Dark Beauty © Libro 1. (TERMI...

By MiloHipster

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Dicen que los asesinos y criminales para que puedan ejercer su labor de asesinar o torturar, necesitan tener... More

Prólogo
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#Nota VIII
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CAPÍTULO FINAL 92
Epílogo
Extra
Personajes
Aviso.
DEDICATORIA
RECOMENDACIÓN ;)
AGRADECIMIENTOS

21

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By MiloHipster

—Egon, baja esa arma—susurró Shelby, asustada. Intentó a toda costa que Kevin Black no se percatara de él, pero fue inútil. Todas las personas tenían la atención sobre Egon; y la mayoría parecía estar teniendo un ataque asmático. Él negó con la cabeza, sin borrar la estúpida sonrisa de sus labios.

—¿Quién eres tú y qué haces en el funeral de mis hermanas con esa pistola de juguete? —terció Kevin, con aire interrogativo. Shelby arrugó la frente y miró rápidamente el arma que Egon portaba en las manos y sí, era de juguete.

—¿Cómo demonios supiste que no era verdadera? —por primera vez en su vida, Egon se mostró estupefacto. Había planeado asustar a Shelby y a todos los presentes, pero al parecer, su plan se había ido a la mierda gracias a ese rubito.

—Soy muy listo—se cruzó de brazos el adolescente de ojos grises— ¿Quién eres?

—Tu peor pesadilla si no cierras la boca—masculló Egon y haciéndole un gesto con la cabeza a Shelby, se dio la vuelta y comenzó a andar esperando a que ella lo siguiera. Tiró la asquerosa pistola en alguna parte y no se detuvo. Shelby se debatió en seguirlo o permanecer junto a ese chico. Pero por el bien común, debía ir tras Egon y evitar así, un verdadero desastre. Se levantó con naturalidad de la silla; echó un vistazo a las demás personas que ya habían retomado su atención en otras cosas y comenzó a caminar por donde Egon se había escabullido.

—¿A dónde vas? —preguntó Kevin, a sus espaldas.

—Tengo un asunto que atender con el sujeto de la pistola de juguete—respondió ella, con suavidad—no tardaré.

—¿Regresarás?

—Por supuesto. Aparta mi lugar.

Kevin asintió con ansiedad y volvió a sentarse, pero esta vez estiró ambas piernas ocupando dos asientos a la vez, gesto que hizo sonreír a Shelby antes de seguir andando en busca de Egon. El cementerio no era lo bastante grande como para haber sitios donde esconderse, ni si quiera las lápidas llegaban a medir más del metro cincuenta para darle lugar a alguna persona oculta, por lo que se quedó estática junto a un robusto árbol y resopló indignada, a sabiendas que él la estaba acechando desde algún punto no identificado.

—Egon, sé que estás ahí—dijo ella—necesitamos hablar.

El ruido de pasos sobre el barro la hizo girar en redondo y por fin estuvo cara a cara con él. Tenía que admitir que se miraba adorable todo mojado y que incluso no resultaba tan intimidante, y que además podría pasar desapercibido en la universidad si se lo proponía.

—¿Qué demonios pensabas hacer con esa pistola de juguete? ¿Causar un desastre? —se cruzó de brazos y lo enfrentó frente a frente. Por unos segundos se sostuvieron la mirada, fulminándose el uno con el otro como idiotas. Aunque bien, el color miel de los ojos de ella hacía un contraste siniestro contra los negros de él. Miel contra negro, buena combinación de la locura en su máxima potencia.

—¿Qué tanto me miras? Deja de hacerlo—rugió Egon y se frotó violentamente la cara con las manos.

—Respóndeme—le ordenó.

—Se la quité a un niño idiota que estaba jugando en la calle y pensé que sería buena idea asustarte—contestó, sin mirarla.

—¿Te das cuenta de lo grave que estás?

—Me doy cuenta de la misma manera en la que tú te das cuenta de tu propia locura—esbozó una cínica sonrisa que la dejó helada.

—¿Quién te dijo en donde estaba? —inquirió, mirándolo a profundidad, pero sintiéndose insegura ante el escrutinio de él para con ella.

—No era difícil adivinar—repuso—busqué en el directorio de tu casa todos los cementerios de la ciudad...

—¿Buscaste en todos los cementerios?

—Sí—se rascó el cuello—tu escarabajo fue de gran ayuda—metió una mano en uno de sus bolsillos y le mostró las llaves de su auto y enseguida volvió a guardarlas—aunque tuve algunos obstáculos, pero heme aquí. Nunca podrás ocultarte de mí, Puppy; porque siempre sabré rastrearte, incluso en el mismísimo infierno.

—Estoy en medio de un funeral, por si no lo has notado—alzó los brazos y los agitó, haciendo énfasis en sus argumentos—no es el momento para causar problemas.

—Me gustan los problemas.

—Tú eres un problema.

—Nosotros dos somos un problema—replicó.

—Regresa a casa, Egon—murmuró derrotada.

—Regresemos a casa—le corrigió.

—No. Tú regresarás y yo me quedaré un rato más aquí.

—¿Por qué? No es ningún familiar tuyo que está muerto, ¿Por qué habrías de quedarte?

—¡No es asunto tuyo! —espetó de malhumor—por favor, vete de aquí o ven conmigo al funeral.

—No quiero irme, pero tampoco quiero quedarme—elevó los ojos al cielo—me quedaré solamente porque no me gusta estar solo en tu casa.

—Buena elección—lo tomó distraídamente de la mano sin darse cuenta de la reacción de él—andando.

—¿Ya concluyó el entierro? —preguntó, arrugando la nariz cuando ya se encontraban de regreso a las sillas.

—Sí. Hace una hora.

—¿Y quién era ese rubito listillo?

—Es Kevin Black, hermano de las fallecidas.

—Lo detesto—bufó, molesto—es un imbécil. Y también el noviecito de tu hermana, ese tal Evan.

—A veces pienso que no debí aceptar ayudarte—dijo ella entre dientes—eres tan...

—... tan realista y guapo—él terminó la frase por ella—lo sé, soy genial y lo sabes.

Shelby dio por terminada la conversación al sentarse en la silla que Kevin Black le había ocupado, empero Egon no tenía donde situarse por lo que a regañadientes se ubicó de pie junto a ella con la mandíbula apretada. Estuvieron un buen tiempo en silencio sin objetar ni una sola palabra. Lo único que se escuchaba era el murmullo de la lluvia sobre ellos y las voces y llantos silenciosos de las personas; pero fuera de aquello, era total silencio sepulcral. Poco después; Caroline se levantó de su asiento tomada de la mano de Evan, dispuesta a acercarse a ella. Se apresuró a mirar a Egon y este a su vez le devolvió la mirada con rigidez.

—¿Podrías alejarte unos minutos? Caroline piensa que has regresado a Austria y si te reconoce...

Pero nada de eso sirvió porque su hermanastra ya estaba a un paso de ellos y una sonrisa deslumbrante atravesó el rígido y petulante rostro de Egon cuando Shelby comenzó a hablar con la chica y el bastardo de su novio.

—Ya has conocido a Kevin—dijo Caroline tocándole el cabello al rubio y este sonrió débilmente para después cruzarse de brazos y seguir mirando a la nada.

—Sí—respondió Shelby mirando por el rabillo del ojo a Egon y a su manera desesperada de no causar problemas. De pronto, Evan fijó la mirada en Egon, y Shelby tragó saliva, y en un intento de llamar la atención del novio de su hermanastra, Caroline se adelantó y postró una mano en el hombro de Egon.

—Hey, ¿Acaso eres Douglas, el amigo Austriaco de Shelby? —entornó los ojos y una sonrisa asomó a sus labios, dejando a Evan con el ceño fruncido. Egon asintió y miró a Shelby por unos segundos.

—El mismo—se llevó un dedo al pecho y sonrió con suavidad.

—Shelby me comentó que ya te habías marchado.

—Estuve a punto de hacerlo, pero decidí quedarme unas semanas más. Este país es interesante—dijo con naturalidad, manejando a la perfección la situación sin ayuda de Shelby—verás, Caroline, ¿verdad? —Caroline asintió—verás Caroline, tu hermana ha sido de gran ayuda para mí y gracias a ella es que no he regresado a casa.

—Ay, qué lindo—chilló Caroline, con los ojos brillantes. Shelby y Evan arquearon las cejas— ¿y qué haces aquí? ¿Shelby te avisó dónde estaría?

—Ella me prestó su auto y vine a devolvérselo.

—Shelby, el escarabajo estaba en casa cuando salimos, ¿no? —se volvió a ella con perplejidad en el rostro.

—Sí—respondieron Shelby y Evan al unísono.

—Aunque no comprendo una cosa—terció Evan, claramente perturbado por Egon— ¿Cómo fue que te lo prestó, si Shelby estaba con nosotros? —lo miró con desconfianza y repulsión.

—No tengo por qué darte explicaciones—gruñó él a la defensiva, enseñándole los dientes como un felino amenazado y Shelby se dio cuenta de que ya era hora de hablar.

—Evan, yo me entiendo con Douglas—repuso enseguida Shelby, se levantó de un salto de la silla y se colocó en medio de Egon y de Evan como una barrera. Una barrera demasiado débil, a decir verdad—él me habló un día antes y yo le dejé las llaves de mi auto escondidas detrás de una maceta. Fin.

—Eso explica todo—añadió Caroline confundida. Sacudió la cabeza y suspiró—en unos minutos nos vamos, Shelby.

—Si me permites, Caroline—interpuso Egon, agarrando la cintura de Shelby de una manera comprometedora, haciéndole dar un respingo y agitando su corazón—pretendo llevar a casa a Shelby, pero antes invitarla a cenar.

El rostro de Caroline se iluminó de corazones imaginarios y asintió sin pensarlo, dejando perplejo a su novio. Incluso a Shelby.

—Por supuesto que sí, tienen mi bendición para ir—canturreó—también tienes la bendición para casarse si así lo desean.

—Princesa, ¿Qué demonios? —titubeó Evan, con asombro— ¿Estás consciente que este sujeto puede tomarlo muy en serio e incluso robar a tu hermana?

Shelby dejó escapar una carcajada y Egon le regaló una sonrisa torcida a Evan, tratando de decirle: No te atreverías ni si quiera a acatar las órdenes de tu corazón porque eres un cobarde. Egon sí acataría las órdenes de su corazón, claro, si al menos pudiera sentir amor por alguien. Es más, ni si quiera estaba seguro si podría algún día poder amar o sentir algún tipo de sentimiento hacia una persona. Así que no era su caso.

—Douglas no se atrevería, ¿verdad? —agregó Shelby, jocosamente, mientras le acariciaba el anillo de la mano que Egon tenía alrededor de su cintura para darle más realismo. Él asintió—solo somos amigos.

—Lo que sea—sentenció Caroline con seriedad—pueden irse, no se preocupen. Tampoco le diré a papá ni a mamá, pero quiero que regreses a mi hermanita a las doce en punto; ni un minuto más, ni un minuto menos. ¿Okey?

Llegando a ese acuerdo, Shelby se separó de Egon unos minutos en lo que se despedía de los padres de Kevin y de él. Le sorprendía ver que ahora había conseguido un nuevo amigo algunos años menor que ella, pero con una inteligencia súper elevada. Hacer nuevos amigos en un funeral no era para verse todos los días. Se despidió cortésmente de los padres de Kevin y luego fue a buscarlo, ya que cuando había sido la charla de Evan con Egon, él se había retirado de su lugar en busca de un sitio aislado donde seguir deprimiéndose. Lo encontró sentado debajo de un árbol con la cabeza recargada en la corteza y los ojos cerrados, de los cuales lágrimas llenas de tristeza fluían de ellos hasta deslizarse por sus rosadas mejillas y perderse en su cuello. Con algo de pena, tomó asiento junto a él, siendo presa de los ojos amenazantes de Egon en la lejanía. La estaba esperando en el escarabajo a una cierta distancia, pero su mirada le traspasaba la piel, así que lo ignoró. Era de noche y ya había parado de llover. Kevin estaba lleno de barro hasta el cabello, pero parecía no importarle.

—Kevin—le susurró ella—ya me tengo que ir, vengo a despedirme.

De inmediato él abrió los ojos y la miró intensamente.

—¿Es necesario que te vayas ya? —tenía la voz quebrada y ronca.

—Me están esperando—señaló a Egon dentro del auto y él resopló.

—Ah, es tu novio—masculló—él no estaba invitado.

—Tampoco yo lo estoy—añadió.

—A partir del segundo que cruzaste palabras conmigo, quedaste automáticamente invitada.

—Gracias—forzó su mejor sonrisa y se levantó del fango donde estaban situados—te veré pronto, lo prometo, Kevin Black. Más pronto que tarde.

—¿Cómo sé que no mientes? Así dijeron Frida y Zeta hace unos días cuando fueron llevadas a una revisión y nunca volví a verlas.

Kevin Black había logrado tocar el lado sensible de Shelby y eso no le agradó. Ella nunca había sentido compasión o lástima por alguien. Pero ahí estaba, debatiéndose en no ponerse a llorar como una niña.

—Soy Shelby Cash y yo no rompo mis promesas—se inclinó lo suficiente para darle un amistoso beso en la mejilla.

Miró una última vez a ese chico y giró sobre sus talones para marcharse. Cuando subió al escarabajo, se encontró a un Egon más arisco y más furioso que de costumbre. Ni si quiera necesitó preguntarle cuál era su problema porque él rompió el silencio de una manera dramática. Encendió el motor y echándolo a andar, y sin mirarla, dijo:

—Espero sea la última vez que veas a ese adolescente, ¿okey? Y eso incluye besarlo.

