6.0

29 1 0
                                    

Adam ya se estaba cansando de tocar durante al menos 6 minutos el timbre: sí, llevaba el tiempo. No se había resignado porque sabía que María José estaba allí, estaba seguro, el sonido y la luz que emitía un aparato electrodoméstico, seguramente un televisor, se lo confirmaba y lo más seguro es que estuviese siendo ignorado. El problema no era precisamente ese, no esa actitud tan indiferente y desinteresada por la que había optado Majo, sino por lo que generaba en él. Una curiosidad que crecía cada vez más a medida que pasaban las horas, minutos y segundos, ello que tanto quería saber, y a la vez probar.

¡Demonios! El viernes se dió cuenta de lo mucho que quería probar sus labios y aún peor, de conocerla. Su curiosidad por ella estaba creciendo a tal velocidad que aún le costaba asimilar, que ya no sólo quería tocarla, no, ahora había algo más profundo, algo que aún no estaba dispuesto a admitir. Por ello mismo se encontraba como novia abandonada, o en éste caso novio, acosando a quién la dejó.

Necesitaba ver y hablar con Majo, entender y comprobar qué es lo que estaba sintiendo, qué era eso que tanta curiosidad le causaba: sí era la gran mentira que estaba ocultando, porque debía ser muy grande para querer ocultarla con tanto ímpetu, o sí era ella en sí, la María José en carne y hueso.

Quería y debía saberlo.

No te quiero nadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora