Cuidaré de ti

By NuriaOrtiz

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Hace algún tiempo, mientras escribia otra de mis novelas, Te amo, Bradley, me llego la Inspiración De Una nue... More

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¡No mueras!
Un poco de esperanza
Olvidar es lo mejor
¡Ya llegan!
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Epílogo
¡NUEVA NOVELA!

Sentimientos

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By NuriaOrtiz

A la mañana siguiente al abrir sus ojos miro hacia la puerta y suspiro. Alguien llamaba insistentemente y ella no podía dejarlo pasar por que podían ser los niños, así que con un gran y cansado suspiro, saco las piernas por el borde de la cama y cruzo la habitación hasta la puerta. El viaje por la ciudad del día anterior, aun persistía en forma de cansancio en su cuerpo, y aunque amaría quedarse en la cama por lo que serian horas de dulce descanso, no lo hizo. Al abrir la puerta se encontró mirando un amplio pecho cubierto por un bonito jersey azul claro. Estaba claro que su visitante no era ninguno de los gemelos. La altura y la anchura de ese cuerpo no era la correcta, por otro lado, los gemelos no olían a esa cara y deliciosa colonia que el hombre usaba.

Recorriendo con su mirada aquel increíble pecho, subió sus ojos hasta un grueso cuello en medio de aquel par de anchos hombros, una terca mandíbula perfectamente afeitada, unos perfectos labios con una radiante sonrisa en ellos, la aristocrática nariz y paro en un par de oscuras gafas de sol, que reflejaban su imagen.

—Supongo que te he despertado ¿Verdad?

Lo había echo, pero no le importaba en lo mas mínimo.

—Quizás.

Murmuro. La sonrisa de él no disminuyo en ningún momento y ella misma se vio sonriendo a la par.

—Lo siento, pero me preguntaba si querrías acompañarme a un lugar.

No parecía arrepentido en lo mas mínimo, pero no era que a ella le importara que le hubiese hecho salir de la cama, más bien le daba la bienvenida. Su compañía era algo que le encantaba. La curiosidad pico en ella, pero había aprendido que por mucho que preguntara, cuando el no quería desvelar nada, no lo haría.

—¿Tengo diez minutos para vestirme?

Noah asintió.

—Te espero en el salón.

El empezó a dar media vuelta para comenzar a alejarse, pero lo freno agarrando uno de sus antebrazos. El paro y volvió su cara hacia ella.

—¿Y los niños?

—Con Mark. Voy a deberle un enorme favor, pero merece la pena.

Ella quería preguntar por que merecía la pena deberle un favor, pero apretó los labios y le soltó. El hizo un elegante gesto con su cabeza y se marcho. Se quedo viéndolo caminar por el largo pasillo, contemplando su andar y el modo en el que su cuerpo se movía. El no parecía torpe, pese a su enorme cuerpo, el se movía con elegancia. Era silencioso en sus pasos y eso le recordó al caminar de un gato. Quizás el era como un enorme gato, silencioso y sigiloso, con un grácil y elegante cuerpo.

Parpadeando atónita por sus propios pensamientos, negó con la cabeza para aclarar sus ideas y entro en su habitación. Cerró la puerta y camino hasta el baño.

Duchada, con los dientes lavados, y una muda de ropa limpia sobre su piel, paro frente al espejo del cuarto de baño y se miro detenidamente. No solía ser presumida, pero algo en Noah la instaba a verse lo más bonita posible. Paso sus dedos entre su pelo, y frunció los labios. Su pelo era naturalmente ondulado, era brillante y le gustaba mucho su longitud, pero sentía la necesidad de hacer algo con él. Llevando ambas manos hacia su cabeza, con cuidado lo trenzo hacia un lado de su cabeza y lo ato con una pequeña cinta turquesa. Ella no usaba maquillaje, así que satisfecha con como había quedado su pelo, salió al pasillo y lo recorrió con bastante rapidez. Le había tomado más de diez minutos el prepararse y no quería hacer esperar más tiempo a Noah. Además, ella estaba deseosa de tener un poco de tiempo a solas con el gran hombre.

Al parar en el umbral de la puerta, sonrió al ver a Noah sentado sobre uno de los brazos del sofá. Por culpa del shock inicial al verlo en su puerta con esa fantástica sonrisa que hacia cosas divertidas en su estomago, no había podido ver mas allá del amplio pecho del hombre hacia arriba, así que desde la distancia se permitió observarlo.

Noah vestía un jersey de cuello en pico de un precioso color azul claro, llevaba vaqueros oscuros que abrazaban maravillosamente bien sus musculosas piernas, con las perneras metidas dentro de un par de botas negras estilo militar. Estaba muy guapo y todo lo sentaba de vicio. El color azul le iba muy bien con el rubio de su cabello y el tono de su piel. Dando un paso al frente, llamo la atención de Noah, quien giro su cara hacia ella con su encantadora sonrisa.

—¿Ya estas listas?

—Si.

