Trilogía: A Través Del Tiempo

By AliceeHearts

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En un reino, hace muchos ayeres, había algo que todos ignoraban: una niña luchando contra sí misma a causa de... More

❅Aclaraciones antes de leer❅
Trilogía "A Través del Tiempo"
Sinopsis: La Reina de las Nieves
Dedicatoria
Playlist ATDT I: La Reina de las Nieves
Prólogo
1 Tengo que intentarlo
2 Ella era como él
3 Podemos protegerla
4 Es imposible
5 Los niños creen lo que dicen los cuentos
6 La quería a ella a su lado
7 Y sus ojos se encontraron
8 El frío no le molestaba
9 Su posible nueva amiga
10 Esconde, no sientas y no dejes que sepan
11 Cree en mí
12 Un castigo para el reino
13 La vida del rey
14 Días transformados en desesperanza
15 Mentiroso
16 La bella durmiente
17 Anna se había quedado sola
18 Hans de las Islas del Sur
19 Es peligroso soñar
20 ¡Silencio!
21 No fue el único en despertar
22 ¡Soy libre!
23 ¿Qué vas a saber tú de amor?
24 Por una vez trata de confiar
25 Monstruo
26 Su propia familia mágica
27 Cuida de mi hermana
28 Amor
29 Azules como apatitas
30 Amenazas que convertir en verdad [FIN DEL LIBRO 1]
Sinopsis: El Espíritu y el Viento
Dedicatoria
Playlist ATDT II: El Espíritu y el Viento
31 ¿Quién más?
32 Siempre lo pensé como un cuento
33 Tengo que encontrarlo
34 Suena como un estúpido
35 Deja que te ayude
36 Hacia lo desconocido
37 Ve
39 Debí haber estado contigo
40 Para mí no es suficiente
41 Ya no existen
42 Princesas desdichadas
43 No dejaré que te pase nada
44 Creo que lo arruiné todo
45 No lo soporto
46 Creo que ya sabes quién es
47 Tu deseo más grande
48 Secretos
49 También me gustan los abrazos
50 Volviendo a conocernos
51 No era ni soy quién para interferir

38 No me dejes solo

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By AliceeHearts

La miró dormir durante unos segundos. Detrás de aquel rostro adulto se escondía la pequeña Elsa, quien lloró muchas noches antes de caer dormida por todos los años en que él no estuvo con ella. Esa pequeña estaba descansando al fin, lista para recuperar el tiempo perdido. Se contuvo de acariciarle el cabello, de mirarla más tiempo. Le apretó una última vez la mano antes de salir corriendo.

Tomó su báculo del cuarto de memorias y voló fuera del castillo, pasando a la alegre multitud y al pueblo. Se alejó de todo y de todos. De Pabbie y los trolls, de Anna y su tiempo allí. Voló hasta el centro del bosque aterrizando entre los matorrales. Sacó el portal lleno de luces de colores. Tomó aire lentamente y cerró los ojos.

Tenía un buen presentimiento.

Elsa y Arendelle por fin estaban a salvo. No tuvo el papel que creía en esa historia, pero si su razón de estar ahí eran sólo los recuerdos de una bella amistad le parecía que había valido la pena.

Con una sonrisa triste giró el portal entre los dedos y lo lanzó al frente, listo para irse a casa.

El portal cayó al suelo de la misma forma en que lo hizo trece años atrás, sin ningún remolino de luz ni nada extraordinario, como si se tratara de una pelota cualquiera. Aun no era tiempo de abrirse.

Jack contempló la escena con los labios apretados formando una línea. Dio un par de pasos hasta el portal, se le quedó viendo. 

—¿Por qué? —le preguntó—. ¿qué más quieres que haga? ¿No las viste? ¡Están bien! Ya no hay nada que hacer aquí, no tengo razones para quedarme. Empieza a explicarme que es lo que quieres de una buena vez o me iré a dormir de nuevo hasta despertar en casa.

Sus amenazas claramente no iban dirigidas hacia el portal. No sabe aún quien está narrando su historia. Sin embargo, siguió gritando, seguro de que alguien lo veía, y yo, seguí escuchándolo, luchando contra la culpabilidad.

­—¡Estoy hablando en serio! ¡Me iré a dormir! ¡Cien, doscientos años si es necesario! Si quieres que haga algo más, si necesito hacer algo tienes que empezar a hablarme. Ya he sido invisible mucho tiempo, no voy a aguantar ni un segundo más.

