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La tienda mantenía siempre la misma aura, como si te adentraras a un lugar distinto de la realidad

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La tienda mantenía siempre la misma aura, como si te adentraras a un lugar distinto de la realidad. Archibald observó todo y parecía que nada había cambiado desde la última vez que fue, sin embargo, aunque la imagen le resultaba en extremo familiar, había algo que rompía con la armonía de la tienda.

Había una chica.

Era una chica asiática, ver asiáticos por ahí no era raro, más bien lo raro era encontrar caucásicos, sin embargo, no se esperaba encontrar a una chica en medio de todo aquel extraño ambiente. De alguna manera Rudolph Lockster parecía un solitario, así que aquella muchachita era una adición extraña a la tienda, sobre todo el verla con toda la normalidad del mundo limpiando las estanterías con velas y pociones extrañas, como si hubiese pertenecido a ese lugar todo el tiempo.

La chica se giró hacia ellos, tenía una cara bonita, como una muñeca, sus ojos de un solo parpado eran encantadores y cuando sonrió, Archibald sintió ganas de sonreír también.

Mercy se aclaró la garganta con una expresión bastante sombría ante la presencia de la muchacha y Archie se giró hacia él, dándose cuenta que se habían quedado todos muy callados.

—Bienvenidos —la voz de la chica sonó con un acento inusual, parecía francés, aunque Archibald no estaba seguro de ello.

—¿A que debo tan agradables visitas? —Rudolph estaba tumbado en un sillón, al fondo de la tienda, más allá de su mesa de lecturas habitual. Como el sitio estaba muy oscuro, Archibald tardó en distinguir su silueta en medio de las sombras, sin embargo, cuando por fin pudo encontrar su rostro, también se dio cuenta de la presencia del gato gordo durmiendo sobre su estómago. El animal soltó un leve ronroneo, avisando de su presencia y después se estiró acomodándose con una pereza muy digna de él.

—¿Ese es el señor bigotes? —preguntó frunciendo el ceño. Rudolph lanzó una risita divertida.

—¿Están aquí por un gato? —inquirió, divirtiéndose mientras se metía un poco con los chicos. El carácter socarrón del tipo siempre estaba presente cuando hablaban con él, así que Archibald no le dio importancia.

—No estamos aquí por eso —aclaró de inmediato. Como ya tenía cierta familiaridad con el hombre, se ahorró las formalidades.

—Queremos que nos ayudes —agregó Mercy, quien había estado callado, observando el lugar. Al chico todo lo parecía sospechoso, desde la chica que no paraba de limpiar las estanterías, actuando como si ellos no existieran, hasta su gato durmiendo sobre el vientre del adivino.

Rudolph sonrió, fue una mueca muy suave y no se distinguió de manera clara por culpa de la falta de luz, sin embargo, de alguna manera los dos la notaron a la perfección. El hombre tomó al gato de la piel de detrás del cuello y lo levantó, incorporándose de su sitio, para después acomodar al animal de vuelta en el sillón.

—Mis favores tienen un precio —comentó, sacudiéndose la ropa. Su gesto era despreocupado, pero lo que dijo hizo que Archibald se tensara. La última vez no le había cobrado, pero fue un servicio especial a cambio del estofado de su madre.

Sobre mi cadáver (HDLO#1)Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum