Capítulo 22: Trivialidades y Regalos [Parte 4] [CAPÍTULO FINAL]

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Se puso ambas manos alrededor de la cabeza.

—Yo fui un imprudente. ¡Fui un estúpido! Se supone que soy tu maestro, soy tu enamorado, debo cuidarte y no permitirte hacer cosas que...

—¡BASTA, RODRI!

Pestañeó varias veces, poco convencido.

—¿Qué te pasó? Dime, ¿cómo te encuentras, por favor? Quiero asegurarme de que estás bien, quizá necesitamos acudir a la clínica, de emergencia.

Se levantó y se dirigió a ponerse su casaca. Quería alistarse para salir. Volteó para ordenarle a Aira que se vistiera, pero antes de hacerlo ella le tomó la mano y lo atajó:

—Estoy bien —habló, por fin, aunque con dificultad—. No exageres, vamos.

—¿En serio estás bien?

Se sentó a su lado para observarla mejor. La tomó de los hombros y, con un pañuelo que retiró del bolsillo de su casaca, empezó a secar el brillo del sudor que acompañaba al rostro de la muchacha.

Ella asintió.

—Pero ¿qué te pasó? Nunca te he visto así. Es... —agachó la cabeza, haciendo memoria—, es muy parecido a lo que me ocurrió... hace tiempo... cuando fui a buscarte al hospital; estaba sudando horrible, casi me desmayé en la recepción porque las piernas no me respondían. Me dijeron que se me había bajado la presión producto de la ansiedad que entonces me consumía.

Volteó a contemplarla, preocupado. Continuó secando el sudor de su rostro con delicadeza.

—En tu caso, no creo que sea síntomas de ansiedad. ¿De qué podría ser? ¿Qué podría preocuparte? Si la estamos pasando tan bien, a tal punto de que estás más bromista que nunca conmigo. —Le sonrió y le acarició la mejilla con aquel gesto de dos dedos.

Aira tragó saliva al tiempo que su garganta le seguía quemando.

—Por eso supongo que, lo que tienes, debe de ser producto de algo que te sentó mal, quizá esa cachanga llevaba varios días de preparada, o peor todavía, esa bebida que me han regalado está hecha vaya a saber con qué ingredientes. ¡Ni siquiera creo que tenga certificado sanitario el envase! —habló con horror.

Ella negó con la cabeza.

—A veces...

—¿Sí? —la interrumpió, aprensivo.

—A veces me dan estos bajones de presión —mintió a medias, con lo primero que se le pasó por la cabeza—. Hace tiempo, durante nuestra separación, empecé a sufrir de baja presión. —Ladeó la cabeza, recordando a lo que le había ocurrido, dos años atrás—. Hipotensión le llaman; me dijeron que era una de las consecuencias de mi grave depresión. —Su semblante se puso sombrío.

—Ya veo. —Arrugó la frente.

—Como hace frío y todavía tengo el pelo mojado... —mintió como pudo, tratando de encontrar una excusa que sonara coherente—, pues supongo que es eso.

—Entonces... ¿estás segura de que no te ha caído nada mal algo que hayas comido o bebido? ¿No es nada grave que requiera de atención médica urgente? Porque si es así, no te preocupes, podemos ir. Tengo el número telefónico de un señor que me hace servicio de taxi a cualquier hora y...

Volteó su cabeza al reloj de su cuarto que marcaba las 11:04 pm.

Siguió llenándola de preguntas para asegurarse de que su estado actual de salud no fuera delicado, a lo que Aira sacudió su rostro tantas veces, tratando de parecer segura en aquella mentira que cada vez se hacía más grande, a tal punto de marearla.

Sincronías y Armonías [Saga Ansías 3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora