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Al terminar las clases, salieron tomados de las manos en dirección a una segunda cita. Mientras buscaban sus asientos, Adam tropezó con uno de los escalones, cayendo al suelo él y las palomitas extra grandes que llevaba en su mano.

—¡No!

Una estupefacta Majo se arrodilló y tomó entre sus manos parte del alimento derrochado, para luego dirigir una mirada asesina a su novio.

—¿Cómo pudiste? ¡Eran de caramelo!

Con una ceja levantada dando muestra de su indignación, contestó:

—¡Deberías estar preocupada por mí, no por la comida! Podemos comprar más.

—¿Acaso no sabes que la comida es una bendición? ¿Cómo puedes deshacerte de ella con tanta facilidad? ¡Hay gente que muere de hambre en las calles!

—Ya, vale. Pero nosotros no somos uno de ellos.

—¡Eso es lo de menos! No puedes ser tan egoísta. Además, ahora mismo mi estómago sufre por hambre.

Una sonrisa apareció en el rostro del joven a la vez que acercaba su mano para acariciar la mejilla de Majo.

—Lo siento. Prometo ser más cuidadoso. Vamos a comprar más.

María José al darse cuenta de que estaba mostrando demasiado aquel lado dramático que hacía parte de ella, respiró hondo y se calmó.

—¿No te lastimaste? ¿Te facturaste un tobillo o algo por el estilo? Ya sabes, como en las películas ñoñas.

Adam soltó una carcajada.

—No, estoy bien. Además, quienes suelen lastimarse son las chicas. Ya sabes, para que llegue el chico fuerte y atractivo y las ayude.

—Lo sé, Hollywood es un tanto machista. Pero en nuestro caso, ten en cuenta que yo hago más de novio y tú más de novia.

Ante tal jovial pensamiento, Adam prefirió callar y no interrumpir el camino del que hacía uso la mente de María José.

No te quiero nadaWhere stories live. Discover now