Letras

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El picor en mis manos se vuelve molesto después de un rato y el denso aire que se respira dentro del invernadero puede llegar a infectarme los pulmones, sin embargo continuo rasgando la tierra con una pequeña pala de jardín...

El sol se ha mantenido en su sitio, coloreando tímidamente el cielo, tapado por una gran e inmaculada nube que lo ha tenido oculto todo el día. Rocío las hojas mirando por sobre mis hombros, preguntándome si sería posible bajar una de esas nubes y esconderme durante el resto del día...

Las tareas terminan pero no abandono el lugar, porque una muy ceñuda figura no se ha apartado de la mesa de trabajo. Chas parece sorprendida en cuanto, sin preámbulo alguno, me siento a su lado y ambas miramos, sin quererlo en realidad, al hombre de pie y encorvado a unos pasos nuestros.

Me mantengo apartada, en silencio y estoica, o trato de hacerlo. No interrumpo su escritura y mucho menos en su espacio, la contemplo incluso cuando agacha la cabeza y parece agotado, pero continua sin soltar su lápiz ni su libreta. Reconozco que cualquiera que entrara en este momento, saldría corriendo apenas echara un vistazo.

Uno supondría que los fuertes colores de las plantas y los perfumes encantarían al espectador, pero poco pueden hacer los verdes y rosas tonos, el perfume a apola o hierba para arreglar el nefasto cuadro que brindaría una pintura de este momento.

Porque sentada estoy en el piso, que se mantiene inmaculado a mi alrededor, con un animal que picotea entre sus plumas caminando entre sus pies siendo ignorado completamente por un Gilbert rígido y apoyado sobre la mesa, que no ha abandonado su lápiz ni siquiera para tronar sus dedos.

Alrededor de él casi que puedo contemplar un campo completamente distinto y daño, porque el verano me causa alegría y aún más feliz me siento de pasarlo en su compañía, pero pocas y agrias han sido las palabras que dirige hacia mí y tal vez sea por el encierro de espacio, pero juro que veo entorno a él una transparentes capas de amargura que me resultarían imposibles de cruzar.

Todo a mí alrededor parece temblar en cuanto sus manos se vacían y brusco se da la vuelta, camina hasta una de las flores que se encuentran en el otro extremo y corta secamente uno de sus amarillentos pétalos.

- Si chas dejara de picotear por solo un segundo estoy seguro que podría escuchar lo que estás pensando- su voz golpe en mis oídos tanto como su mirada en el piso en cuanto se decide que las maderas desgastadas del invernadero son lo más interesante del mundo, eso y acariciar quedadamente el pétalo que ha arrancado.

- No importaría si lo escuchas- contesto levantándome- dudo que entiendas algo de lo que ronda en mi cabeza.

Cuando al fin me mira lo hace algo ofendido, casi como si lo hubiera insultado de la peor forma posible. Su ceja izquierda se alza instantáneamente y sus ojos me demuestran el enojo que espere que guardaran, pero nada sale de sus labios en ese instante. Tan solo cuando retorna a la mesa, que prisionero lo ha tenido toda la jornada, es cuando verdaderamente me habla.

- No podría entender lo que ronda en tu cabeza- repite con un tinte derrotado- ¿yo? Que sabía que algo andaba mal con tan solo ver cómo escribías. Que podía entender lo molesta o insegura que te sentías en tus clases de medicina, rodeada de hombres que te subestimaban, tan solo al ver que tu letra era más gruesa, o más desprolija o más cuadrada...- hecha el indefenso pétalo en el mortero y sin piedad alguno la tritura con la madera.- ¿cómo podría suponer que te entiendo, cuando pasamos escribiéndonos todo casi por un año?

La pobre pieza de panta ya se encuentra completamente triturada en cuanto el termina de hablar con el tono más molesto e irónico que le he escuchado, pero aun así no deja de machacarla. Me acerco a su lado seguro, sin miedo alguno, y despacio meto en el mortero pequeñas hojas de menta.

Bad Kind of Butterflies / Gilbert Blythe/Where stories live. Discover now