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Hacía al menos diez minutos que habían salido de la caja que subía y aún no eran capaces de pronunciar palabra alguna o mirarse el uno al otro. Contrario a sus personalidades, estaban actuando tan tímidamente que pensaban en lo adorable que se comportaba el otro. Sí, a ese punto habían llegado. No eran capaces de hablar o mirarse, pero sí que estaban atentos a cómo actuaba el otro.

Estaban sentados uno frente al otro tomando una malteada cada uno, ni siquiera habían usado palabras para llegar allí, simplemente se sentaron en la mesa y pidieron sin abrir la boca.

Aparentaban estar plenamente concentrados en sus bebidas, pero la realidad era que con el mayor disimulo del que podían hacer uso, no apartaban su atención del que estaba en frente. Cuando la distracción se terminó, parecían ya haber recobrado las fuerzas perdidas en la rueda de la fortuna, por lo que elevaron los ojos y se miraron fijamente en silencio.

Pareciera que todo lo que estaban pensando y sintiendo se transmitiera a través de sus ojos, siendo capaces de entender lo que pasaba por la cabeza del otro y poco a poco aceptando el hecho de que se gustaban.

Adam un poco más valiente y decidido a obtener una respuesta, preguntó nuevamente sobre sus sentimientos a Majo, sin embargo, ésta lo sorprendió con una enorme y brillante pero humillante e inesperada carcajada. Tal era el humor que se cargaba la chica que lo único que conseguía era enojar más y más a Adam, por no tomar el asunto con seriedad, por ser una vil mentirosa y no menos importante, por burlarse de sus sentimientos. No dispuesto a soportar más tal grosería, decidió marcharse.

A paso rápido pero orgulloso fue dejando a una inexplicablemente tímida María José más y más lejos.

No te quiero nadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora