Alguien más

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- No era necesario que me acompañaras.- mi voz resuena aun un poco lenta en medio del desolado camino, Gilbert quiere decir algo pero un bostezo se le adelanta.

La ruta se abra delante nuestro lisa y sin interrupciones, el sol apenas está asomándose por el horizonte y sus rayos aún son un poco débiles pero los siento tan intensos como los del medio día cuando llegan a tocarme el rostro.

- No me es problema en lo absoluto- dice retomando las riendas que se le han resbalado de las manos el microsegundo que se ha quedado dormido.

En cuanto desperté esta mañana aun la luna seguía en su lugar, pero Gilbert ya estaba en la cocina preparando un poco de café y un desayuno un tanto desordenado. Entre latos tasas y cacerolas parecía completamente perdió, se movía inestable y torpe entre la estufa y la mesa y lo escuche quemarse un par de veces.

Me sorprendió en realidad que estuviera de tan temprano cuando anoche nos develamos en la biblioteca ultimando las últimas muestras que utilizaríamos en la semana, ni siquiera cenamos y subimos arrastrando los pies hasta nuestras habitaciones.

Expresé que solo me bastaría con un poco de café para empezar el día, pero el insistió en que también comiera tostadas, huevos y un poco de avena. Se sentó conmigo en la oscura cocina y ambos desayunamos en la aparente paz que se le regala a quienes se despiertan a las cinco de la mañana.

- Deberías haber traído un abrigo- me reprocha cuando una brisa hace que la piel se me hiele, a pesar de ser verano las mañanas son inusualmente heladas en Toronto y aun más en las zonas rurales.

Estoy a punto de contestarle que desconozco de lo que habla, que en realidad o tengo frio y estoy muy augusto con mi elección de vestuario porque parece ir en contra de mis tendencias darle la razón en algo, pero el saca de la parte de atrás del carro una manta que aparente haber estado ahí desde el inicio del viaje aunque yo recién me dé cuenta de su existencia. Nos envuelve en ella, haciendo que obligatoriamente deba acurrucarme a su lado.

Pasamos así todo al tramo hasta Street Village.

(...)

La carpa luce extrañamente cálida en cuanto llegamos al descampado en donde de sitúa la clínica, para este momento el sol ya se ha desperezado por completo y tanto Gilbert como yo nos encontramos un poco más despiertos.

Bryce sale deprisa en cuanto el caballo se detiene, usa un delantal que tal vez sea banco pero la capa de tierra que tiene encima lo hace ver beige.

- Creí que serían pacientes- comenta con un tono desilusionado, dándome la mano para ayudarme a bajar.

- Lamento ser una decepción- digo graciosa en cuanto llego a tierra.

- Tu nunca serias una decepción- el aspecto de su voz me toma un poco por sorpresa. Acompañada de una media sonrisa llega a mi oídos un poco más ronca y baja que la usual, pero aun con una mayor sorpresa me toma el beso como saludo que deja en mi mejilla y el dulce buenos días que lo acompaña.

La piel se me eriza nuevamente pero ninguna brisa a corrido por el lugar, la cercanía de Bryce lejos de incomodarme me agrada y le sienta de maravilla a mi pequeño ego que solo parece saltar en mi interior cuando me doy cuenta que aún no ha soltado mi mano, pero también hace aflorar a la Elizabeth que nunca ha tenido este tipo de atenciones con un chico, la que entra en pánico y se paraliza de nervios, la que se ha quedado repentinamente callada aunque hace unos días en este mismo lugar ambos charlábamos tan sueltamente.

El carraspeo de Gilbert a mis espaldas logra agrandar la distancia entre Bryce y yo y logra facilitarme el movimiento.

- Gracias por acompañarme- digo con la amabilidad más fingida que puedo lograr tan temprano. Una parte de mi le agradece la interrupción, pero la otra solo quiere mandarlo de una forma muy poco cortez de vuelta a casa.

- Volveré por ti en cuanto termines el turno- anuncia. Rápidamente trato de evitar aquello, de decirle que no tiene la responsabilidad de recogerme, pero poco caso me hace cuando rápidamente desaparece con una cara de total irritación y enojo.

Me anoto mentalmente que tengo que volver a hablar con él, pero poco me importa Gilbert y sus enojos irracionales en cuanto me doy cuenta que estoy a solas con Bryce.

(..)

- Eso es todo- finaliza Bryce señalándome el lugar en donde se encuentran las medicinas para el mareo y la jaqueca.

He pasado la ultima hora recorriendo el sitio, enseñándome todo el material, todo el instrumental, cada rincón y todos los procedimientos posible que se deben realizar. Yo solo lo miro asintiendo en uno de los bancos que simula ser la recepción de la clínica, tratando de memorizar lo más rápido posible, sintiéndome en Queens nuevamente.

- Serias un buen profesor- alago en cuanto se sienta mi lado.

- Posiblemente- comenta un poco desanimado- pero eso está muy lejos de mi futuro.

- ¿Acaso no se obtiene un título que les permite enseñar en cuanto se terminan la carrera?

- Si, así es. Pero en cuanto finalice mis estudios debo volver a estados unidos, mis tíos me guardan un puesto en la clínica familiar.

- Pero, ¿podrías enseñar también no?, ¿tener un discípulo o un pequeño grupo?

Menea la cabeza, negando, intenta hablar pero se frente en el intente siguiente.

- Es una historia un poco larga y complicada- comenta- pero, estoy seguro que se podría entender mejor con un té de por medio.

- ¿Esa es tu forma de invitarme a una cita?- digo fingiendo sorpresa.

- Esa es tu forma de aceptar.- la falta de intriga en su contestación y la completa confianza en sí mismo puede que logre volverme a poner nerviosa.

Bad Kind of Butterflies / Gilbert Blythe/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora