Dark Beauty © Libro 1. (TERMI...

By MiloHipster

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Dicen que los asesinos y criminales para que puedan ejercer su labor de asesinar o torturar, necesitan tener... More

Prólogo
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#Nota VIII
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CAPÍTULO FINAL 92
Epílogo
Extra
Personajes
Aviso.
DEDICATORIA
RECOMENDACIÓN ;)
AGRADECIMIENTOS

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By MiloHipster

El olor fétido de la basura consumiéndose en su propio jugo, hizo que ambos desistieran de seguir platicando en aquel lugar pestilente, por lo que regresaron de inmediato al escarabajo y se dirigieran a otra parte donde se podía respirar a gusto sin sentir comezón en las fosas nasales. La noche seguía en su apogeo y faltaba una hora para la medianoche. Egon se detuvo frente a la casa de Shelby y aspiró aire profundamente, con las manos apretadas en el volante.

—¿Estás seguro que no necesitas mi ayuda? —inquirió ella, en busca de una negación de su parte.

—Por supuesto que necesito tu ayuda, pero tengo que arreglar unos asuntos con mi jefe—le respondió el chico de ojos oscuros—no es buena idea que él descubra que te tengo a ti.

—¿Temes que pueda matarme?

—Temo muchas cosas—admitió y se frotó el puente de la nariz con los dedos— ¿mañana irás a clases?

—Supongo que sí, ¿Por qué?

—Por nada. Te buscaré mañana o en estos días, a eso de las once en alguna parte de tu escuela, estaré en un lugar solitario y silencioso.

—Esto es extraño, Egon. No tienes por qué irte, estás a salvo en mi habitación.

—Tarde o temprano tengo contactar con mi jefe—explicó—ya ha pasado varios días y él necesita de mis servicios, y si sigo contigo, no podré realizarlo.

—Eso quiere decir que no hay poder humano que te haga cambiar de parecer, ¿verdad? —bajó la mirada a sus manos y sus pestañas acariciaron sus mejillas al parpadear.

—No te pongas sentimental, Puppy—Egon hizo una mueca de desagrado—no es una despedida de novios o de algo parecido. Somos amigos, así que sonríe y ponte contenta porque dejaré de darte lata por un tiempo—aquel comentario la hizo reír.

—Eres un idiota.

Enseguida se arrepintió, ya que sabía que él podía ponerse furioso ante aquella grosería, pero se sorprendió verlo reír.

—Tú eres más idiota por desear que me quede contigo, sabiendo el riego que corres a mi lado, pero como soy tan guapo, que no puedes resistirte—contraatacó divertido y se apresuró a abrir la puerta del escarabajo. Shelby, estupefacta hizo lo mismo y ambos se deslizaron fuera del auto. Se quedaron de pie frente a la casa sin emitir una sola palabra. El aire helado les revolvió el cabello y les produjo escalofríos por tener aún la ropa húmeda por la lluvia—entra—le oyó decir con voz autoritaria. Ella miró con desdén su casa, la cual estaba desierta. No había luz en el interior y era probable que no hubiese nadie en casa, ni si quiera Caroline. Y de pronto, un relámpago resonó en el cielo, seguido de un estruendoso rayo que les perforó los tímpanos. Se avecinaba una tormenta.

— ¿Qué hay de ti? ¿Dónde te refugiarás para la tormenta?

—Me las arreglaré, ahora toma las llaves del escarabajo y entra antes de que llueva—ordenó él, extendiéndole las llaves. Pero ella no las recibió, sino que se cruzó de brazos y lo miró con los ojos estrechados. — ¡Tómalas, maldita sea! —rugió él, agarrándole la mano y poniéndole las llaves en la palma. Enfadada, se las arrebató con furia y se las guardó en el bolsillo. Se regalaron una gélida mirada durante un segundo—me largo—objetó, dándose la vuelta—te buscaré mañana o tal vez en estos días. Si no es en tu escuela, lo haré en tu habitación.

—Ni si quiera sabes dónde estudio.

—Todavía no me conoces—añadió Egon, mientras se alejaba más de Shelby. Abrumada, giró sobre sus talones y entró a su casa con los pelos de punta. Dejó en la mesa, las llaves, y encendió las luces de la sala y cocina. Era el colmo que la casa estuviera a penumbras y que su hermana aun no regresara del funeral o de la casa de Evan. De inmediato subió a su habitación con la intención de despojarse del vestido y darse una ducha caliente, cuando se desató la tormenta más espeluznante de la historia. La ráfaga de aire que entró a su dormitorio derribó todas sus cosas al suelo y luchó contra el viento hasta llegar a la puerta del balcón, que estaba abierta. Segundos después, gotas furiosas arrullaron a la ciudad sin escrúpulos. Cerró la puerta justo a tiempo de mojarse una vez más. Los rayos y relámpagos la aturdieron un instante.

—Egon Peitz, eres un verdadero idiota—graznó, irritada—esta tormenta acabará contigo.

«Bueno, ¿y a mí que demonios me importa su bienestar? Se quiso ir; y ya no es mi problema», pensó mientras se recostaba en su cama con solo su ropa interior puesta y se dio cuenta que en las sábanas había quedado impregnado el aroma masculino de Egon. Sintiéndose adormecida por ese peculiar olor, se cubrió hasta la cabeza con la sábana para olfatear a Egon Peitz, aunque sea por el pensamiento. Se había vuelto realmente demente al añorar la compañía de ese homicida idiota que tanto la enloquecía con solo escuchar su voz o mirarlo a los ojos. A sus ojos negros tan siniestros y misteriosos como su alma. Escuchando el murmullo del aire golpear la puerta el balcón y el impactar de las gotas en el cristal de este, se quedó profundamente dormida, pensando y soñando en el rudo y duro rostro de Egon. A decir verdad, luego de pasar horas a su lado, se dio cuenta que él era un chico normal, capaz de sonreír y de reír. Pero que tenía el corazón endurecido, haciéndole actuar a la defensiva, y eso lo hacía lucir tierno, a su manera. O al menos para Shelby; ya que, siendo sinceros, ningún asesino serial le resultaría tierno a nadie, solo a ella. Había una frase que siempre era muy pronunciada en las redes sociales que decía "Nunca juzgues a un libro por su portada", pero en este caso, la portada estaría llena de sangre y oscuridad, con personas muertas y en medio habría un chico sonriendo de una manera tenebrosa empuñando un arma y el titulo sería Terror en el Manicomio de Chernóbil, junto a la pata de elefante radioactiva. Y Shelby, sin duda, lo compraría y al inicio de la historia se encontraría con una historia romántica de adolescentes, la mejor en su especie. Y aquella metáfora era el mejor ejemplo de la vida de Egon. Había altas probabilidades que él no fuese un psicópata sin emociones, sino más bien un sociópata. Despertó poco después gracias a las sacudidas de alguien que habían optado por sostenerla de los hombros y moverla hacia adelante y hacia atrás solo para que despertara. Abrió los ojos bruscamente y gruño al ver a Caroline a corta distancia, con las cejas juntas y con expresión severa. Aun se escuchaba la lluvia azotando el aire.

—¿Cuál es tu problema? —siseó de mal genio. Le ardían los ojos a causa de haber despertado de una manera violenta y vio que todo estaba a oscuras. Lo único que había de luz era una vela que estaba sobre su buró. Escudriñó todo a su alrededor y se incorporó entre las sábanas.

—¿Por qué estás en ropa interior? —le cuestionó Caroline, con las cejas elevadas.

—El vestido estaba húmedo y como no había nadie en casa, me lo quité.

—Ponte algo de ropa, se ha ido la luz en toda la ciudad—le informó, poniéndose en pie, a tientas.

—¿Tan fuerte ha sido la tormenta? —se levantó de un salto y a casi a ciegas abrió el cajón de su buró en busca de algo que ponerse, pero se quedó estática cuando tocó por accidente, mientras revolvía dentro, la hebilla gruesa de un pantalón que desde luego no era suyo y una playera suave lo suficiente ancha como para usarla de bata. Era la ropa de Egon. Parpadeó perpleja y volvió a guardar la ropa; sacó un short de mezclilla y su sudadera gris que tanto le gustaba. Caroline había ido a alguna parte, pero le frustraba estar a ciegas y a solas, por lo que decidió sostener la vela e ir a buscarla al resto de la casa. No tardó mucho en encontrarla porque pegó un grito que le caló los huesos. Sobresaltada se echó a correr en dirección al baño de donde surgió el grito y encontró a Caroline mirando detenidamente el... bóxer de Egon en la secadora.

—¿Por qué gritas? ¿Qué pasa? —se apresuró a preguntar, aunque ya sabía la respuesta.

—¿De quién carajos es esto? —su hermanastra la miró con ojos acusadores. Ella también sabía la respuesta, por lo que Shelby se mordió los labios y desvió la mirada— ¿Es de Douglas?

Shelby siguió sin responder. La vela comenzó a derretirse en su mano, pero aun así no dijo nada.