Oh, Jack. Tú ya no eres invisible, y bien lo sabes. El alejarte de quien puede verte no te hará invisible. Eso ha terminado.

—¿Y? ¿Cuál es tu respuesta? ¿Quién eres? Aunque sea dame una señal.

¿Mi respuesta?

No hay nada que quisiera más que decirle la verdad, explicarle con exactitud lo que quiero que haga, pero no puedo. Mi poder no es controlar, mi poder es narrar. Me encantaría que mis narraciones resonaran en sus oídos, tristemente, así no funciona. Por suerte, he tenido contemplado el enojo de Jack desde antes de enviarlo. Pase lo que pase no lo dejaré solo.

Viento. Ve con él.

Jack sintió la presencia de su amigo a su alrededor, escuchó su canción.

—¡Ahora no! —le dijo con el cabello revoloteando—. ¡Estoy esperando una señal!

Estúpido.

El Viento lo elevó en contra de su voluntad. No hubo movimiento ni queja que impidiera llevarlo hasta la copa de los árboles desde dónde podía verse claramente, a la distancia, el castillo de Arendelle.

Tardó un poco en comprender.

Jack calló y miró a la Luna, quien vela por él a pesar de nunca involucrarse. Soltó un suspiro, entendiendo, aceptándolo.

—¿Aun debo ayudar a Elsa? —preguntó. Su respuesta llegó en silencio. —¿En qué? Ya es libre, contó el secreto. No hay nadie que-

Oh. Claro que sí. Tu sueño te habrá nublado los recuerdos. El invierno eterno habrá distraído a Pabbie. Pero sé que la recuerdas.

—La mujer. La amenaza. Algo... ¿despertó?

Al fin comprendió.

—Creí que eran amenazas vacías. C-creí que sólo quería mantener el miedo para impedir que se revelaran al pueblo. ¿Estás diciendo que algo en verdad va a pasar?

Silencio. El Viento lo dejó caer. Jack se dio un buen golpe contra el suelo, por suerte no le dolió tanto como para distraerse. Se puso de pie en un segundo, miró hacia todas partes tratando de decidir a dónde ir. Vio el portal aun tirado y lo tomó. Las luces de colores seguían contenidas dentro, la vida y el poder aun fluyendo ahí.

—Prométeme una cosa —me dijo sin despegar la vista del portal—. No me dejes solo. No sé si pude hacer algo más antes, no sé si llevarme a Elsa habría sido mejor. Hice lo único que se me ocurrió y si sirvió de algo no lo sé. Tal vez lo compliqué todo, tal vez era lo correcto... No puedo seguir a ciegas. No me dejes solo. Ayúdame. Hazlo por Elsa.

La suplica en su voz fue tal que, si hubiera pedido llevarlo de vuelta habría abandonado esta misión. Le habría permitido volver. Para bien o para mal su mayor preocupación no fue ni es esa. Sus pensamientos están con Elsa. Por eso cumplí con lo que me pidió. Por eso el Viento y yo guiamos a Elsa hasta él.

❆❆❆

Jack tardó en escuchar sobre el Bosque Encantado.

Al principio se movió por instinto alrededor de Arendelle. Visitó reinos vecinos, se encontró con otros inmortales que no le tomaron mucha importancia y se escabulló en varias bibliotecas, leyendo en diferentes idiomas historias sobre magia y brujería, dioses y demonios. Podía darse cuenta que varias leyendas estaban inspiradas en seres como él, aunque muchas seguían siendo inventos humanos para satisfacer creencias o dudas con el fin de mantener a los pueblos sometidos. Donde mejor información encontró fue en los cuentos.

Se alejó del reino pasados unos meses y se movió por Europa buscando las diferentes versiones y encontrando algunas originales. Descubrió con horror que varias narraciones populares en el futuro tenían orígenes sangrientos y oscuros. Los humanos eran crueles y los inmortales astutos. Juntos formaban desastres. Maldiciones, miedo y castigos. No parecía que hubiera nada bueno al mezclarse los dos mundos, aunque Jack no se rindió por eso. Él más que nadie sabía que no todo debía culminar en catástrofe, los guardianes eran prueba de ello. Él y los niños del mundo.

Un día soleado moviéndose entre multitudes en una pequeña plaza, vistiendo una camiseta y la sudadera amarrada a la cintura, captó la atención de otro ser capaz de verlo, un duendecillo.

—¡Hey, tú! —lo llamó, y sin saber cómo, Jack supo que le hablaba a él. ­—¿Qué hace el espíritu del frío en este horrible calor?

—¿Tampoco pueden verte? —Preguntó el muchacho sorprendido, agachándose frente a él.

—Sólo me ve el que quiero que me vea. Pero yo los veo a todos, sí que sí.

—¿Cómo supiste quién soy?

—Te sorprendería lo que no sé. Nosotros los duendes tenemos grandes conocimientos. Formas de averiguar y tomar lo que queremos.

—Ajá... —contestó con desconfianza—. ¿Por qué me llamaste?

—¿Qué hace el espíritu del frío en este horrible calor? —repitió.

—Eso no lo sabes ­—se burló.

—Cuidado niño, puedo hacerte mucho daño con sólo pensarlo —dijo el duendecillo, sonriendo con malicia, mirándolo con odio. Jack prefirió no hacerse su enemigo. Satisfacer la curiosidad del duende no era un problema y quizá pudiera obtener algo a cambio.

—Estoy buscando a alguien. Alguien capaz de darle poder a un mortal.

—¿Poder? ¿Qué tipo de poder?

¿Qué tanto podía decirle sin despertar una curiosidad que lo llevara a actuar? Por cómo le hablaba, Jack se dio cuenta de que ya estaba vivo en ese tiempo. Lo llevaba sospechando desde el inicio, evitaba los inviernos en el mundo para no confirmar aquello encontrándose con sí mismo de frente. Ahora sabía que había hecho bien. Él podía actuar sin miedo, sabiendo que alguien vigilaba sus pasos y que su invisibilidad significaba no alterar nada; por el contrario, sabía que los duendes actuaban con egoísmo e impulso. Meter a uno en esta historia no podía ser sensato.

—Yo puedo dar poderes divinos —continuó el duende—. Una vez un viejo rey me pidió hacer oro lo que tocara. —Compartió queriendo sorprender al espíritu.

—¿Se lo concediste? —preguntó Jack, sabiendo la respuesta. Conocía ese cuento.

—Se lo concedí. Todo lo que tocó se volvió dorado, sus riquezas se multiplicaron. Pronto acabo con todo frente a él, animales, plantas, personas. Los humanos no piensan lo que piden hasta que se retuercen de dolor. O de hambre, en este caso.

Jack decidió que no quería nada de ese ser. Cualquiera fuera la información que pudiera poseer prefería seguirla buscando por todo el mundo.

—Pude haberme quedado con todo su oro, iba a recuperarlo todo —murmuro el duendecillo, mordiéndose las uñas.

Jack alzó una ceja, hasta donde él sabía, así terminaba el cuento. El pequeño ser siguió hablando, demasiado enojado como para darse cuenta de que compartía de más.

—Un hada. Una estúpida hada se lo llevó. El muy idiota del rey llamó a un hada y le pidió algo de comer, a cambio le ofreció todo lo que era mío.

—Creí que las hadas no hacían tratos. Actúan en favor de los mortales.

—La mayoría de las veces. Pero no todas las hadas son buenas. Las hay de muchas clases, de tierra, de agua, de fuego. La de los dientes, sirenas, salamandras... buenas y malas, letales y bellas —dijo sonriendo—. Y claro, las peores, las que conceden deseos.

—Tú concedes deseos.

—No. Yo intercambio mi magia. Nada es gratis, no me disfrazo de buen samaritano para tentar a nadie. Jamás podrás quejarte de que un duende no te dio las reglas del contrato. No seremos concretos, pero no somos mentirosos.

—¿No engañas? —Preguntó Jack con sarcasmo.

—Juego con mis reglas. Sólo no se las digo a todo el mundo.

Jack sonrió con fastidio. Demasiadas historias de duendes le quitaban las ganas de juntarse demasiado con uno. Se puso de pie dispuesto a irse cuando sintió como el extraño le tomaba del abrigo.

—Te dije lo que querías saber.

—Yo fui el primero en contestar tu pregunta, no te debo nada.

—Te diré más a cambio de algo sencillo —le dijo el duende mostrando los dientes en un intento de lucir amigable—. Verás que no te quito nada importante.

—¿Qué es lo que quieres? —Preguntó Jack con desconfianza.

—Prométeme que me lo darás.

—No voy a hacer promesas a un duende. Tú mismo me advertiste tu forma de actuar.

—Lo más probable es que estés buscando un hada —le contestó el duende para enredarlo en el compromiso—. A un hada muerta.

Jack se quedó helado en su sitio.

