❧ Capítulo 18: Aguas y Bebidas ☙

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—¿Aira, estás bien? —Oyó que Rodrigo le insistía, por enésima vez, detrás de la puerta, sin obtener respuesta alguna de su parte.

Se hallaba sentada estrujándose las manos con impotencia. Cientos de lágrimas seguían cayendo por sus mejillas al tiempo que percibía cómo de vuelta la oscuridad la envolvía, cómo el pozo de la depresión la absorbía, cómo la luz de su autoestima la abandonaba.

Luego de tratar de limpiarse sus lágrimas, en vano, bajó su vista. Sus ojos se toparon con aquellas muñecas que evidenciaban y le recordaban aquella locura que había cometido tiempo atrás.

Se acordó que, por un malentendido, por suponer en vez de esclarecer, por suponer en vez de preguntar, por suponer en vez de dar una oportunidad, toda aquella hermosa felicidad que había sentido al lado de Rodrigo se había ido por el desagüe en menos de un santiamén. Se sintió como en un terrible dejavú, que pensaba que había dejado atrás, pero que lastimosamente no era así.

Se sentía devastada. Se sentía abandonada. Se sentía engañada, sino mancillada, de que aquel joven a quien adoraba hubiera osado besar, tocar y acariciar a otra mujer que no fuera ella.

Cerró los ojos para tratar de menguar el dolor que aquel imaginario escenario le provocaba en sus entrañas. Apretó los ojos y meneó la cabeza con tal fuerza que creyó que se marearía, en su intento por desaparecer aquella tortuosa escena, pero era en vano. Peor todavía, era como si su mente se oscureciese más todavía, así como su alma, al martirizarse con aquellas imaginarias escenas de caricias y de lujuria. No obstante, hubiera proseguido en aquella autotortura, de no ser porque, el sonido de unas llaves y de un cerrojo abriendo, la trajeron de vuelta a la realidad.

—¡No entres! —rogó con la voz entrecortada, mas Rodrigo no le hizo caso.

—Tenemos que hablar.

Se dirigió a donde estaba y se hincó frente a ella, tomando sus manos —en concreto, sus muñecas— para cerciorarse de su estado. Felizmente, para su tranquilidad, aquellas lucían como antes, sin indicios de que hubiera cometido una locura minutos atrás. Respiró profundo, tranquilo de que no le hubiera pasado nada.

Pero, al contemplarla a la cara y ver cómo seguía chillando de forma desconsolada, se quebró en dos. Ella quiso hablarle, mas ya no podía. Lloraba de forma tan desgarradora, que solo podía escucharse un leve quejido mientras respiraba de cuando en cuando, el cual laceraba su corazón.

—No vas a encerrarte aquí a hacer vaya uno a saber qué cosas, Aira. ¡Por el amor de Dios! ¡Deja de reaccionar de esta manera! ¡Me preocupas, Aira! ¡Me preocupas mucho!

Rodrigo la acunó en sus brazos con mucha fuerza. Le empezó a acariciar la espalda, a besarle en la frente y en las mejillas para que reaccionara, pero no pudo. El joven estaba tan angustiado al verla de esa manera, sin reacción ni acción, que empezó a buscar con angustia alguna salida para que pudiera ver alguna respuesta de su parte.

Sincronías y Armonías [Saga Ansías 3]Where stories live. Discover now