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Archibald abrió los ojos. La azotea de la escuela estaba vacía así que la utilizó como su refugio esa noche. Él había metido algunas cervezas al campus que esperaba beber con sus amigos, pero ninguno estaba disponible en ese momento, Nicole había preparado una cita con su novio y Peter tenía obligaciones con el equipo de futbol, Irene estaba con la organización.

Daba igual, doce latas no harían nada contra él, hasta ese momento se había bebido seis y no parecieron hacer efecto en su sistema así que no le preocupaba tomarse unas cuantas más, sin embargo, sus ánimos se vieron afectados por la soledad.

El día fue agitado, el clima tan caluroso y húmedo lo tenía un poco irritable. Al caer la noche todo mejoró, pero seguía teniendo la sensación de que había vivido una jornada agotadora. Por suerte el viento ya estaba soplando, refrescando un poco el ambiente. Cada vez que una pequeña brisa acariciaba su rostro, tenía en su piel quemada por el sol una sensación te alivio.

Archibald se encontraba tumbado en el techo de la salida hacia la azotea. Desde ahí se podía ver la luna llena y escuchar a lo lejos los gritos de los chicos que aún seguían en la fogata. Le gustaba descansar de vez en cuando en ese lugar, porque, en toda la historia de la escuela era el único sitio donde nadie había muerto aún. Si, incluso aunque el concreto estaba aún caliente por el sol o la camisa se le hubiese ensuciado por tirarse de manera tan descuidada, era uno de sus lugares favoritos para descansar.

Soltando un suspiro miró al cielo, estaba seguro de que después de ese día de intenso calor, al siguiente habría una fuerte lluvia. De hecho, algunas nubes negras ya comenzaban a cubrir las estrellas.

Cerrando los ojos, empezó a tararear una canción, imaginándose que estaba en casa, en su cama y con el aire acondicionado encendido.

Girando el rostro de manera leve, observó las latas tiradas a su lado, aún le quedaban varias y estaban lo suficientemente frías cómo para disfrutarlas con ese clima.

Sonrió un poco. Ahí arriba el metal brillaba por los reflejos de los postes de luz que iluminaban la escuela. Lo invitaban a tomarse otra pronto, así que alargó la mano y suspiró arrastrándose para no levantarse. Estaba muy cansado, tanto que era capaz de quedarse dormido en cualquier momento.

Sintiéndose un poco mareado y con un mejor humor, comenzó a cantar. Siempre que bebía terminaba entonando aquella canción, Nicole y Peter lo habían escuchado en aquellos raros eventos, hasta ese momento, aquel honor sólo se limitaba a ellos dos.

Mientras la letra iba avanzando, Archibald se movía en su sitio acomodando su diafragma. De niño había tomado una buena cantidad de clases de canto, sabía lo que estaba haciendo, él había ganado bastantes concursos, aunque ya no guardaba los trofeos porque se había negado a cantar de nuevo cuando algunos niños comenzaron a burlarse de él llamándolo "princesa Disney". Sí, debía estar un poco borracho si lo estaba haciendo, pero no le importaba, se sentía muy bien, ligero, feliz, con el viento fresco enfriando su piel ¡Era un momento maravilloso!

Sobre mi cadáver (HDLO#1)Where stories live. Discover now