❧ 7. Complicaciones y Demostraciones ☙

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—Gonzáles puede ser su pareja —habló el delegado.

Al escuchar su apellido, Aira volvió a la Tierra. Buscó con su mirada a Rodrigo, pero lo que observó no le gustó. El maestro la veía de una manera, que encendió el sistema de alerta de la muchacha.

‹‹¿Por qué me mira así?››, se preguntó preocupada.

Quiso pensar en alguna posible respuesta, pero no tuvo tiempo. Caballero la había cogido de la mano al tiempo que le dedicaba una pícara sonrisa.

Cuando el delegado volvió a afirmar que ella sería su pareja de baile, para beneplácito y aplauso de todos los asistentes del salón, menos para un joven profesor —quien todavía se hallaba petrificado— y Ana María —quien no pudo evitar mirar a su mejor amiga con fastidio—, Aira recién fue consciente de lo que sucedía. De inmediato, retiró su mano de la de su compañero y se levantó de su silla para replicar:

—¡Tú estás loco, Balbín! —habló exaltada—. ¿Por qué debo bailar junto a este?

José María la observó divertido mientras apoyaba su mentón sobre su mano derecha.

‹‹Sabía que te opondrías, pero no creo que de esta puedas escapar››, pensó su compañero.

—Tú eres de las que mejor bailan, ¿o no? —la interpeló el delegado—. El mes pasado fuiste de las que se aprendió una coreografía en menos de una semana.

—Sí —dijo con un poco de orgullo—, pero...

—¡Que no se hable más! Tú y Caballero son nuestra única esperanza. ¡Serán nuestros representantes para bailar marinera!

El resto de sus compañeros aplaudieron y les dieron ánimos a ambos.

—¡Espera un segundo! ¡No tendré tiempo de ensayar! ¡Yo estoy ocupada luego de la escuela!

—¿En qué? —le increpó el delegado.

—En cosas...

—¿Cosas? —Frunció el ceño Balbín. Aira asistió—. ¿Cuáles cosas? Si eres de las pocas que conozco en el salón que no tiene clases de refuerzo ni está en la academia.

—Eso es verdad.

—Cierto.

Varios de los alumnos siguieron dándole la razón al delegado al recordarle que, en ninguna de las clases de refuerzo a las que asistían, ella estaba con ellos.

Aira pasó saliva. No podía decirles que pasaba largas horas en el orfanato cuidando a su hermano. Detestaba tener que contarles la verdad a algún extraño o "chibolo pituco engreído", como había calificado a más de un compañero, sobre su pasado.

Se le pasó por su mente inventar cualquier mentira, pero eran tanto los nervios que la carcomían al tener sobre sí la mirada de casi treinta alumnos, sumada a la de Rodrigo, quien seguía pareciéndole que la contemplaba con molestia —lo cual era cierto, pero no por los motivos que ella creía—, que no se le ocurría qué decir para poder salir bien librada.

Sincronías y Armonías [Saga Ansías 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora