52. Can't

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Dubái, 1993

El grupo de niñas dejaron el cuarto de juegos alfombrado corriendo emocionadas con gritos agudos, pero la niñera inmediatamente notó la falta de interés de parte de Layla por ir a la piscina. La pequeña de cinco años se quedó sentada en el piso con las piernas cruzadas y cepillando el cabello de su muñeca con un cepillo de plástico rosado.

La niñera se dirigió hacia Layla y se agachó para hablarle. "Layla, ¿quieres ir a la piscina?"

Sin mirar a la niñera, Layla negó con la cabeza y continuó cepillando el cabello de la muñeca.

"¿Estás segura?" Insistió la niñera.

Layla asintió de la misma forma.

A la niñera le dolió el corazón por la pequeña huérfana. En las pocas semanas que Layla había estado en el palacio desde el fallecimiento de sus padres, solo había dicho algunas palabras y solo si era absolutamente necesario.

"Okay, iré a buscar a otra de las niñeras para que se quede aquí contigo mientras yo llevo a las demás niñas a la piscina, ¿está bien?" Le explicó.

Layla asintió nuevamente, sin parecer importarle si había una niñera con ella o no. Así que continuó con su tarea de desenredar el cabello de la muñeca mientras la niñera salía de la habitación. Después de un par de minutos, escuchó a los niños gritar y Hamdan entró corriendo a la habitación sosteniendo un arma de juguete y hábilmente se escondió detrás de uno de los sillones. El resto de los niños pasaron de largo con armas de juguete también. La mirada de Layla estaba fija en el sillón detrás del que Hamdan se estaba escondiendo y una vez que hubo silencio otra vez, la cabeza del niño lentamente se asomó para asegurarse de que había perdido a sus hermanos. Abruptamente saltó para ponerse de pie y fue hasta ese momento que notó a Layla sentada en la alfombra con una muñeca en la mano y un cepillo en la otra. El arma de juguete se deslizó lentamente de su mano a la alfombra y caminó alrededor del sillón para arrodillarse frente a Layla. La niña lo miró fijamente con aquellos ojos intrigantes. Había otro niño en la escuela que tenía ojos iguales, pero no tan grandes, brillantes y hermosos.

"¿No vas a ir a la piscina?" Preguntó Hamdan.

Sin quitarle los ojos de encima, Layla negó con la cabeza.

Antes de la llegada de Layla, él nunca imaginó que los padres podrían morir y dejar solos a sus niños. Los abuelos morían, eso sí lo sabía porque baba Rashid había muerto un par de años antes pero aquello fue diferente porque sus hijos eran adultos cuando eso pasó, pero Hamdan no podía dejar de pensar que los padres de niños pequeños no deberían morir. Después de la llegada de Layla él siempre rezaba al Todopoderoso Alá que mantuviera seguros a sus padres.

Layla parecía distante y no realmente interesada en jugar con los demás, pero él había descubierto el tipo de cosas que la animarían.

"¿Quieres galletas?" Le ofreció.

Los labios de Layla se curvaron y asintió.

"Sígueme," le instruyó Hamdan cuando se puso de pie.

La pequeña niña rápidamente se levantó y lo siguió de cerca, ya que el palacio aún le parecía como un laberinto y todavía no se había atrevido a explorarlo por sí sola por el miedo a perderse. Cuando llegaron a las puertas de acero inoxidable de la cocina, Hamdan se giró hacia ella y le pidió que lo esperara. Layla se quedó muy quieta en su vestido color lavanda, sosteniendo a la muñeca del brazo hasta que Hamdan regresó de nuevo.

"Vamos," él la tomó de la mano. "Aún tengo que esconderme de los otros."

La niña estaba un poco confundida ya que él había regresado sin galletas pero aún así corrió con él, haciendo un gran esfuerzo para intentar mantenerle el ritmo a un niño de diez años. Continuaron corriendo hasta los jardines con las plantas de sus pies golpeando el tibio césped hasta que él la llevó a la banca escondida envuelta por un arbusto alto.

Coming Home (Versión Español)Where stories live. Discover now