—Los duendes podemos otorgar dones, compartir magia. Pero tú hablas de un poder independiente, las únicas que pueden darlo son las hadas. O, mejor dicho, pueden heredarlo. Al morir.

Eso no tenía demasiado sentido. Elsa había nacido con poderes. Su padre tenía poderes. Sin embargo, a pesar de no tener todas las respuestas, la información era información. Aquel secreto tenía que valer de algo.

Jack suspiró. Ahora lo único que le quedaba era deshacerse del duende para siempre. Saldar la deuda. No traía nada encima además de su ropa, por suerte no cargaba con el portal. Sólo espero que no le fuera a pedir el cayado. Antes prefería quedarse desnudo.

—¿Qué es lo que quieres? —Le preguntó con dureza.

—Quiero que hagas algo con este maldito calor.

—¿Qué? —Jack no se lo podía creer.

—Eso o puedes darme tu abrigo. Nunca vi ninguno parecido.

No dudó en mover el báculo. En seguida las nubes cubrieron el sol y la brisa inundó la plaza. Luego tocó al duende en el hombro haciéndolo temblar.

—¡Oye! ¡No quería sentir frío!

—No fuiste muy específico —le contestó Jack guiñándole un ojo antes de salir volando. Escuchó al duendecillo reírse y supo que con la anécdota terminaba su relación y el interés del uno en el otro.

❆❆❆

Se movió por Asia poco después de acabar el invierno. Confirmó con la ninfa de un cerezo lo que le dijo el duende sobre las hadas.

—Son pocas las que deciden pasar su magia, normalmente hadas viejas y amargadas. Es por ellas que existen hadas hombres, que son pocas y no muy de mi gusto.

Jack asintió, estaba sentado con ella bajo su árbol tomando té. La muchacha parecía hecha del mismo árbol, siendo su cuerpo el tronco y las ramas, y su cabello las hojas y los pétalos rosas que todavía no adornaban su hogar. Si uno la veía con atención le veía lo humano, notaba las curvas de su cuerpo, los rasgos de su cara. De lejos era otra parte de la naturaleza.

—Aunque tú no me disgustas ni un poco —le siguió diciendo, acercándose con coquetería. Jack tragó su té y le sonrió con picardía. Estaba acostumbrado a seguirle el juego a entidades femeninas, le era divertido, aunque nunca sentía nada que correspondiera a lo que querían de él.

—¿Dices entonces que podrías hacerlo? ¿Pasar tus poderes?

—¿Quieres deshacerte de mí tan pronto? —le preguntó la ninfa.

—Claro que no, aun no me termino el té —contestó Jack con el mismo tono meloso.

—¿Por qué tan curioso? ¿Te has enamorado acaso?

Jack no entendió la pregunta. La muchacha miró al cielo y procedió a explicarle.

—Quieres volver a alguien inmortal, necesitas un hada que muera por ella. ¿Lo haces por amor?

El muchacho soltó una carcajada. Suficientes problemas tenía Elsa como para querer los poderes y la inmortalidad de alguien más. Lo que quería para ella no tenía nada que ver con sacrificios ni con romance.

—Estoy buscando a un hada que sepa mucho al respecto, que pueda ayudarme con una investigación secreta —le contestó a la ninfa, acercándole la cara—. Tenía la esperanza de que fueras tú.

La mujer se sonrojó y le sonrió, mirándolo fijamente. No todos los días tenía tan esplendida compañía, y a diferencia de muchos inmortales ella no podía moverse libremente por el mundo, donde estaba su árbol estaba ella. Mejor aprovechar y mantenerlo contento.

—Yo podría heredarle mi árbol a alguien —le dijo recargándose en su hombro—. Soy un hada de tierra, después de todo, por muchos nombres que me pongan los mortales. Como ninfa, dríade... Cumplo con las mismas reglas que las demás, aunque matarme es más fácil que a otras.

—¿Qué quieres decir?

—Mi árbol es mortal. Siempre puedo cambiarlo por uno nuevo y más joven. Puedo alargar mi vida. Por otro lado, si alguien lo cortara y yo no alcanzara a mudarme no sobreviviría mucho tiempo. En esta forma no pueden lastimarme, pero mi árbol siempre será vulnerable.

Jack sintió deseos de consolarla, aquello sonaba horrible, más sabiendo del futuro de muchos árboles en el tiempo del que él venía. Sin embargo, se contuvo de mostrarse muy amistoso, temiendo ilusionar de más a la ninfa.

