Trilogía: A Través Del Tiempo

By AliceeHearts

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En un reino, hace muchos ayeres, había algo que todos ignoraban: una niña luchando contra sí misma a causa de... More

❅Aclaraciones antes de leer❅
Trilogía "A Través del Tiempo"
Sinopsis: La Reina de las Nieves
Dedicatoria
Playlist ATDT I: La Reina de las Nieves
Prólogo
1 Tengo que intentarlo
2 Ella era como él
3 Podemos protegerla
4 Es imposible
5 Los niños creen lo que dicen los cuentos
6 La quería a ella a su lado
7 Y sus ojos se encontraron
8 El frío no le molestaba
9 Su posible nueva amiga
10 Esconde, no sientas y no dejes que sepan
11 Cree en mí
12 Un castigo para el reino
13 La vida del rey
14 Días transformados en desesperanza
15 Mentiroso
16 La bella durmiente
17 Anna se había quedado sola
18 Hans de las Islas del Sur
19 Es peligroso soñar
20 ¡Silencio!
21 No fue el único en despertar
22 ¡Soy libre!
23 ¿Qué vas a saber tú de amor?
24 Por una vez trata de confiar
25 Monstruo
26 Su propia familia mágica
27 Cuida de mi hermana
28 Amor
29 Azules como apatitas
30 Amenazas que convertir en verdad [FIN DEL LIBRO 1]
Sinopsis: El Espíritu y el Viento
Dedicatoria
Playlist ATDT II: El Espíritu y el Viento
31 ¿Quién más?
32 Siempre lo pensé como un cuento
33 Tengo que encontrarlo
34 Suena como un estúpido
35 Deja que te ayude
37 Ve
38 No me dejes solo
39 Debí haber estado contigo
40 Para mí no es suficiente
41 Ya no existen
42 Princesas desdichadas
43 No dejaré que te pase nada
44 Creo que lo arruiné todo
45 No lo soporto
46 Creo que ya sabes quién es
47 Tu deseo más grande
48 Secretos
49 También me gustan los abrazos
50 Volviendo a conocernos
51 No era ni soy quién para interferir

36 Hacia lo desconocido

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By AliceeHearts

Recordaba perfectamente cuando la voz se le presentó de nuevo hace unos meses, después del cumpleaños de Anna. La encontró en su balcón, mirando el mar, pensando en quienes se perdieron ahí y en como ella lo cruzó caminando. Y volando. Miraba a través de sus pensamientos cuando el Viento la saludó. Ella, fascinada y aterrada, trató de huir. Ignorarla, creerla otro sonido de la naturaleza no mágico.

Comenzó a seguirla en las noches, manteniéndola despierta. Ella se hacía la loca y abandonaba su habitación seguida de cerca por la conocida canción. Tenía mil razones para ignorarla, empezando por la despedida de su antiguo amigo, terminado con su hermana a quien le debía su vida.

El Viento siguió insistiendo.

En susurros Elsa comenzó a responderle.

—No te escucho ­—le decía, lo que parecía provocarlo. Sonaba más fuerte. —No tenemos nada que hablar, vete. Adiós.

Cerraba las puertas detrás de ella, las ventanas. Corría las cortinas. No logró deshacerse de él. Trató de convencerse de que todo lo que quería y necesitaba estaba entre los muros de ese castillo, tratando de desaparecer el rostro que venía a su mente con cada nota. Porque tenía miedo. Miedo de ir hacia lo desconocido. De lo que podía estar arriesgando al seguirlos a ambos.

—Me estás distrayendo —le dijo en otra ocasión, otra noche en vela—. ¿Qué quieres?

En respuesta siempre obtenía lo mismo, no obstante, siempre entendía una respuesta diferente.

—Vas a hacer que me equivoque.

El sonido cambió.

En lugar de resonar en su cabeza y su alrededor, se alejó. Elsa, temiendo perderla para siempre, la siguió hasta el patio. Corrió detrás de ella hasta cruzar la misma puerta que cruzó al huir de casa tras revelar su verdadera naturaleza. Fue hasta la orilla del mar y se vio reflejada en el agua. Sabía lo que el Viento quería.

—¿Cómo sabes que-

No pertenezco aquí.

No pudo formular su pensamiento en voz alta. Tenía miedo de ser escuchada.

—¿Por qué quieres sacarme de aquí? —Le preguntó en voz alta, sintiendo una opresión en el pecho—. ¿Vas a ayudarme?

Cada día era un poco más difícil mientras su poder crecía. El control era el amor, dominarlo venía con la experiencia, y aunque todos los días usaba su magia sentía que se quedaba corta en sus capacidades. Insatisfecha. Por más temor que sintiera de aquella extraña condición, la parte que quería ir detrás del Viento crecía, su deseo se intensificaba.

De algún modo supo lo que tenía que hacer. Movió las manos a sus lados, dejando salir luces y nieve, el Viento las tomó y comenzó a formar un torbellino con ella en el centro, una niebla para que nadie pudiera ver el espectáculo de adentro. Elsa vio maravillada como aquel ser invisible formaba figuras con sus partículas de hielo. Vio su castillo, vio a Olaf, vio un bosque. Vio dos figuras, un hombre y una mujer corriendo uno hacia el otro. Vio a Jack, volando a su alrededor.

¿Estaba allá? ¿La esperaba? ¿La sentía? ¿Le enseñaría?

Contenta, dejó que el Viento la envolviera, volvió a sentir su abrazo, su frescura. La canción inundando su interior. Extendió los brazos y cerró los ojos. Se sintió ligera. Infló el pecho con fuerza, dejándose llevar, notando como el hielo se transformaba en agua y las gotas le acariciaban el cuerpo.

—¿Elsa?

Abrió los ojos.

Estaba sola. El Viento se había ido.

Confundida se volvió a Anna, que la miraba desde el marco de la puerta igual de perdida.

—¿Eres sonámbula?

Una semana después volvió la canción, cuando estaba sentada con Kristoff. Si se le presentó en presencia de alguien más fue por urgencia, por eso fue a ver a Pabbie, por eso dejó a su hermana sin previo aviso.

❆❆❆

Si en algún momento se sintió abandonado se le olvidó al verla llegar. Lucía diferente a la última vez, usaba pantalones y votas e irradiaba mucha más confianza. No logró salvarla cuando se la llevaron aquellos terribles guardias, gracias al cielo pudo darse cuenta que estaba bien en cuanto la nube que se veía sobre el reino desapareció. Desde entonces vivía solo en el castillo, esperando porque regresaran por él, cuidando el sitio de los extraños como le ordenó la última vez que hablaron.

—Hola —le dijo su madre en susurros, mirando a su alrededor como si temiera de la oscuridad—. Te ves mejor de lo que esperaba. Creí que tendría que bajar a buscarte.

El gran gólem inclinó la cabeza en duda.

—Me contaron qué pasó aquí, cuando nos derrotaron. Me alegra que estés bien, lograste volver a ponerte en pie.

El monstruo entonces reconoció la falta de atención a la que se vio víctima. Se puso de pie lentamente, su madre retrocedió un paso. La observó fijamente mientras daba media vuelta y se sentaba. La miró por encima del hombro antes de girar lentamente su cabeza, dándole por completo la espalda.

—¿Estás molesto?

Oyó sus suaves pasos hasta que volvió a ponérsele al frente. Le alzó la ceja, sin adivinar el motivo de su actitud.

—¿Por qué? ¿Qué tienes?

—No ayudaste —contestó con su voz grave e imponente—. Hombre mágico ayudó.

A la mujer se le abrieron los ojos tanto como fue posible.

—¿Cuándo?

—Guardias se fueron. Elsa se fue. Hombre mágico sacó a Malvavisco del hoyo.

—Creí que habías muerto.

—No estoy muerto.

—No, ya vi que no. Y tienes razón, debí venir antes por ti. Lo siento, Malvavisco. ¿Me perdonas? No volveré a descuidarte.

Malvavisco la miró durante unos momentos, la pequeña figura de su madre le mostraba arrepentimiento sincero en el rostro. Cuando le abrió sus brazos no pudo mantenerse enojado.

—Perdono —le dijo. Elsa le sonrió y dio un par de pasos hasta abrazarle la pierna. Sintió su presión levemente, si fuera más pequeño sería un abrazo fuerte. Sin avisarle, la tomó con sus gigantes manos de hielo y la alzó hasta su rostro. Ella entendió y lo abrazó de nuevo, dibujándole una sonrisa a su gólem.

—Muy bien, Malvavisco, muy bien. ¿Cuidaste del castillo todo este tiempo?

—Sí.

—¡Muy bien! Te has portado muy bien. —Le dio un par de palmadas en la cabeza—. Ahora necesito de tu ayuda con otra cosa.

—¿Otro castillo?

—No. Quiero que vayamos a buscar al hombre mágico que te ayudó. Tú y yo.

—¿A dónde?

—Al norte, más al norte. Necesitamos bajar la montaña y-

Un grito se le escapó a Elsa cuando Malvavisco la movió hasta su espalda. La criatura se incorporó y comenzó a caminar hacia el vacío, decidido. Al llegar al borde paró, sin saber que hacer después.

—Por eso no te preocupes —le susurró con cariño. La sintió trepar hasta su hombro. Cuando estuvo bien acomodada extendió su manita hacia abajo y con la luz saliendo de su mano construyó unas escaleras de hielo. Malvavisco bajó al tiempo que iban apareciendo hasta llegar al suelo. Volvió a parar—. ¿Qué sucede?

—Castillo sin protección —contestó muy preocupado.

—Ah, tienes razón. Pero no creo que nadie vaya a venir hasta acá.

El gólem mantuvo su postura.

—Está bien, ¿y si hago esto? —Extendió sus manos hacia arriba, Malvavisco vio como las escaleras que unían la montaña con el castillo desaparecían dejando el vacío como separación. Después, Elsa también hizo desaparecer las escaleras por las que acababan de bajar.

—¿Más tranquilo?

Él sonrió. Tomó aire para anunciar su salida-

—¡No! No rujas, estamos aquí en secreto, no quiero que nadie nos oiga.

—¿Rawr?

—Eso está bien, ahora, vámonos.

❆❆❆

Ahí estaba de nuevo, de rodillas, cubierta de sangre. Elsa podía verse las manos borrosas, el enfoque puesto en la figura frente a ella. Todo estaba cubierto de rojo, el suelo, el techo, las paredes, la mujer, el odio en sus palabras.

Trataba de negarlo. La voz no le salía. Los temblores le impedían moverse a voluntad, la oscuridad le hacía imposible escapar. Veía los ojos frente a ella, rojos también. Cuando abría la boca de nuevo se escapaba más rojo de sus labios. Comenzaba a gritarle. Cada vez más fuerte. La misma palabra. Y ella lloraba y comenzaba a consumirse, aceptándolo.

Más gritos. Más dolor. Más arrepentimiento.

Le seguía gritando, lo hacía hasta que abría los ojos.

Elsa despertó. Parpadeó un par de veces para acostumbrarse a la luz del día. Poco a poco su corazón se calmó y abrazó la realidad con un suspiro de cansancio. Se acurrucó en el hombro de Malvavisco, moldeando la nieve hasta forma un nido de su tamaño. Llevaban poco más de una semana viajando, caminando hacia el norte sin saber exactamente a dónde.

Malvavisco resultó ser una compañía perfecta. No era veloz ni ágil, en vez de aquellas cualidades destacaba por su tamaño. A pesar de todo podían cubrir grandes distancias por día. La mayoría del tiempo era silencioso y no necesitaba descansar, permitiendo que Elsa se hundiera en sus pensamientos y durmiera lo necesario. Pocas veces se distraía, en aquellas ocasiones siempre lo hacía con un animal volador, una mariposa o las aves del cielo. Hacía falta llamarle la atención para que no las siguiera, recordarle hacia donde iban. Perdieron dos días de camino una vez porque Elsa no se dio cuenta cuando cambio de dirección para seguir una parvada mientras ella descansaba. Lo supo cuando volvió a escuchar la voz una noche y le sonó lejana. No hizo falta reprimirlo, con indicarle que diera vuelta Malvavisco volvió al camino correcto y Elsa respiró profundo y olvidó el problema. Para ahorrarse problemas futuros, si la noche era muy oscura, acampaban.

—¿Despertaste? —le preguntó. Otra de las cualidades del gólem, no era completamente indiferente a los comportamientos de Elsa. Siempre preguntaba, siempre estaba en lo correcto. Podía sentir la energía de su creadora y algunas veces parecía que escuchaba la voz también, alzando la cabeza cuando se hacían presentes esas dos notas repetidas.

—Sí. Ya desperté.

Malvavisco la ayudó a bajar de su espalda. Elsa no podía aguantar caminando todo el tiempo, a pesar de eso lo hacía siempre que podía, para no entumecerse y hacer más obvia su compañía. Se lo debía después de abandonarlo por un año.

—¿Malos sueños?

Eso la dejó helada. Sorprendida, alzó la cabeza hacia los ojos del gólem, sus dos cuencas vacías que podían verlo todo.

—¿Estás bien? —preguntó de nuevo, sin darse cuenta como cada palabra afectaba profundamente a la reina.

—Eres muy perceptivo —le contestó achicando los ojos, tratando de averiguar que tanto sabía. Malvavisco volvió a inclinar la cabeza—. Estoy bien.

Siguieron su camino en línea recta. Justo ahora se encontraban en medio de la pradera. Elsa jamás había estado tan lejos de casa. Nunca había estado tanto tiempo sin Anna. La extrañaba, mucho. Aun se sentía mal por haberla dejado sin aviso, con sólo una nota de despedida. Sabía cómo afectaría eso a su hermana, no se necesitaba ser un genio para darse cuenta que la princesa tenía problemas con la soledad. Ahora que volvían a convivir se aferraba a Elsa con todas sus fuerzas, respetaba su tiempo trabajando sabiendo que al caer la tarde su hermana volvería a ser toda suya. A Elsa no le molestaba, Anna era lo que más quería en el mundo y su motivación para despertar todos los días; cada que la veía después de una larga jornada de la corona sus fuerzas se recobraban y su corazón bailaba de felicidad. Sin embargo, no podía compartir este viaje con ella. Aquello significaba decir en voz alta lo que no quería pensar y llevar arrastrando a Anna en problemas que no le correspondían.

Por más mal que le hubiera hecho el dejarla, era menor al que supondría haberla llevado. Además, alguien tenía que cuidar Arendelle, y a pesar de sus imprudencias pasadas, no había en el mundo alguien que más quisiera y cuidara al reino como hacía Anna. Era mejor líder, siempre lo fue. Aunque la responsabilidad fuera suya por nacimiento. No podía desentenderse tan fácil.

—No puedo creer que de verdad estoy haciendo esto —se dijo sin poderlo evitar. Sin saber si en sus palabras se escondía la expectativa o el arrepentimiento. —Malvavisco, ¿estoy haciendo lo correcto?

Su gólem paró de caminar y volteó a verla. No le contestó, espero a ver que más tenía por decir. Elsa dudó antes de soltarlo.

—No sé a dónde vamos, ¿qué le voy a decir si lo encuentro? No tengo idea de qué estoy haciendo. Estaba tan segura y ahora... No quiero equivocarme. No quiero arrepentirme, pero ahora no puedo volver con las manos vacías.

—¿Tienes preguntas?

—Muchas preguntas. Para empezar, ¿qué reina abandona a su reino por segunda vez? ¿Qué van a pensar de mí? Cuando regrese querrán explicaciones y apenas puedo explicarme esto a mí misma.

—Yo tengo preguntas.

—Ah... ¿sí? ¿cómo cuáles?

—¿Por qué nos sigues?

Malvavisco veía algo detrás de ella. Elsa giró la cabeza con precaución por encima del hombro. Hasta donde podía ver sólo había hiervas y flores. Trató de concentrarse, si alguien de verdad les estaba siguiendo el rastro tenía que detenerlo. Con extrema lentitud se giró por completo. La pradera estaba en paz.

—Sal —ordenó.

Nada cambió.

Quizá se trataba de un animalillo, Malvavisco no podría diferenciar una amenaza real de una imaginaria. Aun así, mejor asegurarse.

Dio un pisotón al suelo. El hielo se extendió un par de metros frente a ellos. Se escuchó una exclamación seguida de un golpe. A dos metros de distancia los hierbajos se sacudieron. Elsa caminó con las manos extendidas frente a su pecho, la nube de frío formándose en ellas.

—Sal —volvió a decir, esta vez con un dejo de amenaza en su voz.

Las plantas volvieron a removerse. Lo que sea que fuera, le entendía. Un animal habría salido corriendo apenas congeló la tierra.

Por fin se asomó una piedra. Negra y brillante. Siguió ascendiendo, mostrando una esfera liza. A la mitad aparecieron un par de ojos pequeños y molestos. Elsa dio un paso atrás sin bajar las manos. La criatura se puso de pie, media poco más de medio metro, su cuerpo era delgado y pequeño, semi-humano. Su cabeza le quedaba grande, aunque la sostenía con orgullo.

—¿Quién eres?

La pequeña criatura le hizo una mueca.

—¿Desde cuando nos sigues?

—Desde hace días —respondió Malvavisco al silencio del interrogado.

Elsa se giró a verlo, con una mano aun frente al extraño.

—¿Por qué no me dijiste?

—¿Debo decirte?

—¡Sí! Cualquier cosa inusual debes decírmela. No te atrevas a correr —dijo lo último al pequeño ser, que trataba de darse vuelta sin que lo notaran. —¿Okay? —preguntó a Malvavisco.

—Muy bien —le contestó.

—Ahora tú, ¿de dónde vienes-

En vez de huir, la criatura estaba frente a Elsa, muy muy cerca. Por la sorpresa cortó la frase con una exclamación, y aprovechando su despiste el pequeño le pasó por un lado y salió corriendo hacia el norte.

—¡Espera! ¡No corras! —Le gritó Elsa corriendo detrás de él. —¡Malvavisco!

Oyó como el gólem comenzaba a seguirlos, mucho más despacio de lo que le habría gustado. No importaba. Ella era rápida. Comenzó a lanzar hielo al frente, tratando de darle a la piedra viviente, la cual aprovechaba su tamaño y agilidad para esquivarla, volteando hacia atrás ocasionalmente. Pronto llegaron a una zona con árboles, madrigueras y bajadas. La criatura se deslizaba con gran habilidad entre la tierra mojada y los charcos, sacando vapor al tocar el agua. Elsa no lo notó, siguió corriendo detrás de él y disparando, cuidándose de no darle a ningún animal. Unos ciervos salieron corriendo al oírlos, los pájaros alzaron vuelo. No supo si saltó una rata o una ardilla, prefirió no pensarlo. Su atención estaba en aquel extraño al igual que su interés. Para su sorpresa, comenzó a sonreír. Lo siguió a lo largo de un arroyo. Aquello era divertido, interesante, intrigante, un alivio. Por fin algo estaba pasando.

Con sus fuerzas renovadas calculó mejor sus ataques, controló mejor su poder. Logró hacer que el hielo saliera como agua de su mano y congeló todo al frente del corredor. Resbaló. Su dura cabeza volvió a impactar contra el hielo, haciéndole una grieta. Elsa fue desacelerando. Llegó hasta él jadeando satisfecha.

—Muy bien, te atrapé.

El pequeño la miró desde el suelo, aun con sus ojos fruncidos.

—Ahora, dime de dónde- ¡Ay!

Al tratar de tocarlo para ayudarlo a pararse, se quemó. Elsa se separó rápidamente y el pequeño volvió a echar a correr. Esta vez por la sorpresa y el dolor no pudo seguirlo al instante. Trató de hacerlo, aunque apenas alcanzaba a verlo. Le mano le dolía demasiado como para siquiera moverla. Trataba de alcanzarlo con la izquierda, no obstante, sus ataques eran demasiado torpes. Estaba por perderlo de vista cuando la criatura frenó, se giró, y corrió en su dirección. Elsa, por reflejo, trato de retroceder, insegura ante el cambio de dirección. Parecía que iba a pegarle, y con una muestra de su tacto había tenido suficiente. Corrió de espaldas un par de pasos antes de resbalar de la orilla del arroyo y caer. No alcanzó a darse la vuelta, su mano sana se aferraba a la herida. Cayó sentada, le dolió. Su cuerpo quedó sumergido del busto hacia abajo. Escuchó a la criatura reír al pasar por la orilla a gran velocidad, miró por encima de su hombro y la vio perderse por el camino que recorrieron antes.

Giró su cuerpo y apoyó las manos para incorporarse, apenas tocó las piedras del fondo el dolor en su mano volvió, la alzó tan rápido que hizo resbalar a su otro brazo y sumergió la cara. Fue sólo un segundo en lo que logró volver a apoyarse y sacarla, fue suficiente para dejarla empapada.

Malvavisco llegó un minuto después, se sorprendió al ver a Elsa ahí sentada, inspeccionándose la mano con el ceño fruncido.

—¿Estás bien? —le preguntó acercándose, espantando a todo ser vivo a la redonda.

—Cuando encontremos a Jack, —dijo tratando de reprimir el enojo en sus palabras- voy a pegarle con ese palo que trae.

❆❆❆

La criatura no tardó en llegar a casa, a diferencia del gólem y su creadora, él no necesitaba caminar para transportarse. Él se deslizaba por los túneles subterráneos. En menos de un cuarto de hora estaba de vuelta a los pies de la cascada, solamente le tocó subir las escaleras talladas en la piedra hasta llegar al mirador que había casi en la cima, donde se partían las aguas y podía admirarse el reino en su totalidad. Fue hasta la pared de piedra donde se escondía su guarida. Tocó dos veces y esperó. Admiró por un momento el castillo y las montañas detrás. Ahí se escondía el castillo de nieve, el cual descubrió al seguir a la reina en su escapada nocturna. Más allá estaban ahora. Lo suficiente como para que él pudiera regresar a casa, ¿cierto? Que lo hubieran descubierto no tenía nada que ver.

—Pánico —escuchó detrás de él, al darse vuelta la vio a ella. Llevaban poco más de una semana sin verse. No se le notaba especialmente alegre.

—La seguí hasta la pradera, llegará al Bosque Encantado dentro de dos días.

—¿Por qué has vuelto?

Pánico tragó. Sus explicaciones no solicitadas no le servían de nada. Era obvio que no quería verlo si no tenía algo más importante qué decir.

—Me... Me descubrió.

La mujer le achicó los ojos.

—Y me atacó. Pero logré quemarle la mano cuando trató de agarrarme. Escapé y no supo cómo ni a dónde.

El semblante no le cambió. Avergonzado, se postró de rodillas y pegó la cabeza al suelo.

—Ay no —dijo la mujer con fastidio. Casi podía visualizarla mirando al cielo.

—Me disculpo por mi incompetencia, por ser un inútil y no lograr hacer nada bien. Entenderé si quiere castigarme, con tortura o con muerte. Aceptaré mi castigo así sea imposible de realizar, y si me da la oportunidad de continuar a su servicio le prometo- No- Le juro con mi vida que no volverá a repetirse una equivocación de esta magnitud mientras yo siga con vida. Seré su fiel sirviente hasta morir o hasta que se canse de mí, aun así, le ruego me perdone-

—Te perdono, levántate de una vez. Si sigues hablando te lanzaré al agua.

—¡Son como mil metros de altura! —exclamó exagerando.

—Que te calles.

–Sí señora.

Fueron hasta el interior de su cueva. Estaba húmedo, a pesar del calor goteaba por las lluvias nocturnas. La mujer se sentó en el suelo, tenía extendido a su alrededor varios pergaminos, tinta y plumas.

—¿Averiguaste por qué se fue la reina?

—Está buscando a un hombre mágico, aunque no habló demasiado de él. Su monstruo no es muy conversador.

—¿Monstruo?

—Tiene un muñeco de nieve gigante, más intimidante que el estúpido que la acompaña a todos lados. Estaba en su castillo.

La mujer lo miró fijamente mientras pensaba en lo que podía significar eso. Pánico se quitó de enfrente, incómodo por la atención. Fue hasta su lado y se sentó a poca distancia, viendo los papeles con atención.

—¿Cuándo va a volver?

—Todo indicaba un viaje largo —le contestó manchándose las manos con tinta—. Su equipaje era poco pero no parecía necesitar nada más. Si en verdad hizo falta dejar a su hermana a cargo no creo que piense regresar pronto. Tampoco parecía tener estimado un tiempo. No sabe ni lo que hace. Dijo que no sabía a dónde iba. Sólo dijo al norte, muy al norte.

—Si va hacia el Bosque, va a tardar en regresar —dijo para sí misma. Se volvió hacia Pánico y le sonrió—. Tendremos que aprovechar su ausencia.

Pánico le sonrió de vuelta. Aun no conocía los detalles del plan, no sabía exactamente lo que su ama quería lograr. Sin embargo, se mantenía feliz. Después de cientos de años dormido lo alegraba volver a hablar con ella.

La quería mucho. Con todo y su sanguinaria naturaleza.






N/A

Les prometo que Jack va salir muyyyyyy pronto, yo sé que se extraña, yo lo sé, pero tranquilos, es nuestro protagonista y volverá

Y empezará lo Jelsa >:3

Y bueno, por fin por fin conocemos a Pánico, que es uno de mis favoritos<3
Verán que les caerá bien, por mientras estén al pendiente de él, será muy, muy mportante

Ah, y volvimos a ver a nuestra misteriosa mujer jeje
No puedo esperar a revelar su nombre!!

Oigan, voy muy bien con las actualizaciones, ni parezco yo, que orgullo :D

En fin, gracias por leerme una vez más, lo pueden hacer de nuevo en más o menos una semana y como siempre yo los leo a ustedes en comentarios<3

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