Cuidaré de ti

By NuriaOrtiz

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Hace algún tiempo, mientras escribia otra de mis novelas, Te amo, Bradley, me llego la Inspiración De Una nue... More

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El peligro de la locura
Sin arrepentimientos
Antes de...
¡No mueras!
Un poco de esperanza
Olvidar es lo mejor
¡Ya llegan!
Familia
Epílogo
¡NUEVA NOVELA!

Recuerdos

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By NuriaOrtiz

Terminando de guardar el delantal que su jefa le había dado cuando llego por la mañana para que atendiera en el mostrador y ayudara llevando y trayendo cosas, para Jimmy y los clientes, miro por el escaparate de cristal y observo cómo la noche había caído sobre la ciudad. Las farolas ya estaban encendidas, iluminando las calles, pero ella se daba cuenta de que aunque la noche ocultaba las partes feas, era el día quien le daba una mejor vista de la ciudad.

—¿No te vas aun, Emma?

Mirando a su jefa, sonrió.

—Me tienen que venir a buscar.

La mujer asintió, cerrando la libreta donde apuntaba los pedidos de los clientes.

—Entonces espera aquí dentro y dame un grito cuando tu acompañante este aquí. No quiero que esperes afuera en el frio.

Y dicho eso dio media vuelta y entro por las puertas de la cocina, rumbo a la pequeña oficina que quedaba en la parte más alejada del local. Su jefa era un mujer medianamente mayor, con buen corazón, pero era estricta en su trabajo y no permitía faltas. Solo ese día se había llevado más de una regañina, por no hacer las cosas como la mujer quería, pero en realidad lo hacía para que aprendiera y fuese más eficiente en su trabajo. Por otro lado no todos los jefes, dejaban que sus empleados esperaran en el interior del local, una vez que estaba cerrado.

Ella se puso su abrigo y agarro su bolso, lista para salir de la tienda, en cuanto viera el coche de John aparecer.

—¿No te vas?

Pregunto Jimmy a su espalda, saliendo de la cocina, con su abrigo puesto y una mochila colgando de su hombro. Mirando al alto hombre asintió con una sonrisa. Ese día había sonreído mucho, y era porque le encantaba haber encontrado trabajo en algo que le gustaba. Cierto que no tenia permitido cocinar, pero todo llegaría a su debido tiempo. Tenía motivos para estar feliz, y su recién estrenado trabajo, no era el único.

—Estoy esperando a que me recojan.

Explico, mirando los ojos castaños de su compañero de trabajo. El dio un rápido asentimiento con su cabeza, y paso por su lado.

—Hasta mañana, entonces.

—Hasta mañana.

Se despidió del hombre. Jimmy no era muy hablador, pero hacia unos dulces para morirse. Ella había tenido la oportunidad de probar alguno, durante su descanso, y estaba encantada con ellos. Entendía completamente porque la gente iba tanto a la pastelería. Lo que allí ofrecían era delicioso.

Vio como Jimmy salía, en el mismo momento que un par de faros iluminaron la calzada, anunciando la llegada de un coche. Enseguida vio a John aparecer ante la tienda. Se asomo para pedirle un momento al chofer y entro.

—Ya han llegado a recogerme, me marcho. Hasta mañana, Mami.

La dueña de la pastelería había insistido en que la llamara así, dado el mundo que la conocía e iba a la pastelería, usaba ese nombre. Ella no recordaba mucho de las clases de español que impartía su instituto, pero capto lo esencial del nombre enseguida. Y se dio cuenta de que a la mujer le iba que ni pintado.

Mami  asomo su cabeza por la puerta de su oficina.

—Bien, Emma, te veo mañana.

Despidiéndose de ella, corrió hasta la puerta principal y salió a la calle, sintiendo el frio de la noche calar en sus huesos, antes de que montara en el coche. Tiritando ligeramente ante el cambio brusco de temperatura, dejo el bolso a sus pies y froto sus manos, ligeramente. Las tenía un poco frías, y eso que había estado en el interior de la tienda.

—Buenas noches, John.

—Buenas noches, muchacha.

El chofer le sonrió desde su asiento antes de comenzar a conducir. Después de llevar un tiempo en la casa, John finalmente había dejado atrás todo eso de "señorita" que usaba con ella. Ella prefería el trato informal con el hombre. Puso rumbo a la empresa McCarter, donde trabajaba Noah, para ir a recogerlo. La empresa no estaba más que a un par de manzanas de la pastelería en la que ella trabajaba. Le gustaba mucho haber encontrado trabajo, pero a decir verdad, lo mejor de ello no era solo la pequeña independencia que conseguía, ni las recetas de postres que podría sacar de Jimmy en cuanto consiguiera un poco de confianza con el hombre, si no la hora y media que había desde la empresa hasta la casa, donde podía acompañar a Noah. Desde la charla que habían tenido el domingo que tuvieron a los gemelos, todo se reducía a pasar tiempo juntos, y le encantaba.

A los pocos minutos estacionaron frente al inmenso edifico que poseía la familia de Noah, a la espera de que el hombre saliera. Ella llevo sus manos a su pelo, comprobando si estaba hecho un desastre o no. Tenía algunos mechones fuera de lugar, pero no creía que se viera muy mal. Movió sus manos alrededor y trato de arreglarlo un poco más, antes de que Noah saliese de trabajar.

John rio suavemente desde su asiento.

—Me alegra mucho ver cómo te pones nerviosa por tu peinado.

Pillada, pensó sintiendo como sus mejillas comenzaban a enrojecer.

—No quiero que...

John negó con una sonrisilla en los labios.

—Quieres verte bonita para el señor.

Sintió como sus mejillas totalmente rojas. Dio un ligero asentimiento con su cabeza, sus ojos puestos en sus pies.

—Eso está bien, Emma. El señor Noah, necesita una mujer que quiera verse bonita para él, pese a que sus ojos no puedan apreciarlo.

Era cierto que el no podía ver si ella estaba perfectamente peinada y vestida, o echa un completo desastre, pero quería verse bien para él. No tenía sentido para nadie, pero... era importante para ella. Que él no pudiera verla, no implicaba que no apreciara el esfuerzo. Y ella quería esforzarse para él. Después de esos días con los niños, después de aquel almuerzo... ella sentía cada vez mas mariposas jugando en su estomago, y sus nervios y sus ganas de verlo, y esa necesidad de tocarlo, eran cada vez más fuertes. Y pese a su miedo, ella sabía que se estaba enamorando perdidamente de Noah. Si no lo estaba ya.

—Oh, ahí viene.

Murmuro John. Ella giro su cabeza y observo como Noah caminaba al lado de turco. Sus pasos eran poderosos mientras se acercaba al coche, proyectando una fuerte sombra, gracias a su gran cuerpo. Tenía el rostro en sombras, y eso solo hacía que fuese un poco mas intimidante, sin embargo ella conocía ese rostro, y conocía las sonrisas que producían sus labios. Y eso era la cosa menos intimidante del mundo, aunque podías parecer una boba absoluta contemplándolo.

Noah llego al coche y John bajo para abrirle la puerta.

—Buenos noches, señor.

—Hola, John.

El hombre dejo que Turco entrada primero, luego se acomodo él en el asiento y frunció el ceño.

—No, así no.

Murmuro. Le dio dos rápidas órdenes a Turco, mientras estiraba su brazo y la agarraba de una mano. Aun no sabía si lo que el hombre tenía suerte, o que su oído era extremadamente bueno para poder captar enseguida donde estaba ella. Su mano se cerró suavemente en torno a su muñeca, dándole un pequeño tirón.

—¿Te importaría deslizarte un poco más cerca?

Ella parpadeo y rio suavemente cuando el sonrió ampliamente.

Moviéndose ligeramente hacia el centro del asiento, observo como Turco se subía donde ella había estado.

—Ahora sí.

Asintió el sin soltar su mano. Ella miro hacia arriba, contemplando aquel apuesto rostro. Le encantaría quitarle las gafas y poder ver sus ojos claros. Le encantaría ver su rostro sin ningún objeto que se lo impidiera, pero no iba a incomodarlo. El sonrió, como si sintiera que ella lo miraba.

—Hola.

La saludo al tiempo que su pulgar acariciaba el dorso de su mano. Usaba un tono de voz bajo y suave, y ella no pudo evitar sentir como en el interior del coche se creaba un pequeño espacio íntimo.

—Hola.

Susurro ella, observando como una boba su apuesto rostro. El pulgar de Noah se deslizo para acariciar su mano con suavidad, pasando la yema de sus dedos sobre sus nudillos, una y otra vez.

—¿Qué tal el trabajo?

Parpadeo, saliendo de su ensoñación con aquel rostro y esa voz, y regreso al presente.

—Muy bien. Mami me ha regañado algunas veces, pero me gusta mucho la pastelería.

Noah frunció el ceño tras sus gafas, su cuerpo se tenso ligeramente.

—¿Ha sido borde contigo? Porque sabes de sobra que no necesitas trabajar, si esa mujer no se porta bien contigo, deja el trabajo. Ya encontraremos algo para ti.

Ella se sorprendió un poco ante su tono firme, y el impulso la llevo a elevar su rostro y dejar un pequeño beso en la mejilla del hombre. El parecía muy sorprendido por el gesto. Su ceño olvidado a medida que una lenta sonrisa adorno sus labios.

Mami solo me regaña cuando no hago algo bien, Noah.

—De acuerdo, pero dime si la cosa se pone mal ¿Está bien? No tienes que aguantar un jefe abusivo.

—Entendido.

Asintió, reclinándose sobre él, apoyando su cabeza en el hombro de Noah. Al respirar profundamente, puso captar el rico aroma que el desprendía. Olía realmente bien. Cerro sus ojos y disfruto de la cercanía del hombre y de su calor, mientras el continuaba con esa suave caricia en su mano.

Sintió como el apoyaba su cabeza en lo alto de la suya. Antes de que su voz profunda la envolviera como una dulce caricia.

—A partir de ahora me va a gustar mucho más el viaje de vuelta a casa.

Aquel comentario hizo que se preguntara cuanto tiempo llevaba viviendo solo Noah. Cuantos días había pasado solo con sus propios pensamientos, sin alguien que le hiciera un poco de compañía y le mostrara una mano amiga. No tenía ni idea en qué momento el empezó a vivir solo, alejado de su familia, pero durante ese tiempo que paso sin nadie a su lado, debió ser un poco deprimente. Ahora tenía claro que su familia lo visitaba de vez en cuando, ya que desde que ella estaba allí, tenían un nuevo integrante en la casa, y sus sobrinos habían pasado un fin de semana con él. Incluso cuando su hermano y cuñada fueron a recoger a los pequeños, se quedaron durante unas pocas horas, sin embargo, eso no quería decir que no se terminara de sentir solo al final del día, cuando la casa se quedara en silencio.

Con esos pensamientos en mente, decidido que mientras estuviera en su mano, pasaría tanto tiempo con el cómo fuese posible y así impedir que ese buen hombre se sintiera solo.



***



Sentado en el interior del coche que los llevaba a casa, sonrió al sentir el cuerpo cálido y pequeño de Emma pegado a su costado. Tenía una de sus manos en vuelta en una de las suyas, y no dejaba de pasar su dedo sobre la suave piel. Girando su cabeza, permitió que el olor dulce que ella desprendía, llenara sus pulmones.

El aroma de Emma era naturalmente dulce, pero después de pasarse horas entre postres su aroma se había intensificado, y eso no le molestaba en absoluto.

Después del fin de semana con los gemelos, y ese sorpresivo almuerzo que habían tenido, las cosas entre ellos habían avanzado un poco. Iba despacio por qué no quería asustarla, aunque tenía el presentimiento de si el que diese el paso que diese hacia ella, Emma ya no se asustaría. No dé el. Después de todo, la mujer estaba prácticamente echada contra su costado, con su cabeza en su hombro. Sus manos unidas desde que el había entrado en el coche, y no parcia que se fuese a quejar. Parecía cómoda con él. Contra él.

La sintió moverse ligeramente, y percibió que lo miraba.

—¿Qué tal tu trabajo? Hoy no pareces tan cansado como días atrás.

—Después de un fin de semana de descanso, estoy muy bien. Además, no había mucho que hacer en la oficina. El proyecto que teníamos ya ha salido y es un absoluto éxito. Ya no tenemos que preocuparnos de que alguien fastidie algún documento.

—Cosa que ya ocurrió.

Le recordó ella, apoyando su cabeza una vez más en su hombro.

—Por suerte pudimos solucionarlo.

Ella rio suavemente.

—No fue suerte. Te pasaste un montón de noches trabajando en ello.

El sonrió, agradecido de que ella recordara todo eso. Emma lo apoyaba en silencio y eso era una agradable sensación que no tenía muy a menudo, sin embargo desde que ella estaba cerca de él, eso ocurría una y otra vez. Saber que ella estaba ahí, apreciando su esfuerzo en el trabajo, llevo una cálida sensación a través de su pecho. Cuando menos lo esperaba, Emma demostraba ser una y otra vez, lo buena que dulce que es. Tiene un corazón amable y generoso.

—Es mi trabajo. Mi padre confía en que yo lo tenga todo en orden, y si alguien mete la pata, mi trabajo es solucionarlo todo.

Ella asintió contra su hombro, consiguiendo que su mejilla acariciase su pelo, ante el pequeño movimiento.

—Pero no es justo que lo tengas que solucionar tu todo ¿No?

Tenía un modo muy dulce de preocuparse de él. Girando su cabeza, deposito un pequeño beso en la cima de su cabeza.

—Bueno, no queda de otra. Mi padre me dio el puesto de vicepresidente, después de que me lo ganase, y soy el único de sus hijos que ha mostrado algo de interés en la empresa. Los demás han hecho su propio camino hacia distintos ámbitos laborales.

—¿Cuántos hermanos tienes?

Ella parecía realmente curiosa sobre eso, y no le extrañaba.

—Somos cinco. Gabriel, Frank, Mark, Kyle y yo.

—¿Todos chicos?

Casi podía jurar que ella estaba mirándolo en ese momento con su boca abierta.

—Todos.

Asintió el con una pequeña sonrisa.

—Pobre de tu madre.

Aquel susurro, le valió una gran carcajada. No era la primera que pensaba así. Incluso su madre lo hacía. Ella había tenido la esperanza de que el más pequeño de ellos, Kyle, resultara ser una encantadora niña. Sin embargo la pobre mujer no tuvo suerte, y fue otro varón. Su madre había esperado ansiosa por el nacimiento de su bebe. Un bebe que le había dado un embarazo horrible y en el que estuvo preocupada durante los nueve meses que duro. Sin embargo, y aunque no pudo tener a su deseada niña, sabía a ciencia cierta que su madre amaba de un modo muy especial a Kyle, porque pensó en todo momento de su embarazo, que lo perdería.

—Ella ahora tiene puestas sus esperanzas en que le demos montones y montones de nietas. Sin embargo los únicos que tienen también son niños.

—Pero... Gabriel es el único casado ¿No?

—No, Frank también lo está. Pero ellos quieren esperar un poco más para empezar a cambiar pañales. Sé que Gabriel y su esposa, quieren ir a por otro ya que los gemelos son grandes.

—Tienes una familia enorme.

Susurro una vez más, apoyando su cabeza en su hombro.

—Si, es algo ruidosa y es completamente alocada, pero es una buena familia. ¿Qué hay de ti, Emma? ¿Tienes hermanos?

—No. Naci por cesárea, y una negligencia médica, obligo a los médicos a vaciar a mi madre. Ella no tuvo la oportunidad de elegir.

Aquello era duro de oír, por el tono culpable con el que ella lo contaba. Le hizo preguntarse si en algún momento algún miembro de su familia, la había culpado por algo así.

—Pero tenían la opción de adoptar.

—Mi padre dijo que él no iba a criar a nadie que no fuese de su sangre. Así que no, esa opción no era válida tampoco. Dos años después de mi nacimiento se separaron. Mi madre lo pillo engañándole.

¡Dios! ¿Por qué una mujer tan dulce e inocente, tenía que vivir algo tan duro? Moviendo su brazo, lo libero de su cabeza y lo envolvió alrededor de los hombros de Emma. Atrayéndola más firmemente contra su cuerpo, apoyo los labios en la cima de su cabeza y la beso.

—Tengo miedo de seguir preguntando. No quiero que sigas recordando cosas malas, por mi culpa.

Emma se encogió de hombros.

—No todo fue malo. Mi madre me crio ella sola y lo hizo bien. Quizás fue demasiado sobre protectora y un poco controladora, pero lo hacía por mi bien, ahora lo sé.

—Todas las madres lo son, Emma.

—No he visto que la señora Elena lo sea.

Contradijo. El se rio suavemente, apretando su brazo en torno a ella.

—Tú la conoces ahora que todos son grandes. Deberías haberla visto cuando éramos pequeños. Ella era un poco agobiante a veces, así que planeamos hacer un motín. No nos salió bien la jugada, a decir verdad. Nos tuvieron limpiando las cuadras durante horas.

Emma se rio y el respiro fácilmente de nuevo, no quería que ella siguiera triste y recordando cosas malas. Le gustaría saber de ella, pero no quería que malos recuerdos llegaran a su memoria ahora que parecía sonreír durante horas.

—¿Qué hicisteis?

—Nos atrincheramos en el desván. Por aquel entonces era la guarida de los chicos, así que estaba repleto de todo tipo de cosas. Hicimos de rehén una maceta de tulipanes rojos de los que ella estaba enamoradísima. Nos bajo uno a uno de la oreja.

—Ahora, esa es la señora Elena que yo conozco.

Rio ella, temblando a su lado con alegría. El sonrió encantado por el dulce sonido, satisfecho de haber sacado su mente de las cosas malas de su pasado.

—Sabes que puedes llamarla Elena simplemente ¿Verdad?

—Si, pero se me hace un poco difícil.

—Ella estaría muy contenta que lo hicieras, y mucho más si la llamaras.

Aseguro inclinando su cara hacia abajo, cuando sintió como Emma elevaba su rostro hacia él.

—¿Cómo lo sabes? ¿Cómo sabes que quieren que los llame?

Se vio arqueando las cejas con cierta incredulidad.

—¿Acaso no sabes cuánto te quieren todos? Alisa quiere que estés para la llegada de Remy. Tía Elena está ansiosa por saber cómo te va en tu día a día, y el tío Lachlan echa muchísimo de menos tus galletas de canela. Dice que si haces una tanda, las metas en un  tupperware y se las mandes.

—¿Max está bien?

El inclino levemente la cabeza hacia un lado, haciendo un gesto de dolor.

—Tiene una escayola en el brazo. Al parecer se dejo convencer para hacer algo estúpido. Dado que ahora tiene un brazo inmovilizado, doy por hecho que lo hizo.

—¡Oh, Dios mío!

Exclamo ella. Su tono preocupado le hizo saber que el adolescente era importante para ella.

—Está bien, de verdad. Estará como nuevo en una semana más.

—Seguro que ha seguido al hijo de los Miller. Ese chico es problemático, pero por más que le decíamos a Max que no se juntara con él, el niño se aburre en casa. A él no le gusta la ganadería. Aunque ayuda siempre que sus hermanos lo necesitan.

Suspiro con pesar. Estaba totalmente comprobado que Max era importante para la mujer. No le extrañaba, ella se llevaba muy bien con los niños y los jóvenes, así que le parecía normal aquello. Por otro lado había estado viviendo bajo el mismo techo que su primo, durante algunos meses, y segundo lo que su tío Lachlan le había dicho, el adolescente era el único hombre al que se acercaba voluntariamente durante los meses después de su salida del hospital. El chico le inspiraba confianza, y quizás también sacaba un instinto maternal en ella. Así que debía de estar muy preocupada por él.

—¿Por qué no le llamas mañana durante tu descanso? Estoy seguro de que se alegrara de hablar contigo.

—Si, voy a hacerlo.

Aseguro ella en voz baja.

—No te preocupes, el está perfectamente bien. Es un chico duro.

—Lo sé.

Beso la cima de su cabeza y descendió sobre su pelo hasta llegar a la tierna piel de su sien. Esperando haber hecho lo correcto al contarle sobre Max, cerro sus ojos ciegos y deseo con todo su corazón, que en algún punto del futuro, ella llegase a preocuparse por él, de un modo parecido a como lo hacía con Max. Simplemente, el quería que se preocupara por él y lo cuidara, como un amante. Un compañero. Un novio.

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