Dark Beauty © Libro 1. (TERMI...

By MiloHipster

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Dicen que los asesinos y criminales para que puedan ejercer su labor de asesinar o torturar, necesitan tener... More

Prólogo
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#Nota VIII
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CAPÍTULO FINAL 92
Epílogo
Extra
Personajes
Aviso.
DEDICATORIA
RECOMENDACIÓN ;)
AGRADECIMIENTOS

03

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By MiloHipster

Atravesó el largo pasillo que conectaba con el área de visitas conyugales y se detuvo en seco cuando escuchó de nuevo aquella voz a través de las bocinas que decía su nombre y alertaba a todos los guardias y policías de su huida:

"¡Código rojo! Se ha escapado un reo de alta seguridad. ¡Egon Peitz ha escapado y se dirige a la salida! ".

Egon apretó los labios y los puños. Se apresuró a correr lo más rápido que sus piernas ejercitadas le permitieron y llegó hasta los ventanales que colindaban con las canchas de tenis y fútbol. Y sólo tenía una oportunidad para escapar. Pero, el sonido chirriante de la alarma de seguridad lo aturdió por unos segundos, y no se detuvo— ¡Egon Peitz, alto ahí! —le gritó una voz profunda en algún punto del lugar. Paró en seco y escrutó todo a su alrededor en busca del dueño de esa voz. No había nadie más ahí. Y supo enseguida que se trataba de alguien utilizando un megáfono a larga distancia.

—Los mataré a todos si no me dejan salir de aquí—amenazó con severidad. Tenía los nervios a flor de piel y cuando se encontraba en ese estado, ya no tenía el control de sus movimientos.

—No estás armado. Ahora arroja las llaves al suelo y coloca tus manos donde pueda verlas.

Con los ojos en llamas, miró hacia atrás, en dirección a una ventana abierta y luego postró la vista en el suelo. Lanzó el manojo de llaves y en un ágil movimiento, se tumbó al suelo y rodó hasta llegar a la ventana. Se arrastró por debajo de ella y logró salir gateando por el césped. Y pensando que por fin había logrado su objetivo, un sinfín de puntos rojos se alojaron en su cuerpo hasta centrarse en medio de sus ojos. Eran láseres de francotiradores que se hallaban escondidos de su vista. Si quería vivir para seguir trabajando de asesino, tenía que esperar un tiempo más para escapar de prisión. Pero de algo estaba seguro: No iba a dejar a ningún parásito vivo en ese lugar. Se inclinó hacia adelante y alzó las palmas de sus manos en alto como muestra de sumisión. Segundos después, alguien lo sujetó del cuello de la playera y lo jaló hacia atrás. El aire de sus pulmones se cortó a causa de la asfixia que le provocó el mal tirón que un guardia le propinó. Tosió con fuerza y necesitó sostenerse con la pared para poder recuperar el aliento y cuando pensó que solo había sido esa tortura, sintió el impacto de la culata de un arma proyectarse en su sien y luego en su mandíbula. A pesar de que su vista se había nublado, sonrió. Masacrarlo de esa manera era señal de que ellos estaban tan asustados de él; que tenían que someterlo a golpes para poder contra un criminal experimentado.

«Nueva York, Estados Unidos»

Al día siguiente, Shelby se encontraba con los ojos inflamados de cansancio por no haber conciliado el sueño tranquilamente como ella solía hacerlo cada noche. Tenía la garganta seca y rasposa. Hizo lo que todas las mañanas hacía y se preparó para la escuela. Ese día iba a entregar su estupendo trabajo que tanto anhelaba leer frente a toda la clase. Pero estaba segura que el profesor no iba a estar de acuerdo en que leyeran sus trabajos al frente porque según él, las investigaciones eran suyas y nadie más tenía el derecho de leerlas, por lo que prefirió olvidar el asunto y desayunar lo más rápido posible con Caroline, su hermanastra. El padre de Caroline había contraído nupcias con su madre cinco años atrás cuando su padre biológico decidió irse de la casa y meses después un nuevo hombre y su hija ocuparon su lugar sin preguntar. Pero al menos Caroline era bastante simpática como para detestarla. Aunque bien, Charlie, el padre de ella, era un sujeto de malhumorado.

—Cash, preparé ensalada de atún—le informó Caroline, sirviéndole una porción en un plato.

—Gracias, pero no tengo apetito—arrugó la nariz y se acercó a la nevera de donde extrajo un jugo de naranja empaquetado con un popote—ya debo irme. Es tarde.

—Tu mamá me dejo esto para ti antes de irse al trabajo—le oyó decir a Caroline cuando estaba a punto de salir. Se volvió para prestarle atención—dijo que quizás te gustaría llevarlo puesto.

