Distancia

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En la sala pequeña de madera oscura y muebles prestados los enamorados danzan al ritmo imaginario que se les pasa por la cabeza.

Ella, joven de cabellos rubios que caen sobre sus hombros y se balancean en el aire, toma sus manos y las coloca en su cintura con el modesto anillo brillando en su dedo.

El, un poco mayor, acepta sin duda la belleza que lo invita a dar vueltas entre los desordenados muebles. Como hipnotizado la sigue en descoordinados giros y pisoteadas torpes, porque nadie nunca se había molestado en enseñarle a baila.

Nadie nunca se había empeñado en tomarlo entre sus brazos con la delicadeza que ella lo hacía, ni le habían sonreído nunca de la forma que ella lo hacía, porque en sus vida entera había conocido el esfuerzo del rebajo y la saciedad que le llegaba al estómago luego de pasar la semana entera esperando un plato de comida, porque ni aunque se la pasara soñando por años podría imaginarse en aquella situación.

Con la mujer que amaba en su vida, con la casa de sus sueños dejaba de sus pies, con su pequeño hijo durmiendo en la siguiente habitación, con la esperanza de un nuevo comienzo a flor de piel y la posibilidad del éxito tan cercad

Contrario a todo mandato ella lo guía, le dice que lo está haciendo bien, a pesar de mentir y lo besa con un amor desconocido hasta el momento y a él los ojos se le secan, pero no se atreve a parpadear por el temor a que ella desaparezca.

(...)

-¿Entonces te criaste con tus tíos?- la tarde de verano nos acompaña con un increíble cielo soleado que se plasma casi con fantasía en la casa de te donde suelo merendar con Bryce. Considerablemente más pequeña que la de Charlottetown pero con un poco de ruido menos alrededor ha sido uno de mis más frecen tres escondites en las semanas que llevo de vacaciones.

Bryce insiste en almorzar después de cada turno, pero siempre al salir de la carpa con un a puntualidad impecable Gilbert me espera para llevarme a casa, y de igual manera siempre protesta cuando mi padre le pide alcanzarme a mi usual encuentro con mi compañero.

"me gusta ese muchacho". Me dijo una de las tantas veces que, con un muchacho arrastrando los pies delante de nosotros, me acompaño a la puerta.

"a mí también". Recuerdo haberle contestado. Lo vi sonreír, con sus manos en mis hombros y la esperanza rebozando en sus ojos. Debe haber sido la segunda o tercera vez que me dirigí a él en toda mi estadía, cosa que no ha vuelto a suceder

-Si. Mi tío, hermano de mi padre, se ha ocupado de mí desde muy joven.- contesta sorbiendo un poco de su taza.- fue el quien me empujo un poco a estudiar medicina.

-De una buena forma me imagino- duda en su contestación, y menea un poco su cabeza para luego soltar una carcajada

-Creo que las buenas formas son algo totalmente ajeno a mi tío, hacia mí por lo menos. Recuerdo la tarde que volví de la escuela y el me esperaba en su estudio- dice mirándome sin perder la sonrisa- creo que aún me faltaban meses para terminar el curso, pero él ya me había comprado los boletos para Toronto y pagado la matricula.

- ¿fue algo forzado?, con la dedicación que le tienes a la carrera no creí que te fuera algo impuesto.

- no, en absoluto. Amo mi carrera, es mi vocación en realidad, Solo que me hubiera gustado estudiarla en Inglaterra con mis primos. A pesar de la escaza afectividad de mi tío me volví realmente cercano sus hijos con los años.

-lamento que se hayan distanciado entonces-comento con pesar- el tiempo y espacio pueden verdaderamente afectar una relación.

- yo también lo hacía en un principio. Los primeros meses me sentí verdaderamente desdichado en el solitario cuarto de residencia sin todo el aborto que solía tener alrededor, hasta estuve a punto de pedir una transferencia.

Bad Kind of Butterflies / Gilbert Blythe/Where stories live. Discover now