Celdas-10

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El primer día del castigo de no comer, al igual que no beber, fue muy doloroso. La falta de agua la podía aguantar al igual que la falta de alimentos, pero las heridas lo estaban matando, tanto por dentro como por fuera.

En ocasiones sentía que le faltaba el aire, respiraba de una manera entre cortada, era como la extraña respiración que de vez en cuando sale del hocico de los gatos, un sonido muy agudo junto con una respiración casi asmática.

Su cuerpo estaba tan dañado que ya no se notaba la hermosura del Omega, ésta había sido reemplazada por una fea y triste imagen ante cualquiera. El frío tampoco lo dejaba dormir, a pesar de ya estar llegando el atardecer, la cara redonda no le había llevado sus mantas, esto llevaba a que su marchitado cuerpo temblara.

La sangre seguía brotando de varias partes de su cuerpo, intentando de manera tonta lamer alguna de sus heridas para poder detener el sangrado, pero era inefectivo.

Su vista se estaba volviendo borrosa, tanto así que quedó inconsciente, pero era bastante bueno, podría dormir y que su cuerpo descansara.

A los minutos, la silueta de el Rey se hizo presente en la habitación, sigilosamente se acercó hasta Katsuki, quien no se enteraba de nada. Lo observó por un buen rato, no sentía culpa ni nada parecido, pero había algo en particular que le molestaba, el olor del chico no era como siempre, era más fuerte, tenía un ligero olor a canela y a algo picoso como la pimienta. No era un olor molesto, pero le hacía sentir un leve cosquilleo en su entrepierna, el joven Omega tendría el celo muy pronto, él no tendría problema alguno, era capaz de controlarse y ninguno hasta ahora de sus esclavos había logrado lo contrario, el problema serían los Alfas en el reino, sobre todo sus secuaces.

Tomó el rostro deplorable del menor entre sus dedos, apretando fuertemente sus mejillas, haciendo que los labios de este se doblaran en una O, los cuales miró por unos segundos, luego lo dejó y se marchó del cuarto.

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Uno de los secuaces del Rey, Lida, se dirigía a las celdas en el sótano del reino, en los cuales se alojaban los últimos Omegas llegados, de los que no se sabía qué pasaría con ellos, ya que aún no se había tomado la decisión. Les llevaba agua, comida como pan o frutas, el chico de lentes era el que estaba a cargo de sus cuidados, por lo tanto era el único casi con interacción con estos chicos.

Prendió las antorchas para poder ver con claridad los pasillos y escaleras para llegar a su destino, generalmente los encerrados en las celdas estaban sin luz, pero tenían unos pequeñas ventanas topando el techo por donde llegaba algo de los rayos del sol, también por ahí podían ver hacia el gran campo donde se cosechaban las verduras.

Se acercó hasta una de las celdas, allí se encontraba un Omega de cabello rubio, el cual había llegado aproximadamente hacia un mes, lo recuerda con claridad porque Shinsuo era quien lo había traído por su cuenta en una noche donde su borrachera logró que se violara al pobre pequeño, fue el mismo Lida quien tuvo que sacar al chico entre sus manos.

—Kaminari..., te he traído la comida de hoy —el mayor sacó las llaves de su bolsillo, abrió con normalidad la puerta con barrotes, se adentró ante la atenta mirada del Omega, quien le sonrió en forma de saludo. Era la misma rutina de todos los días, el pequeño joven de dieciocho años no se resistía al encarcelamiento, tampoco intentaba golpear o escapar, era una de las grandes cosas que hacían más fácil la sociabilización entre cuidador y prisionero.

—Muchas gracias, me moría de hambre Lida —el rubio se levantó, las cadenas en los pies sonaron. Lida le entregó la comida para luego marcharse, generalmente él no hablaba con Kaminari, no quería encariñarse, pero éste siempre se encargaba de charlarle más de lo necesario, contándole sobre sus anécdotas en la ciudad, sobre sus grandes y maestricos robos. Había sido un sigiloso ladrón.

Ahora venía el complicado momento de cada día, darle de comer al chico nuevo, quien había sido traído después del esclavo especial del Rey. Se acercó a la celda, abrió la puerta y rápidamente él cerró aún estando adentro, porque el Omega siempre intentaba escapar. Posó la bandeja de comida en el suelo, unos ojos heterocromaticos lo miraron en las sombras de la celda, estuvieron unos segundos analizándose, Lida se sintió incomodo a pesar de ser el Alfa.

—¿No vas a comer, Todoroki? —el nombrado se acercó lentamente hasta la comida, la olfateo dudoso, por alguna razón siempre hacia eso antes de comer, al parecer creía que los alimentos podrían tener veneno.

—¿Por qué no te marchas? ¿Ya decidiste tomarme? —Lida, a pesar de que las preguntas fueran agrias, se avergonzó de sobremanera, giró su rostro para disimular su sonrojo. Él era muy estricto con sus cosas, por lo que le dijeran algo tan descarado de esa manera lo hacía ponerse incómodo y avergonzado.

—Creí haberte dicho cuando llegaste que e-estaba sólo encargado de tu cuidado, n-nada más —Todoroki tomó una manzana, se acercó hasta muy cerca del Alfa, mirándose fijamente el chico le dio una mordida a la fruta, su rostro inexpresivo hacia poner nervioso al mayor, usualmente hacía cosas para desconcentrarlo y tomar la oportunidad para escapar, pero ésta era diferente, no lo hacía con tales intenciones.

—Tu aroma dice que quieres aparearte. Tengo una nariz muy perspicaz... —por primera vez, el menor mostró una ligera sonrisa, el sonrojo del peli azul fue tan grande que el Omega no pudo evitar reír un poco, llevó su vista hasta abajo y notó la excitación del mayor, quien antes de girarse para salir de ahí, fue tomado del brazo—. Gracias por la comida... —Lida quiso enterrarse en el suelo cuando se dio cuenta que Todoroki le había besado en la mejilla.

Su corazón latía fuerte cada vez que recordaba al Omega mientras hacía sus encargos, cada vez que recordaba el pequeño y a su, algo frío, beso...

Esclavitud. (DekuKatsu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora