Prólogo

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Esta no es una secuela de Promise This, cada historia puede ser leída de forma independiente.

Dubái, 1993.

En la pequeña sala de espera, la jequeza Hind no dejaba de caminar en círculos ni de orar en voz baja.

La silenciada televisión mostraba las noticias de la noche y su larga abaya negra barría el piso de izquierda a derecha conforme se movía. Su marcha se detuvo abruptamente con el sonido de la puerta que se abría.

Una enfermera asomó la cabeza. "Ya puede pasar a verla, su alteza, pero se encuentra muy débil."

Muy débil le pareció poco a la jequeza cuando posó la mirada en su mejor amiga. Había cortes, moretones y puntadas en todos los lugares de su rostro y brazos, las únicas partes de su cuerpo que eran visibles.

"Logramos detener la hemorragia." Agregó la enfermera parada detrás de la jequeza Hind. "Pero su condición es crítica. El doctor permitió que la viera únicamente porque no dejaba de insistir en hablar con usted."

"Gracias." Contestó la jequeza Hind con la mirada fija en Helen.

La enfermera las dejó y la jequeza luchaba por encontrar la manera de acercarse a su amiga, hasta que un pequeño murmullo proveniente de la cama la hizo dar aquellos primeros pasos.

"Hind..."

Sus dedos temblorosos envolvieron la mano de Helen. "Aquí estoy." Le contestó con la voz entrecortada.

Helen inhaló profundamente.

"Deberías descansar. Todo va a estar bien." La jequeza sintió que mentía.

Helen acababa de perder a su marido y a su bebé en un espantoso accidente automovilístico, quizás no todo iba a estar bien pero la jequeza estaba determinada a permanecer al lado de su amiga y de Layla.

Helen negó con la cabeza lentamente y se esforzó por abrir los ojos. "Necesito pedirte algo." Suspiró.

La jequeza le soltó la mano por un breve momento para acercar una silla a la cama y tomar asiento. "¿Qué necesitas, Helen? Sabes que haría lo que fuera por ti." Le ofreció mientras tomaba de su mano una vez más.

A Helen se le dificultaba tragar. "Cuida de mi Layla."

La pequeña de cinco años había sobrevivido de manera milagrosa al accidente con apenas un par de rasguños, a diferencia de su padre y su hermano que fallecieron instantáneamente.

"Por supuesto." Contestó la jequeza Hind. "Cuidaré de ella hasta que te mejores, no tienes que preocuparte por eso."

Una vez más, Helen negó con la cabeza. "No voy a lograrlo."

"¿Qu--" La jequeza sintió como se le apretaba la garganta. "¿De qué hablas? Sí lo harás. Tienes que ser fuerte por Layla."

"Me he aferrado solo para poder hablar contigo." Helen reunió fuerzas para apretar la mano de la jequeza. "Cuida de mi Layla, por favor."

Una lágrima silenciosa rodó por el rostro de la jequeza en cuanto los ojos azules de Helen se encontraron con los suyos.

"Sabes que no tengo familia y los padres de Ben son mayores y están enfermos. Ustedes son lo más cercano a una familia que ella tiene ahora. Aquí es el único hogar que ella conoce... aquí es... a donde ella pertenece."

La jequeza Hind se acercó. "Vas a estar bien y vamos a cuidar de ustedes dos y--"

Helen la interrumpió. "Por favor, Hind. No me queda mucho tiempo."

Más lágrimas cayeron por las mejillas de la jequeza y la quijada comenzó a temblarle. Destellos de su amistad con Helen comenzaron a pasar por su cabeza. Recordaba perfectamente la primera vez que conoció al presidente de la Compañía Petrolera Británica y a su esposa. Habían sido invitados a una fastuosa cena que incluía a varios políticos y a los altos mandos de las empresas que habían optado por invertir en la próspera Región del Golfo.

Las dos mujeres se volvieron inseparables después de aquella noche. Poco tiempo después, Helen le dió las buenas noticias a la jequeza de que estaba embarazada y después de que Layla nació, eso se convirtió en algo más que tenían en común. Ambas eran madres y la jequeza Hind sabía bien que no había nada que pudiera compararse al amor de una madre. Se dio cuenta de que lo que Helen necesitaba en aquel momento era la paz y la tranquilidad de que saber que su hija no iba a quedarse sola en el mundo.

"Si algo llegara a pasar," la jequeza Hind se secó las lágrimas. "Yo criaré a Layla como si fuera mía, siempre ha sido una hija más para mi, no tienes nada de qué preocuparte."

Una pequeña sonrisa se formó en los labios secos de Helen. "Gracias. Tú eres como una hermana para mi, Hind. Mi Layla estará segura y será feliz con ustedes."

"Por favor, Helen, no nos dejes." Le rogó la jequeza Hind con la voz quebrada. "Te necesitamos aquí."

"Dios me está llamando, Hind." Los ojos de Helen brillaron llenos de lágrimas. "Tengo que reunirme con Ben y nuestro bebé. Pero estoy muy agradecida de que Layla está bien y de que tuve la oportunidad de hablar contigo."

Justo el día anterior, Helen y sus hijos los habían visitado en el palacio. Ambas se sentaron y rieron mientras miraban a los niños jugar en los jardines, sin darse cuenta de que era su último momento feliz juntas.

"Te quiero tanto, Helen. Eres mi mejor amiga, estaría perdida sin ti." Sollozó la jequeza Hind.

La respiración de Helen se estaba volviendo menos profunda y su voz más débil. "Eres más fuerte de lo que piensas, Hind, me has enseñado tanto... yo también te quiero."

Alrededor de una hora más tarde, Helen falleció tranquilamente con solo su mejor amiga a su lado.

Coming Home (Versión Español)Where stories live. Discover now