Una más

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-Casi no había nada cuando llegue.- dice Will.

Estamos en la casa de té de la señora Luis, un pequeño lugar a la vuelta de Queens donde todos los días tenemos reservada una mesa para tomar él te. Con sus finos cuadros, los cálidos colores en las paredes y una gran variedad de postres me encanta visitarlo.

Me encantaba, ahora siento que cada vez ocupe sus acolchonadas sillas solo recordare este momento.

- No es una de las mejores zonas de parís, eso ya lo sabíamos, por eso no me preocupe en cuanto llegue a la dirección que figuraba en el sobre- toma una pausa para beber de su te- pero, al ver la casa...-se detiene mirando fijamente a la mesa.

- ¿Que viste dentro?- insisto.

- La puerta apenas se sostenía, no fue difícil entrar. Las paredes se veían muy afectadas por la humedad, casi todos los cuartos estaban completamente vacíos y a obscuras, solo vi unos cuantos documentos en el segundo piso y son los que te traje.

Los viejos papeles parecen pesar más de lo debido en mis manos, no les he echado ni siquiera un vistazo desde que Will me los entrego apenas bajo del barco. Temo lo que pueda ver en ellos.

- Pregunte a los vecinos, ellos dijeron que muchas personas lo buscaban, algo de apuestas o deudas no recordaban bien. Se había ido hace muchos años.

Mi se te enfría abandonado en la fina taza, pues me siento incapaz de siquiera dirigirle la mirada.

- Podría haber averiguado más, pero mi padre insistió en que regresara a estudiar. Lo siento.

Solo el toque de su mano en la mía sobre la mesa parece devolverme la capacidad de moverme.

- No te disculpes- consuelo al ver el arrepentimiento en sus ojos- he conseguido más de ti que de mi padre.

- Pero aun así, no es nada.

- No importa, ya sabemos dónde no buscar. La próxima vez iremos juntos- anuncio y continuo antes de escuchar su negación -me la pase todo el tiempo preocupada por ti, sin saber a qué te enfrentabas por mí. No volveré a sentir ese desconcierto en el pecho. – termino con determinación apretando fuertemente su mano y mirándolo intensamente a los ojos, tratando de transmitirle mi aflicción.

Will perece entenderlo, porque rendido sonríe asegurando que soy una caprichosa para luego besar el dorso de mi mano.

(...)

Ya de noche en mi habitación con Ruby roncando suavemente en su cama es cuando siento la seguridad completa para ver los papeles de parís.

Las normas no permiten tener las luces encendidas a esta hora, por lo que al paso más callado que puedo me acerco a la ventana, donde la luna me ilumina débilmente pero lo suficiente para reconocer las letras en una de las hojas.

Con una escritura rápida y desprolija, un tal Morris relata a Elio lo fácil que es engañar a las personas con las cartas y la cantidad de dinero que ha estado robándole a prestigiosos hombre en distintas partidas de naipes.

La aparto rápidamente sabiendo que no me dará ninguna pista sobre mi hermano.

Los demás papeles son más que nada volantas o invitaciones a distintos bares y reuniones, los descarto de igual manera al no tener la certeza de que Elio alguna vez los haya visitado. Tan solo una hoja de las tantas que Will me trajo despierta algo de esperanza en mí.

Esta doblada por la mitad y las arrugas surcan toda su extensión, como si alguien muy enojado la hubiera abollado con fiereza. Al abrirla algo cae de ella, pero no le prestó atención al distinguir rápidamente el nombre de Credence al final de la hoja.

Mi hermano mayor llama a Elio un desconsiderado y holgazán. Lo regaña por sus delictivas acciones, pues más de una vez violentos hombres han golpeado la puerta de su casa en busca de aquel que los estafo. Credence se lee muy enojado en los primeros renglones, pero después de unos cuantos insultos más expresa el deseo de reunirse con Elio, de tener la capacidad de poder arreglar cualquier problema en el que se haya metido, de querer incluirlo en su familia.

Se me parte el corazón al leer las desesperadas suplicas de Credence para que Elio regrese a lo que él explica nunca dejara de ser su hogar, lagrimas corren por mis mejillas al imaginarme lo que ambos de mis hermanos han estado pasando. Mis manos tiemblan al tratar de sostener la carta contra la ventana con tal de llegar a las últimas palabras, y esta se desliza de mis dedos al leerlas

Mi mirada desesperada se dirige al suelo, en busca de lo que cayó al desdoblar el papel. Al encontrarlo acallo mis sollozos con temor a ser oída.

Es una foto, una foto en la que puedo reconocer a un muy maduro y apuesto Credence, con la barba crecida y el cabello claro atado en una coleta, junto a una joven hermosa que mira hacia lo que carga en sus brazos, con una sonrisa llenándole la cara. Un pequeñísimo bebe con mucho cabello rizado, al igual de la que supongo su madre, y unas diminutas manos me mira a través del tiempo con unos intensos ojos oscuros.

Detallo su rostro y cuento los dedos que alza entre los brazos de su madre, como si en realidad estuviera saludando. Lloro en silencio, solo con la luna de testigo, preguntándome si papá sabe de su nieta

"...Alizee y yo estamos desbordados de felicidad, Claire nos tomó por sorpresa unas semanas antes de la fecha acordada, pero tanto ella como mi esposa se encuentran en perfecto estado..."

"...no quiero que mi hija crezca escuchando historias de su tío, quiero que te conozca y que la consientas como prometiste cuando éramos niños..."

"... vuelve a casa hermano, hace tiempo te hemosperdonado."

Bad Kind of Butterflies / Gilbert Blythe/Where stories live. Discover now