Cartas

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Querida Elizabeth

Te mentiría si dijera que estoy sorprendido por tu inclinación a la medicina, pues luego del verano que pasamos juntos no se me hubiese ocurrido verte en otra área. Estaré gustoso de responder todas tu preguntas aunque creo que llegado el momento de nuestro encuentro tu serás la que más avanzada este.

Las cosas aquí en Toronto se han vuelto algo complicadas. La intensidad de las meterías ha aumentado y los profesores son cada vez más exigentes, tanto que hay momentos en los que solo me gustaría estar a la granja y quedarme allí sin volver a ver un libro, pero pasan tan rápido como llegan y luego me siento verdaderamente afortunado de estudiar mi vocación.

Las cosas que he aprendido no tiene comparación con una temporada de cosecha o una buena producción de miel, debo decirte que me siento un poco engreído y orgulloso cuando sé las respuestas adecuadas o puedo resolver un caso en pocos minutos.

Me he imaginado mi vida dedicada a salvar otras y no veo más que ese destino para mí.

Les escribí sobre ti a Bash y la señorita Stacy, están ansiosos por conocerte. Dicen que si tú has sido la responsable de mi permanencia en la universidad, luego de que mi decisión hubiera sido tomada, debes ser aún más terca que yo, (y de eso no tengo dudas).

Luego de mucho pensar he concluido que el futuro de la medicina que guarda nuestro proyecto no podría ser detenido por tus singulares dones en la cocina y que me arriesgare a pasar otra temporada en Mt.Rosse.

Saludos muy cordiales

- Gilbert Blythe

(...)

Querido Gilbert:

Primero soy voluble y ahora terca, que mala impresión te he dejado. Me encantaría conocer a tu familia en algún momento pues debo felicitarlos por aguantar tantos años a alguien tan intenso como tú.

He pasado por los mismos momentos que describes, los exámenes se acercan y solo me siento aún más nerviosa de lo normal al ver que mis compañeros han armado grupos de estudios específicos y yo no he sido incluida en ellos. Pienso que si sería esposa de alguien, con la única preocupación de cuidar de mi marido e hijos todo sería más sencillo, pero completamente infeliz.

Me imagino encerrada en una casa, con niños corriendo y llorando a mí alrededor y una sopa derramándose en la cocina por mi falta de cuidado y me estremezco del desagrado. Descarto la idea rápidamente.

Las cosas en Queens tampoco han sido fáciles, no por la intensidad de las meterías o por los maestros, sino por la mente estrecha de la mayoría de mis compañeros.

Al parecer se sienten ligeramente incomodos por la presencia de una mujer en sus clases y han elevado una queja al jefe de departamento para que reconsidere mi adición en la carrera. Cuando me entere temí por un segundo ser suspendida de las materias, pero el decano llego un lunes por la mañana con el papel en sus manos riendo y felicitándolos por semejante broma, pues eso pensó que era una broma. Los chicos salieron del salón rojos de la ira y pisando fuerte a cada paso, sin dirigirme ni una mirada en lo absoluto de lo avergonzado que estaban.

En fin, ese pequeño percance solo me ha impulsado más, espero algún día dejar una huella en la medicina al igual que lo hizo mi podre, al igual que lo harás tú.

Sin más que escribir y con millones de expectativas en mente.

Elizabeth Rawson 

Bad Kind of Butterflies / Gilbert Blythe/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora