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Cada uno dentro de su habitación, recostado en su cama y pensando en el otro, sentían cómo comenzaban a doler sus mejillas de tanto sonreír. Adam se sentía sumamente feliz, como hace mucho tiempo no lo estaba, o tal vez como nunca lo estuvo. Ahora mientras más pensaba en María José, cada vez se convencía más de que su novia era la mujer más bella que había visto jamás. Le encantaba ese una vez descuidado y ahora brillante pelirrojo cabello corto, sus ojos castaños y brillantes sin comparación, su nariz, que aunque más prominente en comparación a otras quería acariciar y esos labios y la sonrisa oculta tal cual como una perla en una concha. Además, adoraba esa valentía con la que cargaba Majo con la cual le hacía frente una y otra vez, su seguridad al andar, el sonido de su risa e incluso su voz. Estaba completa e incorregiblemente cautivado por la caca de perro y se sentía el hombre con más suerte de todos.

María José por su parte no hallaba un aspecto en particular en el cual pensar de Adam, sólo imaginaba su rostro y lo veía como si tuviera la mente en blanco. Estaba tan feliz que ni siquiera era capaz de formar un pensamiento más que el rostro de su novio. Los dos esperando contar con la presencia del otro entre sus sueños, felizmente se durmieron.

No te quiero nadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora