no soluciona nada, además, yo sigo delicada por mi herida—le señaló el vendaje, pero Caroline ni si quiera la miró—corrí tras de ti solo para sofocarme.

—Vuelve a casa—le oyó decir. Su voz estaba vacía y mecánica.

—Le hablaré a mamá...

Y recordó que había salido corriendo sin su teléfono. Tampoco tenía efectivo.

— ¿Tienes alguna moneda?

—Tengo el corazón hecho pedazos.

Shelby puso los ojos en blanco y se sentó junto a su hermana.

— ¿Dónde encontraron su auto? —quiso saber Caroline, tratando de guardar la compostura.

—No lo sé. Estamos en Central Park, supongo que por aquí —miró a todos lados y se sorprendió no ver a un montón de policías aún. Y cuando pensó en los policías, se le erizó la piel de solo pensar en Norman libre.

—Shelby, si algo le pasa a Evan, yo me muero—prometió. Se volvió para verle el rostro y se encontró con la cara de Caroline a punto de llorar.

—Todo estará bien—dijo, sabiendo que era una completa mentira. A veces una mentira era menos dolorosa que la verdad. Dejó que su hermanastra llorara a sus anchas en su hombro. La luz del día fue opacándose a medida que transcurrió el tiempo. La oscuridad fue haciéndose presente y Shelby comprendió que era hora de volver.

—No quiero irme—se negó Caroline con determinación.

—Bueno, yo sí me voy—se levantó de un salto, sintiendo que su trasero estuvo a punto de quedarse pegado al asfalto de tanto tiempo que se quedó sentada y se sintió bien al mover su cuerpo.

—Estás lejos de casa. No puedo permitir que regreses sola, no después de lo de Evan—sorbió por la nariz y se puso en pie con dificultad—si nos van a raptar, será a las dos o nada.

Cuando ya se encontraban de vuelta, unas luces de un coche las iluminó por completo y sin mirar atrás, avanzaron más rápido, llenas de temor.

—Eh, chicas. Soy yo, Trenton Rex.

Shelby sintió que su corazón dejaba de latir como una bestia dentro de su pecho y que a continuación se relajaba. Nunca había estado tan feliz de verlo en su vida. Caroline miró de soslayo a Trenton dentro de su Volvo y fingió que miraba algo en sus zapatos mientras Shelby se acercaba a la ventana.

— ¿Qué haces aquí? —interrogó Shelby. Él iba solo.

—Lo mismo pregunto—frunció el ceño—vengo de la casa de una tía. ¿Y ustedes?

— ¿Te has enterado de lo que pasó cerca de Central Park?

—Ah, ¿Sobre un chico desparecido? —Shelby asintió— ¿Qué hay con él?

—Es el novio de mi hermana—susurró y señaló con discreción a Caroline. Trenton parpadeó aturdido.

—Santo cielo, ¿y no saben nada?

—No. Es probable que... esté muerto—murmuró aún más bajo y el rostro de Rex palideció.

—Súbanse. Las llevaré a casa.

Shelby asintió agradecida y ayudó a su hermanastra a subir al asiento trasero y ella al copiloto. Durante unos minutos nadie dijo nada, pero Trenton decidió romper el hielo hablando de un tema inofensivo como lo era la herida de Shelby.

—Sigo delicada, pero ya estoy bien.

— ¿Qué pasó exactamente? —preguntó con interés.

—Un accidente—se limitó a decir, incómoda. No confiaba en Trenton, no después de que Egon le descubriera un rastreador cuando solo él la había tocado y se molestó, pero no lo demostró, porque después de todo, les estaba haciendo el favor de regresarlas a casa a salvo.

—Ya veo—dijo él sin presionar y maniobró el volante, mirándola—Lola y yo te echamos de menos en la escuela.

—No pienso ir lo que resta de la semana—contestó—iré probablemente hasta el lunes.

—Dos semanas sin ir. Ya es mucho no verte.

—La verdad es que tampoco es que tenga deseos de ir.

—Has cambiado, Cash. Y mucho.

—Siempre he sido así, solo que nunca me has tratado a fondo como ahora. Solo te la pasabas molestándome con mi escarabajo y por eso jamás quise enmendar una amistad contigo.

— ¿Eso significa que somos amigos ahora? —esbozó una sonrisa con una emoción infantil.

—Casi—replicó y él asintió, estando de acuerdo.