—A ver—replicó ella de mal humor— ¿Cuál es tu problema, Egon Peitz? No puedes llegar a mi vida a pedirme ayuda y después querer mandar sobre mí. Nos conocemos de unos miserables días, lo cual se me hace ilógico que estés celoso o algo parecido.

—Espera, ¿Qué? —se horrorizó— ¿Celoso?

—Sí. Celoso—hizo énfasis en la última palabra. Entonces él rompió a reír ásperamente dejándola perpleja y aturdida a la vez. Se había vuelto más loco de lo que ya estaba. Lo miró con recelo y cruzándose de brazos, esperó a que él hablara.

—No me hagas reír, Puppy—ahogó una risa nasal que enfureció a Shelby— ¿Qué parte de no me gustan las muestras de cariño no entiendes? Yo no puedo celarte porque para que eso sea posible, tienes que gustarme y tengo que amarte. Pero ninguna de esas dos cosas siento por ti. Solamente odio a las personas y eso incluye a tus amigos.

—¿Y por qué a mí no me odias? —siseó, enfadada—eso solucionaría las cosas. Me dejarías en paz y yo seguiría mi vida sin estupideces.

—No te odio tanto como quisiera. Simplemente veo en ti algo que no veo en los demás.

—¿Qué es lo que ves? —espetó, más furiosa.

Muerte—respondió tranquilamente.

Bien. Aquella respuesta la tomó desprevenida; por lo que frunció el ceño y meneó la cabeza de un lado a otro. Se miró las manos en las que aún permanecía un tono rosáceo en donde se había lastimado en la pared y le dio escalofríos. El hecho de que ella, tiempo atrás había tenido instintos suicidas, eso no significaba que pensase en muerte todo el tiempo, ¿o sí?

—¿Qué?

—Tienes la muerte escrita en la frente, Shelby—continuó diciendo él, sin apartar la vista del frente—y yo tengo esa palabra tatuada en mi corazón. Por eso te elegí a ti como mi cómplice y quizás, como amiga. Aunque debo confesar que no sé lo que es un amigo porque nunca he tenido uno. Siéntete privilegiada—volteó a verla—eres mi amiga y yo tu amigo.

—El significado de amigo es algo relacionado con el amor, cariño y besos—le hizo saber, con una sonrisa mezquina.

—¿En serio? —chasqueó la lengua, decepcionado, pero ella no respondió a su pregunta retórica—entonces yo le daré otro significado. A mi manera será fácil.

—Quizás el nuevo significado tenga la palabra muerte incluida, ¿no? —dijo con ironía. Él sonrió.

Amigos—dijo Egon, mecánicamente y tosió para aclararse la garganta—palabra de origen austriaco, que se denomina tóxica para aquellos que la utilizan en una oración. El significado de ella es trepidante. Amigo es sinónimo de muerte, maldad, sangre, fuerza, debilidad y sexo.

Shelby rio a reventar luego de que él recitara su nuevo significado.

—Admite que lo amaste. Es genial.

—Entonces somos amigos y eso significa que... ¿Quieres tener sexo conmigo? —ella se ruborizó.

—Eres lista—la miró y le guiñó un ojo sin dejar de sonreír maliciosamente.

—Ah, oc.

—¿Ah, oc? ¿Qué diablos significa "oc"?

—Significa que estás demente.

—Ah, oc—replicó él, riéndose.

Egon continuó conduciendo sin detenerse, dejándose envolver por las ridiculeces de esa chica. Pero mentalmente se preparaba para decirle que se iba a ir de su casa en busca de un lugar seguro donde habitar y contactar a su jefe.

—¿A dónde vamos? Es obvio que no me invitarás a cenar—bromeó Shelby. Él sonrió levemente mientras maniobraba el volante.

—Vamos a deshacernos de mi ropa y del trozo de dedo.

Y hasta ese momento Shelby recordó el episodio del dedo putrefacto y tragó saliva.

—¿Dónde lo tienes? ¿Dónde está? —preguntó aterrada, mirando por doquier. Temió estar sentada sobre aquel asqueroso dedo y palideció.

—Cálmate, aquí está—buscó debajo de su asiento y sacó una bolsa de plástico. Y al ver su reacción, volvió a dejarla en su sitio—me quedé con la sortija del dedo, ¿verdad que está fabulosa?

Los ojos de Shelby se desorbitaron al verle el anillo puesto a Egon en la mano derecha, justo donde recordaba haberle acariciado cuando la abrazó de la cintura y sintió nauseas.