Shelby arqueó las cejas y cogió la pequeña caja color roja que Caroline le ofrecía y la abrió. Entornó los ojos y sonrió abiertamente al ver el collar que tanto le había pedido a su madre la semana pasada en el centro comercial. Era un collar de oro con el dije de un revólver dorado con piedras brillantes alrededor.

—Aun no entiendo por qué tienes una extraña afición con los criminales. Son malos.

—Muere—le apuntó con el dije de revólver. Y Caroline arqueó ambas cejas con incredulidad.

—Vete ya.

Shelby rio, y poniéndose el collar, salió a la calle. Sabía que su sonrisa de oreja a oreja no se borraría con facilidad a menos que... Trenton Rex apareciera frente a ella, como en esos momentos. Se apresuró a abrir la puerta del escarabajo e intentó escabullirse cuanto antes en el interior, pero Rex llegó más rápido y se plantó junto a ella con una leve sonrisa. Su rostro aún estaba morado y cojeaba de una pierna. Pero fuera de todo, seguía teniendo la energía de un idiota.

—Hicimos un maldito trato, Trenton—le recordó ella, de malhumor.

— ¿Es nuevo? —preguntó.

Shelby lo miró de soslayo y ladeó la cabeza sin comprender a lo que se refería.

—El collar—se señaló el propio cuello y ella asintió—está lindo.

—Sí, gracias. Ahora debo irme.

— ¿Podrías llevarme?

— ¿Qué? ¿Por qué? Tienes auto.

A ella no le gustaba ser grosera, pero él era la excepción. Le inspiraba ganas de golpearlo con solo mirarlo.

—Estoy lastimado y necesito ayuda—dijo con seriedad, pero a pesar de que su rostro estaba serio, Shelby notó que sus palabras no eran sinceras.

—Bien. De acuerdo. Lo haré solo porque soy buena persona—bufó y abrió la puerta. Pero Rex la miró con una ceja arqueada y ella supo que el día sería largo y espantoso. Rodeó el escarabajo y le abrió la puerta a Rex, y este se subió con elegancia antes que ella—lamento decirte que tendrás que irte al asiento trasero.

— ¿Por? ¿A caso no viajas sola siempre? —frunció ligeramente las cejas y su tono de voz se tornó áspera.

—Paso a traer a Lola todos los días—siseó y comenzó a conducir.

—Ayer te vi llegar sola.

—Un vecino de Lola decidió ir a dejarla.

Rex suspiró aliviado y relajó los hombros. Y de vez en cuando, cuando Shelby miraba seriamente al frente o al espejo retrovisor, la miraba fijamente. Le recorría con la mirada absolutamente sus facciones y cada línea de su rostro. Pero dejó de hacerlo cuando aparcaron fuera de la casa de Lola. Su amiga corrió con una sonrisa de oreja a oreja hasta el auto, pero su sonrisa se fue desvaneciendo a medida que se acercaba y divisaba a la segunda persona sentada en el auto de Shelby. Cuando llegó a la ventana, miró a Rex y después a ella con cara de pocos amigos.

—Rex, atrás—le ordenó Shelby. Y él mecánicamente le obedeció y se pasó al asiento de atrás, dándole lugar a Lola. Pero la rubia se cruzó de brazos y llamó a Shelby para hablar en privado con ella. Sulfurada, la fémina bajó del auto y se acercó a la rubia con los ojos achicados.

—No quiero reclamos—objetó antes que Lola.

— ¿Qué hace Trenton Rex en tu auto?

—Le estoy dando un aventón a la escuela—hizo una mueca—y fue en contra de mi voluntad.

—Él tiene auto—carraspeó.

—Sí. Y me dijo que necesita ayuda, además fuiste tú la que le dio alas de que yo lo ayudara. No veo por qué el motivo de tus celos. Ese idiota es tuyo. No es mi tipo.

—Tu tipo es un criminal.

—Exacto. Me casaré con un maldito criminal de alta seguridad que quizás justo ahora se encuentra en alguna prisión listo para enamorarme con su mirada frívola y excitante.

—Estás comenzando a preocuparme.

— ¡Solo así podrás dejar de celarme con Trenton!

—Ya. De acuerdo. Lo he entendido, pero no me gusta que te expreses así.

— ¿Así cómo?

—Así: maravillada por criminales.

—No puedo evitarlo—sonrió y le enseñó su nuevo collar—incluso ya tengo un revólver en miniatura. Tal vez a mi futuro chico criminal le encante.

—Llamaré a la policía—bromeó la rubia.



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