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Archibald y Mercy viajaron en moto hasta la escuela, fue un trayecto largo, cansado y tedioso, pero, cuando llegaron él todavía estaba muy despierto

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Archibald y Mercy viajaron en moto hasta la escuela, fue un trayecto largo, cansado y tedioso, pero, cuando llegaron él todavía estaba muy despierto. El viento frío le había golpeado la cara hasta el punto en el que tenía ganas de llorar y como estaba usando el casco pequeño, le quedó una forma extraña a su peinado, sin embargo, eso no era algo que le preocupara.

Lo que llamó su atención fueron los rodeos que dio el chico antes de llegar a unas calles anteriores a la escuela, donde un pequeño parque en muy mal estado parecía esperarlos con los brazos abiertos. Archie quería preguntar qué demonios estaban haciendo ahí, hasta que captó la figura pequeña y solitaria de una chica rubia bajo una farola. Apretó los labios ante la vista ¿Esa no era Sunshine Dickens? ¿Qué demonios estaba haciendo ahí?

Ella parecía un blanco fácil para cualquiera con malas intenciones, sin embargo, cuando detuvieron la moto cerca de ella, pudieron notar como sus guardaespaldas, que hasta ese momento no habían resaltado para nada, se pusieron en guardia, dispuestos a derribarlos si hacían un movimiento en falso. Archie suspiró y Sunshine les hizo una seña a estos para que se detuvieran. Los hombres se cuadraron en su lugar, eran al menos seis, pero a pesar de todo siguieron manteniendo una cierta postura defensiva. Él casi lo olvidaba, que un porcentaje de los chicos del Saint Rudolph iban a todos lados con al menos cuatro monigotes cuidándolos.

—¿Que estás haciendo aquí? —Archibald fue el primero en hablar, confundido por la presencia de la muchacha en aquel lugar. Ella se cruzó de brazos y frunció el ceño, como si fuera a responder de manera grosera, pero no lo hizo, se mantuvo en su habitual tono superior y arrogante.

—Mercy me llamó —espeto, señalando al susodicho con la cabeza—. ¿Qué diablos les pasa a ustedes dos? ¿Están locos? ¿Cómo se les ocurre esa tontería de entrar a la escuela de noche? —espetó ansiosa. Conocía bien el lugar y sabía que la escuela era un lugar muy peligroso durante la noche, plagado de fantasmas que aprovechaban la oscuridad par hacer de las suyas. Un año atrás eso no se sería la gran cosa, pero ahora que estos estaban descontrolados no era extraño encontrar potencial peligro en cada esquina.

—¿Trajiste lo que te pedí? —Mercy interrumpió la interacción para dirigirse a Sunshine . Desde su último momento de debilidad se había mantenido firme con sus conocimientos y creencias. Mercy tenía un objetivo y no se podía permitir fallar en él.

Exasperada, Sunshine lo miró con esa típica mueca que podía cuando quería intimidar a alguien, sin embargo, después de notar que el chico no estaba demasiado interesado en un enfrentamiento, soltó un suspiro y rebusco en su bolsillo derecho. De este sacó una pequeña bolsa roja, cosida por unas manos que de seguro no tenían una maldita idea de cómo juntar dos pedazos de tela, porque su forma era irregular y el hilo blanco resaltaba demasiado, tanto por el color, como por los nudos que sobresalían de algunas partes.

Mercy tomó la pequeña bolsa y asintió.

—Está bien, gracias por traerla —dijo en un tono bajo, susurrante. Parecía aliviado, pero había algo más. Archibald tuvo la sensación de estar siendo arrastrado de un lado a otro, ignorante de lo que estaba pasando. Eso no le gustó, pero a veces sentía que no tenía otra opción, como si un destino inevitable tirara de él.

Sobre mi cadáver (HDLO#1)Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu