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Su semana había estado demasiado aburrida, no tenía amigos con quiénes charlar y tampoco tenía ganas de buscar algunos, sus padres continuaban de viaje y cuando llamaban sus conversaciones eran por un par de minutos, pero contrario a lo que cualquier otro creía, estaba simplemente feliz. Hablaba lo necesario, tenía toda la casa para ella sola y no había nadie que pudiera llegar a irritarla. Incluso Adam permanecía en su propio mundo, cosa que no sabía si agradecer o reclamar.

Había aceptado la cita, sí, pero ya no se encontraba tan segura de querer hacerlo. Prefería no pensar en eso, mejor centraba toda su atención en qué comer, reía en su mente, incluso su rostro debe haberse iluminado de sólo pensar en alimento. Un burrito, fruta, arroz, galletas, hamburguesa, pollo frito. Se le hacía agua la boca de sólo pensar en la inmensa cantidad de opciones que tenía por elegir, lastimosamente debía esperar a salir de la escuela para comer tan soñada comida. Ahora mismo debía conformarse con el insulso y desagradable a la vista almuerzo de la cafetería. Aún así su sonrisa no desapareció, comería de igual forma y su estómago estaba feliz por ello.

Tomó todas sus cosas apenas escuchó el irritante pero esperado timbre de la campana y salió del aula en dirección a la cafetería. Avanzó apenas un par de metros cuando escuchó una voz ya plenamente reconocible para ella. Escuchó su nombre salir de los labios de Adam al mismo tiempo que éste la tomaba del brazo.

Simplemente no esperaba un beso.

Todo menos eso. Tan sorprendida estaba, que era incapaz de mover su cuerpo, incluso sus ojos permanecían abiertos de tal manera que sentía podrían salirse de su lugar en cualquier momento. Dicha situación la estaba confundiendo sobremanera. Quería retirarlo, alejarlo de sus labios, pero al mismo tiempo quería saborearlos y recordar lo bien que se sentía hacerlo.

Apenas habían concretado una cita y Adam ya la besaba delante de todo aquel estudiante chismoso que se encontrara en el lugar, lo peor es que ni siquiera habían ido a dicha cita, no habían acordado la fecha o el lugar. Nada. Incluso habían hecho de cuenta por una semana que jamás habían tenido la conversación que los llevó a plantear una salida. No contó cuánto, pero los labios de Adam estuvieron sobre los suyos sin movimiento alguno lo que le parecía muy corto tiempo. Adam se separó de Majo y buscó inmediatamente sus ojos con los suyos, no tenía idea alguna de qué lo había impulsado a besarla de forma tan repentina, pero no se arrepentía. No sé arrepentía de besarla, de pedirle una cita, de buscarla en su casa o de enviarle notas.

No se arrepentía de absolutamente nada.

No te quiero nadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora