Cuidaré de ti

By NuriaOrtiz

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Hace algún tiempo, mientras escribia otra de mis novelas, Te amo, Bradley, me llego la Inspiración De Una nue... More

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¡Ya llegan!
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Epílogo
¡NUEVA NOVELA!

Conociendo

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By NuriaOrtiz

Emma estaba a punto de patearse a sí misma por haber sido tan mal educada en la oficina de Noah. Debería haberlo saludado cuando entro, tal y como él hizo, pero no pudo, porque la imagen del imponente hombre sentado tras su escritorio, con esa poderosa y a la vez afable expresión, la habían dejado muda muy a su pesar. Así que ahora, en el monovolumen que conducía la prudente Carmen por las calles nevadas de Boston, Emma iba mirando por la ventanilla desde su asiento, pensando en cómo pudo haberse comportado tan mal con el hombre que la había acogido bajo su techo, siendo una completa desconocida.

No tenía remedio, pensó ella soltando un largo suspiro.

--El no se lo va a tomar de forma personal, Emma.

La voz de Carmen interrumpió sus pensamientos, con suavidad. Ella giro su cabeza hacia la doncella y frunció el ceño, segura de que no sería tal y como decía ella. Seguro que se lo tomaba a pecho, y con razón, después de todo lo eludía tanto como podía y para un par de veces que se habían topado, no había sido muy amable que se dijese. Tenía que hacer algo para superar su miedo, y el recelo que la guiaban por la enorme casona. Debía empezar a tratar con el dueño de la casa donde vivía, y si no podían ser amigos, al menos podría ser cordial con él. Amable.

Quizás podría empezar por cosas pequeñitas, como saludarlo cuando llegara del trabajo. Eso podría hacerlo, no era que exigiera mucho de ella, y siempre podría correr a esconderse una vez que las palabras salieran de su boca.

--No te sobre esfuerces. Al señor no le gustaría eso.

Pero ella necesitaba esforzarse, de lo contrario iba a terminar muy mal de la cabeza. Si tres días después de dejar el rancho y mudarse a la ciudad, ya estaba a punto de colapsar por culpa de todo el tiempo libre que tenia, si no ponía empeño en algo, aunque fuese en hablar a un hombre enorme que disparaba sus alarmas. Emma no sabía que mas podría hacer parar mantener su mente libre de toda locura.

Sin embargo había algo en él que le hacía preguntarse algunas cosas. Si saciaba su curiosidad y las respuestas eran acertadas, quizás podría ayudarle a dar ese paso que necesitaba.

--¿Siempre es así?

Pregunto Emma, girándose un poco en su asiento para poder ver bien la cara de Carmen cuando esta contestara. Emma se guiaba mucho por las expresiones de la gente al hablar, aunque en ocasiones las expresiones fallaban en hablar, los ojos no lo hacían. Y Carmen era expresiva y sus ojos eran sinceros, así que era su mejor carta para ver la realidad.

--¿Así como?

Emma se encogió de hombros, no sabiendo cómo calificar al hombre en sí, dado que no lo conocía y que solo tenía unos pocos detalles conseguidos por la propia prima de Noah, no tenía muy claro como referirse a él en ese aspecto. Y de pronto las preguntas que pensaba formular, no le parecieron tan buena idea.

--¿Te refieres a amable?

Quizás, pero tenía muy claro que Noah no era solo amable. Era comprensivo con ella, como si entendiera que no apreciaba la cercanía de los hombres. Fue amable cuando acepto tenerla bajo su mismo techo, y no se quejo cuando ella lo eludió esa primera noche, aunque después de todo terminaron por encontrarse en el pasillo, pero en todo momento el mantuvo una distancia prudencial, como si supiera que si se acercaba mas corría el peligro de que ella colapsara o huyera. Cualquiera de las dos opciones era válida, sin embargo el le sonrió y hablo con una voz muy suave, pese a que su voz en si era profunda y grave. Nada que ver con la suavidad. Pero lo consiguió, redujo su voz y la suavizo tanto como pudo para ella. Y eso era algo que ella aprecio.

No era fácil moverse entre hombres enormes cuando tenias tanto miedo como ella, pero Noah hizo algo bueno, se mantuvo tranquilo e intento parecer tan pequeño e inofensivo como pudo, aunque resulto gracioso dado el gran tamaño que tenia, pero era un bonito gesto que no todos hacían.

Emma tenía que empezar a andar por sí misma, poner un pie delante de otro y saltar los muros que tenía por delante en su camino, e iba a empezar superando el recelo a Noah. No sabía muy bien como, pero esperaba poder hacerlo. Por el momento haría algo para pedir perdón por su comportamiento.

--Carmen ¿A Noah le gustan los dulces?

Pregunto ella con una pequeña esperanza creciendo dentro de ella. Dado que no sabía que mas hacer, la mejor opción, si tenía suerte, era preparar un postre para el hombre y rezar por que le gustara.

La mujer sonrió ampliamente cuando asintió.

--No es un loco del dulce, aunque creo que eso es más bien culpa mía, pero siempre acepta un buen postre ¿Por qué?

Podría trabajar con eso, pensó Emma.

--Me gustaría poder usar la cocina durante un par de horas, en la tarde ¿Puedo?

La mujer sonrió.

--El único vetado es Noah, y solo porque cada vez que entraba ponía todo patas arriba.

--¿Es por sus ojos?

Formulo la pregunta con apenas un susurro de voz, y era porque a pesar de que el se valía muy bien por sí mismo, siempre tendría algún impedimento que no podía solventar, uno de ellos podía ser manejarse bien en un espacio delicado, como lo era la cocina.

Carmen alzo su mano, haciendo un gesto desdeñoso.

--¡Qué va! El simplemente no tiene la costumbre de ir recogiendo mientras va cocinando, así que la última vez que lo pille y vi como había dejado mi cocina, lo eche de allí cucharon en mano. Desde entonces no ha vuelto a poner un pie dentro. No mientras yo estoy, al menos.

Emma se rio al oír esa pequeña historieta. ¿Así que el señor de la casa es un desastre cocinando?  Era divertido oír eso. Desde luego ya había podido ver que era olvidadizo, así que el papel de desastre le iba bien. Sabía que no por ser ciego implicaba que fuese un abnegado, y que Noah hacia todo por sí mismo. De hecho era mucho más independiente que muchas personas con sus cinco sentidos.

--¿Vas a hacerle un postre?

Curioseo Carmen sacándola una vez más de sus pensamientos. Emma la miro y sonrió.

Pensaba hacerle un postre, si, pero no que fuese demasiado dulce, por si no le gustaba, aunque aun no sabía muy bien que haría. Por suerte podría comprar lo ingredientes en cuanto llegasen al súper mercado. Compraría un poco de todo para poder tener opciones donde elegir.

--Tarta de queso.

Frunciendo el ceño, Emma miro a la doncella. La mujer tenía la mirada puesta en la carretera y lucia una pequeña y discreta sonrisilla en los labios.

--¿Qué has dicho?

Pregunto ella, esperando que la mujer confirmara si había oído bien o no. Creyó oírla murmurar algo así como Tarta de queso.

--Nada. No he dicho ni mu.

Mentira, pensó Emma.

Estaba claro que aquello era una pista, sobre todo si lo que escucho era lo correcto, y ya sabía hacia dónde dirigir sus esfuerzos para pedir perdón. Prepararía una deliciosa tarta de queso y esperaría que la magia que ella podía hacer en los postres, calara en el hombre y pudiera ser perdonada por haberse comportado de una manera tan mala.

Con toda la compra hecha, y todo guardado en los gabinetes correspondientes, Emma empezó a sacar los ingredientes que necesitaba y los boles y moldes que iba a usar. Luego lavo sus manos, las seco a conciencia con un trozo de papel de cocina, y empezó  a disfrutar de algo que amaba hacer. Cocinar dulces.

En cuanto empezó a mezclar la base de galleta y el olor dulzón comenzó a colarse por su nariz, Emma se sintió en su salsa, a gusto. No tenía ningún problema y el miedo no existía. Cuando estaba inmersa en una receta, ella se convertía en otra persona y disfrutaba, amasando, moldeando y llenándose de harina o chocolate. Hacer repostería era una de las pocas cosas con las que disfrutaba tanto. Amaba hacer dulces que gustaran a la gente y las hiciera sonreír. El dulce, tenía ese poder curativo que ninguna medicina poseía. Esa medicina que aliviaba el dolor de desamor, por ejemplo.

Ella paso un buen rato inmensa entre boles e ingredientes, moviéndose libremente por la cocina.

Aquella tarta era su modo de pedirle perdón a Noah. Después de lo bien que el se había portado, ella no hizo otra cosa que eludirlo y mantenerse callada en cada ocasión que tuvo de hablar con él. En un principio esperaba que él no se percatara que estaba allí, pero por una o por otra, siempre adivinaba que había alguien con él, pese a que sus ojos no podían corroborar ese hecho. Y eso la tenía intrigada, a decir verdad. ¿Cómo podía el adivinar que alguien estaba con él en la misma sala, si no podía verlo llegar? ¿Por el oído? Si era así tenía que ser un oído muy fino para captar el suave y amortiguado sonido que hacían sus pies al dar un paso cada vez. Pero después de todo, siempre se había oído decir que cuando una persona perdía el sentido de la vista, los otros se agudizaban para equilibrar un poco la balanza.

Respecto a eso, ella tenía alguna que otra curiosidad. Era un hombre joven, se veía que estaba sano como un roble, y sin embargo sus ojos no le hacían ninguna utilidad. ¿Por qué? ¿Qué había corrido para que el perdiera la vista? ¿Cuál era el motivo de su ceguera? Le gustaría saberlo, pero le parecía incorrecto fisgonear sobre la vida del hombre, con Carmen. Aunque probablemente la doncella supiera el motivo de la discapacidad el su jefe, no se sentía bien preguntárselo a ella. Aunque tampoco es que se atreviera a formular una pregunta tan personal a Noah. Si ni siquiera podía hablarle con normalidad ¿Cómo iba a preguntarle el motivo por el cual sus ojos no podían ver el brillo de la vida que lo rodeaba?

Quizás algún día pudiera saber el por qué, pero por ahora se concentraría en prepararle un postre que le gustara y que expresara ese lo siento, que ella quería darle por ser tan mala persona. No es que le hubiese hecho algo malo, simplemente no conseguía abrir la boca cuando estaba delante de él. Tenía una extraña atracción que la intrigaba, aunque el recelo siguiera. Pero ese recelo era más bien un sentimiento de protección después de lo sufrido con Bobby.

Emma termino de preparar la tarta con bastante rapidez. La guardo para que se enfriara bien, y limpio el desastre que pudiera haber quedado de su rato en la cocina. Cuando dejo todo como lo había encontrado, salió de la cocina, sintiéndose un poco más ligera. Hacía tres días que no hacía nada, y el mero hecho de proporcionar algo a aquella casa, hizo que se sintiera un poco mejor.

--¿Ya has terminado?

Girando sobre sus talones, Emma se encontró con la mirada amable de Carmen, que acababa de salir de la sala de música. Llevaba un precioso jarrón en las manos, y estaba segura que iba a deshacerse de las flores que tenía en su interior, para remplazarlas por unas frescas que habían comprado en su viaje a la ciudad.

--Si, estoy dejando que se enfrié.

Sonrió ella. Estaba de ánimo para dar un paseíllo por la propiedad. De hecho no había caminado por los jardines que rodeaban la casa, y solo había visto la parte delantera y lateral del lugar. Así que quería ver si la parte de atrás era tan increíble como la delantera. Camino hasta el armario de los abrigos, se puso el suyo y salió al exterior, respirando hondo el frio aire que la rodeaba. Se arrebujo bien en la chaqueta roja, y comenzó a caminar, siguiendo la fachada de la casa hacia el lateral izquierdo.

Siguiendo el caminillo de piedra, Emma finalmente doblo la última esquina que necesitaba cruzar para poder contemplar lo que ocultaba la enorme casona. Y lo que vio, la sorprendió muchísimo.

Allí, en medio de todo aquel césped, había un pequeño parque con un precioso y rojo tobogán, un balancín verde y amarillo, un parque de trepar en un llamativo color amarillo y un arenero. Todo estaba en perfecto estado y la pintura tenía un aspecto fantástico. No tenía ni un solo defecto, y era obvio que aquel lugar había sido construido para la diversión de los más pequeños.

Lo primero que llego a su mente en cuanto vio el cuidado parquecito, fue que allí iban niños a menudo, y eso le hizo preguntarse si el señor de la casa, era un devoto padre. Pero pensando bien ello, no podía ser así. De lo contrario, su casa estaría llena de fotografías de los pequeños, aunque él no pudiera verlas, estaba segura de que las tendría con él. Pero en sus viajes atreves de los pasillos y habitaciones de la casa, no pudo encontrar ni una sola fotografía. Lo que era raro.

¿No tenia familia? ¿Hermanos o hermanas? ¿Unos padres amorosos? ¿Nadie del que pudiera poner una fotografía en un bonito marco?

Si tenía familia, al menos tíos y primos, pero ¿Tenia hermanos?

La verdad era que con cada cosa que iba descubriendo de Noah, hacia que sintiera más y más curiosidad por el hombre, y estaba segura de que no podría saciar todas sus preguntas, de una respuesta apropiada.

Mientras se acercaba, Emma pensó en lo mucho que le gustaría ver aquel lugar lleno de niños riendo y pasándoselo en grande, con los columpios y la arena, en un cálido día de verano, con mesas dispuestas con limonada y sándwiches de distintos tipos. Podría ser un día increíble, e increíblemente lejano. Pero sería magnífico si eso ocurriera.  Esa enorme casa estaba ahí para ser llenada de toda esa vida que le faltaba.

--Mi hermano lo mando hacer para mis sobrinos, Luke y Liam. Los gemelos de mi hermano Gabriel.

Sobresaltada por la suave y bonita voz que llego a sus oídos desde atrás, Emma se giro como un resorte con el corazón a mil y un susto de muerte.

Parado a dos escasos metros de ella, había un hombre alto y atractivo. Con unos increíbles ojos claros y una sonrisa muy amable. Sus rasgos tenían algo que le recordaba a Noah. Su comportamiento también era similar, aunque el hombre ante ella no sabía nada de su pasado, y podía juzgarlo por el modo en el que no intentaba parecer más pequeño a su real altura, como hizo en su momento Noah.

El parecía cómodo consigo mismo y seguro de lo que hacía. Tenía las manos metidas en los bolsillos de su abrigo negro de botones, pero eso era cosa del frio y no para parecer menos intimidante.

Instintivamente Emma dio un paso atrás y tenso el cuerpo. Aquel hombre era un desconocido, y no le gustaba ser sorprendida por desconocidos enromes como aquel.

--Hola, por cierto. Soy Mark.

Ella frunció el ceño sin responder. El arqueo una ceja y rio suavemente, dando un paso más cerca de ella. Emma retrocedió otro paso, intentando mantener la distancia, relativamente segura, de dos metros entre ellos dos.

--¡Vamos, no te alejes! Te prometo que no muerdo… Mucho.

Bromeo el tal Mark con una enorme sonrisa de dientes blancos, dando un paso más hacia ella. Emma quiso seguir retrocediendo, de verdad que sí, pero el miedo empezaba a trepar inexorablemente por su espina dorsal, tensando su espalda como si una barra de acero hubiese ocupado el lugar de su columna vertebral. Las manos comenzaron a temblarle, y sentía la respiración mucho más superficial que hacía unos pocos minutos atrás. Tenía miedo que le diera uno de sus ataques. No quería que eso sucediera delante de un completo desconocido, que a saber que podría hacer.

--¿Cómo te llamas?

En un intento por conseguir más aire en sus problemáticos pulmones, Emma entreabrió sus labios para dejar que el oxigeno pudiera fluir dentro de su boca, y así llenar su pecho. Pero no sirvió de mucho. De hecho de  nada. Su respiración se hacía cada vez peor.

Le encantaría echar a correr y meterse dentro de la seguridad de la casa, pero estaba segura de que el la alcanzaría en unas pocas zancadas con sus largas piernas, así que estaba en total desventaja. No tenía nada que hacer, y el pánico crecía cada vez más dentro de ella. Sin embargo el pareció notar el estado en el que ella estaba por que dejo de acercarse y alzo sus manos.

--Tranquila, no voy a hacerte ningún daño.

Aseguro el hombre de nombre Mark, dando un paso hacia atrás, poniéndose en cuclillas. El apoyo sus brazos en sus rodillas y la miro desde abajo con simpatía.

--¿Ves? No soy una amenaza. ¿Cómo te llamas?

Pregunto él, acompañando su suave voz con una pequeña sonrisa.

A pesar de que su estatura había menguado considerablemente, el poder de su cuerpo resaltaba por culpa de su postura. Los gigantescos hombros, y los poderosos muslos. Los fuertes brazos y el inmenso torso. Incluso sus grandes palmas. Y aunque el hombre parecía mucho más grande, la oportunidad de verlo así, ayudo a que su respiración se  normalizase lo justo para que no tuviera que respirar atropelladamente por la boca. Los temblores también bajaron el ritmo.

--Eso está mejor.

El seguía hablando y a pesar de que ella no decía nada, no parecía importarle. De hecho estaba más pendiente de que ella se tranquilizara, de que le hablara en realidad.

--¿Eres amiga de Noah? ¿O eres familiar de Carmen?

Ni una ni otra. Era imposible ser amiga de un hombre al que eludía. Aunque eso iba a resolverlo y ya estaba trabajando para conseguirlo, sin embargo seguía con su mala costumbre de no hablar. Cogiendo aire, aclaro ligeramente su garganta y clavo su mirada en el hombre agachado que estaba frente a ella.

--Me… me llamo Emma, y soy invitada de Noah.

En un principio parecía sorprendido de haber conseguido que hablase, pero enseguida reemplazo esa expresión por otra, aunque en todo momento se mantuvo con un rostro amigable y una sonrisilla tranquilizadora.

--Que calladito se lo tenía.

Murmuro el hombre, poniéndose en pie, muy poco a poco. Esta vez estaba mucho más preparada para la altura del hombre, y la sorpresa no fue la misma, aunque sí que sintió ganas de volver a retroceder, pero por pura terquedad, cosa que tendría que usar mucho a partir de ahora, no lo hizo.

--Encantado, Em. Soy el hermano mayor de Noah.

Un hermano mayor, que sin duda, si no hubiese empezado a sentir miedo cuando lo vio, podría haberlo adivinado ella solita, sin duda tenían el mismo unos rasgos muy similares y los mismos ojos, aunque los de Mark, eran cien por cien azules. Y estos sin duda, veían perfectamente bien.

Mark debía de ser de la misma edad que Nathan, uno de los hijos mayores del señor Lachlan. De hecho se parecían mucho, aunque no tanto como con Noah, pero después de todo ellos dos eran hermanos, no primos.

***

Lo primero que noto al entrar as u siempre silenciosa casa, fue el sonido de las teclas del piano de cola que tenía en la habitación de música, y los dedos que presionaban esas magnificas teclas, eran expertos en sacar el mejor partido a cada nota. Y eso quería decir que su hermano mayor Mark, estaba de visita.

No se molesto en ir al salón, donde normalmente dejaba todo para que Carmen lo guardara. Esa vez camino hasta la sala de música y en el camino soltó el arnés de Turco, para que le perro vagase tranquilo por la casa, después de un largo día de trabajo junto a él. Al pasar por las puertas que encerraban uno de sus mayores tesoros, Noah aguardo a que la melodía acabase para saludar a su visita.

Aquella pieza era una de las favoritas de su hermano y sin duda iba con él a la perfección. Era Fantasie Impromptu, de Chopin.

Cerrando sus ojos tras las gafas, Noah disfruto de esa representación en directo. Hacía mucho tiempo que no escuchaba  su hermano tocar el piano, y eso tenía mucho que ver con el hecho de que uno u otro siempre estaban enfrascados en su trabajo, y a ahora se daba cuenta de cuánto echaba de menos escuchar la música en directo de un buen pianista.

El mismo tocaba, pero hacia meses que no ponía sus dedos sobre las teclas del piano que descansaba en esa habitación a la espera de que alguien lo hiciera sonar con la majestuosidad con la que sonaba ahora.

En cuanto la melodía termino, Noah aplaudió.

--A pesar de que te has oxidado, no ha estado mal.

Pico él con una sonrisa en los labios. Su hermano soltó una corta carcajada, mientras se levantaba y se acercaba a él. Mark lo rodeo con los brazos y palmeo su espalda con fuerza. El respondió al abrazo con placer. Hacia un mes que su hermano no iba de visita, ni llamaba, pero claro el hombre tenía excusa, había estado de lleno en los desfiles de moda que tenia por todo el mundo. Y mínimo dos veces por año, se ausenta durante un mes o dos, por culpa del trabajo. Así que si Mark estaba allí, quería decir que la temporada de desfiles había acabado.

Su hermano dio un par de pasos atrás, para alejarse un poco de él.

--¿Cuándo ibas a decir que tenias una preciosa invitada en tu casa, granujilla?

Frunciendo el ceño hacia su hermano, Noah adelanto el cuerpo. No quería al Playboy de la familia cerca de la inocente Emma, por ninguno de los motivos. El era directo con respecto a las chicas.

--Como la hayas asustado…

No termino la frase. Su voz se fue haciendo cada vez más débil a medida que sus dientes se apretaban con fuerza. No le gustaba saber que Mark había estado cerca de la frágil mujer, ella no necesitaba a un ligón playero para que la molestara, justo cuando estaba empezando a entender que allí no había nada que le hiciera daño.

--Tranquilo chiquitín, que  no le he hecho nada. Se ha asustado pero se ha calmado, así que deja de apretar así los dientes, te los vas a romper.

No le creían en absoluto, y hasta que no hablara con Carmen para saber si la muchacha estaba bien, no iba a estar tranquilo. Por otro lado tenía ganas de matar a su hermano por cruzarse en el camino de Emma. El sentimiento de protección se hacía cada día mas fuerte y no tenía idea de  por qué. Pero seguiría ese sentimiento hacia donde lo llevase.

--Es una preciosidad, con grandes ojos verdes y un cuerpo de pecado. Es totalmente mi tipo.

Noah tenso la mandíbula, mientras se deshacía del abrigo y la chaqueta americana. Soltó las prendas sobre una butaca que tenía a mano derecha, para poder abrir y cerrar sus puños, en un intento por tranquilizarse. Solía funcionar siempre y esperaba que en ese momento también.

--Mantente lejos de ella, Mark.

--¿Por qué? ¿Acaso le has echado el ojo?

Era muy consciente de que su hermano solo estaba picándole, para sacarlo de sus casillas y por lo general tenía mucha paciencia con él y pasaba de todo aquello que decía, después de todo llevaba usando el mismo método desde que eran pequeños, pero el hecho de que estuviese dirigiendo aquello hacia Emma le molestaba. Y mucho.

Noah guardo silencio, prefiriendo no contestar a aquella provocación. De pie, tenso y con ganas de saltar sobre su hermano para hacer que un poco de sentido común entrara en su enorme cabeza, decidió respirar hondo un par de veces para calmarse. No era propio de el ponerse así, pero sentía que Emma necesitaba que alguien la protegiese, y ese alguien iba a ser el. Su tío le encomendó el derecho de cuidara, cuando le pidió que alojara a la mujer en su casa.

--Bueno, está bien, dejare de preguntar por la dulce Em.

--Olvídate de ella, Mark. No quiero que la agobies ¿De acuerdo? Ella necesita su propio espacio y no le gusta la cercanía de los hombres, así que déjala tranquila.

--Me he dado cuenta de eso. Cuando me he acercado, tenía miedo.

La advertencia había llegado demasiado tarde, quizás debía haber avisado a sus hermanos de que avisaran cuando iban a ir de visita para poder estar presentes y poder mantenerlos lejos de Emma.

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