El asintió, se puso en pie y se giro hacia ella. Con la facilidad de la rutina y su mapa mental, el se movió por el salón hasta llegar a su lado.

—Vamos, desayunaremos por ahí.

—¿Ahí es donde me vas a llevar?

—Quién sabe.

Noah se encogió de hombros con inocencia, mientras una sonrisilla estiraba sus labios.

No se veía inocente en absoluto, pensó ella al darle otro repaso con los ojos. Yendo de arriba abajo.

Tenía curiosidad por saber donde pensaba llevarla, a donde quería que lo acompañara, y a decir verdad se sentía muy bien que él quisiera su compañía. Le gustaba mucho estar cerca de él. Tenía un modo muy especial de hacerla sentir segura y a gusto. Su mente y su cuerpo reaccionaban a el de un modo un tanto sorprendente. Ella no se sentía con el del mismo modo del que se sentía cuando salía con Bobby, cuando este era bueno con ella. Su cuerpo reaccionaba de un modo mucho más fuerte. Su corazón latía con fuerza dentro de su pecho y se aceleraba cuando él la tocaba. Tenía pequeñas mariposas en su estomago, que durante todo el rato que estuviese a su lado revoloteaban sin cesar, causándole un millar de cosquillas. Su voz la calma y la ponía nerviosa al mismo tiempo.

Nunca se había sentido así con Bobby, y eso le hacía pensar que lo que sentía por Noah era algo muy especial. Algo que quería ver avanzar. Algo que podía destruirla, física y emocionalmente, si salía mal. Pero el amor era riesgo, y ella quería arriesgarse, a pesar de que las consecuencias si las cosas no iban bien, no eran buenas.

De camino a donde quiera que él quisiera llevarla, Noah se hizo hacia atrás y metió su mano en el bolsillo de su pantalón. Llevaban unos cuantos minutos en el interior del coche y no habían hablado en absoluto, pero el silencio entre ellos era cómodo y bienvenido, porque no les hacía falta rellenar el silencio. Saco una tira de tela muy oscura y se volvió hacia ella.

—¿Confías en mi?

Pregunto con seriedad, rompiendo el silencio. Ella lo miro y ni siquiera tuvo que meditar durante un solo segundo su pregunta. No dudo en contestar.

—Si.

Pudo ver la inicial sorpresa cuando Noah asintió y le tendió la tela. El no esperaba esa respuesta, pero sabía que había esperado oírla.

—Póntela y déjame guiarte.

Sorprendida por su petición, miro la tela en sus manos. Confiaba en el, pero ella no tenía la experiencia que el hombre tenía a la absoluta oscuridad, ella no sabría dar dos pasos seguidos sin tropezarse con nadie y temía hacerlo tropezar y caer.

—No quiero obstaculizarte.

El sonrió con amabilidad ante eso.

—Tenemos a Turco. Tu solo tienes que agarrarte a mí y caminar un paso por detrás. Por favor, Emma.

Ella cogió aire, alcanzo la tela y se la coloco sobre los ojos.

—No hagas trampas.

Rio Noah a su lado. Le gustaría hacerlas, pero quería confiar plenamente en él y quería que el fuese consciente de ello. Si Noah quería darle una sorpresa y necesitaba que se cubriera los ojos lo haría. El guiaría. Iría donde quisiera y se mantendría cerca de él. Además, tener sus ojos vendados sin la posibilidad de poder ver, le daba la escusa perfecta para acercarse aun mas a él. Podría cogerle del brazo, o de la mano y ocultar su cuerpo tras el suyo mucho más grande. Tendría la oportunidad de pegarse a él sin necesitar darle una excusa.

La oscuridad enseguida la engullo, pero se sentía tranquila. Tenía a Noah a su lado, sentía su calor y la presencia de su enorme cuerpo. Se movió ligeramente hacia él.

—¿Ya te la has puesto?

—Si.

—¿Ves algo?

Pregunto él. Sintió su gran mano sobre sus ojos y sonrió.

—No veo nada en absoluto.

—Ahora solo confía en mí.

Pidió y no era algo difícil de hacer. Ya confiaba en el.

Después de cubrir sus ojos con la tela que Noah le había dado, el coche siguió en movimiento durante unos minutos más. Paro unas cuantas veces, pero atribuía eso al tráfico de la ciudad. No tenía ni idea a donde la llevaba, ni sabía si lo que el quería ir era un sitio donde podía disfrutarlo sin necesidad de sus ojos, pero estaba abiertas a las posibilidades.

El coche paro definitivamente. El coche se sacudió un poco por el cambio de peso, después de que la puerta delantera se abriera. Se cerró y poco después se abrió la puerta del lado de Noah. El y Turco bajaron, así que ella se quedo a ciegas en el interior del coche. El frio entraba por la puerta abierta y ella podía oír el ruido de los transeúntes y el tráfico.

—Por aquí, señorita Emma.

La mano de John la guio al exterior. Estaba nerviosa y no se sentía muy estable, pero aquello era importante para Noah e iba a cumplir con ello. El chofer la guio hasta Noah, la posiciono un paso por detrás de él y entrego su mano al hombre. Los largos y fuertes dedos, se cerraron con firmeza en torno a su mano. Ella mordió ligeramente su labio, cuando se percato de que no podía ver si el lugar en el que estaba era un lugar amplio o cerrado, no sabía cuanta gente iba por la acera, ni si había peligros como bicicletas o transeúntes apurados. Tenía una pequeña y ligera idea de donde estaba el bordillo, pero no pondría la mano en el fuego por ello. Y en ese momento se percato de una cosa más. La ciudad a ciegas, daba miedo. ¿Cómo lo hacía Noah para conseguir ir de un lado a otro con una amplia y luminosa sonrisa en su rostro? ¿No tenía miedo de lo que tenía alrededor pero no conocía? ¿No tenía miedo de que su recuerdo de las calles, se difuminara y eso lo pusiera en peligro? Ella solo iba a estar con esa venda, durante un rato, así que solo estaría cegada por unos minutos, o un par de horas a lo sumo, pero Noah vivía en una completa oscuridad.

Sentía miedo por él, aunque confiaba en sus capacidades para moverse, la consciencia de lo duro que era ser ciego, la atormento durante un momento. Justo hasta que escucho la voz profunda de Noah, muy cerca de ella.

—¿Lista para el paseo?

Ella sonrió al principio, respiro hondo unas cuantas veces para tranquilizarse y a sitio para reafirmarse, soltando una risita nerviosa.

—Solo espero que esto salga bien.

—Ten un poco mas de confianza en mí, mujer.

Dijo él con un poco de su frustración en su voz.

—Confió en ti, son mis pies los que no me inspiran confianza. Soy torpe viendo perfectamente, así que ahora no sé muy bien qué es lo que ocurrirá.

Noah rio, dando un suave tirón a su mano, consiguió pegarla a él. Ella llevo su mano libre a la ancha espalda y se apoyo en ella. Se situó tras su brazo, manteniéndose pegada a el por varios puntos. Aun con las capas de ropa que él llevaba, podía sentir el calor de su cuerpo saliendo por las fibras de la chaqueta.

—¿Quiere que los siga, señor?

—No, John, quédate.

No escucho a John, así que supuso que el hombre había asentido, pese a que su jefe no podía verlo en absoluto, pero a favor del hombre, ella debía reconocer que era fácil olvidar que Noah era ciego. Tampoco escucho el sonido de la puerta del coche, así que debería seguir fuera esperando a que ellos iniciaran la marcha.

—Vamos a ir despacio ¿De acuerdo?

—Si.

El apretó su mano otra vez.

—Tranquila, no voy a dejar que te caigas.

Tenía plena confianza en que harían el viaje hasta donde él quisiera ir, sin ningún incidente en el camino, sin embargo no podía evitar sentirse nerviosa por ello. Era la primera vez que no dependía de sus ojos, y eso le hacía tener una idea de cómo de dura era la vida de Noah.

Él le dio la orden a Turco y el animal empezó a marcar el paso. Ella mantuvo su agarre a la mano de Noah y permaneció bien pegadita a su espalda y siguió sus pasos con cierta cautela. Ella tenía la guía de su mano y de su cuerpo, así que iba bastante segura, sin embargo no confiaba en que sus pies no le traicionaran.

—¿Vas bien?

—De momento no me tropiezo con mis propios pies.

Escucho la carcajada que soltó, al tiempo que su mano sintió como su cuerpo temblaba por su alegre risa.

—Marca escalera.

Ordeno con voz firme al animal. Frenaron durante unos segundos.

—A partir de aquí son escaleras, si necesitas ir más despacio dímelo.

—Oído.

Empezaron a subir los escalones y al principio ella tanteaba con los pies antes de dar un paso, pero enseguida pillo el ritmo de Noah y Turco y fue mucho más fácil para ella seguir el progreso del paseo.

El camino fue bastante más fácil de lo que creyó en un principio, pero estaba claro de quien era el merito. Si no hubiese estado con Noah ni con Turco, aquello hubiese sido muy distinto. Ella comprendió hasta que punto Noah dependía de su compañero guía, y lo bien que el animal hacia su trabajo. Los guiaba a los dos sin ningún tipo de problema. Noah y Turco eran un equipo bien engrasado.

Ella esperaba un largo paseo completamente a ciegas, pero en cuanto terminaron de subir los millones de escalones a los que se habían enfrentado y después de caminar un pequeño tramo, Noah paro y giro hacia ella. Se coloco a su lado y ella sintió la seguridad de su cercanía.

—¿Ya puedo quitarme la venda?

—¿Te es difícil la oscuridad?

Ella giro su cabeza hacia él, apretó su mano con suavidad.

—Siempre y cuando hagas de guía, estoy bien con esto. Ahora, si quieres que vaya sola, por favor, llama a la ambulancia para que me siga. Así podrán llevarme rápido al hospital cuando me caiga trillones de veces.

El se rio un poco, pero en seguida noto que se ponía serio.

—Hay muchas cosas que te pierdes, por depender tanto de tus ojos. Aunque te mentiría si dijese, que no me encantaría poder verte.

Ella creía que el estaba más que acostumbrado a ello, pero ahora veía que el también tenía la necesidad de ver. Le gustaría que hubiese una forma para devolverle la vista, aunque no conocía la historia completa, si tenía el conocimiento de que Noah era ciego desde pequeño. Le entristecía que él no pudiera tener la oportunidad de disfrutar las cosas con sus ojos, pero por lo que ella había visto y vivido, durante el tiempo que llevaban juntos, sus ojos no eran un impedimento para él.



***



Pese al frio que hacía, se había negado a ponerse guantes, porque sabía que tendría la oportunidad de tener la mano de Emma en la suya. Ella le había demostrado que confiaba en él, y cada vez le gustaba más su sentido del humor. Lo dejaba salir poco, pero cuando lo hacía, no podía evitar soltar unas cuantas carcajadas.

Aunque lo que más le gustaba en ese momento, era la confianza que tenía en el. No todo el mundo hubiese aceptado privarse de un sentido tan importante como lo era la vista. Sin embargo ella había aceptado la tela que él le había entrado para cubrir sus ojos y ahora permanecía a su lado, aun cegada.

Tenían un momento serio, después de lo que el había dicho. Sintió a Emma dar un paso más cerca de él, apretar su mano con la suya y envolver la otra alrededor de su bíceps.

—¿Lo echas de menos?

Sabía perfectamente a lo que se refería. Apoyo su mejilla en la cima de su cabeza y respiro el dulce aroma de su pelo.

—No puedo echar de menos algo que nunca he tenido. A la gente de mi entorno le hubiese gustado que yo hubiera podido ver de pequeño, pero siendo sincero, creo que sería mucho peor. Estoy habituado a la oscuridad, tanto si estoy despierto como dormido, pero eso no me impide hacer una vida completamente normal. O no ser independiente. Tengo mis limitaciones, y soy consciente de ellas, pero ¿Quieres saber una cosa?

Ella asintió contra él.

—Nunca, en mis veintiséis años de edad, he echado de menos mis ojos, o he querido tener la oportunidad de poder ver, hasta que llegaste.

—¿Hasta que llegue? ¿Por qué?

El sonrió besando su cabello.

—Por qué me gustaría poder verte. Ver tu cara cuando sonríes, o cuando estas triste o enfadada. Quiero darle imagen a tu voz.

Emma se quedo en silencio, y sabía que no iba a tener una contestación, por que la mujer estaba un poco sorprendida, así que dejo pasar el comentario y tiro de ella de nuevo para ponerla frente a su sorpresa. Respiro hondo.

—Quítatela.

Escucho el susurro de la tela, y un pequeño silencio antes de que un pequeño jadeo sorprendido saliera de entre los labios de Emma. El sonrió. A ella le encantaba la lectura y sabia que la imagen de la biblioteca que tenía en frente era asombrosa, por como se la describían a el de pequeño cuando iba a buscar libros para él. Al principio no había muchos, pero a medida que fue creciendo el hizo una petición para que la biblioteca fuese equipada con lectura para ciegos. Después de pedirlo unas cuantas veces, al final había conseguido que algunas estanterías fuesen equipadas con libros en Braille.

—Esto...

—Es una biblioteca. Solía venir mucho de pequeño, después del colegio. Ahora por desgracia, con el trabajo, no tengo el tiempo para venir. ¿Te gusta?

Se sentía a gusto dándole pequeños pedazos de información sobre él, no le costaba abrirse con ella. Dejar que lo conociera y supiera tantos las cosas buenas, como las malas, lo que no le importaba que la gente conociera, y las cosas que ocultaba para proteger su corazón. Ella era bienvenida a conocer cada pequeño y mínimo detalle suyo. Todos y cada unos de ellos. Sabía que Emma nunca le dañaría, ni se reiría de sus miedos. Ella lo apoyaría. Estaba seguro de eso.

—¿Podemos entrar?

Escucho su impaciencia por poner un pie dentro del maravilloso y mágico edificio.

—Por supuesto.

Pensó que lo soltaría y tomaría la delantera, pero le sorprendió cuando tiro de el por su mano, para que emprendiera el camino con ella. Situándose a su lado, y sin soltar su mano los llevo hasta la entrada de la biblioteca. Sin perder el paso, Emma pregunto.

—¿Turco puedo entrar?

—Si, el tiene permitido entrar a cualquier establecimiento o transporte público, porque es un perro guía. Al único sitio que no puede ir es al hospital.

Esa era una pregunta que mucha gente, a día de hoy se seguía haciendo. A él no le importaba contestar todas las dudas que la mujer tuviera. Ella no perdió el ritmo, y aunque el confiaba en ella, dejo que Turco marcara su paso para ir mas seguro de lo que podía haber de por medio.

El animal no marco ningún obstáculo, ni disminuyo su paso en ningún momento.

—Noah, esto es... Es precioso.

El suponía que lo seria. Sonrió hacia ella y llamo su atención con un pequeño apretón de manos.

—Háblame de ello. ¿Qué ves?

Ella guardo silencio durante un momento, al tiempo que paraba a su lado. La sintió moverse suavemente, y supuso que estaba repasando con su mirada cada pequeño rincón que sus ojos conseguían ver.

—Hay escaleras, con un precioso pasamanos de madera tallada. Hay filas y filas de estanterías de roble, repletas de libros.

La escucho respirar profundamente, y el sonrió al hacer lo mismo. Olía a cuero y papel. A libro viejo y nuevo. Era un olor reconfortante que le traía muchos buenos recuerdos.

—¿Hueles eso? Amo el olor a libro.

Riéndose ante ese hecho, y sin evadir su deseo, tiro de ella y envolvió los hombros de la mujer con su brazo. Cobijándola en su costado, giro su cara y apretó su nariz contra el pelo de ella. Sabía que lo tenía recogido, pero podía apreciar la suavidad y el dulce olor que sus hebras despedían.

—¿De qué color es tu pelo, Emma?

Ella se removió en su abrazo, pero no para alejarse, si no para presionarse un poco más cerca de él.

—Es caoba.

—¿Hasta dónde llega?

Susurro aun contra su pelo. Su barbilla, roraba su oreja y sintió como ella se estremecía ligeramente.

—Lo corte un poco antes de venir a Boston, así que me llega a la cintura.

Le encantaría saber cómo era ese color. Aunque asociaba ese nombre a algo oscuro, así que sabía que su larga cabellera, era oscura. Y quiso gruñir por el terrible crimen que la mujer había cometido al cortarse su pelo, pero aun había mucho de él para disfrutar. Y esperaba poder hacerlo. Por el momento, dejaría que ella disfrutara de su sorpresa, y después, quizás durante un rápido almuerzo, el podría hablar con ella sobre lo que sentía dentro de su pecho, cada vez que estaba cerca de ella.

—¿Qué mas ves?

Pregunto, volviendo al tema inicial. Sin embargo oía su propia voz y tenía que reconocer que sonaba un poco mas ronca de lo habitual.

—Hay un pequeño jardincillo dentro de un cuarto de cristal, en medio de la biblioteca. Llama mucho la atención, pero es precioso. Hay mucha luz, también. Del lado izquierdo, veo un lugar con sofás y unas pocas mesas. Un poco más adelante hay mesas con lamparitas, así que supongo que eso es pera los estudiantes.

El sonrió, sabía que ella daba la bienvenida a la conversación sobre la biblioteca, porque la había pillado muy de sorpresa su comportamiento, sin embargo había algo dentro de él que ya no dejaba ir más despacio.

—Si, lo es. En épocas de examen, esto está abarrotado.

—Es un lugar espacioso e increíble. ¿Podemos ir entre las estanterías?

—Tanto como quieras.

Asintió el. Pensó que se separaría de él, pero en realidad lo único que hizo fue salir de su abrazo y cogerlo de la mano. Permitió que Turco los guiara y permaneció a su lado, disfrutando de cada rincón de la biblioteca. El escucho sus exclamaciones, sus suaves murmullos sobre todo aquello que la fascinaba y la alegría que destilaba cuando deslizaba sus dedos por los lomos de los libros guardaos en las estanterías. Amaría ver su expresión en ese instante, pero debía conformarse con el sonido de su voz y el modo en el que su cuerpo reaccionaba. Ella paraba de vez en cuando, sacaba un libro  y suponía que lo ojeaba antes de dejarlo de nuevo en su lugar.

—¿Quieres hacerte socia? No podrás llevarte ningún ejemplar hasta pasado una semana, pero después puedes coger tantos como quieras.

—Aun hay muchos libros en casa que no he leído.

Observo ella. Si, el estaba orgulloso de su colección de libros, aunque había una gran mayoría en Braille, sin embargo no esperaba que los libros que había en sus estantes le gustaran mucho.

—¿Te gustan los libros de crímenes?

El silencio que recibió fue más que suficiente para dejarle claro que la respuesta a aquella pregunta, era un no. El iba a encargarse de conseguir los libros que a ella le gustaban. He iba a llenar toda una estantería con ellos.

Pasaron un tiempo en la biblioteca, yendo y viniendo por todos lados, recorrieron las parte inferior y la superior, ella encontró algunos libros que le gustaron, y él se ocupo de preguntar por el nombre del libro. Hizo una nota mental de pedirle a Bianca, en cuanto estuviera en la oficina, de que los buscara para él y lo mandara a la oficina, le gustaría entregárselos el mismo. Quizás podía añadir un ramo de flores a esos libros.

Para cuando Emma estuvo satisfecha con su inspección, los estómagos de ambos gruñeron, y el no pudo evitar reírse. Le llamaron la atención, pero no pudo evitarlo. Disculpándose con el empleado, llevo a Emma fuera.

—¿Te gustaría almorzar?

—¡Dios si! Estoy hambrienta.

Emma alegraba su vida, definitivamente el no iba a ser tan tonto como para retenerse y dejarla ir. Haría hasta lo imposible por mantenerla a su lado.

Entraron en un pequeño restaurante que él conocía bastante bien, saludo al propietario, amigo suyo y tomaron asiento en una mesa en la ventana. Sabía que Philip, les había dado una buena mesa. El era un amigo de la infancia, y siempre habían estado bastante unidos.

—Pero bueno, esto sí que es una sorpresa. Pensé que esa cómoda silla tuya, te había absorbido, Noah.

Riéndose entre dientes, apoyo los antebrazos en el borde de la mesa.

—Ahora tengo motivos para salir de allí.

Dijo, con una clara indirecta hacia Emma. Sentía su mirada en el, pero no podía descifrar que era lo que sentía ella ante su respuesta.

—¿Y esta bella dama tiene algo que ver?

El sonrió ampliamente.

—Absolutamente todo.

Philip rio suavemente y se movió hacia el lado de Emma. Escucho el susurro de la ropa, y supuso que estaba haciendo alarde de sus modales de caballero.

—Es un placer conocer a la dama que ha conseguido sacar a mi muy obsesionado amigo, de su trabajo. Soy Philip, y conozco a Noah desde que éramos pequeños. Si quieres conocer como era en esa época, ven a verme cuando quieras. Te contare todo.

—¡Philip!

Se quejo él, consciente de que el hombre tenía algunas historias un poco vergonzosas sobre él. El rio completamente divertido.

—Aprecio la oferta, señor Philip, pero si necesito saber algo de Noah, estoy segura de que él me lo contara cuando le pregunte.

El orgullo ante su plena confianza hizo que su pecho se hinchara. Alargo una mano a través de la mesa, y sonrió discretamente cuando ella apoyo la suya sobre su palma. Cerró los dedos en torno a ella y acaricio su piel con el pulgar.

—Oh, has tenido suerte, Noah, podría haberle contado muchas cosas.

Él lo sabía bien, por eso se mantuvo callado y orgulloso de Emma.

—Bueno, ¿Y qué desea la parejita?

No eran pareja, pero si el podía remediar eso, no tardarían mucho en serlo.

Arqueando las cejas tras sus gafas, espero a que Emma entendiera su gesto. Ella lo pensó durante un momento antes de dar su orden, el hizo lo mismo y acto seguido se quedaron solos. Philip se iba asegurar de que su orden fuese recibida en cocina.

Solos y con el suave murmullo de la gente que ocupaba sus lugares alrededor del local, el se desplazo suavemente sobre la silla, hasta que su culo estuvo más cerca del borde, llevo su otra mano a través de la mesa y recibió la pequeña mano de Emma en el segundo que sus dedos llegaron a la mitad. Acaricio sus dedos, el dorso suave de sus manos y apretó ligeramente sus dedos en torno a ella. Ahora a solas, y a pesar de que quizás pudiera ser pronto para ella, dado su historial, su corazón y sus sentimientos ya no podían ser guardados. Era consciente de que no le había dado el tiempo que, quizás, podría necesitar para curarse de su antigua relación, pero él no podía seguir así.

El tenía que saber algo, y dependiendo de lo que ella dijese, aunque eso lo matase, guardaría silencio.

—¿Estas lista para oír lo que tengo que decir? Estoy bastante seguro de que sabes más o menos por donde voy.

Sintió la tentativa caricia de los dedos de Emma, y sintió como su piel se erizaba de placer. Solo ella podía conseguir que respondiera de ese modo a un simple toque.

—Creo que lo sé.

Susurro ella. Noto una pequeña nota de timidez en su voz, pero le gusto.

Quizás cuando fuese un adolescente los nervios y el miedo al rechazo, hubiesen jugado una mala pasada con las palabras, pero aunque se sentía un poco nervioso, más por la razón de la conversación, que por otra cosa, no tenía miedo.

Sin soltar sus manos, cogió aire. Y se dio cuenta de que, pese a pensar que no estaba nervioso, su lengua se trabo durante un momento, sin saber cómo empezar.

—He querido retener esto un poco más de tiempo, porque quería darte la oportunidad de que sanaras de tu relación con tu ex-novio, pero no puedo hacerlo. Siento que estoy siendo egoísta, pero, también soy sincero, Emma. Y te juro que no puedo seguir guardando en mi pecho lo que siento por ti.

"Tu viniste aquí para tener la oportunidad de empezar de cero, y yo respeto eso enormemente, pero quiero ser parte de ello. Quiero estar ahí para ti en cada paso y logro, en cada caída y cada fracaso. Quiero que puedas contarme tus alegrías y tus tristezas. Quiero estar ahí para ti, Emma. Porque me gustas, porque me siendo de dos metros de altura cada vez que te me acercas con esa confianza plena que tienes en mi. Porque has conseguido que mi instinto protector salga de mi pecho, donde dormía. Tus eres especial para mí, Em. Muy especial."

Lo único que escucho durante un tiempo, fue el ruido típico de un restaurante, las voces de los comensales, y los camareros. El sonido de los cubiertos contra la vajilla y las conversaciones que la gente mantenía. Y pensó que ella no iba a decir nada, o que estaba demasiado cortada para eso, pero se sorprendió al descubrir, que Emma era mucho más fuerte de lo que podría parecer.

—Vine sintiendo mucho miedo. Está aterrorizada de los hombres, y al principio tú me diste mucho miedo. Pero, me demostraste que no por ser un hombre, y uno muy grande, por cierto, quiere decir que seas una amenaza. Cuidaste de mi en muchas situaciones, y en todo momento has mirado por mi bien, y te estoy muy agradecida de ello.

El apretó los dientes. No le gustaba por donde iba aquello, parecía que Emma iba a rechazarlo por completo y si eso ocurría, iba a doler mucho, pero lo mantendría para sí. No quería que ella se sintiera mal.

—Siento cosas cuando estoy cerca de ti. Tengo mariposas en el estomago, y mi corazón se acelera y me pongo un poco nerviosa.

Reconoció con una risita. El sonrió en respuesta.

La emoción creció en el, al oír esas palabras. Si había escuchado bien, y creía que lo había echo, ella estaba diciendo que sentía lo mismo ¿Verdad? Porque si era así, estaba dispuesto a ponerse a hacer una maldita danza feliz. Nada podía ser mejor que tener la confirmación de que Emma estaba dispuesta a empezar algo con él. Sin embargo, y no queriendo desilusionarse del todo, mantuvo un lado de su corazón a salvo, por si ella retrocedía y se negaba.

El silencio se extendió por lo que parecieron horas, e incluso el camarero asignado por Philip, llego para dejar sus bebidas y un pequeño tentempié. El dio un largo trago al agua que había a parte del refresco que habían volcado en un vaso, no muy lejos de la saludable bebida que el engullía. Sentía la garganta seca, y está cada vez iba a peor, cuando mas minutos pasaba en aquel silencio.

—Por dios, Emma, habla. Me estoy muriendo aquí.

Exploto él. No ayudo mucho, porque ella no dijo nada. Con un rápido apretón de dientes, y el cuerpo tenso por la negativa, dio un rápido susurro.

—¿Te gusto?

—Si.

Contesto al fin, consiguiendo que el dejara ir un largo suspiro de alivio. Sintió como sus hombres se aflojaban y como el agua hacia efecto, finalmente en su sistema, refrescando su garganta y su lengua.

—Entonces...

Sin darle tiempo a seguir con su frase, la mujer frente a él, apretó su mano para hacerlo callar.

—Aun tengo algo de miedo, Noah.

Al ver como fruncía el ceño, ella se explico.

—No de ti, te lo prometo. Tú no me das miedo. Es... Tengo miedo a enamorarme perdidamente y sufrir otra vez.

El podía comprender eso, y el conocimiento del dolor que había sufrido con su primer amor, y el dolor no solo emocional por la rotura de su dulce corazón, si no por todo ese maltrato físico al que había sido sometida durante dos largo e interminables años, hacían que quisiera ir a buscar al maldito imbécil que había echo algo así y molerlo a palos. Quizás podría pedirle a John que pasara el coche por encima del tipo unas cuantas veces, antes de darse por vencido. Por supuesto, las ruedas solo serian la guinda del pastel, antes el habría tenido un buen número de horas para conectar sus puños con cada parte del cuerpo del monstruo enfermizo.

—¿Noah?

La trémula pregunta y el débil temblor que escucho en su voz, lo sacaron de sus pensamientos más oscuros. El asintió haciéndole saber que la escuchaba.

—¿Estás bien?

—Solo estoy teniendo un instinto homicida ahora mismo, lo siento.

Noto la tensión de su agarre, así que se explico.

—Estoy tentado de contratar a un detective privado, para buscar al gilipollas que te hizo daño y matarlo a golpes. También se me había ocurrido que podría pasarle el coche por encima. Por ahora solo son pequeñas ideas.

No sabía si su explicación había empeorado la situación o no, hasta que escucho la dulce risa de la mujer acariciar sus oídos. La cuestión era, que aunque le alegraba no haberla asustado, su amenaza no era una broma. El quería tener al tipo y enseñarle una lección que no iba a poder olvidar, sobre como un hombre de verdad trataba a una mujer.

—Es muy dulce que quieras hacer eso pero...

—No es ninguna broma, Emma. Me encantaría tener la oportunidad de pillarlo.

—¿Lo harías?

—Solo deja que el idiota se cruce en mi camino.

Gruño antes de coger aire profundamente en un vano intento por calmarse. Los suaves dedos de Emma empezaron a trazar pequeños patrones sobre la piel de sus manos, y eso hizo un trabajo mucho más efecto a la hora de calmarlo, que su respiración profunda.

—¿Noah? No quiero que hagas nada de eso ¿De acuerdo? Yo estoy lejos de él, y Bobby nunca va a poder hacerme daño de nuevo.

El sabía eso muy bien. Emma vivía en su casa, y el tenia una buena seguridad en su finca, pero aun así, quería tener la certeza de que el tipo o estaba entre rejas, o muerto. De ese modo él nunca podría poder un pie cerca e Emma y el estaría seguro de que ella estaría a salvo.

—El no merece que te ensucies las manos.

Probablemente, pero el instinto protector que tenia hacia ella, lo instaba a hacerlo.

—Prométeme que no harás nada de eso.

Exigió ella con determinación. Apretó los labios en una fina línea y hablo a través de sus dientes.

—Siempre y cuando el no de un paso hacia ti.

Era la mejor promesa que podía ofrecerle. Debió ser suficientemente buena porque ella no dijo nada más, y solo se mantuvo callada, agarrándole las manos con suavidad. Quería dejarlo pasar, pero ellos habían estado teniendo una conversación antes de que el tema de su ex-novio saliera entre ellos.

—¿Eso quiere decir que no puedes darme una oportunidad de hacerte feliz?

Pregunto con un tono bajo que hasta a él le costo oír. Esperaba que ella le pidiera que repitiera lo que había dicho, pero no lo hizo.

—No, solo necesito que las cosas las llevemos con calma.

¿Cómo de calmado tenía que ser? Se pregunto, frunciendo el ceño. Ella rio suavemente.

—No tan calmado como pareces pensar, solo espero que no te enfades cuando las cosas no vayan tan deprisa o bien como esperabas. Tengo algunas heridas emocionales y no quiero forzar a que se hagan más grandes hasta el punto de romperme.

—Yo nunca podría enfadarme contigo.

—Te recuerdo que ya lo hiciste.

Pico ella, soltando una de sus manos. Frunció el ceño y negó con fuerza.

—Sabes perfectamente bien que no me enfade contigo.

—Oh, sí lo hiciste. Lo recuerdo muy bien.

Entorno sus ojos dispuesto a discutir con ella, cuando el camarero llego con su pedido. Coloco los platos frente a ellos y se retiro. Emma se rio.

—Mírate, pareces un oso gruñón con ese ceño.

Esa mujer iba a mantenerlo de puntillas a su alrededor. Lo tendría comiendo de la palma de su mano, antes de que el mismo se diera cuenta de ello.

—Te encanta picarme ¿Verdad?

Ella rio un poco más fuerte.

—Es divertido. Además, contigo es seguro jugar.

Sonriendo ante esa confesión, y guiándose por su voz, alzo una de sus manos y la llevo al rostro de ella. Apoyando su mano sobre una suave y cálida mejilla, acaricio su piel con un pequeño roce de sus nudillos.

—Quiero que te sientas libre de jugar y bromear conmigo. Me gusta mucho que lo hagas.

—¿A pesar de que frunces el ceño constantemente?

El se carcajeo.

—A pesar de eso, Emma.

—Bien, luego no quiero oír que te eches atrás y te quejes cuando sea demasiado para ti.

 Nunca iba a ocurrir eso, le gustaba demasiado como ella parecía mucho más relajada y feliz cuando le picaba. Por otra parte, ella estaba dejando ver un aparte de ella misma que él no era consciente de que existía. Emma era dulce y divertida, y quería saber as de ese lado juguetón. El iba a conseguir que ella se abriera del todo a él y le contara todo sobre ella, sus sueños y pesadillas, las esperanzas de su futuro y sus deseos. Quería que compartiera con el todo. Y a su vez haría lo mismo con ella.

—¿Eso significa que es un sí?

—¿Un sí a qué?

—Un sí a empezar una relación. O un sí a intentarlo, al menos.

Ella volvió a quedarse callada, aunque esta vez no fue durante tanto tiempo.

—Un sí a intentarlo. Quiero intentarlo, Noah. Una relación sería demasiado para mi, por ahora.

Y ella, como siempre, tenía razón. Simplemente era un poco duro para él, esa pequeña negativa. Pero entendía que ella era una mujer herida, así que iría despacio, lo haría todo con buena letra y conseguiría que ella dijese si a una relación sentimental. Sus sentimientos no mentían y el sentía cosas muy profundas por ella, tanto que incluso estaba un poco asustado por ellas, pero lo importante ahora era que Emma se sintiera a gusto, que entendiera que él nunca haría nada parecido a lo que hizo el maldito Bobby, y así poder empezar con ella algo tan bonito como un noviazgo.

—Iremos al ritmo que tú quieras marcar. No tengo prisa, alguna... bueno sí, tengo algunos deseos ocultos, pero puedo resistirlos un poco más.

Confeso con una sonrisilla.

—¿Qué deseos?

Su sonrisa se amplió al decírselo.

—Besarte.

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