—¿Ahora qué? ¿Por qué me miras como si fuera un jodido monstruo?

—¿Cómo te atreves a utilizar ese anillo? ¡Te van a descubrir!

—Ay, tranquilízate—puso los ojos en blanco y se estacionó en el basurero de la ciudad—pero si así estás más tranquila, ocultaré el maldito anillo en la basura y así nadie se dará cuenta.

Abrió la puerta y salió con la bolsa de plástico en sus manos. Y esa vez Shelby lo acompañó a quemar la ropa y el dedo. Nunca había estado tan de cerca de aquel lugar maloliente y mucho menos involucrada en una quema de pruebas de un homicidio. Pero ya nada le sorprendía. Él había llegado a perturbarle más su vida y le encantaba. Jamás se sintió tan identificada con alguien. Se situó a unos pasos lejos de Egon mientras él amontonaba lo que estaba en la bolsa sobre un montón de papeles rasgados y sucios. Se las arregló para encender el fuego con un par de cerillos, que seguramente los había tomado de su casa y comenzó su segunda fogata. La bolsa comenzó a arder con el interior también. Le añadió más basura fácil de fundirse en el fuego y se quedó cerca de ella para presenciar las llamas consumirse.

—Escóndelo—dijo.

—¿El qué? —preguntó ella, mirándolo.

—El anillo—le cogió una mano, se lo quitó dificultosamente y se lo depositó cuidadosamente en la palma—estaré a salvo de la tentación de buscarlo si lo escondes tú.

—De acuerdo. Date la vuelta.

Egon le dio la espalda y ella aprovechó a correr entre la basura en busca de un escondite incapaz de ser percibido por alguien. Lo encontró casi al minuto y sonrió antes de agarrar una lata de aluminio vacía de refresco e introducirle el anillo dentro. Luego giró en redondo buscando otro objeto donde resguardarlo sin parecer sospechoso. Se sorprendió ante su tenacidad de haber ocultado el anillo en la lata y después haberlo enrollado en una tela oscura y al final meterla en una caja de zapatos raída y vieja. Y minuciosamente con un palo de escoba quebrado, abrió un agujero de un metro de profundidad, dejó caer la caja dentro y volvió a taparlo. Buscó un montón de basura lo suficientemente común para estar en forma de un mini volcán y lo distribuyó con el palo todo alrededor del agujero, quedando así el lugar sin ninguna huella de nada. Se sacudió las manos, satisfecha de su cometido y regresó. Las llamas ya habían consumido todo, pero él, al parecer, quería seguir contemplando la fogata.

—Listo. Asunto resuelto—dijo la fémina, con orgullo.

—Bien hecho—objetó Egon, mirando fascinado el fuego que se elevaba por encima de su rostro.

—Creo que ya fue suficiente. Ya no queda nada más que cenizas.

—Lo sé, pero hay un dedo humano dentro y es necesario que se desintegre por completo.

Shelby se sentó sobre unos cubos que no contenían basura y observó la musculosa espalda de Egon, mientras él no dejaba de meterle papeles al fuego. Suspiró y desvió la vista al cielo brevemente nublado. Dentro de poco era probable que lloviera de nuevo y esperaba ansiosa ese momento.

—Shelby—le oyó decir a Egon, y a juzgar por el tono serio, pero no enfadado, ella se dio cuenta que era algo delicado—creo que no es justo que me quede en tu casa otra noche más. Estás en peligro y posiblemente mi jefe me encontrará antes de que yo logre comunicarme con él.

—¿Qué tratas de decirme?

—Trato de decirte que, por el momento, declinaré tu ayuda. Me voy a ocultar en otro lugar donde yo pueda estar a salvo y tú también. Tengo el presentimiento de que mi jefe ya sabe dónde estoy y como no me he comunicado, enviará a alguien a buscarme.

—En mi casa estás seguro—titubeó, perpleja.

—Sí, pero tú y tu familia no—respiró profundo—es mejor así. Además, te estoy causando problemas y no te asustes, ya no está en mis planes matarte algún día. De hecho, quiero que vivas.

—¿Quién podría encontrarte? Eres Egon Peitz, el homicida más peligroso de todo el mundo—quiso persuadirlo a base de elogios. Él alzó una ceja y rio.

—Quizás para ti lo sea. Pero hay peores—bufó él—mi jefe tiene a otra persona que ha sido entrenada al mismo tiempo que yo y bueno, nuestra capacidad, fuerza y brutalidad es la misma. Habría una masacre si nos enfrentamos. 


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