Dark Beauty © Libro 1. (TERMI...

By MiloHipster

1M 80.8K 7.4K

Dicen que los asesinos y criminales para que puedan ejercer su labor de asesinar o torturar, necesitan tener... More

Prólogo
01
02
03
04
05
06
07
08
09
10
11
12
13
14
15
16
17
#Nota
18
19
2O
21
22
23
#Nota II
24
25
26
27
28
29
30
31
32
33
34
35
#Nota III
37
38
39
40
41
42
43
44
45
46
47
48
49
50
51
52
53
54
55
#Nota IV
56
57
58
59
60
61
62
63
64
65
66
67
68
69
#Nota V
70
71
72
73
74
75
76
77
78
79
80
81
82
83
84
85
#Nota VI
#Nota VII
86
87
88
89
90
#Nota VIII
91
CAPÍTULO FINAL 92
Epílogo
Extra
Personajes
Aviso.
DEDICATORIA
RECOMENDACIÓN ;)
AGRADECIMIENTOS

36

10.9K 875 92
By MiloHipster

Ella temía que de la nada él la empujara fuera de sus labios y la golpeara más fuerte que la vez anterior, pero en vez de eso, sintió claramente como sus deliciosos labios demandaban los suyos con ansiedad. Incluso, para no entrar mucho en detalles, percibió que su lengua intentaba a toda costa tocar la suya y entrar a su boca. Apretó los párpados con inseguridad. No sabía si dejar que se intensificara el beso o parar. Sin embargo, cuando Egon comenzó a acariciarle la cintura con los dedos, perdió la cabeza y lo besó con un frenesí excesivo, con el que tanto había soñado besarlo.

— ¿Cómo es que les gusta a todos besarse entre sí? —Egon terminó con el magnífico momento y se alejó velozmente de ella con el pretexto de recoger las pistolas que yacían en el suelo.

—Quizás es porque se siente bien hacerlo—respondió ella, en shock. Todavía podía sentir sus labios en los suyos. Le hormigueaba la boca como bendita.

—He besado a tantas mujeres, pero no sentí nada placentero—reconoció él, riéndose.

— ¿Y qué hay de mí? —se atrevió a preguntar, aunque ya sabía la respuesta.

—¿Qué puedo decir...? —se sacudió el polvo de las manos sin mirarla—besas normal. Fue divertido besarte y, además; te lo merecías por ser tan lista.

Cuya respuesta de su parte no fue para menos. Pero se sintió conforme porque pensaba que le diría algún tipo de ofensa. Cohibida y sonrojada, se sentó en la hiedra y observó sus movimientos. Egon se preparó para su turno de disparar, pero mientras lo hacía, le echó un vistazo de soslayo y sacudió la cabeza.

El sol había llegado a su mejor punto, anunciando el medio día y ambos estaban completamente hambrientos y sudorosos. Shelby había repetidos los disparos sin tener la misma suerte al principio. Y Egon siguió ayudándola, aunque ya sin besarla. Shelby se asombró a cada disparo que él ejerció, ya que en ningún momento titubeó ni falló. Su puntería era increíble. Y se preguntó a cuántas personas había matado a lo largo de su vida como criminal. No obstante, de solo pensar en una cifra, le dio escalofrío.

— ¿Tienes hambre?

—Sí, mucha—admitió Shelby, muerta de hambre y sed.

—Vamos por comida a la ciudad. Por hoy fue suficiente, lo has hecho muy bien—le sonrió y se puso la camisa con rapidez. Y cogiendo la caja negra, comenzaron la breve caminata hasta el Cadillac. Y estando dentro del auto, Shelby se hundió en el asiento y encendió el aire acondicionado sin preguntarle. Egon se lo agradeció asintiendo, y siendo así, emprendieron el trayecto a la ciudad. Se obligó a mirar por la ventana para tratar de reprimir los impulsos de volverse a él y besarlo una vez más. Sabía que, si lo intentaba, al otro día su familia estaría reconociendo su cadáver en alguna parte y se estremeció. Más le valía comportarse y dejar que él llevara las riendas de la situación.

—Mañana después de la escuela comenzaremos tu clase de literatura—dijo ella con la vista puesta al frente.

— ¿Por qué no comenzamos hoy mismo? —replicó él, alzando las cejas repetidas veces para que ella lo mirara y Shelby lo miró de reojo y rompió a reír.

—Tal vez no te guste porque leer un libro lleva paciencia.

—Aprendo rápido, Puppy.

—Entonces tenemos algo en común.

—Tenemos muchas cosas en común—reiteró—la muerte, por ejemplo.

—Escucha—sentenció ella, aclarando la situación— ¿Qué te parece si ponemos las clases de disparos los martes y jueves después de la escuela, y las clases de literatura los lunes, miércoles y viernes a la misma hora?

— ¿Por qué le damos menos importancia a mis clases? —arrugó el entrecejo al maniobrar la palanca de velocidades. Ella titubeó.

—Eh, entonces al revés. No hay ningún problema.

—Estoy bromeando. Me parece perfecto el itinerario.

—A veces temo que te puedas poner violento con algún comentario mío—confesó Shelby, con los ojos puestos en sus manos.

—Seré un imbécil pero no un tonto. No has dicho nada que pueda desatar mi locura; así que quédate tranquila.

Asintió sin mirarlo y continuaron el trayecto en absoluto silencio. Llegaron al corazón de la ciudad media hora después y se detuvieron frente a una cafetería de comida rápida.

—Las hamburguesas de aquí son muy buenas. Vamos.

—No tengo dinero.

— ¿Quién te ha dicho que tienes que gastar lo que consumas? Pídeme lo que quieras y será tuyo—dijo él, al salir del Cadillac. Desconcertada, bajó también y lo siguió hasta la entrada. Sus fosas nasales se inundaron del olor a grasa y a papas fritas del interior y, por si fuera poco, su estómago gruñó en protesta. Entró al local, con Egon pisándole los talones. El único lugar disponible era en la barra y se aproximaron a ella. Con cierta rigidez, se sentaron en las sillas y Egon pidió su orden en tono jovial y la miró en espera de la suya.

—Pide, Puppy.

—Eh—miró a la señora que esperaba con cara de pocos amigos su orden con una libreta y un lápiz—lo mismo que él.

—Entonces serán dos hamburguesas grandes, papas fritas y dos refrescos—repitió la mujer haciendo una mueca—enseguida se los traen.

Y se alejó por un pasillo.

— ¿Shelby Cash?

Shelby miró a todos lados en busca de la voz que había pronunciado su nombre y alcanzó a percibir la incomodidad en Egon al verle apretar la mandíbula y poner los ojos en blanco y disimular leer el menú al revés.

—Shelby, soy Kevin Black. Aquí estoy—volvió el rostro hacia la mesa más cercana y se encontró al pequeño rubio sentado con otro par de chicos de su edad, con hamburguesas a medio comer en sus platos. Sonriendo ligeramente, lo saludó con la mano y miró a Egon a modo de disculpa.

—No estarás pidiéndome permiso, ¿no? —susurró él, extrañado.

—Eso creo. Vine contigo y no es educado dejarte aquí solo.

—Mmm... entonces no te preocupes, ve y saluda a ese nerd y regresas rápido.

—Gracias—sonrió gustosa y se deslizó a la mesa del chico con el ánimo arriba. Saludó a los otros chicos y abrazó amistosamente a Kevin.

— ¿Qué tal Shelby? Pensé que nunca te volvería a ver.

—He estado ocupada, ya sabes.

—Estás con el sujeto de esa vez, ¿no? —arrugó la nariz con desenfado y ella asintió—es muy raro.

—Ha tenido problemas y lo he estado ayudando desde entonces.

— ¿Eres en serio su amiga o solo estás actuando? —preguntó con curiosidad uno de los chicos que estaba sentado con Kevin en la mesa. A Shelby no le agradó su comentario.

—Soy muy buena amiga de Kevin, quiero ser más que su amiga, pero él me rechazó tres veces—inquirió secamente, dejando boquiabiertos a los chicos y rápidamente le regaló un guiño a Kevin y este rompió a reír.

— ¿Estás enamorada de él? —preguntó estupefacto el otro chico con los ojos muy abiertos. Ella asintió tratando de no reír—pero eres mayor.

—Kevin es menor físicamente, pero mentalmente es mayor que yo.

—Ya está nuestra orden, cariño—la llamó Egon con suavidad, poniendo a Kevin a resoplar.

—Y ese chico que ven allá—continuó ella diciendo, con un dedo discretamente apuntado a Egon—es el chico que muere por mí, pero sabe que mi corazón le pertenece a Kevin.

Y dicho eso, se despidió, dándole un beso en la mejilla al chico rubio y regresó a su lugar con Egon. Se sentó nuevamente y miró a la hamburguesa que tenía frente a ella. Sentía la punzante mirada de Egon sobre su persona y trató por todos los medios no voltear a verlo, pero lo hizo. Se encontró con los ojos más oscuros jamás vistos y quiso ocultar la cabeza en la tierra como un avestruz.

—No te enfades. Ese pequeño sólo estaba saludándome.

—Te advertí que nunca lo besaras o viceversa.

—Es un niño.

—Sí, un niño, pero tiene necesidades, ¿no? ¿Sabías que hay padres de la misma edad que él e incluso menores?

— ¿Estás insinuando que quiere acostarse conmigo? —entornó los ojos y le ardió la cara de vergüenza, puesto que, las personas a su alrededor habían escuchado sus palabras.

—No tengo idea, pero tampoco quiero imaginarlo poniéndote las manos encima—movió los dedos de sus manos y los apretó en torno a su bebida con bastante fuerza haciendo que el envase amenazara con estallar. Y eso era lo que a ella le fastidiaba. Era claro que Egon sentía celos cada que se enteraba que había interactuado con otro humano del sexo masculino, pero no quería admitirlo. Aburrida por su maldito genio, comenzó a devorar su hamburguesa, haciendo caso omiso a su locura. Le hincó el diente, gustosa mientras él la miraba con ojos lacerantes.

—Se enfría tu comida—le advirtió ella, engullendo un mordisco.

—Shelby—siseó.

—Egon—replicó de la misma manera.

Luego de unos minutos, él también atacó a su comida sin protestar. Devoró la hamburguesa sin despegarle los ojos encima al tal Kevin Black, quién también le devolvía la misma mirada gélida que él le proporcionaba. Shelby a medida que masticaba los bocados de aquel fantástico manjar, comenzó a sentirse bien y capaz de volver a enfrentar a Egon por si se volvía loco de celos para con Kevin. Y para su buena suerte, todo fue de viento en popa. Él pagó la cuenta y agitando una mano hacia Kevin, salió a la calle con Egon pegado a sus espaldas y gruñendo. Y los gruñidos no cesaron hasta que por fin llegaron al departamento.

—No estés ignorándome.

—Entonces deja tus celos a un lado.

— ¡No son celos! Simplemente no me gusta que ese chico te hable, bueno, nadie. No me gusta que hables con nadie.

—¡Estás enfermo, Egon! ¡Estás enfermo! —le gritó enfurecida y se apresuró a bajar, molesta, sin si quiera detenerse para ver su reacción. Llamó a la puerta y Aubrey abrió con una sonrisa, pero Shelby pasó a su lado sin saludarla. Estaba furiosa. Escuchó las voces interrogantes de los gemelos y la voz de Egon sisear en respuesta. Corrió a su habitación y se percató que él iba detrás, dándole alcance. Les obligó a sus piernas a darse prisa y entró al dormitorio como alma que lleva el diablo y aseguró la puerta. A los pocos segundos, unos golpes aporrearon la puerta con fuerza e insistencia.

—Abre la puerta, Shelby. Tenemos que hablar.

—Déjame sola, Egon.

—Abre. No me hagas derribar la maldita puerta.

En vez de obedecerlo, corrió a refugiarse al baño si en caso derribaba la puerta y así fue. Hubo una pausa de absoluto silencio; y después un crujido de algo partiéndose a la mitad resonó fuera del baño y ella se sintió acorralada. Presionó su espalda a la puerta del baño para impedirle el paso.

— ¡Abre la puerta, Shelby! —rugió Egon del otro lado, sobresaltándola.

— ¡No! —estaba aterrada. De nuevo estaba furioso y estaba segura que la lastimaría o peor aún, la mataría en un baño sin poder defenderse.

Cuando pensó que él se había ido, la puerta comenzó a crujir a causa de las patadas que Egon le propiciaba sin descanso. Comenzando a llorar, Shelby buscó alguna salida de escape y la encontró a dos metros de altura. Una ventanilla lo suficientemente ancha para salir. Se acercó al inodoro y escaló por medio de este y se precipitó hacia arriba en la pared de azulejos resbaladizos y alcanzó gloriosamente el borde de la ventanilla con éxito. De pronto la puerta comenzó a quebrarse y se dio prisa. Sacó las manos al exterior y después su cabeza, pero se quedó petrificada al darse cuenta que estaba en el segundo piso y que abajo había un sinfín de piedras, arbustos con espinas y ramas secas que la matarían en cuanto cayera encima. Se preparó mentalmente para dejarse caer cuando unas manos la cogieron de los pies y la arrastraron hacia atrás. Comenzó a gritar y a patalear horrorizada. Y de tantas patadas al aire, quebró la cabeza de la regadera y el agua salió disparada hacia todas las direcciones. La garganta le ardía de los gritos y las lágrimas de miedo le resbalaban por las mejillas. Y como Egon era más fuerte, logró meterla al baño y la apretó rudamente a su cuerpo, dándose cuenta del llanto silencioso de Shelby. Estaban empapados y no dejaban de forcejar como salvajes; hasta que Egon logró dominarla y la estampó a la pared donde el agua caía a raudales sobre ellos. Le inmovilizó los brazos por encima de su cabeza y con su propio cuerpo la presionó suavemente a la pared para que dejara de contorsionarse. Entonces Shelby recargó su cabeza en el hombro de Egon y siguió llorando y sollozando. Él, bajo el torrente de agua, la fue liberando de su agarre y la abrazó delicadamente hasta que poco a poco ella se fue tranquilizando.

—Jamás en tu vida vuelvas a buscarme—le oyó decir a Shelby con voz trémula.

— ¿Qué has dicho? —susurró, incapaz de liberarla del todo. Todavía seguían abrazados bajo el agua.

—Creo que ya tuve suficiente contigo. Se acabó.

Egon dejó que se marchara de su agarre y la vio buscando su valija con la intención de empacar sus cosas.

—No puedes irte.

—Sí que puedo—le espetó ella con amargura. Toda la habitación quedó mojada a causa de ellos, pero no fue relevante, por lo que no se percataron.

—En ningún momento quise asustarte ni mucho menos lastimarte. Fuiste tú quién se puso como loca cuando yo solo intentaba hablar contigo como personas civilizadas.

—Te recuerdo que fuiste tú quién subió detrás de mí como si hubiese cometido un crimen y después destrozaste ambas puertas a base de patadas. ¿Quién no estaría horrorizado con semejante arranque de estupidez? A decir verdad, creo que estoy totalmente loca al haber aceptado vivir contigo.

—Hice un trato con tu madre y no puedes irte, así como así—balbuceó sin encontrar una manera coherente de detenerla.

—Le diré que el trabajo se suspendió—pasó empujándolo con el hombro cuando recogió su valija que estaba debajo de la cama.

— ¿Qué hay de tu protección?

—Ya no más. Prefiero que me maten a tener que vivir un minuto más contigo.

—Te pusieron un maldito rastreador y no te diste cuenta, ¿En serio te importa una mierda tu vida, Shelby? Dímelo porque si es así, puedo asesinarte en este momento y ahorrarme más preocupaciones—de su pantalón sacó una de las pistolas con silenciador, una justamente con las que habían practicado y Shelby dejó de meter su ropa en la valija para encararlo sin miedo y con la barbilla en alto. Él apuntó directamente en medio de sus ojos con desdén. Ella apenas y notó que estaba siendo apuntada con un arma.

—Hazlo ya—lo instó, hostilmente—una muerte rápida es mejor que una muerte lenta junto a ti.

Egon cerró los ojos y apretando los dientes, lanzó a alguna parte la pistola y se acercó a ella con brusquedad

—No puedo dejar que te vayas porque el sujeto del que te hablé es Norman White y planea matarte o lo que es peor, enviarte con nuestro jefe como mercancía. Y desde luego que no se lo voy a permitir.

— ¿Cómo te atreves a levantar falsos? —lo fulminó con la mirada.

—Si quisiera levantar falsos lo haría, pero no lo hago. Lo que te digo es verdad.

—Di lo que quieras, de todas maneras, me voy a casa.

Egon con desesperación se deslizó fuera de la habitación mientras que ella seguía arreglando sus cosas para por fin regresar a su vida normal. Cuando estuvo lista, comenzó a descender al piso inferior siento presa de las miradas atónitas de los gemelos. Y sin previo aviso, sintió la presencia de Egon a sus espaldas y una de sus manos sobre su codo, impidiéndole avanzar a la salida.

—Hagamos un trato—objetó, ansioso.

—No.

—Quédate aquí hasta que todo se haya solucionado y prometo que no te daré problemas. Pero no te vayas—su voz pareció suplicante.

—He dicho que no—gruñó, irritada—déjame en paz.

— ¿Qué hay de nuestras clases? —había cierta de desilusión en su voz.

—Acabaron antes de que llegaran a comenzar.

Egon miró furtivamente a los gemelos y estos abandonaron la sala rápidamente porque aquella conversación era privada.

—Me iré yo de aquí, pero no te vayas. Por favor—suplicó Egon, confrontándola. Ella se giró para verlo e hizo una mueca de desagrado—no voy a vivir aquí contigo, pero quiero que tú sí.

— ¿Y por qué?

—Ya sabes por qué. Los gemelos seguirán montando guardia y yo estaré lejos, pero sabiendo que estás bien. Aparte porque Norman planea muchas cosas y debo vigilarlo.

— ¿Piensas que me tragaré el cuento de que Norman White es el tipo que dices y que quiere hacerme daño, solo para quedarme?

—No es un maldito cuento—vociferó y sin dejar que ella se apartara, la cogió en brazos y se la echó al hombro como un saco de papas sin dificultad y subió la escalera de dos en dos. Shelby ya había preparado su garganta para el último grito de auxilio y fue callada cuando él la lanzó a su cama y después cerró la puerta con llave—mira esto—le espetó furioso, agitando una fotografía como bandera y se la arrojó a los pies—este sujeto es Norman White. El mismo que ha venido por mi cabeza y quiero que lo veas.

Con las manos temblorosas, Shelby recogió la foto en sus manos y una sensación espeluznante le recorrió el cuerpo. En esa fotografía estaba Norman White sonriendo mezquinamente a la cámara con Egon a su costado. Eran más jóvenes y parecían detestarse. Ambos sonreían falsamente como si fueran amigos.

—Es él, ¿no? —inquirió Egon con desprecio—tu nuevo amiguito.

—Sí—su estómago se revolvió y colocó la foto lejos de su vista.

— ¿Ahora piensas que es un cuento?

— ¿Desde cuándo lo sabías?

—Cuando me dijiste su nombre lo supe, ya que no tenía ni la menor idea que era tu nuevo súper amigo.

— ¿Y no planeabas decírmelo?

—Decírtelo o no, no importa ahora. Solo quiero que entiendas que no puedes irte.

—El hecho de que ese sujeto sea mi amigo y tu enemigo, no cambia mi decisión, Egon Peitz. Me voy definitivamente de aquí.

—Me iré yo de aquí, pero no puedes regresar a tu casa—insistió y se colocó en la puerta, impidiéndole la salida. La paciencia de Shelby llegó al límite. Reunió todas sus fuerzas y cogiéndolo del cuello de la camisa, lo arrastró hacia un costado y lo tiró al suelo, intentó abrir la puerta, pero él tenía la llave. Egon, aun el suelo, miró a Shelby luchar contra la puerta, pero sus ojos se ensombrecieron de furia. Nadie en su maldita vida lo había empujado de tal manera y mucho menos una chica. Se levantó con audacia y se colocó detrás de ella, cogiéndola por sorpresa y la apartó con fiereza lejos de la puerta; pero ella, presa de la histeria, en vez de atacarlo, se dio la vuelta y se dirigió al buró donde descansaba una tijera. Egon parpadeó, pensando que intentaría atacarlo, pero se horrorizó al ver que ella lo amenazaba con su propia vida. Abrió las tijeras y las situó en una de sus muñecas con una sonrisa cínica. Había varias cicatrices ahí, heridas que ella misma se hizo en el pasado.

—Déjame salir o lo lamentarás.

—Lamento desilusionarte, pero la que tiene un objeto cortante eres tú, no yo. Dame esas tijeras—dio un paso a ella, pero Shelby presionó la punta filosa en su piel, haciendo una mueca cuando la primera gota de sangre brotó a través del filo—no hagas eso, ¡No! —gritó él, aterrado. Pero Shelby se adelantó y rasgó su muñeca, en donde había más cicatrices de años anteriores en los que falló su cometido. El filo de la tijera cortó de izquierda a derecha y en pocos segundos la sangre comenzó a brotar incontrolablemente de sus venas, sofocado un gemido de dolor. Se dejó caer al suelo tirando las tijeras y respirando agitadamente. — ¡Estás loca! —le oyó gritar a Egon, pero la falta de sangre en su organismo estaba haciendo efecto en ella. Con la vista nublada, alcanzó a observar como él salía corriendo en busca de ayuda y se perdió en una densa oscuridad silenciosa. Cuando la conciencia la golpeó rudamente y la realidad le hizo ver que no había muerto, abrió los ojos y se halló acostada en la habitación de Egon. Y notó la mirada cautelosa de alguien al otro extremo que la observaba con detenimiento. Pero antes de enfrentarse a esa persona, miró su muñeca, la cual estaba vendada y ya no había sangre. Tenía incrustada una aguja en el otro brazo que la conectaba a un suero que estaba sobre su cabeza. Y se estremeció. ¿Qué había hecho? ¿Había intentado suicidarse otra vez, después de tanto tiempo? No. Todo menos eso. Sus instintos suicidas no podían haber regresado drásticamente. —Tuviste suerte que Aubrey supiera de primeros auxilios—la voz áspera de Egon la hizo refunfuñar en un siseo— ¿En qué infiernos estabas pensando? ¿Crees que matándote solucionarías algo? Déjame informarte que la estupidez humana está concentrada solo en ti. ¿De qué sirve que estés viva o que yo quiera protegerte si cada que te entre el gusano de la ridiculez intentes matarte? ¿De qué le sirvió a tu madre sentir el dolor brutal del parto, si solo sería para ver a su hija despreciar su vida que con tanto trabajo logró dársela? Tantas personas enfermas en fase terminal anhelan seguir luchando cada día más y poder disfrutar una vida plena. Y tú, estando buena de salud, veas tu vida como una mierda—la reprendió con odio—si en serio te vale mierda tu vida, hagámoslo fácil. Con un disparo en la cabeza es más que suficiente y ya no harías tanto teatro al abrirte las venas y provocar un escándalo.

— ¡Eres el menos indicado para darme este sermón estúpido! —masculló ella con ironía. Se sentía débil, pero tenía fuerzas para confrontarlo—tú eres un maldito asesino, Egon. Matas a las personas y no le veo congruencia a tus palabras porque tú mismo te contradices.

—Tienes razón. Me contradigo al hablar y sí, soy un puñetero asesino, pero al menos valoro tu vida más que la mía y es algo idiota de mi parte porque no tengo explicación de ello.

—Mi maldita vida me pertenece y decido hacer con ella lo que quiera.

—Tu vida comenzó a pertenecerme desde el momento que te vi sentada frente a mí en Austria—le contradijo él, humedeciéndose los labios con hostilidad—justo en el instante que cruzaste la mirada conmigo, comenzaste a pertenecerme. Y yo soy quién decide tenerte con o sin vida, Shelby Cash. Eres mía, entiéndelo.


SIGANME EN MIS REDES SOCIALES PARA ESTAR EN CONTACTO:

Continue Reading

You'll Also Like

521K 63.3K 7
Han pasado tres años desde que Leigh sufrió a manos de un monstruo. Y ella se ha dedicado a sanar, finalmente, decide dejar atrás Wilson, y empezar u...
28.6K 2K 40
después de lo ocurrido en la mina MC , queda en shock respecto a lo que se entera por otro lado los chicos exigen muchas cosas a MC , pero una person...
110K 14.7K 59
Izan está enamorado; de los labios de Gala, las sonrisas de Marisa y los ojos de Lucía. Izan a fingido por cierto tiempo ser un buen chico. Puntual. ...
8M 570K 100
«-¿Qué... quieres, Theo? Solo tres palabras. Solo tres palabras y mi nombre bastan para que mi mundo cambie por completo. -Intentemos ser amigos, Tra...