❧ Capítulo 20: Confesiones y Descubrimientos ☙

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Ella asintió.

—Y cuando estuve contigo... —se tapó la boca, sonrojado—, en Año Nuevo lo puse en práctica. Y ahora, en la tarde... —la miró de reojo por un leve instante—, simplemente lo recordé. —Carraspeó.

—Ya veo —dijo con timidez—. Y vaya que funciona.

—¿En serio? —preguntó curioso.

—¿Qué es lo que te acabo de decir, tontín?

Volvió a contemplarla de reojo, sonriendo, entre nervioso y complacido por su respuesta.

Transcurrieron momentos tensos en los cuales ambos se observaron y sonreían tímidamente de reojo, sin nada más.

El frío viento de la ciudad los bañó, aunque en su interior esto no se vio afectado Aira tenía ganas de volverlo a abrazar, decirle que le susurrara palabras bonitas en el oído que le provocaban placenteras sensaciones, pero se preguntó si era el momento adecuado. Rodrigo se hallaba cabizbajo, sin decir ni hacer nada; y se dio cuenta de que, aún a pesar de haber avanzado su relación a pasos agigantados, a tal punto de intimidad en dos ocasiones, esto se reservaba a un momento de privacidad. En la calle él se veía poco demostrativo para hablar de ciertos temas, muy típico del joven que había conocido tiempo atrás.

Para tratar de menguar la tensión entre ambos, resolvió cambiar de tema. Como él se había olvidado momentáneamente de la salubridad del puesto de comida, decidió contraatacar: insistió en que quería comer ahí.

Él arrugó la frente, poco convencido. Mas, cuando la muchacha le agarró de la mano para insistirle —y se la retiró de inmediato al percatarse de que estaba sudada— prefirió dar la batalla por perdida. En otras circunstancias hubiera persistido en su debate, pero al ser Aira su ‹‹oponente››, se resistió a seguir discutiendo con su alumna.

Cuando volvió a dirigirse al puesto de comida y revisaba gustosa el menú, él la abordó:

—Muy aparte de lo que opino sobre... tú sabes...

Aira lo observó como si mirara a un infante. Ahora los papeles se habían invertido.

—¿Puedo pedir una o no? ¿O acaso no me puedes invitar? —Hizo un puchero y lo miró con ojos de cordero degollado.

Ante esa mirada, le era imposible negarse. Afirmó con la cabeza, a lo que Aira sonrió ampliamente.

Le dio la espalda. Se dirigió al puesto, le pidió a la señora una cachanga rellena de lomo saltado. Y mientras esperaba que la prepararan, Rodrigo decidió abordar el extraño comportamiento de ella.

—Acabamos de salir del restaurante —le recordó—. Insisto, ¿todavía tienes hambre?

—No he comido desde la mañana, Rodri.

—Sí, pero antes te comiste un cuarto de pollo tú sola.

—¿Estás diciendo que estoy gorda? —habló ofendida y dirigiéndose a la esquina en donde estaba apoyado.

—Ay no, ¡no me vengas con eso de nuevo! —Rodó los ojos, fastidiado.

—¿Ah? ¿De qué hablas?

Él le recordó cuando habían tenido una discusión parecida, en una de sus primeras citas, cuando ella le había preguntado cómo era físicamente su ex.

Al hacer memoria, ella sonrió. Mas, le hizo saber que si su insinuación de que tenía mucha hambre tenía relación con el aumento de peso que él le había indicado cuando la había cargado en su departamento, estaba en lo cierto en sus sospechas.

Sincronías y Armonías [Saga Ansías 3]Where stories live. Discover now