Llegaron por fin a casa y Trenton se ofreció a llevar a Caroline a su habitación en sus brazos con ayuda de Charlie. Caroline se había quedado dormida en el camino y era maravilloso verla descansando que en un mar de lágrimas de dolor. Trenton se despidió de la familia y Shelby subió a su recámara para dormir. Había pasado tantas cosas en ese día, que ya no tenía más fuerzas. Cuando su cabeza rozó la almohada, se abandonó al sueño hasta despertar al día siguiente.

***Tiempo después. Un mes para ser exactos ***

Shelby Cash había perdido comunicación absoluta con Egon Peitz. Treinta malditos días. Treinta malditos días sin saber nada de él. No le bastaba tener a los gemelos deambulando de vez en cuando por su casa, protegiéndola o simplemente saludándola. Ella quería verlo a él. Verle su masculino rostro y su mirada oscura amenazante. Lo bueno de todo es que no había tenido noticias de Norman White y eso la tranquilizaba. Después de todo su vida comenzaba a enderezarse como era debido. Y la que no lo podía sobrellevar era a su hermanastra. Caroline se había sumido en una depresión fatal, que incluso su padre estaba a punto de perder la cabeza cuando ella intentó suicidarse con patillas para dormir y desde entonces se la había pasado internada en un centro de ayuda psicológica. Aunque a Shelby le partía el corazón aquello, sabía que era lo correcto. Evan Gibson fue declarado muerto y su cuerpo desaparecido oficialmente. Los periódicos no dejaban de hablar del tema y parecía ser para largo. Shelby pasaba por alto cada que se cruzaba con las notas en primera plana de los periódicos con nuevas teorías acerca de la sospechosa desaparición de Evan y sentía escalofríos y rabia. Ya que usaban esa fatalidad como algo de publicidad y morbo. Con lo referente a su escuela, retomó sus clases una semana después de haber salido del hospital y volvió a pasar buenos momentos con su escarabajo. Los únicos que no retomaron su vida normal fueron Lola y Trenton. Ellos comenzaron a estar más apartados de los demás y solo estar juntos todo el día o salir corriendo en medio de clases con excusas de no sentirse bien. Lola la saludaba con nerviosismo; y Trenton apenas y la miraba y cada que cruzaban miradas, desviaba los ojos a otra parte con algo parecido al temor. Una mañana, cuando se disponía a cerrar los ojos bajo el sol en el campus de su escuela a la hora del almuerzo, un chico de un grado inferior a ella le arruinó el momento cuando la interrumpió abruptamente y le entregó una especie de carta.

— ¿Eres Shelby Cash? —preguntó con ojos cautelosos. Era guapo, pero parecía estar aterrado y muy hostigado. Ella asintió con perplejidad y cogió el sobre.

—Me han dado esto para ti.

Y dicho eso, el chico se echó a correr como si su vida dependiera de ello. Frunció el ceño al tiempo que abría el sobre y sacaba una hoja. En ella había escrito una serie de letras desiguales que al instante reconoció y su corazón se aceleró.

«Puppy. Hace buen día hoy, ¿no?... Al demonio con los buenos modales.

Ya estoy de vuelta, y estoy viéndote justo ahora, tendida bajo el sol. Han sido treinta días duros y extraños. Voltea y ven conmigo.

Egon.»

Estrujó el papel con el corazón desembocando. Sus latidos los sentía hasta en los oídos. Miró en torno con el ceño fruncido a causa del sol y se quedó lívida al divisarlo a una corta distancia, dentro de la escuela y en el campus. Se cercioró de guardar la carta en sus pantalones y que la pequeña venda de su muñeca, que aun portaba, estuviera en su sitio y corrió hacia él. Por lo que alcanzaba a ver, él estaba ligeramente diferente. Su cabello oscuro había crecido y lo tenía bien ordenado hacia arriba con algunos cabellos rebeldes esparcidos por su cuenta. Tenía barba de días y su atuendo era para babear: pantalones de mezclilla deslavados, algo ajustados, una playera blanca con el estampado de una radio al frente y en sus manos descansaba una chaqueta negra de piel, haciéndole lucir más sexy y peligroso, pero lo que más le encantó fue verle otra vez sus preciosos y siniestros ojos negros que la miraban con sorpresa. Cuando llegó hasta donde estaba, lo primero que pensó en hacer fue abrazarlo, pero se detuvo y solamente le sonrió. Él ladeó la cabeza y alzó una ceja en su dirección de manera interrogante.

—Bueno, esperaba una bienvenida con abrazos de por medio—extendió los brazos esbozando una sonrisa peligrosa y perversa.

—Respeto tu espacio y burbuja personal—vaciló.

—Me alegro escucharlo, pero creo que ya respetaste treinta días mi burbuja personal y un abrazo no caería mal ahora.

Shelby dudó unos segundos mordiendo su labio inferior, pero al final de cuentas, le echó los brazos al cuello y lo abrazó. Fue correspondida con un abrazo más fuerte y un beso en el hombro. Aquella muestra de cariño la hizo titubear. Y cuando el abrazo se deshizo, Egon suspiró y se rascó el cuello.

—Te has ganado un beso.

— ¿Qué...?

Y la besó por tercera vez por su propia cuenta, pero solo fue un roce de labios que para ella supo gloria.

—No me gustan este tipo de cosas—dijo él, apartándose enseguida—mejor trae tus cosas, quiero estar contigo todo el resto del día.

Y como una tonta, no terminó de escucharlo y quedaron de verse en el estacionamiento. Shelby corrió a su salón y chocó por accidente con Lola, tirándole los libros encima.

—Ten más cuidado—le riñó Shelby, pero la ayudó a recoger los tomos de libros del suelo con rapidez. Lola apenas y parpadeaba mientras recogía pálidamente los libros. Estaba demacrada y parecía no haber dormido en semanas. Sin embargo, lo que dejó perpleja a Shelby fueron sus antebrazos que ridículamente las mangas de su sudadera trataban de ocultar. Eran moretones y marcas de violencia— ¿qué te pasó en los brazos? —la cuestionó con seriedad. La rubia entornó los ojos y agachó la cabeza. Miró a Shelby con horror y se echó a correr lejos de ella. De haber estado en otras circunstancias, hubiera corrido detrás de ella, pero Egon Peitz era más importante; cogió su mochila y salió de la escuela para encontrarse con él en el estacionamiento. El chico estaba típicamente recargado en la puerta de un... ¿Jetta clásico rojo? Y en sus manos sostenía un cigarrillo encendido y de sus labios se deslizaba un hilillo de humo, sumándose a su masculinidad, sin mencionar sus lentes oscuros de sol.

— ¿Y el Cadillac? —preguntó tan pronto estuvo a su lado. Él solamente se encogió de hombros y le dio una calada larga al cigarrillo antes de tirarlo al suelo y pisar la colilla con el zapato. Se quitó los lentes de sol y los colocó sobre su cabello.

— ¿Trajiste el escarabajo?

—Por supuesto.

—Entonces volveremos después por él. Ahora sube, Puppy.

Subió al auto y después él lo hizo. Se moría de ganas de preguntarle qué es lo que había hecho en tantos días de ausencia y también si él había sido el responsable de la desaparición de Evan, pero no se atrevió. Lo observó en silencio. Sus movimientos inofensivos con la palanca de velocidades y la manera en hacer girar el volante al salir del estacionamiento e incorporarse a las calles con tal seguridad, la hipnotizaron. Ella no quería aceptarlo, pero se había enamorado de un asesino. Egon Peitz, era un asesino, pero también era el chico más auténtico que jamás había conocido.

— ¿Me dirás qué asunto tenías que arreglar? —preguntó tiempo después. Solo quería saber la verdad.

—Supongo que ya lo sabes—masculló con la mandíbula apretada.

— ¿Mataste a Evan? —preguntó en un hilo de voz. Y él asintió. Sus ojos se ensombrecieron de dureza. Volteó a verla para evaluar su reacción, pero Shelby se mantuvo tranquila porque de antemano ya lo sabía.

—Me contuve frente a ti y a tu hermanastra—replicó él, con voz áspera—pero quiero que te metas en la cabeza que nadie, entiende, nadie, en mi puñetera vida ha tenido las agallas de tratarme como basura. Y él no iba a ser la excepción. Cada individuo que lo hace, no vive para contarlo—farfulló con frialdad—además—repuso, mirándola fijamente—te trató de una manera que... ¡Me dio rabia!

—Entiendo a lo que te refieres, pero debiste solo asustarlo. Caroline ha estado deprimida que incluso intentó suicidarse y se encuentra internada—se limpió una lagrimilla del ojo que amenazaba con desplazarse por su mejilla—y yo estaba muy preocupada por ti.

—Asesinarlo fue la mejor manera de protegerte. Y no lamento que tu hermanastra esté así; la vida sigue. Ya sabes que la vida no cambia si muere alguien. La vida sigue igual y ella debe aprender a no depender de alguien para ser feliz. Hay que saber que de la persona que debemos depender es de nosotros mismos. La dependencia emocional es letal.

—Me sorprende que hables de esta manera. Es increíble.

—Cada persona oculta secretos, Puppy. Y yo soy un hombre hecho de secretos.

—Quisiera saber un secreto tuyo.

—No. Ya no sería secreto si te cuento.

—Sería un secreto de ambos—lo animó.

— ¿Qué gano yo diciéndote algo íntimo? —preguntó en tono jovial y ella rio.

—Seré tu esclava por un día.

A Egon le brillaron los ojos.

— ¿Esclava? —interrogó, interesado y ella asintió, divertida— ¿esclava en todos los sentidos?

—Sí.

—Mi definición de amigos conlleva algo relacionado al sexo y ahora que me estás tentando a ser mi esclava...

— ¡Eso no! No estoy preparada para tener sexo.

— ¿Para quién te estás guardando? —gruñó, molesto.

—Para alguien que sepa apreciar lo que soy.

—Yo te aprecio.

—No me vas a convencer.

—Dijiste que serías mi esclava y podré hacer contigo lo que quiera.

—Siempre y cuando me cuentes un secreto—le recordó. Egon detuvo el auto en una esquina de la ciudad y se volvió hacia ella con aire divertido.

—Un secreto solamente, ¿no?

—Solo uno. Y tiene que ser bueno.

—Todos mis secretos son buenos—objetó en un bufido y ella rio.

—Entonces habla. Te escucho—le instó, emocionada. Egon cerró los ojos y quedó unos segundos en silencio, abrió los ojos sonriendo y mirándola, dijo:

—Tengo un tatuaje en un lugar recóndito de mi cuerpo y que solo pocas pueden llegar a ver, pero nunca sobrevivir para contarlo.

Shelby lo miró con la boca abierta y ojos desorbitados.

— ¿Tienes un tatuaje en el trasero?

—No. En otro lugar más... secreto.

—Vaya—se ruborizó al instante—tienes un tatuaje en el pene.

—La palabra pene no es de mi agrado, lo mejor será que le digas como le llamo yo—dijo divertido.

— ¿Cómo?

—Llámale "Sr. Potato."

—Declino la oferta de ser tu esclava—agregó ella rápidamente, perpleja.

—No hay vuelta de hoja, Puppy. Serás mi esclava.

Dieron unas vueltas más y Egon propuso comer unas deliciosas hamburguesas antes de seguir disfrutando del día y Shelby no se negó. Moría de hambre y contar con su presencia era lo mejor que podía desear en ese momento. Luego de comer, Egon optó por llevarla de paseo a Central Park dejando el auto a unas calles de distancia para caminar sin preocupaciones. De tanto parlotear de cosas sin sentido, se habían olvidado de mencionar a alguien que reflejaba mucha importancia.

— ¿Has sabido algo de Norman?

Él postró rápidamente la mirada en ella.

—No. Por desgracia le perdí la pista—contestó—ya no está en prisión.

El desasosiego fue en aumento. Shelby llegó a sentirse mareada por lo que Egon la sujetó firmemente de la cintura evitando que perdiera el equilibrio.

—Norman escapó la noche siguiente que fue apresado. Austin montó guardia hasta que lo vio huir con más idiotas—le informó.

— ¿Y por qué no ha venido por mí? —se horrorizó.

—Debe estar creando un plan—gruñó—él siempre crea planes buenísimos y después ataca. Yo no, lo que a mí me funciona es que solo necesito un minuto para pensar y después ejecutar mi trabajo. Él es muy lento. Un estúpido e imbécil que es de cerebro retardado.

—Entonces debes encontrarlo cuanto antes. No quiero que me haga daño o a mi familia.

—Hablé con mi jefe en estos días que estuve ausente y me contó que Norman no se ha comunicado con él y eso me da ventaja. Mi jefe ya no quiere mi cabeza, quiere la de ese idiota.

—Eso es una buena noticia.

—Lo es en cierto punto, pero la cuestión es, que no sé dónde demonios se encuentra y tú sigues en peligro.

—Hey, pero estás aquí—dijo ella, sonriente.

—Sí—la miró de nuevo con malicia—y serás mi esclava—se inclinó a ella para acariciarle la mejilla, pero Shelby se aventuró a abrazarlo por sorpresa.


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