❧ Capítulo 17: Fantasmas del Pasado [Segunda Parte] ☙

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—Mi niña...

—Lo... lo siento —dijo limpiándose las lágrimas que caían por sus ojos.

—Aira, ya lo hemos hablado. Lo mejor que...

—¡Quizá todavía estoy a tiempo y...!

Ya no pudo continuar. Su respiración se volvió tan entrecortada.

—Vamos, hija, no llores, todo saldrá bien —escuchó cómo doña Gladys trataba de consolarla, pero era en vano.

Cientos de duros recuerdos y de culpas la atosigaban sobre su ser, que la obligaron a sentarse para poder llevar mejor su carga.

—Mañana no tienes escuela, ¿sí? —prosiguió la señora, tratando de buscar una manera de calmar a su nieta.

—No —dijo mientras trataba de limpiarse una lágrima.

—¿Por qué no aprovechas que es feriado para relajarte y vas al orfanato?

—¿Ah?

—Quédate ahora con tus amigos y mañana aprovecha para distraerte como ya sabes. Te sentará muy bien; de paso que averiguas cómo le va a Lucas en los estudios. La última vez que fui a verlo, su tutora me dijo que estaba flojeando y...

En ese instante, Rodrigo justo entró a la sala. Al ver el cuadro tan desolador de la joven, de inmediato acortó la distancia entre ambos y se hincó frente a ella para cerciorarse sobre cómo estaba.

Con señas le preguntó por qué lloraba. Ella negó con la cabeza y le dijo que se hallaba bien, aunque en un momento así, era obvio que su mentira era latente.

—Entonces, ¿me das permiso, abuela? —afirmó luego de que su respiración se tranquilizara.

—Claro que sí, te sentará bien. Solo cuídate, por favor. No tomes ni fumes, no te juntes con extraños y no... —Hizo una pausa—. No cometas excesos, ¿ok?

Aira tragó saliva al darse cuenta a qué se refería. En innumerables ocasiones le había aconsejado sobre cómo debía guiarse, a pesar de ya estar independizada.

Cuando volteó a ver a Rodrigo, quien seguía observándola con ojos expectantes, y recordar aquello que había sucedido entre ellos horas atrás, no pudo evitar sentir una espinita de culpa. A pesar de su joven edad y reciente reconciliación, la relación con su profesor había avanzado a pasos agigantados y una nueva sombra de preocupación la envolvió. Dados los hechos, agachó la cabeza y concluyó que su abuela tenía razón.

Al darse cuenta de que no estaba en posición de replicarle, asintió a todas las indicaciones que ella le dio. Y con la promesa de que la llamaría al día siguiente, se despidió.

Luego de que colgara el teléfono, Rodrigo no esperó más; posó sus manos sobre sus hombros al tiempo que comenzó a invadirla de cientos de preguntas.

Cuando hubo terminado su cuestionario, Aira tuvo ganas de hacer lo mismo: invadirlo con otras tantas preguntas que atosigaban su corazón, sobre aquel pasado y decisiones que la atormentaban. Sin embargo, al ver que la preocupación invadía los transparentes ojos de Rodrigo, que la contemplaban con una sincera y gran emoción que la conmovió, se arrepintió. Solo atinó a agachar la cabeza, le pidió que la abrazara muy fuerte al tiempo que, como antes, deseó acunarse en su pecho para desahogarse. Mas, él no había dado su interrogatorio por terminado:

—¿Estás bien de verdad? Porque no me has dicho por qué lloras y yo no sé qué hacer, no sé qué hice o qué te dije para que te pusieras así. ¿O fue tu abuela? ¿No te dio permiso y te regañó? Creo que piensa que es una mala idea que te quedes aquí. Quizá tiene razón y... ¿O te duelen los pies? Quizá debimos dejarlo para después e irte de frente a tu casa. ¿O quizá estás muy cansada? Creo que se me pasó la mano y...

Sincronías y Armonías [Saga Ansías 3]Where stories live. Discover now