—¿Es de Douglas este maldito bóxer, Shelby Anne Cash? —su voz había sonado exactamente a la de su madre y gruñó irritada.

—Sí. Es de él, pero no es lo que te imaginas—respondió, azorada.

—¿Y qué es lo que estoy imaginando? —echó de nuevo el bóxer de Egon en la secadora y se limpió las manos con una toalla seca.

—Estás pensando que Douglas y yo tuvimos sexo y que estoy embarazada—repuso.

—¿Y es verdad? —masculló, enojada.

—No.

—Entonces explícame que hace eso ahí dentro.

—Te lo explicaré si haces el favor de salir de aquí y hablar tranquilamente en otra parte.

Caroline tomó su vela y pasó junto a ella en dirección a su propia habitación. Shelby la siguió dando traspiés por el pasillo. Sentía que sus mejillas ardían de tanta vergüenza y tensión. ¿Qué le diría? No podía decirle la verdad. Había prometido ayudar a Egon y eso iba a hacer. No podía confesarle a Caroline que estaba ocultándolo por ser un asesino serial.

—Bien. Te escucho—oyó la voz de Caroline desde el interior de su recámara y Shelby, antes de entrar, se repitió a sí misma que tenía que tranquilizarse y actuar con normalidad.

—Douglas me pidió de favor que le permitiera lavar algo de ropa y supongo que su bóxer quedó aquí por equivocación.

—No te creo. Es muy extraño, ¿Quién olvidaría exclusivamente los calzones en la casa de una chica?

—¿Cómo quieres que sepa? Cuando veas a Douglas le preguntas—añadió—mejor regreso a mi habitación. Buenas noches.

—Oye, Shelby, espera, yo no quise...

—No te preocupes—le dijo Shelby, antes de salir de ahí, pero se quedó de pie en el umbral de la puerta, dándole la espalda. La luz de la vela le daba un aura espectral a su alrededor—yo también pensaría así, si algún día encuentro el bóxer de Evan aquí. Pero solo encontré su cinturón, debí habérselo dicho a Charlie y mira... ¡No lo hice! Y tampoco te cuestioné nada.

—¿Qué? Aguarda...

Su hermanastra salió tras ella en un impulso de detenerla, pero Shelby fue más rápida y logró encerrarse justo a tiempo en su alcoba.

—¡Abre la puerta! —Caroline intentó girar la perilla con desesperación—debemos hablar de lo que acabas de mencionar.

—Yo no quiero. Buenas noches—espetó Shelby. Y entonces, en el piso inferior se escuchó el crujir de un cristal estrellarse al suelo y ambas dieron un respingo. De inmediato, ella abrió la puerta y miró a su hermanastra con los ojos desorbitados.

—¿Crees que sea un ladrón? —le preguntó, en un hilo de voz.

—Espero que no—respondió Shelby en un susurro—voy a investigar, quédate aquí.

—¿Estás loca? Iré yo—la detuvo del brazo.

—De las dos, tú eres la menos indicada para ir—se burló Shelby—iré rápido. No tardo.

—Entonces, vamos las dos.

—Espera, buscaré mi bate de béisbol.

Shelby entró corriendo en la oscuridad a su habitación y sacó el bate debajo de su cama. Si era un ladrón, entonces le daría la mayor golpiza de su vida. Bajaron sigilosamente por la escalera. Caroline se había aferrado a su brazo y podía sentir el temblor de su cuerpo, resopló y siguieron bajando sin hacer el menor ruido. Agudizó el oído y alcanzó a percibir el deslizar de unos pies que no eran suyos ni los de su hermanastra. Alguien estaba en la cocina registrando los cajones de la isla.

—Está en la cocina—chilló Caroline, presa del pánico.

—Shhh, voy a sorprenderlo—alzó en alto el bate y se dirigió a la cocina con Caroline pisándole los talones. Y como si fuera una escena sacada de una película de terror, la luz regresó y Shelby se quedó estática en su sitio con el bate por encima de la cabeza, dispuesta a atacar. Caroline gritó del susto cuando divisaron al sujeto que escrutaba la cocina. Tenía el rostro cubierto por un pasamontaña, pero a simple vista se notaba un poco de cabello rubio sobresaliéndole del cuello. Era alto y de buen cuerpo. Pero lo que a Shelby le sorprendió, fueron sus ojos grises, mirándola con descaro.

—Baja el bate y no les haré daño—espetó él, con voz maliciosa y arrogante, que tenía un acento extraño, como si el inglés no fuera su lengua materna. En ese preciso instante, Shelby deseó tener a Egon a un lado para protegerla de ese tipo.


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