Capítulo 8: Poesía clandestina

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‹‹¿Por qué el solo verla me provoca tanto desearla, tanto que no me importa el que alguien me vea en esta situación con ella?››.

¿Por qué, a pesar de saber que nos está prohibido amarnos aquí, solo me importa besarla, tocarla, amarla?››.

‹‹¿En qué me he convertido? ¡Este no soy yo! Siempre soy muy apegado a las normas, a la ética, a la reglamentación, pero hoy yo... hoy yo... te veo y... ¡Me da miedo!››.

‹‹Me da miedo... Pero lo peor de todo, es que no me arrepiento››.

‹‹¡¿Qué es lo que me has hecho, Aira?!››.

En ese instante, la joven lo sacó de sus cavilaciones desabrochando su correa y el cierre de su pantalón, exhibiendo su entrepierna y concretar, por fin, lo que se moría por alcanzar.

—Aira...

—Nunca lo he hecho así, pero déjame intentarlo, ¿está bien?

Él asintió. Cerró sus ojos con intensidad, esperando percibir el calor del interior de su compañera como en anteriores ocasiones. Sin embargo, luego de transcurridos varios segundos de espera, al no experimentar lo tan ansiado, abrió sus ojos con sorpresa.

—Rodri... —dijo tratando de manera infructuosa de unirse a él en esa posición, al colocarse encima de él por enésima vez y abrazarlo con sus piernas.

En ese instante, movió sus caderas para insistir en unirse a Rodrigo estando encima de este, pero fue en vano. Su inexperiencia le estaba jugando una mala pasada. Frustrada, se separó de él e hizo un puchero al tiempo que una idea le vino al profesor.

—¿Por qué no puedo hacerlo?

—¿Qué cosa?

—Hacer el amor contigo estando encima de ti —dijo con la frente arrugada—. ¡¿Cómo a las actrices porno les sale de lo más bien y a mí no?!

Rodrigo no pudo evitar sonreír al escuchar su comparación. Cuando recordó las películas que había visto y comparaba a aquellas mujeres con la inexperiencia de Aira, le inspiró tanta ternura que se moría por abrazarla y por besarla. Mas, la adolescente se lo impidió al intentar, por enésima vez, de mover sus caderas para encontrar el punto de su unión, pero fue en vano.

—¡Me rindo! —dijo frustrada—. Ayúdame, por favor. —Lo miró con la frente arrugada—. Quiero hacer el amor contigo, pero yo... no sé... no puedo... no lo entiendo...

El sonrió al contemplar su inocencia. De inmediato, la besó en los labios, la agarró sobre sus nalgas y la sentó sobre su escritorio, para finalmente, terminar de consumar lo que tanto habían anhelado los dos.

—¿Así mejor? —le susurró al tiempo que se introducía dentro de Aira, provocando que la joven gimiera.

Ella se tensó al tiempo que todo su cuerpo tembló. Asintió muy segura, aunque la frustración de antes todavía no se le había ido.

Antes de continuar, le preguntó si se estaba cuidando con algún método anticonceptivo. La joven abrió sus ojos ampliamente, muy sorprendida, Negó con la cabeza al tiempo que se preguntó si, por ello, detendrían lo que estaban por hacer.

—No he traído preservativos. —Hizo una mueca de desilusión—. Lo que menos se me hubiera ocurrido es hacer esto aquí. —Empujó hacia ella un par de veces, provocando que cientos de descargas eléctricas se intercambiaran entre ambos—. Se supone que debíamos ser solo profesor y alumna en la escuela, pero yo...

—Se supone, Rodri.

Lo abrazó del cuello y lo miró fijamente, transmitiéndole toda la ternura y lujuria que invadía su alma y su cuerpo.

Sincronías y Armonías [Saga Ansías 3]Where stories live. Discover now