—¿Cómo te llamas?

—Hana —contestó el hada sonriendo en su hombro.

—Gracias por el té, Hana. Has sido de mucha ayuda.

—¿Ya te vas? —le preguntó alzando la cabeza, inquieta. —Llevas aquí muy poco.

—Lo sé, y me encantaría quedarme, —le dijo Jack poniéndose de pie—, pero tengo que seguir buscando pistas.

—¿Para qué?

—Ya te dije, es un secreto.

—¿No puedes quedarte un poco más? Tenemos todo el tiempo del mundo, no hay ninguna prisa.

—Me temo que mi investigación involucra a una mortal. Ella no tiene mucho tiempo y en cualquier momento puede terminarse.

—Entonces sí es por amor.

Jack volteó a verla con las cejas alzadas. No se esperaba que apenas conociendo a alguien por unas horas ya pudiera mostrarse celosa, y sobre todo no esperaba insinuaciones de romance sólo por querer ayudar a una amiga.

—Que ocurrente eres, Hana —le dijo divertido.

La ninfa hizo un puchero. Fue ignorada mientras Jack volvía a ponerse la sudadera y tomaba su cayado. No iba a ser el último mortal que se parara en su árbol ni con quien pasara el rato. Ella tenía la belleza para seducir mortales e incluso algunos inmortales, y Jack le había gustado en serio. Sin embargo, no era tonta. Sus coquetos parpadeos, sus labios alzados y su piel apenas cubierta por hojas y musgo no le habían arrancado ni el menor deseo al muchacho.

Suspiró rendida y se puso de pie, lista para volver a su árbol.

—Hana —la llamó Jack en el último momento—. Me aseguraré de que nadie te quite tu casa. Al menos por unos doscientos años.

Era una promesa muy extraña y no sobre algo que le preocupara en ese momento. Pero logró devolverle el buen humor. Al menos no le fue completamente indiferente al chico.

—¿No te olvidarás de mí?

Jack volteó a verla y le sonrió.

—Tengo muy buena memoria.

—Engreído —le contestó ella, agachándose frente a su árbol. Buscó algo en un hoyo escondido en las raíces hasta dar con un sombrero cónico—. Ten —le dijo tendiéndoselo—. Te lo doy por tu promesa.

—No tienes que darme nada a cambio.

—No es a cambio, es en agradecimiento. Es sólo un kasa.

Jack sonrió y lo aceptó. Se lo puso en el momento, disfrutando de recibir algo después de tantos años.

—¿Me queda bien? —Preguntó con los brazos extendidos.

La ninfa le sonrió, lo jaló del brazo y le plantó un beso en la mejilla. Después se echó hacia atrás y se perdió en la forma de su árbol. Jack parpadeó un par de veces incómodo. Se inclinó levemente, agradeciendo la ayuda una vez más. Después dio un salto y voló en dirección a Arendelle.

Fue entonces que vio a los gansos volando de regreso a casa.

Él quería a los gansos. Poco después de despertar como un ser inmortal había aprendido a volar con el Viento y con ellos. Su forma de moverse, de planear y aterrizar venía de aquellos pájaros. Quizá fue por esa nostalgia que los siguió, pasando el bosque —recogiendo antes el portal que tenía ahí escondido—, Arendelle, el castillo de hielo hasta llegar al Bosque Encantado. Ahí no sólo se dejó envolver en su belleza y paz, también sintió la magia. Aquel era uno de los puntos poderosos, pocos en el mundo. Un lugar donde se escondían y vivían seres y espíritus, donde se juntaban y convocaban. Lo que sea que hubiera dado a Elsa sus poderes venía de ahí, lo sabía. Lo sentía.

Por eso ahí se quedó, sabiendo que lo que fuera que pudiera encontrar o encontrarlo lo haría en ese lugar. Robó un abrigo de los Northuldra, escondió en una cueva el portal cubierto con su sudadera y se volvió un habitante del bosque. Tuvo unos meses tranquilos con los gansos. Pudo reflexionar y ordenar su información. Pasó mucho tiempo pensando, divirtiéndose. Estando atento por si el Viento le traía noticias del reino, recuperándose del sueño de la bella durmiente y de los viajes y emociones que le siguieron. Descansó y poco a poco hizo las paces con su situación.

Llegaría el momento de actuar. Volvería a casa. Por ahora podía relajarse.

Entonces una tarde como cualquiera, volteo la mirada y vio a Elsa. Tardó un momento en reconocerla, aun no se acostumbraba a verla tan cambiada, mayor. Se puso de pie y la miró, creyendo que se trataba de una visión. No desapareció. Lo miraba como si fuera un fantasma, al parecer ella tampoco se creía tenerlo en frente.

—Hola —le dijo por fin, alzando la mano sintiéndose un tonto—. Qué raro verte por aquí.

Elsa le frunció el ceño. Jack se ahogó con su saliva.

—¡Qué raro! —le dijo yendo hacia él con pasos fuertes, congelando el agua del río con cada paso, sacándole altura.

Jack se contuvo de retroceder. Comenzó a hablar rápidamente defendiéndose de algo que no terminaba de entender.

—No quería dejarte sola, en serio que no. Aunque no estabas sola, tienes a Anna y a Olaf y vi lo que le hicieron a Hans, de verdad no había razón para quedarme. No entiendo por qué luces molesta, pero sea lo que sea que estés pensando no tienes razón para estarlo. Podemos hablar como personas civilizadas y-

Comenzó a llover. Elsa alargó la mano directa hacia su cayado. Jack se movió y la esquivó.

—¡Dame eso! —le gritó tratando de arrebatárselo, cayendo de su camino de hielo, hundiendo las botas en el río.

—¿Por qué quieres quitármelo? ¿Qué es lo que te pasa?

—¡Te fuiste cuando te necesitaba y cuando te pedí que te quedaras!

—¡No se vale usar las uñas!

—¡Quédate quieto!

—¡Eh! ¡Mi sombrero!

—¡Ay! ¡Mi ojo!

—Perdón, no quería golpearte, trataba de tomarlo de vuel- ¡Ay!

—¡Ay!

—¡Pensaba regresar!

—¡Me pegaste en la frente!

—Fue con el dedo. Tú usaste el puño. Y había sido accidente el primero.

—¿Sabes todo lo que hice para llegar aquí?

—¿Y qué haces aquí?

—¡Ah! ¡Egoísta! ¡Mentiroso! ¡Traidor!

—Auch, ¡suéltame!

Siguieron forcejeando a pesar de la tormenta y la oscuridad naciente. Jack tenía a su disposición una sola mano con la cual empujaba a Elsa por el hombro. No pensaba usar la que sostenía el cayado para defenderse. Elsa le jalaba del cuello del poncho con la izquierda mientras que alargaba la derecha para quitarle el báculo. Se rozaban las narices, se miraban enfadados. Jack sintió como los dedos de Elsa rozaban su cometido. Alzó los ojos para ver qué tan cerca estaba cuando notó la venda deshecha, el enrojecimiento en su piel.

Soltó el cayado.

Elsa no alcanzó a cacharlo. Antes de poder hacer algo al respecto su mano herida quedó en manos de Jack quien la examinó con detenimiento. Confundida, aflojó el agarre de su ropa y contempló el rostro preocupado del muchacho por su herida.

Por fin, Elsa se calmó.

—No alcanzo a ver bien —susurró Jack antes de mirarla de nuevo—. Tenemos que ir a resguardarnos. Tengo luz en la cueva.

—Me dejaste —contestó Elsa. Se le veía dolida. Jack apartó la vista y con cuidado la tomó de la mano sana. Sin soltarla se agachó, tomó su cayado y su sombrero del río y comenzó a guiarla por la oscuridad. Elsa, rendida, lo siguió.

La lluvia siguió cayendo con fuerza. Jack se abstuvo de hablar por el resto del camino, aunque no pudo suprimir la pequeña sonrisa que se le asomó en los labios. Pidió una señal y pidió no estar solo. Ambas cosas se le cumplieron. 




N/A

Y ahí la explicación de qué estuvo haciendo Jack :D

Me gustó muchísimo escribir este capítulo, siento que es de los mejores del segundo libro hasta ahora, estoy muy muy orgullosa jaja

Además, quedó larguito :)

Y por fin, reunión Jelsa ahhhhhhhhh

Que emoción, para eso estamos aquí, fue lento, lo sé, pero creo que valió y valdrá la pena!

En fin, ando con todo en esta época, tienen actualizaciones muy seguidas, aprecien porque en cualquier momento se les acaban (broma no es broma) jaja...

Como sea, espero les esté gustando mucho esto, ando dejando pistas en todas partes sobre el futuro así que estén muy atentos 7u7

Gracias por leerme una vez más, lo hacemos de nuevo en más o menos una semana y yo los leo a ustedes en comentarios <3

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