4.0

52 3 0
                                    

Adam no podía negar que se encontraba un poco nervioso, ahora, luego de casi dos meses de atormentar con notas no muy agradables a María José Donovan, ahí se encontraba, frente a ella. Quien se veía confundida y sorprendida, algo normal, según él, teniendo en cuenta su atractivo físico.

-Tú... ¿Eres mi acosador? -Preguntó Majo, no muy convencida.

Adam sintió un pequeño corrientazo, algo así como un escalofrío. Era la primera vez que escuchaba la voz de Majo, y en verdad no pensó que sonara así, tan... Sexy. Creyó que sería muy chillona, o en su caso muy gruesa, pero no tan femenina. Carraspeó intentando sacarse tales pensamientos tan innecesarios e impropios de él de la cabeza.

-No. Yo no soy tú acosador. Soy un anónimo que te envía notas, caca de perro. -Sí, era él. La mención de ese apodo tan extraño y gracioso la convenció.

-Claro. En pocas palabras, un acosador.

-Te digo que no.

-Y yo que sí.

-Que no.

-Que sí.

-No.

-Sí.

-No.

-Sí.

-¡Te digo que no! -Majo se levantó con brusquedad y aunque no logró igualar la altura de Adam, al ser él demasiado alto, aún así era mejor que estar sentada.

-¡Y yo te digo que sí!

-¡No soy un acosador, bruja!

-¡Sí lo eres, estólido!

-¡Que no, friki!

-¡Sí, idiota!

-¡No, desadaptada!

-¡Sí, imbécil!

-¡Que no, caca de perro!

-¡Ya basta! -Gritó una tercera persona, provocando que tanto Majo como Adam giraran en dirección a ella. -Asustan a los niños. -La señora de edad y con los que parecían ser sus nietos, los observó mal, para luego simplemente irse.

Ellos confundidos volvieron a mirarse, fulminándose el uno al otro con la mirada. Ahora ya no era una guerra de palabras, sino de miradas.

-Bien. Ya sabes quién soy. Ahora, dame información sobre la chica.

-Dame mi celular primero.

Adam sin ganas de dar inicio a otra discusión, se lo entregó sin más.

-Ahora dime.

-Bien. -Se sentó en la banca nuevamente, seguida por él. -Su nombre es María. Pero será difícil que interactúes con ella porque... Consiguió una beca en... Holanda.

-¿Qué?

-Lo que escuchaste.

-¿Y se supone que debo creerte? -Preguntó incrédulo. No consideraba verdadera ni una sola de sus palabras.

-Pues... No es como que tengas opción. ¿A quién más podrías preguntarle sobre ella además de mí?

-¡Ésto no es justo! -Se levantó de golpe. - ¡Perdí el misterio que me rodeaba a cambio de nada! ¡Al menos dame su número!

-Y si no quiero, ¿qué? -Se levantó nuevamente y lo retó con la mirada.

-María José, -se estremeció al escuchar su nombre, pero lo supo disimular-no juegues conmigo, no te irá nada bien.

Se sostuvieron la mirada en una batalla que ninguno estaba dispuesto a perder, incluso aunque comenzó a llover, y aún peor, a cántaros, no estaban dispuestos a dejar que el otro ganara. No fueron requeridos más de un par de minutos para encontrarse empapados de pies a cabeza y aún así, el simple pensamiento de no dejar ganar al otro era el que los impulsaba a continuar llueva, truene o relampaguee sin dar el brazo a torcer.

-¿No piensas darte por vencida?

-¿No piensas darte por vencido tú?

-No hasta que tú lo hagas.

-Pues yo tampoco lo haré hasta que lo hagas tú.

Es oficial. Ésto llevaría tiempo.

No te quiero nadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora