Capítulo 8: Poesía clandestina

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Su beso fue el preludio previo para lo que vendría después. Poco a poco, sin prisa y sin barreras, Rodrigo dio rienda suelta a lo que había deseado con tanta intensidad horas atrás y ella decidió rendirse a lo que aquellos ojos verdes llenos de deseo le pedían.

Sus labios empezaron a fundirse con los de ella, deslizando suavemente el pincel del trazo que quería dibujar. Mas, aquella línea no le fue suficiente. Ambicioso de ella como estaba, decidió tomar aquel pincel y proseguir por su cuello, dejarse guiar por sus pecas, para finalmente, descender sobre aquellos pechos que se moría por visualizar, besar, succionar. A su vez, como contraparte ideal de aquella obra de arte, sus manos retiraron la ropa interior de ella, la dejaron sobre el suelo y fueron explorando más... acariciando más... estimulando más... Se internaron más dentro de ella, tanto de atrás como adelante, provocándole temblores, estimulaciones y estallidos que fueron enmudecidos por su musa clandestina.

Aira se aferró a cuello y nuca, con intensidad... con clandestinidad... con irracionalidad. Cuando él la estimulaba, de manera constante y acompasante, aferraba sus uñas a su espalda, provocándole un gruñido de dolor y placer en él. Posteriormente, al percibir que dos de sus centros estimulantes estallaban, junto con sus pezones que eran reclamados y succionados por él, llegó a aquella cima de placer construida por Rodrigo y solo para ella. Como momento cumbre, mordió el cuello de su camisa para enmudecer aquel grito máxime que pugnaba por salir, solo permitiéndose a sus ojos llorar como armoniosa sincronía del sollozo de su interior encima de su compañero. Aún así, soltó un leve gemido de intenso placer, el cual fue enmudecido por Rodrigo de inmediato para no levantar sospechas, al prodigarle un intenso beso como si de sus labios quisiera absorber su calma y su alma.

Aquella nueva obra de arte clandestina, que con ternura había sido dibujada en un boceto, fue mejorada con finas líneas construidas de pinceles hechos por sus labios y sus besos. Finalmente, llegó a su versión oficial cuando la musa fue explorada, estimulada y extrapolada, y como tal, lloraba, y no solo por sus ojos, al tiempo que al observarlo con devoción y pasión, le comunicaba que se moría por concretar con él aquella unión inevitable... deseable... inefable... Y su artista claro lo sabía.

Cuando la besó en los labios y le dijo ‹‹Tranquila››, el roce que entre ambos se producía le hizo conocer que sabía que quedaba algo pendiente. El artista que la había creado había llegado a su máxima excitación, empujando hacia su musa y siendo su ropa lo único que le impedía unirse a su compañera. Se preguntó si podía, otra vez, poseer a aquella diosa de su inspiración, aunque el momento y el lugar no fueran los adecuados.

‹‹¿Podremos hacerlo aquí?››.

‹‹¿No nos estaremos exponiendo demasiado?››.

‹‹¿En qué quedó lo que me prometí que en la escuela solo seríamos maestro y alumna?››.

‹‹¿A dónde se fue mi ética como profesor?››.

‹‹Sé que a esta hora, al ya no haber talleres ni clases de recuperación, todos los profesores y el personal administrativo se han ido, pero... ¿y si nos descubren?››.

Sincronías y Armonías [Saga Ansías 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora