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—A... ¡Adam!

Estaba nerviosa, más de lo que nunca creyó estar. No comprendía las razones por las que no podía comportarse serena y claramente como la situación lo requería. Entendía el enojo de Adam, en verdad lo hacía. Su risa sólo inició sin ser capaz de detenerla, y fue tal la ceguera del chico que no notó que simplemente eran los nervios que no muy seguido dominaban el cuerpo de María José. Corrió tras él y se plantó frente a él. Sí quería volver a su verdadero yo primero tenía que dejar salir sus pensamientos y sentimientos con plena libertad, recordar la valentía que hace mucho tiempo había dejado atrás por llevar a cabo su irrazonable acto y aceptar el hecho de que el insoportable de Adam se convirtió en alguien especial para ella.

—Antes de que te vayas, escúchame.

—Ya no tengo nada que escuchar. —Continuó con su camino a paso apresurado, estaba tan enojado que no quería decir cosas de las cuales se arrepentiría luego.

—¡Me gustas!

Tales palabras detuvieron a Adam de golpe. ¿Acaso se había imaginado a María José diciéndolas? Tal vez era otra chica, pero debía comprobarlo con sus ojos, así que se dio la vuelta y observó a una Majo sorprendida. María José no podía creer lo que había salido de su boca. ¿Gritó lo que cree que gritó? No entendía el cómo, cuándo o dónde sus sentimientos tomaron tal distinción, pero lo habían hecho. Lo curioso es que no se reprochaba por ello, más bien estaba feliz de aceptar lo que sentía, de gustar de Adam y de ser quien era.

—Me gustas, Adam. Y no preguntes porqué, no es una respuesta fácil de encontrar y tendría que pensarlo una y otra vez para estar segura de ella.

Adam sonrió. Una cada vez más grande y brillante sonrisa tomaba el protagonismo de su rostro. Le gustaba a María José y estaba sumamente feliz por ello. Se acercó a paso lento pero largo a la susodicha, tenía que verla de cerca, observar sus preciosos ojos y comprobar lo verídico de sus palabras, y al hacerlo, se dió cuenta de algo que aunque lo asustaba en mayor parte lo emocionaba: se estaba enamorando de María José, mejor conocida como caca de perro.

—No te enojes por mi episodio de grosería, fue una reacción involuntaria de mi cuerpo. Mejor cree en mis palabras, porque son las que con mayor sinceridad he dicho en mucho tiempo.

Adam levantó su mano y la acomodó en la mejilla de Majo. Tenía el rostro frío pero suave. Dirigió sus ojos por sus cejas, su extraña pero roja nariz y aquellos labios que un par de noches le habían robado el sueño.

—Y hay algo importante que debo decirte, algo de lo que no estoy muy orgullosa.

El muchacho estaba tan concentrado en los labios de la joven que ya no escuchaba palabra alguna, sólo los observaba moverse.

—Yo he fingido ser...

No logró terminar su confesión, un beso robado por Adam no se lo permitió.

No te quiero nadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora