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—Y-yo... Esto es... —Las palabras no salían. Ni siquiera era capaz de procesar por completo lo sucedido. ¿Había besado a la caca de perro? ¿En qué demonios estaba pensando?

—Esto ha sido un error. Otorguémosle la culpa a las hormonas y ya está. —La indiferencia con la que habló Majo lo sorprendió. ¿Lo consideraba un error? ¿Así de fácil se limpiaba las manos? Con el orgullo herido se levantó de un salto.

—Un error... —Susurró. —Por supuesto que ha sido un error, seguramente te he confundido con alguien más, en realidad estoy algo resfriado y seguramente todo el medicamento que me tomé ha hecho que pierda la razón. No habría venido aquí de forma consciente.

¿Medicamento? ¿Consciente?

— ¿De qué estás hablando?

—Está claro que ésto no hubiese sucedido sí estuviera en mis cinco sentidos, así que te pido de favor que no te ilusiones. Entre tú y yo una relación o cualquier cosa que se le parezca es imposible.

Majo estaba que echaba humo por la orejas.

— ¿Qué mierda es la que andas escupiendo? ¿Acaso debo recordarte quién apareció en territorio de quién?  Tú Adam, —lo señaló—tienes serios problemas. ¿No se te ocurrió una mejor mentira que el supuesto resfriado? Está claro que aquí quien desea que algo suceda entre los dos eres tú. Ya de nada te sirve negarlo, —se acercó sintiéndose victoriosa a Adam y con sus rostros a centímetros de distancia y una arrogante sonrisa en su rostro concluyó: —te he descubierto.

No te quiero nadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora