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Sunshine Dickens, a diferencia de Archibald Noble, no siempre tuvo la capacidad de ver fantasmas, sus dones se manifestaron alrededor de los doce años, cuando un hombre que no conocía de nada la siguió a casa, se instaló en su habitación y la obse...

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Sunshine Dickens, a diferencia de Archibald Noble, no siempre tuvo la capacidad de ver fantasmas, sus dones se manifestaron alrededor de los doce años, cuando un hombre que no conocía de nada la siguió a casa, se instaló en su habitación y la observo dormir durante varios días.

Nadie más podía ver a ese hombre, sin importar cuanto llorara, cuanto la asustara, ella no podía deshacerse de él. Aquel hombre parecía estar cada día más cerca de ella, hasta el punto en que en ocasiones despertaba con moretones en las manos o marcas evidentes sobre su piel. Sunshine no podía dormir, no comía, desmejoraba rápidamente hasta el punto en que su salud se encontró en riesgo. Entonces un chico apareció en su puerta, era un muchacho joven, asiático, con una risa contagiosa.

Él dijo que podía ayudarla y lo hizo.

En menos de una noche su problema había desaparecido, Sunshine no supo qué clase de magia utilizó, pero no volvió a ser acosada por ningún fantasma, estos pasaban a su lado cómo si no la vieran, mientras que ella dejó de verlos con claridad durante un tiempo.

Las criaturas aterradoras se volvieron sombras, escalofríos y presentimientos, mientras Sunshine desarrollaba otro tipo de dones. Dos años atrás se dio cuenta que podía ver en los rostros de la gente los colores de sus auras. No era algo que estuviese presente todo el tiempo, ocurría cómo un fogonazo de luz que aparecía cuando conocía a alguien y se marchaba tan repentinamente como había llegado.

Por lo general las auras de las personas eran tenues, todas del mismo color, cómo un velo que cubría sus rostros en una clara escala de grises. Entre más oscuro fuese el velo, más peligrosa era la persona, además, los colores podían cambiar, a veces ser más claros o muy brillantes, aunque esto último no era tan común.

Los velos del alma, como ella los llamaba, podían decirte mucho de la persona con la que estabas tratando, ella podía entender sus significados de manera parcial, aunque nadie se los explicara y actuar en consecuencia.

La vida de Sunshine Dickens era tranquila hasta que llegó a aquella ciudad, y especialmente al inscribirse en Saint Rudolph. Ahí las cosas eran diferentes, había mucha gente especial, los colores den los velos abarcaban diferentes espectros de luz, transparencias y los cambios, cuando ocurrían, eran más evidentes.

La primera persona que llamó su atención al llegar a la escuela, aunque ella no lo supiera, había sido Darla Fisher Montgomery, cuyo brillo dorado caía sobre su rostro iluminando sus ojos y su sonrisa. Ella era la estrella más hermosa del firmamento, podías decirlo con sólo verla, era el tipo de persona que estaba destinada a grandes cosas.

Entonces, cuando pudo alejar su vista de ella comenzó a notar al resto. Sunshine Dickens tenía muy presente a Peter O'Hara, cuyo pequeño velo era verde, lleno de suerte y éxito monetario asegurado en el futuro. Estaba destinado a ser una persona feliz, longeva. A su lado había visto a Irene Song, cubierta de brillo de colores, era una persona vibrante que amaba con intensidad. Su aura era parecida en cierta medida a la de Darla, pero también había diferencias abismales entre las dos.

Sobre mi cadáver (HDLO#1)Kde žijí příběhy. Začni objevovat